Florencia Kirchner: “La literatura es una manera de habitar la vida”

En una charla exclusiva para LATFEM y Cheque en Blanco Florencia Kirchner compartió algunas reflexiones sobre qué significa la literatura en su vida.

El primer post lo hizo en Cuba. Fue el 10 de febrero cuando abrió su cuenta de Instagram @florenciakf. “George Owen W.A (Wynne Apperley)” decía el epígrafe que ilustraba un cuadro del pintor inglés. La pintura es de una mujer abrazándose a sí misma. La segunda fue un repost de una foto con su mamá. Florencia Kirchner tiene un sombrero de paja, Cristina Fernández de Kirchner unos anteojos de sol. Ambas están sonriendo. La foto se convirtió en el souvenir del cumpleaños de la ex presidenta y en un poster que inundó las calles porteñas el 19 de febrero bajo la consigna “Gracias por tanto amor”. Y es que esa foto significó mucho más que la imagen de una madre con su hija. Fue un grito de alivio, después de cuatro años de persecución, de una angustia tomándole a Florencia el cuerpo. El tercer post fue en blanco y negro. Es un autorretrato pero con la cara tapada por la portada del libro De la enfermedad de Virginia Woolf, “la uno” como la definió a esta escritora británica que construyó e impulsó el cuarto propio de tantas feministas. Desde ese momento, incluso desde su llegada a la Argentina el 23 de marzo después de un año afuera, Florencia mantiene muy activa su cuenta de instagram compartiendo, sobre todo, literatura: narrativa, poesía, fragmentos de textos, tapas de libros, recomendaciones y hasta se anima a recitar. Las editoriales literarias  comenzaron a mandarle sus novedades por lo que se convirtió, sin quererlo, en una suerte de gurú. Que Florencia comparta un libro implica entre 15 mil y 30 mil “me gusta” por lo que la difusión para autoras, sobre todo de editoriales independientes, significa una visibilidad única. En una charla exclusiva para LATFEM y Cheque en Blanco Florencia Kirchner compartió algunas reflexiones sobre qué significa la literatura en su vida. 

—Desde que abriste tu cuenta de instagram te convertiste en una especie de gurú literaria. Compartís portadas de libros, poemas, subrayados, lecturas, novedades. ¿Fue planeado o se fue dando así? 

—Esta soy yo, como que siempre estoy compartiendo con con mis allegados, preguntando por libros, averiguando por libros, por autores, como que soy media loca con todo eso. La idea de tener redes me daba un poco como alergia, por varios motivos. Me parecía -y me parece-que es un poco bobo a veces todo lo que pasa en redes y los últimos años que yo no estuve bien y se me atacó tanto que no tenía ni ganas de estar conectada. Pero en Cuba, cuando empecé a sentirme mejor y también puede ver que había personas que las usaban de otra manera, abrí la mía. Y lo que hago es mi cotidianidad, que es la literatura, que es lo que siempre está. Además de eso, pude mostrar trabajos que había filmado como “Fuera del silencio”, la película de Santiago y otra miniserie web que se llama “Alternativas”. Pero las redes se usan mucho como para hablar de la imagen y entonces eso me tira un poco en contra. Hay gente que sube selfies todo el día , gente que comparte todo lo que está haciendo. Bueno, yo comparto lo que me interesa que es la literatura. 

—Casi la totalidad de los libros que recomendas son de autoras mujeres, hay un Kafka que se cuela por ahí, pero imagino que es una decisión y no una casualidad estar leyendo mujeres, muchas de ellas feministas. ¿Es así? Y ¿por qué?

—Siempre leí más mujeres. Te mentiría si te dijera que es como una decisión. Es como que naturalmente siempre busqué más autoras, porque a mí me pasó que siempre me encontraba más interpelada. Creo que tenía una especie de frustración, a veces, frente a algunos autores varones o por lo menos los que yo agarraba o me llegaban. Entonces eso hizo que de alguna manera yo esté buscando más autoras. Sí, quizás es una decisión compartir más mujeres, pero a su vez también tengo más autoras que autores leídos. Y no es que leo para compartir. Yo comparto lo que leo y leí. No soy mucho de compartir lo que estoy leyendo en el momento, son cosas más bien que tengo leídas. Si bien es una decisión darle mayor difusión a mujeres y demás, es como que también es lo que mas tengo leído. Igual me gustan muchos autores hombres como Pedro Lemebel; William Faulkner; Marcel Proust; Fernando Pessoa Rodolfo Walsh. Después, tengo mi gran contradicción feminista, con la que siempre hago chistes, que es Lord Byron y T.S Eliot, eso desde el lado de la poesía. Y de hecho, ahora estoy leyendo los cuadernos de apuntes de Gustave Flaubert al que no leía hace años, desde Madamme Bovary, y estoy fascinada. Son una locura.  

