A Yuliet, Dachely y Jorge los fundamentalismos religiosos les pasaron por el cuerpo. No es que hayan sido sometidos a un exorcismo, como les ha ocurrido a personas trans de comunidades de fe, pero sus vidas están atravesadas por las resistencias a los fundamentalismos. Aunque los discursos antiderechos aterrizaron en la isla del Caribe en la década del noventa del pasado siglo, la posibilidad de incluir el matrimonio igualitario en la Constitución de la República en 2019 fue el pretexto que utilizaron iglesias fundamentalistas para clonar campañas a favor de la “familia original”, manipular los principios de la educación integral de la sexualidad, asumir el discurso sobre la “ideología de género” y manifestar un programa político de claras conexiones con movimientos regionales. La resistencia al avance de la agenda antiderechos toma muchas formas: las transformaciones legislativas, la conversación en el ecosistema digital, en la calle y en la vida cotidiana. La resistencia a los fundamentalismos es fundamental y, a veces, un acto de fe.
Yuliet Teresa Villares es una joven editora que reside en la provincia Ciego de Ávila, en el centro del país; es, además, activista y mujer de fe. En medio de las disputas políticas por los derechos de las disidencias sexuales, Yuliet publicó un post en Facebook que analizaba la creación de la Alianza de Iglesias Evangélicas Cubanas, donde se reúnen actores nacionales con posturas fundamentalistas. Como mujer lesbiana, negra y de izquierdas ya había vivido el rechazo de su comunidad de fe; pero aquel post superó lo vivido, su activismo digital la expuso a otra dimensión del discurso fundamentalista.
“Ante eso una tiene que hacerse de resistencias personales. Al principio sí discutía, pero después decidí no hacerlo a no ser en casos muy específicos, porque te hace daño y tienes que cuidarte, si no, la lucha no llega a ser funcional”, cuenta Yuliet.
Desde la capital del país a Dachely Valdés Moreno también se le revuelve el alma ante los comentarios, insultos y etiquetas que relegan a su familia al ámbito de lo vedado. A esta psicóloga clínica, madre lesbiana y activista le es inconcebible la ausencia de empatía en la retórica antiderechos.
“Recuerdo que mi respuesta ante un comentario fundamentalista en las redes era muy visceral. Me ganaba por completo, me poseía y el corazón me latía muy rápido, enseguida moviendo los dedos, lista para teclear y responder. Y aunque no siempre lo hacía con un texto, mi cuerpo sí se ponía como muy presto a la defensa”, rememora.
Por su parte, Jorge González Núñez sabe de esa confrontación digital, pero vive cotidianamente otros encuentros más retadores fuera del escenario virtual. Al ser activista gay, integrante de diversas iniciativas ecuménicas y presidente del Movimiento Estudiantil Cristiano de Cuba (MEC), se preocupa constantemente por el muro irracional de los fundamentalismos religiosos. Tanto en su natal Cienfuegos, en Matanzas o La Habana −ciudades que le acogen por su activismo cristiano y LGBTIQ− intenta mantener un centro que permita traspasar los prejuicios.
“En cualquier lugar puedes encontrar un discurso fundamentalista, pero cuando lo tienes frente a ti te paraliza, es mucho más difícil. Se da, además, en lugares en los cuales pretendes crear consenso, pero estos discursos cierran el paso a todo diálogo, porque no reconocen en la experiencia de la otra persona una verdad”, ensaya.
El lugar donde las resistencias se acuerpan
Jorge, Dachely y Yuliet confirmaron las sospechas; las resistencias fundamentales pasan por el cuerpo, en un proceso de aprendizaje que luego se extiende a la familia, personas cercanas y colectivos de activistas. La resistencia también se aprende y se contagia.
“La primera es la resistencia personal y del autocuidado. La segunda es la resistencia familiar. Tal vez hace 10 años mis viejos no tenían celular ni internet, eso es algo relativamente nuevo en Cuba; pero hoy todo el mundo está conectado. Esas resistencias pasan entonces por cuidar a tus familiares, que comprendan que esta es una lucha de a poquitos. Y la tercera resistencia está en las redes humanas de cuidado mutuo, esas alianzas que logras hacer con gente que está en la misma lucha”, reconoce Yuliet.
Jorge vive con su novio Adiel García −profesor universitario y activista− y Mao, el gato de ambos. Para ellos el momento del café es el placer de despertar al otro en las mañanas, es la oportunidad de conversar en las tardes y ganar energías para seguir trabajando en las madrugadas. Aunque Adiel no profesa ninguna religión, Jorge reconoce en él una espiritualidad profunda.
“Compartimos una espiritualidad alrededor de la fe y la vida, desde la militancia que quiere transformar el mundo; que para él es el socialismo y para mí también, pero desde el Reino de Dios”, cuenta Jorge despacio como quien se deja estar en cada palabra.
