Fotos: Gala Abramovich y Dan Damelio
1. Avanza la deuda, avanzan los femicidios
El enlace –antes subterráneo– entre deuda, ultraderechas y violencias ya viene siendo puesto de relieve desde el debate feminista. Ahora es evidente, explícito, brutal. Nos parece clave conectar una lectura feminista de la deuda con una lectura de la ultraderecha y su economía política de la violencia.Con el triunfo del anarcocapitalismo en Argentina, el antifeminismo de Estado pasó a funcionar como anudamiento estratégico con la gestión financiera del empobrecimiento. Más deuda para aguantar, más violencia financiera en el amedrentamiento a toda hora.
El gobierno de Javier Milei acelera una economía cotidiana atravesada por una creciente financiarización (más deuda para vivir), pluriempleo y devaluación de los ingresos. Allí se afinca una economía política del odio que trabaja al interior de la crisis de representación política. Esa economía del odio necesita cuerpos descartables, capaces de condensar la culpabilización del “fracaso económico” puesto en términos de responsabilidad individual, la moralización de las estrategias de supervivencia y la campaña de los medios para agitar crueldad y morbo.
2. Sin Ministerio de Mujeres, Género y Diversidad pero con Ministerio de Desregulación
El triple femicidio de Brenda, Morena y Lara exhibe una imagen brutal del abandono de las políticas de Estado (desde las becas Progresar, pasando por congelar los salarios, hasta el ajuste en salud, en educación y en infraestructura para los barrios) y de la capilarización de las economías violentas en los territorios que vienen siendo despojados. El triple femicidio de Brenda, Morena y Lara es un síntoma de cómo la desregulación del capital se aterriza y traduce en economías cotidianas en los barrios donde el ajuste se paga con vidas concretas. Nuestra hipótesis general ubica al endeudamiento como un operador privilegiado para entender el funcionamiento de nuevas dinámicas de violencia, de reorganización abstracta de las formas de explotación y de anexamiento de nuevos territorios a la especulación.
Desde nuestro punto de vista, la guerra “contra el género” es central en la comprensión de una economía afectiva que se despliega reaccionariamente en la precariedad neoliberal y activamente contra otras formas de organización de la interdependencia (comedores populares, ollas, redes de intercambios, dinámicas de autogestión, etc.).
Lo decía este sábado en la marcha de Plaza de Mayo a Congreso una compañera de la Asamblea Feminista de la Villa 31: “no es gratis que se laven dólares en las villas: genera una nueva economía de la violencia”. En una semana en que Javier Milei extremó las condiciones de sumisión colonial al gobierno de Trump, se habló de “rescate”, al mismo tiempo que se “abandonan” cuerpos torturados y asesinados.
3. La reacción patriarcal colonial al rescate
Avanza la restauración patriarcal, avanzan las formas en que los cuerpos de las pibas empobrecidas son descartados. Al nuevo préstamo-rescate se lo nombró como “oxígeno político”: refiere al obvio apoyo de Estados Unidos a su alumno obediente y grotesco que enfrenta crisis políticas en la calle, en el Congreso y en las urnas. La deuda sigue siendo el punto estratégico de articulación entre las elites locales y globales y un acelerador del extractivismo (la entrega de recursos, territorios y soberanía) así como del empobrecimiento generalizado de los sectores trabajadores (empleados y desempleados).
Vale la pena detenerse en la secuencia de cómo se consiguió este salvataje colonial conservador. La periodista Tatiana Scorciapino en el podcast semanal de la revista Crisis cuenta cómo este rescate no hubiera sido posible de manera tan veloz sin la lubricación de los vínculos entre Santiago Caputo y miembros del Gobierno de Donald Trump vía la CPAC (Conferencia Política de Acción Conservadora). Hagamos un zoom más en la escena: la reacción global del norte sale al rescate de su aliado estratégico en el Sur vía endeudamiento, con un financiamiento para darle duración a la implementación de un programa colonial y antifeminista. La guerra contra los géneros es central en las utopías financieras de los multimillonarios porque es la forma de vehiculizar la explotación y descarte racista y misógina, homofóbica y transfóbica de los cuerpos. También el saqueo de los territorios defendidos por tramas comunitarias.
