María Elena Walsh: eterna en el reino del verso y el juego

Autora de algunas de las canciones más famosas de la historia musical argentina. Entre la joven promesa de la literatura erudita y la cantora de bagualas María Elena Walsh se convirtió en una de las pocas compositoras reconocidas en el país. Sus creaciones literarias y musicales reúnen y condensan las densidades culturales de los años ´60, incluyendo al feminismo. 90 años después, estas son algunas de las pistas por las cuales la seguimos recordando.

2012. Un centro cultural de la zona de Almagro, en la ciudad de Buenos Aires, ofrece un encuentro en torno a las canciones de María Elena Walsh meses después de su muerte. Las intérpretes eran Paula Maffia y Lu Martínez, que en esos momentos llevaban adelante la propuesta de Las Taradas, una de las agrupaciones musicales contemporáneas integrada de mujeres que se consolidaba en espacios de la música emergente y autogestiva de la ciudad. El recital se desplazaba de los ritos habituales; con un repertorio consagrado en la interpelación a la infancia, le cantaban a un público heredero inmediato de su legado: la generación que nació junto a esas canciones, a través de versiones muy distintas. A mismo tiempo, el lesbianismo aparecía como parte del tejido de una microhistoria de la música argentina, y un código de recepción.

María Elena hizo su paso por la música como compositora, aunque en un periodo previo se dedicó a cantar canciones fundamentalmente del repertorio folclórico anónimo y tradicional. Antes, durante y después de tributar a la música se dedicó a la literatura, y su obra poética tuvo un vínculo cercano con el estilo de sus canciones.

Atravesó la infancia y adolescencia en el contexto de una familia de clase media trabajadora en el conurbano bonaerense, aunque la ascendencia inglesa de su padre marcó el cariz de la distinción cultural. Si la escritura poética se presentó como una motivación personal, la actividad musical fue parte de la formación de la casa, un pasatiempo compartido entre el padre y las hijas de la familia. Nunca realizó estudios formales ni en la música ni en la poesía.

Estudió en el colegio de Bellas Artes cuando despertó su interés por la lectura y la escritura, que devino en un primer libro a los 17 años. El reconocimiento le llegó muy pronto, cuestión que habilitó la entrada en contacto con personalidades de la literatura de la década del ´40 que la recibieron como hija pródiga hasta que se acercara a la interpretación musical de manera inesperada.

Luego de la prolífica y rítmica actividad literaria y periodística, el reencuentro con el hacer música llegó a través de la interpretación de coplas tradicionales del noroeste argentino, con la intención de difundir el cancionero popular y rural por entonces poco escuchado en el ambiente artístico metropolitano. En París, grabó los primeros discos como intérprete, ciudad en la que vivió durante los ´50, y de regreso en Buenos Aires hizo su experiencia en el ambiente del folclore local durante el boom de los ´60. En ese tiempo fue reencontrándose con la escritura en otra clave: la creación de canciones de una poética de apariencia sencilla estructuradas a partir de la rima y el juego de palabras. De ahí en más, se instituyó como autora de la nueva canción infantil que recogía las formas folclóricas y sus localismos pero que también se abría a un sinnúmero de géneros musicales.

Grabó un total de 24 discos y compuso alrededor de 100 canciones, entre tangos, foxtrots, twist, bagualas, vidalas, zambas, chacareras, gatos, nursery rhymes y valses.

Luego compuso e interpretó canciones de apelación al mundo adulto pero durante un tiempo relativamente corto, ya que a mediados de los´70 decidió dejar de cantar en público y de componer. Grabó un total de 24 discos y compuso alrededor de 100 canciones, entre tangos, foxtrots, twist, bagualas, vidalas, zambas, chacareras, gatos, nursery rhymes y valses. De ahí en más, continuó fundamentalmente con la literatura y redacción de notas periodísticas de actualidad.

Su momento de mayor definición política fue en oposición a la dictadura militar de 1976. No casualmente las canciones “Serenata para la tierra de uno” y “Como la cigarra” se conectaron de un modo profundo con el imaginario de recuperación democrática de 1983, aunque habían sido creadas en 1968 y 1972. Sin embargo, el pensamiento feminista de María Elena, desplegado intensamente en sus iniciativas profesionales también en los ´80 fue mucho menos celebrado por el conjunto de la sociedad. En “El sonajero”, un programa musical emitido por televisión en 1989, María Elena decía lo siguiente:

En uno de los pocos tangos que compuse hay un hecho modestamente insólito porque es un tango en el que una mujer le habla a otra, y dice “te acordás hermana”, que es una parodia del tango, pero claro, en nuestro tango el que lleva la voz cantante es el muchacho y pareciera que las mujeres no tuviéramos nostalgia de nuestras mocedades. Creo que el tema está implícito, es un punto de vista frente a la sociedad, un punto de vista que a veces es doméstico, es cotidiano, y por eso también puede ser víctima de algún ninguneo, como suele suceder con las actividades de las mujeres que siempre resultan desvalorizadas.

Recién en unas líneas de su última novela, en 2008, refirió públicamente a su vínculo amoroso con una mujer. A pesar de la bisagra cultural de los ´60, eran tiempos en los que el ocultamiento de la disidencia sexual de las mujeres estaba naturalizada, salvo en el mundo artístico. Es posible que esto haya tenido que ver con su negativa a la exposición en los medios de comunicación, a moverse en un entorno social semi-privado, o a la ausencia de líricas que refieran al amor romántico en su repertorio, un tópico central de la canción popular. Es probable también que medie en el hecho de que todos los vínculos importantes de su vida, profesional y personal, hayan sido con mujeres. Que una lesbiana le diera voz a la infancia argentina fue un gesto de transgresión que explica la necesidad de tanto silencio. Las paradojas de la historia son cruciales.