—Da la sensación, sin conocerte, que durante tu estadía en Cuba la lectura fue un refugio, ¿Lo ves así en retrospectiva? ¿Qué lugar ocuparon los libros en ese momento?

—La literatura se convirtió en un lugar para habitarlo, hasta el fondo, cuando me encontré atacada y encerrada en mi casa. Esto hace cuatro años que empezó y fue de mal en peor, y la literatura fue el sostén que apareció. Ahora, desde la perspectiva, puedo analizar que no me salían las palabras, pero sí me podía leer a mí misma en los libros. Yo escribo desde que tengo 19 años, leo guiones desde entonces, pero estos últimos años me costaba escribirme, decirme y estaba como media dura, petrificada por dentro. Pero sí podía leerme. Lecturas siempre hice, pero era más de leer sobre cine, sobre las películas que miraba. Después, a los 24 años aparecieron los ensayos feministas en el embarazo, sobre todo. Pero por supuesto que en Cuba leí el triple porque estaba completamente sola, completamente enferma, y estaba en un pozo tremendo. Fue algo bastante complejo. Entonces se triplicó la cantidad de libros que leía. Ya de por sí venía muy lectora y fue como que se hizo básicamente mi única cosa. Pero no me gusta pensarla como un refugio, me gusta pensarla como una manera de habitar la vida, porque además no es lo mismo para mí leer, que leer literatura. Para leer tenes de todo: podes leer libros de cocina, de autoayuda, libros de turismo. Entonces no es lo mismo leer que leer literatura. Yo no te leo todo, por más que tengan facilidad y podría leer cosas que me den, elijo muy bien en qué espacio meterme. Y además también generé una especie de olfato y si el libro no me va, lo dejar sin culpa. Porque a mí eso de leer en modo automático nunca me gustó. Siempre habité mucho todas las lecturas que hice.

—Una imagina que en las bibliotecas de tu infancia había más libros de política que de literatura y poesía. ¿Esto era así? ¿Se hablaba de literatura en tu casa? ¿Te acordás cuáles fueron los libros que te marcaron en la infancia/adolescencia?

—En mi casa había muchas bibliotecas. Siempre hubo libros alrededor, pero más relacionado a lo que es la política y la historia. No se hablaba mucho de literatura en el término que a mi me gusta hablar ahora. De mi infancia siempre recuerdo mucho los cuentos mitológicos, los clásicos. Mi abuela fue como una gran insistente en todo eso. Mujercitas de Louisa May Alcott también, me acuerdo esas versiones más cortas y mi abuela me lo leía. Y en lo que podemos llamar la “segunda infancia”, más o menos a los nueve o diez años, me acuerdo mucho que me encantaba Elsa Bornemann. 

—¿Siempre fuiste muy lectora o es algo del último tiempo? ¿Qué libro identificarías ya en tu adultez que decís: esto me cambió la forma de leer, quiero ir por acá. 

—No siempre leí con la misma intensidad. Sí tuve un momento en mi adolescencia en el que sí, pero después me metí a estudiar cine y todo empezó a girar más en torno a eso. Y así de loca como me ves ahora buscando libros, buscaba películas: alquilaba en filmotecas, mucho de cine mudo. Me gustaba mucho leer sobre las películas que miraba, sobre los cineastas que más me gustaban. Guardo con mucho cariño las historias de cine de Jean-Luc Godard; las Notas sobre el cinematográfo de Robert Bresson; La bella y la bestia, el diario de rodaje de Jean Cacteau. Y después, en mi adultez, o en realidad desde los 25 para acá, creo que puedo nombrar a la Campana de Cristal de Sylvia Plath. También entonces llegué a La señora Dalloway, de Virginia Woolf. Yo la había leído a Virginia, pero con el ensayo Un cuarto propio, que ya me había encantado y más joven había leído Orlando pero se me había hecho denso. Creo que lo leí en un momento que no estaba para lo que implica los libros de Virginia, que requieren de un lector muy comprometido. Pero cuando leí La señora Dallaway directamente enloquecí y llegué a Las Olas y dije acá, es esto lo que a mí me gusta. 