Decimos en nuestro libro Contra el autoritarismo de la libertad financiera (Tinta Limón, 2025) que los femicidios, travesticidios, transfeminicidios, lesbicidios esparcen, hacen proliferar, la idea de un poder absoluto a nivel de la cotidianeidad. Por eso son clave para entender cómo funciona la “restauración patriarcal” por abajo, buscando construir consenso en la opinión pública. Tal restauración provee una distinción moral para la producción de poblaciones desechables donde el género es una clave principal para marcar-diferenciar poblaciones, lo cual va simultáneamente asociada a un componente de clase y de racialización del género.
A su vez, la “restauración patriarcal” por arriba (para seguir en la metáfora topográfica), encuentra en el antifeminismo una bandera fundamental como articulador de las ultraderechas, produce un núcleo de consensos capaz de generar una “transversalidad” que incluye sectores “aliados” como lo vemos cada vez que suceden hechos de estas características en los streamings, e incluso en funcionarios de distinto signo político.

4. La libertad del capital acelera en clave de destrucción
Avanza el empobrecimiento, avanzan las economías ilegales con complicidad de fuerzas estatales. Estamos en cifras récord de endeudamiento personal, de los hogares, de las familias. De modo tal que el endeudamiento se ha consolidado como un paisaje estabilizado en una población sometida a condiciones de ajuste y austeridad, en una coyuntura en la que convergen fenómenos de (pos)pandemia y políticas de desregulación por un gobierno de extrema derecha. Ambos se anudan, insistimos, como un pasaje de umbral que es relevante para explicar las maneras en que las fuerzas de ultraderecha interpelan a los individuos ya endeudadxs a la vez que se intensifican las tareas de cuidado no remuneradas como forma de gestión de la crisis.
¿Con qué se pagan esas deudas que se multiplican con tarjetas de crédito, prestamistas, e incluso economías narco? Con lo que se pueda. El nivel de riesgo, violencia financiera y devaluación patriarcal de los cuerpos de las mujeres es orgánico, sistémico, letal y opera al ritmo de la desregulación financiera. Por eso identificamos una operación hiper conservadora en la lectura de ciertos funcionarios del gobierno nacional: intentando reducir el triple feminicidio a una “pelea entre bandas” se quiere dejar afuera la dimensión de género de esta economía de la violencia pero también la implicación entre desregulación, blanqueo de capitales y saqueo financiero. Reduciendo la cuestión a un “ajuste de cuentas” de los narcos se busca reforzar la dimensión represiva del estado, capitalizando y desviando los femicidios hacia un aumento de control punitivo hacia los barrios populares.
5. Cuidar las tramas frente al saqueo financiero
Una confrontación transfeminista de la deuda se vuelve más estratégica que nunca: es en la deuda colonial donde la moralización y la violencia sobre determinados cuerpos se dinamiza y se ensaña en la exhibición de sus rasgos de crueldad. El componente colonial de la deuda no puede quedar opacado ni lateralizado: es la condición específica del fascismo en nuestra región que siempre echa mano a la violencia financiera cuando de producir “calma” en los mercados se trata.
La orientación económica de las políticas antigénero exhibe al antifeminismo de Estado como una dinámica fundamental al modelo de acumulación global. El antifeminismo de Estado, en tanto guerra declarada y soportada con recursos públicos contra los géneros, es lo que permite al neoliberalismo autoritario exacerbarse bajo modalidades fascistas. Dicho sintéticamente: es a través del antifeminismo de Estado —que es racista y clasista de modo explícito— que el gobierno actual intensifica el proyecto neoliberal autoritario hasta organizarlo según lógicas fascistas de aniquilación de ciertas poblaciones.
Por eso el sábado salimos en movilización a decir que todas las vidas importan, que no hay vidas desechables, a reafirmar el acumulado del movimiento para leer la violencia en clave de géneros pero también asociada a la forma en que se organiza la disputa por la producción y distribución de la riqueza colectiva. Por eso apostamos a seguir construyendo feminismos transversales para decir que la vida está antes que la deuda, y cuidar y recomponer el tejido comunitario contra el saqueo financiero.