“Mi vida es bastante agitada. Siempre tengo algo que hacer a la par de Pauli: mi trabajo con Lo Llevamos Rizo y en pos de la cultura afrocubana y nuestra identidad; mi trabajo como terapeuta y el activismo. Casi no tengo tiempo libre. Si no estoy escribiendo, estoy revisando algo o buscando contenido o creándolo, o reunida. Pauli ocupa mucho de mi tiempo y trato de hacerlo parte en lo que es posible de mis dinámicas de trabajo para compartirlo todo con él”, lista a trote Dachely.
Para Yuliet la música es vital y dice que la ve “en colores”. Aunque vive sola desde hace cinco años, no está en soledad. Ella se define como una diestra “con el corazón a la izquierda por vocación”; una mujer amante de descubrir cosas. “Soy una friki de la tecnología y padezco levemente de TOC (trastorno obsesivo compulsivo)”, cuenta.
Estas tres personas se unen como en una cadena de energías. La conversación, el camino, la fe en un mejor futuro y la música fluyen y las conectan. Se trata de gente tierna y resiliente. Pero no viven de espaldas al miedo. Los fundamentalismos, la ausencia de sensibilidad y empatía, la instrumentalización, incluso perderse mientras luchan, son miedos comunes.
“¿A qué temo? A que el discurso fundamentalista, religioso y de todo tipo, se apodere del país. Me da miedo porque en la defensa de esos valores las sociedades se estandarizan bajo patrones de los que tienen el poder. Ahí no cabemos los disidentes de ningún tipo, ni los sexuales, ni los políticos, ni los religiosos, ni los negros, ni las mujeres. Le tengo miedo a la desesperanza que implica que la solución definitiva sea huir de Cuba. Le tengo miedo a la distancia y a no ser parte”, reflexiona Dachely.
“Le tememos a la manipulación de términos y conceptos como justicia, democracia, derechos humanos. Hoy día vemos cómo se sostienen muchos discursos que para nada son democráticos y dicen serlo. Y que lejos de construir una Cuba mejor terminan reproduciendo patrones capitalistas, que para nada reconocen la dignidad de los seres humanos y que son parte de ese discurso hegemónico que se quiere imponer”, agrega Jorge.
“Me temo a mí, a que pueda tomar alguna actitud o aptitud fundamentalista, temo a perder la ternura mientras lucho”, confiesa Yuliet.
En este viaje complejo han encontrado redes de apoyo y cuidado, alianzas y espacios propios para sus luchas. De salirle al choque a todo comentario antiderecho hoy comparten proyectos que apuestan más por compartir sus propias propuestas y transformaciones.
Dachely se apoya en el conocimiento científico y las historias de vida como contraargumentos útiles para otros públicos, grupos sociales e incluso las autoridades responsables de legislar sin ausencias, ni prejuicios. En 2021 impulsó junto a un grupo de amigas y activistas la campaña Ahora Sí, que en distintas provincias del país apoya la aprobación del Código de las Familias.
Yuliet deja ver mucho más su sonrisa cuando habla de la familia que ha encontrado en los proyectos y plataformas que ahora mismo la desvelan: la plataforma Voces Ecuménicas cubanas, el Movimiento Estudiantil Cristiano (MEC) y la red Fe por Cuba del Centro Memorial Dr. Martin Luther King Jr.
Jorge comparte con Yuliet el activismo en el MEC, la organización impulsó +Amor+Derecho una campaña que no buscaba la confrontación, sino que posiciona un mensaje de diversidad desde una mirada teológica.
Juntando voces, espacios y agendas fundamentales
En Cuba la punta de lanza de la arremetida antiderechos es contra las disidencias sexuales, su existencia misma y su participación en la sociedad cubana actual. Esta realidad ha impulsado al activismo LGBTIQ+ a ser protagonista de las resistencias, apoyado por diversas instituciones comprometidas, colectivas, espacios y medios feministas que se han sumado a la denuncia y deconstrucción de las agencias fundamentalistas y los retrocesos sociales, consustanciales a su programa político.
En el escenario digital conviven campañas y grupos dedicados a pujar por los derechos de la comunidad LBGTIQ+, decididos a mostrar que es posible una sociedad plural, radicalmente diversa y plena en derechos. Ahora Sí, Hasta que el amor sea ley, #Todoslosderechosparatodaslaspersonas, +Amor+Derechos, Cristo Ama Mis Colores, Plataforma 11M, EntreDiversidades, Voces Ecuménicas Cubanas, Red Ecuménica Fe por Cuba, Red Nacional de Mujeres Lesbianas y Bisexuales, TransCuba, Construyendo una agenda de la diversidad sexual en Cuba, son algunas de las campañas, etiquetas en redes sociales, grupos y plataformas ecuménicas que continúan una larga tradición de activismo, disputan el escenario digital y toman la calle en diferentes provincias del país.
