Mando el link de las fotos al grupo de invitados al casamiento. Pasaron cuatro meses. Es el lunes posterior a las PASO. Habrás pensado que era un chiste cuando te llegó la invitación. Pilmaiquén y yo casadas en el patio del salón de fiestas Tijereta. Mis amigas enseguida contestan que fantasearon con que era un lugar solo de lesbianas, pero no, el nombre es por la calle. En el pueblo de Olga Orozco, todas las calles tienen nombres de pájaros. Varios integrantes del grupo empiezan a mandar las fotos descargadas. En la primera Pil y yo estamos entrando al jardín, en el recuerdo suena la canción Paisaje cantada por Gilda. Se superpone una de los invitados. Vos respondés a la foto anterior y elogiás mi vestido blanco (flasheé princesa punk cuarentona) y el traje azul de mi esposa. En otra foto sonrío con toda la cara frente a la jueza y a su asistente. Vos contás que después de escuchar el: sí, quiero de las dos, descubriste que Pil tenía bordadas las tres estrellas del campeón del mundo en la espalda del saco. Luego un video de Solana, mi testiga, con el micrófono en la mano. Fiel a su estilo de abogada, se refirió a la ley vigente en el país desde el 2010. Habló de la lucha, de la militancia, de lo difícil que había sido para nosotras, las tortas, adquirir ese derecho. Que se te hizo un nudo en la garganta y aplaudiste hasta que te dolieron las palmas, contestás al video. Solana escribe que cuando dijo matrimonio igualitario y no unión civil no se refirió estrictamente a los dichos de Victoria Villarruel, la compañera de fórmula de Javier Milei, sino a un sector de la población que piensa que nuestros derechos ya estaban garantizados, que no hacía falta que le llamáramos matrimonio a lo nuestro. Nadie responde. Solana insiste: sin embargo, la unión civil en Argentina no tenía alcance federal, ni contemplaba la herencia a tu pareja o la posibilidad de adopción. Alguien responde con un video cortito donde mi amiga cierra el discurso con palabras de festejo y alegría y dice algo de los derechos colectivos.
Tengo la facultad de casarme con una persona del mismo sexo, pero también todos, en esa fiesta, incluida vos, tienen derecho a vivir en una sociedad un poco más justa, a celebrar.
Yo hasta las PASO no pensé, sinceramente, que la ultra derecha iba a arrasar, a la derecha de Patricia Bullrich no hay nada, me reía. A Milei lo creí un fenómeno idiota, inofensivo.
Estuve demasiado ocupada preparando una fiesta de lo más tradicional para cien personas y peleando por los gastos. Yo quería burbujeros y Pil una barra de tragos. Es verdad, te traté de ignorante, tía, cuando veía tus estados de WhatsApp sobre la Libertad Avanza. Recién ahora se me ocurre, con estos números, pensar que fue una pésima estrategia de militancia. Pil y yo sacamos un préstamo en la universidad pública en la que trabaja ella y logramos la fiesta soñada. Foto de la torta blanca de ocho kilos, foto de la mesa dulce. No bailamos el vals, tiramos el ramo a los invitados y a las invitadas, independientemente de su estado civil. Foto de las dos chicas solteras que agarraron uno cada una. Alguien reacciona con un corazón. En el ímpetu de la tradición siguen ganando las mujeres heterosexuales.

Foto del DJ. Reacciono con un emoji enojado. Me indigno y escribo:
—¿Cómo va a poner esa canción que dice “mami llegó tu papi”?
—Qué exagerada —me respondés —, la música estuvo bien, todos bailaron — adjuntás una foto ejemplificadora.
—No puede poner esa canción en una fiesta de tortas —insisto mientras vos mandás muchas imágenes en las que los tíos bailan con mis amigas lesbianas que ya estaban borrachas y en corpiño.
Demasiado pretencioso de mi parte querer que el hombre que pasaba música entendiera que esa canción no se adaptaba a la idiosincrasia del contexto. Estaba demasiado ebria de derechos esa noche. El derecho a una fiesta de casamiento progre me parecía obvio. Una se acostumbra a la justicia.