Con la apariencia de un canto prístino y la instrumentación de preferencia íntima, sus realizaciones se originaron en la formación interdisciplinaria, crecieron y tomaron fuerza en el desafío de las antinomias culturales, en los puentes entre lo culto, lo popular y lo masivo, en la ausencia de una identidad musical convencional y definitiva. La biografía escrita por Sergio Pujol reflexiona sobre el hecho de que María Elena interpeló la sensibilidad de una época que demandaba cambios en los modos de crianza, que intentaban desplazar los vestigios del discurso aleccionador de la moraleja y la educación del amedrentamiento. En esas canciones hay también un corrimiento paradigmático de los mandatos tradicionales de las mujeres del siglo XX, la maternidad y el ejercicio de la docencia; María Elena nunca tuvo un contacto directo con niñes.

En 2017 Gabriela Massuh publicó parte del material de entrevistas realizadas a María Elena en el año 1981 en los que aparecen testimonios de un tono más íntimo que el usual en ella. Un reciente diagnóstico de cáncer había provocado, según Massuh, la necesidad de hablar en primera persona. “En mi caso particular, hay algo que yo evidentemente mantenía en secreto para que permaneciera ileso e incorruptible, para que nadie me lo usurpara, para mantenerme íntegra yo misma. Ahora que lo cuento comprendo que, al esconderlo, estaba defendiendo mi personalidad, con todo el dolor que eso implica. Por eso tampoco figuró en mi poesía. Yo he vivido en el mundo de lo prohibido, de lo secreto”.1 Más adelante, en una ríspida entrevista a la que accede a regañadientes para hablar de su último libro en clave autobiográfica agrega: “El amor entre hombres está más liberado, porque ellos son piolas y liberan todo en su favor, pero a las mujeres nos cuesta más, y cuando nos sancionan nos dan con todo. Con la desaparición pública, por ejemplo. Aunque yo no veo mal mantener allí una cuota de secreto. No creo que haya que andar ventilando las cuestiones íntimas o hacer de la sexualidad una pancarta. Me gusta lo secreto, la cosa ambigua, porque también es una forma estética de mantener un estilo de vida y un estilo de escritura”.2 Los derroteros de la homofobia muestran las derivas de los estigmas.

En los homenajes o reconocimientos individuales suele suceder que se pierden de vista algo que para nuestro presente histórico y cultural es clave: la red. El desarrollo profesional de María Elena en la música delinea un entramado artístico y social. A pesar del entorno de intimidad y de mundo privado, María Elena no atravesó su experiencia en la música en solitario, sino que fue fundamentales sus trabajos junto a otras artistas, algunas de ellas sus parejas afectivas más estables. Afinidad, apoyo recíproco y complicidad son aspectos que permitieron su desarrollo profesional.

María Elena comenzó a dedicarse a la música a raíz de su vínculo con Leda Valladares. Fue quien la hizo conocer el canto de coplas del noroeste que sentaron las bases de su trayectoria musical. Junto a Leda comenzó a componer sus primeras canciones, colaborando en la parte musical propiamente y en la interpretación y grabación de los temas. Otra persona fundamental en el desarrollo de los proyectos artísticos que involucraron a María Elena fue María Herminia Avellaneda, a cargo de la producción y puesta en escena de los recitales, en las obras de teatro de sus canciones, en proyectos radiales y televisivos. “Somos de memoria corta, pero nosotros conocimos a María Elena Walsh, entre otras cosas, gracias a María Herminia Avellaneda. Doy fe”, dice Susana Rinaldi, amiga e intérprete elemental de sus canciones, primero en las obras de teatro para público infantil y luego como difusora permanente de sus canciones.3 La pervivencia de la obra musical de María Elena se debió en parte a la continuidad establecida por las y los intérpretes que sostuvieron la activación permanente de la memoria popular; entre elles, Tita Merello, Mercedes Sosa, Liliana Vitale, Verónica Condomí, Julia Zenko, el Cuarteto Zupay, Jairo, Lito Vitale, Pedro Aznar, Teresa Parodi.

El dúo Valladares-Walsh también estableció en la Argentina una trayectoria de dúos de mujeres acotada pero resonante en la historia musical popular, en la que después se destacaron Marilina Ross y Sandra Mihanovich, y la segunda junto a Celeste Carballo entre los ´70 y ´80. Estos conjuntos enriquecieron la música argentina porque visibilizaron una enunciación distinta respecto de las cancionistas del género romántico, y porque en esas alianzas, encontraron la fortaleza para narrar el amor entre mujeres.

El avance de las luchas feministas provoca redefiniciones en materia de referencias culturales. ¿Cuál será el legado de las nacidas con las canciones de María Elena?

1 Massuh, Gabriela: Nací para ser breve. María Elena Walsh. El arte, la pasión, la historia, el amor. Buenos Aires: Sudamericana, 2017.

2 Lennard, Patricio. 2/11/2008. Vida mía. Diario Página 12.

3 Entrevista personal con Susana Rinaldi: 28 de septiembre de 2017.