Poesía y trabajo: trabajadoras somos todas

La poesía es un piquete a la ruta de la producción capitalista, dice Marina Mariasch en esta columna, donde plantea las tensiones de lenguaje entre poesía y trabajo. La escritora comparte poemas sobre las tareas de cuidado, las oficinas, los oficios terrestres y sobre el trabajo de vivir.

Fotos: Sol Avena

¿Cómo pensar poesía y trabajo sin que se trate de considerarlo un tema? Pensar la literatura desde el tema es pensarla desde su función, desde su lugar productivo. Y la poesía es un piquete a la ruta de la producción capitalista. Escribir poemas en la oficina es robarle al patrón. Poesía y trabajo pueden pensarse como lenguajes opuestos. Si en el trabajo —en cada trabajo— existe un lenguaje codificado, una lista de palabras y un modo de combinarlas que sirve para crear la jerga de un universo cerrado, en la poesía ocurre todo lo contrario. 

El lenguaje de la poesía tiende al infinito, dice Julia Kristeva, porque admite todas las combinaciones posibles del código de la lengua. No hay nada que en la poesía no se pueda. 

En términos de plusvalía, la poesía también está en las antípodas. Salvo Pablo Neruda y algún otro best seller, no se conocen autorxs que hayan ganado dinero considerable con la escritura de poemas. Y esto es una pena porque el mundo es capitalista y comer, salir y comprar ropita nos cuesta plata también a lxs poetas. Además, escribir poesía es un enorme trabajo con el lenguaje. Pero eso es aparte.

Traigo aquí una selección ecléctica. Poemas sobre las tareas de cuidado, ese trabajo no pago, poemas sobre la doble jornada laboral, sobre la oficina, sobre los oficios terrestres, los del barrio y la cuadra, sobre el trabajo de vivir. Y después de esto, una siesta. Porque, como bien dijo el poeta Césare Pavese, trabajar cansa. 

El libro rosa del corazón de los idiotas, de Angélica Freitas

III
las mujeres son
diferentes de las mujeres
pues
en cuanto las mujeres
van a trabajar
las mujeres se quedan
en la casa
lavando la loza
y crían a los hijos
más tarde llegan
las mujeres
están siempre cansadas
se van a ver la televisión.

Poemas del movimiento, de Susan Griffin

Tres poemas para mujeres 

1.
Este es un poema para la mujer que está lavando los platos.
Este es un poema para la mujer que está lavando los platos.
Hay que repetirlo
Hay que repetirlo
una y otra vez
una y otra vez,
porque la mujer que está lavando los platos
porque la mujer que está lavando los platos
no puede escuchar bien
no puede escuchar bien.

2.
Y este es otro poema para la mujer
que limpia el piso
y no escucha nada.
Hagamos un minuto de silencio
para la mujer que limpia el piso.

3.
Y un poema más
para la mujer que está en la casa
con los chicos.
No se la ve nunca de noche.
Mirá un lugar vacío e imaginatela ahí, 
a la mujer con los chicos
porque no puede estar aquí para hablar
por sí misma,
y escuchá
lo que pensás
que ella diría.

MEcon, de Mara Pedrazzoli

llega juan
hola , hola
están con el mail de emma?
chequeaste el mail de emma?
hola
emma mandó un mail q decia urgente
bueno, dale.
juan, te llamó pablo.
hola , nati. me pasás con pablo q me llamó?
hola pablo
si, si ya está.

*

Las mujeres en el baño hablan de los hijos y de los aumentos de sueldo, en los pasillos de los temas
personales y adentro de la oficina no. En el baño de un mismo piso siempre van las mismas mujeres
a lavarse las manos después de hacer pis. Ahora yo vine a lavar mi taza, cerraré el puño y giraré la
mano donde antes había café.

*

Es un orgullo para mi poder cruzar la plaza de mayo todos los días para ir a trabajar, porque la plaza
de mayo es hermosa. La mañana entre la neblina. El atardecer atrás del Cabildo. El jacarandá de la
catedral en primavera. Los que hacen las manifestaciones de Castells, que cuando llueve tienen que
ir a dormir abajo de las veredas con techo de Hipólito Yrigoyen y de día se levantan entre medio de
un montón de turistas brasileños y mujeres con chatitas, porque hay una época del año que todas las
mujeres usan chatitas.

El placard, de May Sarton

El trabajo de la felicidad

Pensé en la felicidad, en cómo se teje a diario
con el silencio de la casa vacía
y en que no es súbita ni gratuita
sino una creación, como el crecimiento de un árbol.
Nadie lo ve, pero detrás de la corteza
crece otro círculo en anillos que se expanden.
Nadie oyó a la raíz cavar más hondo en lo oscuro,
pero por ese trabajo hacia adentro el árbol se eleva
y sus penachos brillan, y sus hojas destellan.

Así, la felicidad se teje con la paz de las horas
y hunde sus raíces en lo profundo de la casa sola:
en el rincón, el busto antiguo; los frescos pisos encerados,
blancas cortinas que ondulan suave y continuamente
cuando libre se mueve el viento silencioso por el cuarto;
una biblioteca, una mesa y la pared blanqueada—
esos son los dioses de la casa, queridos y familiares,
aquí el trabajo de la fe puede hacerse mejor
y el árbol que crece es musical y verde.

Porque ¿qué es la felicidad sino crecer en paz,
el sentido atemporal del tiempo cuando los muebles
pasaron toda una vida en el mismo lugar
y los viejos sueños, así como el viento al moverse, agitan
las hojas de la felicidad presente?
Nadie ha oído una mente ni escuchado un pensamiento
pero donde alguien vivió en introspección
el aire queda cargado de bendiciones, y bendice;
las ventanas miran a las montañas y las paredes son amables.

Poética de los oficios, de Selva Dipasquale y Tamara Domenech

Tijera ¹

Un peine perfora la tierra
y crea un túnel que une un país con otro
a través de un cuerpo
la esperanza de Cristina
llegar para estudiar
encontrar trabajo
construir una familia.

¿Cocinar o peinar?

De lo que se trata siempre es de elegir
el oficio menos esclavo.

Ella pasa muchas horas
inclinada sobre cabezas
que acurruca entre sus manos.

Y después sueña que tienen hebillas, pelucas, ruleros
acomodadas aleatoriamente sobre un modular
le cuentan cosas que nunca le contaron a nadie.

Sólo una vez tuvo miedo
manchó a una chica haciendo reflejos con papelitos.
Hasta que su asistente le contó:
Toda cosa tiene su secreto
y bueno, le dijo cuál era y al día de hoy no paró más.
A veces quiere que la gente se deje el pelo suelto
se abrirían caminos desmechados, de colores fuera de muestrario,
iluminaciones expansivas.

¹Entrevista a Cristina Filosi (56). Peluquera.