Estaba demasiado ebria de derechos esa noche. El derecho a una fiesta de casamiento progre me parecía obvio. Una se acostumbra a la justicia.
—Si gana Milei, Pilmaiquén y yo nos vamos a tener que ir del país —te arrobo.
Otra vez repetís que soy exagerada.
—Nos van a matar. ¿Vos querés que yo me muera? —te pregunto y enseguida me doy cuenta de que es un montón y elimino el comentario.
—Ay, qué pelotuda que sos, no es momento de hablar de política.
Yo te quiero explicar que ser lesbiana en un pueblo mileinista, perdido en el campo, es de alto riesgo para nosotras pero lo que me sale escribir es:
—Votaste a favor del que me odia.
Mi mamá distrae con las fotos de la mitad de la fiesta, aparezco en ropa de gimnasia.
—Villera —respondés.
Un calificativo que empecé a usar para referirme a mí misma cuando dejé de vivir en la villa. Te da bronca mi performance. Es lógico, pienso, me dan vergüenza mis privilegios.
—Planera —agregás, por pelearme.
Sos transparente. A mí me querés, fuiste la única de la familia que me bancó cuando me embaracé a los quince, pero odiás a tu barrio y a tus vecinas, las negras de mierda que se embarazan por un plan.
—¿Me hubieses querido si yo hubiese cobrado la Asignación Universal por Hijo, la AUH, cuando nació mi hijo?
—No. ¿Quién te dijo que te quiero? Odio a las escorpianas. Vos sos escorpiana y auchera.
—JAJAJAJA —respondo en mayúsculas porque el concepto “auchera” me parece genial y vuelvo a la carga—. Dicen que van a recortar la ESI .
—Ideología de género —respondés.
—¿Vos pensás que la escuela te convierte al nene en homosexual?
Fotos del carnaval carioca. Los mozos repartiendo bolsitas, los invitados con máscaras de cotillón.
—Están atacando al sistema de salud pública y eso te va a perjudicar.
—Va a subsidiar a la gente, un voucher por mes para salud y educación.
—Te juro que no te va a alcanzar —digo.
—Igual no me alcanza.
El amigo marica manda una foto de sí mismo, las luces de led le iluminan el culo.
—Muy politizado este grupo —comenta.
—Esta es una muestra de la violencia que se viene con el resultado de las elecciones. Es un peligro —le respondo.
—Violencia es el precio de la comida. Peligro es no tener cloacas —y envía otra foto de él en el centro de la ronda, en cuclillas al ritmo del meneaito.
Aparecen en las reacciones y en las fotos la pareja de tortas más viejas que conozco, son amigas de Pil. Postal de mi esposa con guirnaldas en el escote.
—Mucho puto votando a Milei, chicas —escribo —. Una desilusión.
No importa cuál de las dos escriba, la otra piensa lo mismo. Los demás les respondemos en plural.
—No hay que luchar a capa y espada. Nosotras amamos a las mujeres desde que nacimos. Fuimos de las primeras en casarnos y no andamos evangelizando ni haciendo política de la sexualidad —responde una y la otra manda una foto vergonzosa. Un chorro que sale de una botella de champagne y me cae en las tetas. El epígrafe es:
—Relax, salí del sistema, dejá de usar las redes y vas a ver que todo es más lindo.
Hago una cuenta estúpida: de cien personas que fueron a mi casamiento, al menos veinticinco votaron a Milei. Cambio el nombre del grupo de Invitadxs a Tijereta por Alto riesgo.
Hago una cuenta estúpida: de cien personas que fueron a mi casamiento, al menos veinticinco votaron a Milei. Cambio el nombre del grupo de Invitadxs a Tijereta por Alto riesgo. Nadie responde nada por varias horas.
Elimino el grupo. Me mandás por privado una imagen del final de fiesta, mi esposa y yo estamos arruinadas. Vos regia, porque no tomás alcohol, con tu vestido color petróleo que te quedaba divino en primer plano. Fuera de foco las dos ganadoras de los ramos se están yendo juntas.