Las disidencias sexuales han aprovechado la apertura y la aparente democratización que promete internet. No esperan para alzar la voz y toman la palabra desde sus propias experiencias, denuncian la homofobia donde quiera que se plante, movilizan y crean medios periodísticos con agendas propias y revistas con un discurso radical para su empoderamiento.
Jorge, Dachely y Yuliet participan de varias de estas iniciativas y reconocen que asumir una postura propositiva, creativa, basada en las experiencias de lesbianas, trans, gays y personas no binarias es un camino necesario para ganar en solidaridad y respeto.
En esos empeños, Dachely siente la ausencia del posicionamiento de sociedades científicas respecto a los mitos y prejuicios heteronormativos. Invita también a construir y socializar de manera creativa pensando en los diversos segmentos de público y mostrando sin tapujos las historias de vida de la población LGBTIQ desde una mirada interseccional.
Justamente, Jorge participó en la realización de ocho podcasts para la campaña Cristo Ama mis colores de la Iglesia de la Comunidad Metropolitana (ICM) en Cuba, que reivindica voces de personas LGBTIQ+ desde la fe.
“Conocimos testimonios de personas que vivieron al límite, que fueron expulsadas de sus casas, de sus iglesias, que vivieron procesos de exorcismo porque supuestamente tenían un demonio dentro”, lamenta. Esa experiencia le ratificó cuánto falta para saldar la deuda con las personas trans, en las familias, las iglesias, las comunidades y el estado.
“En nuestros espacios existen personas con identidades trans y debemos construir resistencias junto a ellas; lecturas de la Biblia que las dignifiquen y las tengan en cuenta desde sus propias experiencias, desde lo que tienen para contarnos, porque también hacen teología, tienen su experiencia con Dios que es única, que no puede ser suplantada”, afirma Jorge.
Cuestión de derechos, y de justicia
La lucha legal es otro frente de resistencias a los fundamentalismos en Cuba, con fallos históricos y enfrentamientos. En 2019 Dachely Valdés y Hope Bastian se convirtieron en la primera pareja de madres lesbianas en inscribir a su hijo en el Registro Civil cubano, luego de acceder a un tratamiento de reproducción asistida en el extranjero. Esta noticia fue antecedida por otro fallo revolucionario: en 2017 Eunice Violeta Cardoso logró la custodia de sus nietos luego de que falleciera su hija Violeta, madre de dos niñas y un niño; ahora los tres viven junto a Cardoso e Isabel Pacheco, su pareja por 34 años.
Tres años después, en 2020, el reconocido activista Alberto Roque dio un paso inédito en el activismo LGBTIQ+ al presentar una demanda penal por injuria. Roque denunció a la cantante Danay Suárez, quien reprodujo en su página oficial de Facebook un post que equipara la homosexualidad con la pedofilia. El proceso tomó curso en la Sala Primera de lo Penal del Tribunal Provincial de La Habana y terminó a favor de Suárez, sin embargo, generó un debate sin precedentes sobre libertad de expresión, discurso de odio y respuestas legales a este tipo de violencia en redes sociales.
“Las resistencias han sido en las calles y en las redes, ha sido mucha y seguirá siendo así porque nos queda el Código de las Familias por aprobar y luego la ley de identidad de género. Incluso aunque aprobemos las leyes, que es super vital e importante hacerlo, nos queda la implementación del Programa Nacional de Educación Integral de la Sexualidad y los imaginarios de las personas”, reflexiona Dachely.
Cuba se prepara para someter a debate y referéndum popular en 2022 un nuevo Código de las Familias, que elimina toda discriminación por orientación sexual en el matrimonio, la adopción y el acceso a técnicas de reproducción asistida. El anteproyecto de ley incluye otras demandas como la eliminación del matrimonio infantil, el reconocimiento del trabajo doméstico y de cuidados, el abordaje en la ley familiar de la violencia de género e intrafamiliar, el derecho de las mujeres a decidir el momento de tener descendencia y el número, además de la protección específica de poblaciones en situación de vulnerabilidad como personas mayores y en situación de discapacidad.
El activismo LGBTIQ+ es una fortaleza para la nación cubana frente a los fundamentalismos religiosos. Sin embargo, enfrenta continuas incomprensiones, tensiones internas, la resistencia y sospecha estatal ante el asociacionismo independiente, el acoso político que llega a la criminalización en algunos casos y la instrumentalización de las luchas antiheteropatriarcales y antirracistas, en función del diferendo Estados Unidos-Cuba.
Para Yuliet, las resistencias deberían tomar el cuerpo de la nación toda. Sueña la isla como “ese espacio de resistencia general” que supera los discursos de las grandes ciudades y habita también en los espacios rurales, los pequeños urbanismos donde se vive y se funda. Mientras esas utopías se rebelan, ellas y él siguen resistiendo desde la felicidad y los miedos.