—También en tu instagram te animás a recitar poemas o leer fragmentos de narrativa. Muchxs conocimos tu voz así y es realmente muy potente. ¿Te gusta leer en voz alta? ¿te sentís cómoda?

—Me gusta hacerlo, la verdad que me siento cómoda, no soy de escucharme igual después. Me esucho una vez y si creo que está bien lo subo. Pero es algo que yo hago por fuera del instagram. Es una manera de trabajar mi ansiedad y hacer eso me baja muchísimo. Cuando estoy así “que no puedo parar” me empiezo a grabar, grabo varias cosas y a veces las subo.

—Creo que la literatura es colectiva. Me gusta mucho recomendar libros y que me recomienden. ¿Lo vivís así? ¿Con quién compartís esto? ¿Le recomendás libros a tu mamá? ¿Hablan de literatura? Y en ese mismo sentido, ¿cómo le transmitís el amor por la literatura a tu hija?

—Somos dos. Yo también creo que la literatura es colectiva. Me da ansiedad no manifestar lo que leo. Cuando encuentro algo que me gustó mucho, mucho, mucho necesito ya mismo transmitírselo a alguien. Por suerte tengo muchísimos espacios para hacerlo. Con mi mamá nos recomendamos libros, de los que nos gustan a cada una. Leemos muy diferente, pero sí, siempre hay alguna sugerencia por ahí yendo y viniendo entre las dos.  Justo un tiempo antes de irme Cuba, le recomendé Una muchacha muy bella de Julián López, que ella lo leyó y la partió el medio. Pero también tengo un entorno muy lector donde leemos bastante parecido, entonces nos intercambiamos como cosas todo el tiempo. Mi mejor amiga es una lectora voraz. 

Y con mi hija voy tranquila, no la presiono. Es como que no creo que funcione encajarle a los chicos cosas a la fuerza. Yo por lo menos no me muevo así con mi hija.  

Pide ella a veces que le leamos tanto yo como el papá, otras no. Ahora se queda más tiempo enganchada mientras le leés porque cuando era más chica desviaba la atención. Cuando tenía dos años, todavía era media beba, era muy gracioso verla agarrar los libros y que se los quedaran mirando. Porque, claro, ella me veía a mí todo el día leyendo, al papá leyendo porque él también es lector, ella seguro se preguntaba ¿qué encuentran acá, que hay entre tantos geroglíficos? Era muy gracioso, tengo bastantes fotos de ella con libritos. 

—¿Qué escritoras argentinas contemporáneas te gustan? Si tuvieses que elegir tres. Y ¿por qué? 

—A mí me pasa con lo contemporáneo, muchas veces, que como la obra no está cerrada lo pienso más en términos de libros, que de autoras. Creo que a ella la podemos seguir considerando contemporánea porque se murió hace 5 años. Es Aurora Venturini. Tengo devoción. Me parece una genia de la ficción. Me parece una cosa de otro mundo para mí es la mejor escritora que tuvo Argentina. Otra de la que leo absolutamente todo lo que se publica es Maria Moreno. O sea, sale un libro y ya me lo voy a comprar. Y después como libros que me gustaron mucho mucho son Matate Amor de Ariana Harwicz; Las malas de Camila Sosa Villada y Cómo usar un cuchillo de Fernanda García Lao. Estos tres libros de escritoras contemporáneas argentinas me flashearon mucho, me contagiaron muchas ganas de escribir las tres. Y después, por fuera de Argentina, quiero nombrar a una autora que se llama Audrée Wilhelmy, es canadiense y el libro se llama Las sangres. Me fascinó. 

—¿Estás escribiendo? Si es así ¿es narrativa o poesía? ¿Te gustaría publicar? 

—Yo escribo desde que tengo 19 años y me formé en guión. He tenido un momento muy de parálisis que fueron estos últimos tres años en donde no pude escribir lo mío sino por encargo como lo fue el guión para la película de Santiago, encargo y compromiso. Pero escribir lo mío me estaba costando pero bueno, desde Cuba sí estoy pudiendo escribir. Llevo diario y también trabajo relatos y otras cosas. Por ahora estoy organizándome, pensá que recién volví hace dos meses de Cuba, con la cuarentena parece que fue mucho más, pero todavía necesito reencontrarme con todo mi material.