En su libro Punk Style, Monika Sklar define al punk como una “nueva forma vital de interpretar las ideas subculturales, que incorporaba su propio arte, música, vestimenta y estilos de vida…comúnmente arraigados en aquellos que de alguna manera están privados de derechos en la sociedad”. Habla en pasado porque el punk fue una emergencia de los años 70. Pero también podría decirse, siguiendo a Greg Graffin, que “el punk es la lucha constante contra el miedo de las repercusiones sociales”. Y ahí estaríamos pensando más en una posición política que en un movimiento de época.
Como sea, decir que Alfonsina Storni es punk, como Sheena en la canción de Los Ramones, no es otra cosa que un anacronismo absurdo. Sin embargo, rebelde con causa, Alfonsina, desde la exclusión de género y clase, hizo ruido con lo suyo. Jorge Luis Borges habló de ella como una chillona, y es que su voz, disonante y disidente para quien la supo leer bien, causó su no tan pequeña revolución en las letras.
Para Alfonsina, la canción que resuena en la imaginación cultural es la que muestra su figura en soledad soledad. Alfonsina sola, caminando descalza por la arena, internándose de a poco en el mar oscuro y frío. Parecido a como lo hizo Virginia Woolf, que se sumergió para hundirse con piedras en los bolsillos. Pero ni Alfonsina, ni Virginia, ni Alejandra ni tantas otras estaban solas. Ni ahora ni a la hora de su muerte. Pero sobre todo, no estuvo sola a la hora de su vida.
Este 25 de octubre de 2023 se cumplen 85 años de la muerte de Storni, ocurrida en 1938. Una muerte doblemente trágica porque se trató de un suicidio. Dos días antes de matarse, Alfonsina escribió el poema Voy a dormir y lo mandó al diario La Nación para su publicación. Ese texto funciona de algún modo como carta de despedida. Hay ahí una indicación, un encargo, y un “él”: “si él llama nuevamente por teléfono/ le dices que no insista, que he salido”. Se cifra ahí la lectura única de que Alfonsina —como a una mujer corresponde— se mata por amor.

Pero la decisión de quitarse la vida, se supo, tuvo más que ver con la evolución de un cáncer que le había sido extirpado de la mama unos años antes, y que volvía a arremeter con molestia y dolor. Posiblemente en línea con la acción que lleva a cabo su amigo, el escritor Horacio Quiroga, Alfonsina se mata para acabar con el sufrimiento. “Morir como tú, Horacio, en tus cabales/ y así como siempre en tus cuentos, no está mal”, escribió Alfonsina cuando supo lo de Quiroga. Y quizás algo de ese acto, tal vez hasta un poco heroico”, influyó en su decisión.
El caso es que Alfonsina no se internó como una sirena en la espuma blanca, sino que se zambulló de prepo desde el malecón de La Perla. Y más allá de los detalles siniestros —un zapato suelto, perdido, nada más ilustrativo de lo familiar, extraño— es importante volver a leer a “la Storni” bajo el influjo que le dio en vida a su poesía. Porque su obra es mucho más que el episodio trágico de su muerte.
Alfonsina fue pionera feminista. Activó por el derecho al voto femenino siendo muy joven y organizó una simulación de votación junto a compañeras sufragistas. Y además de ser una militante activa, operó con el lenguaje de una manera insólita: se apropió del estereotipo de género previsto para la época y lo contorsionó hacia la burla, la ironía y la final aniquilación.
Tu me quieres blanca, dijo en un poema bastante remanido. Pero desafió: ah, ¿sí? ¿Me quieres pura? Lavate la boca, le tiró al varón, curtite y hablamos.

Tú me quieres blanca
Tú me quieres alba,
me quieres de espumas,
me quieres de nácar.
Que sea azucena
Sobre todas, casta.
De perfume tenue.
Corola cerrada .
Ni un rayo de luna
filtrado me haya.
Ni una margarita
se diga mi hermana.
Tú me quieres nívea,
tú me quieres blanca,
tú me quieres alba.
Tú que hubiste todas
las copas a mano,
de frutos y mieles
los labios morados.
Tú que en el banquete
cubierto de pámpanos
dejaste las carnes
festejando a Baco.
Tú que en los jardines
negros del Engaño
vestido de rojo
corriste al Estrago.
Tú que el esqueleto
conservas intacto
no sé todavía
por cuáles milagros,
me pretendes blanca
(Dios te lo perdone),
me pretendes casta
(Dios te lo perdone),
¡me pretendes alba!
Huye hacia los bosques,
vete a la montaña;
límpiate la boca;
vive en las cabañas;
toca con las manos
la tierra mojada;
alimenta el cuerpo
con raíz amarga;
bebe de las rocas;
duerme sobre escarcha;
renueva tejidos
con salitre y agua:
Habla con los pájaros
y lévate al alba.
Y cuando las carnes
te sean tornadas,
y cuando hayas puesto
en ellas el alma
que por las alcobas
se quedó enredada,
entonces, buen hombre,
preténdeme blanca,
preténdeme nívea,
preténdeme casta.
Alfonsina levantó la bandera de la maternidad soltera, cuando tener un hijo fuera de la institución matrimonial era un pecado social. Yo soy la loba, le dijo a sus compañeras, y las confrontó con tono de arenga, siempre desde el poema de estilo romántico, para que la lean. Alta estratega.

La loba
Yo soy como la loba.
Quebré con el rebaño
Y me fui a la montaña
Fatigada del llano.
Yo tengo un hijo fruto del amor, de amor sin ley,
Que no pude ser como las otras, casta de buey
Con yugo al cuello; ¡libre se eleve mi cabeza!
Yo quiero con mis manos apartar la maleza.
Mirad cómo se ríen y cómo me señalan
Porque lo digo así: (Las ovejitas balan
Porque ven que una loba ha entrado en el corral
Y saben que las lobas vienen del matorral).
¡Pobrecitas y mansas ovejas del rebaño!
No temáis a la loba, ella no os hará daño.
Pero tampoco riáis, que sus dientes son finos
¡Y en el bosque aprendieron sus manejos felinos!
No os robará la loba al pastor, no os inquietéis;
Yo sé que alguien lo dijo y vosotras lo creéis
Pero sin fundamento, que no sabe robar
Esa loba; ¡sus dientes son armas de matar!
Ha entrado en el corral porque sí, porque gusta
De ver cómo al llegar el rebaño se asusta,
Y cómo disimula con risas su temor
Bosquejando en el gesto un extraño escozor…
Id si acaso podéis frente a frente a la loba
Y robadle el cachorro; no vayáis en la boba
Conjunción de un rebaño ni llevéis un pastor…
¡Id solas! ¡Fuerza a fuerza oponed el valor!
Ovejitas, mostradme los dientes. ¡Qué pequeños!
No podréis, pobrecitas, caminar sin los dueños
Por la montaña abrupta, que si el tigre os acecha
No sabréis defenderos, moriréis en la brecha.
Yo soy como la loba. Ando sola y me río
Del rebaño. El sustento me lo gano y es mío
Donde quiera que sea, que yo tengo una mano
Que sabe trabajar y un cerebro que es sano.
La que pueda seguirme que se venga conmigo.
Pero yo estoy de pie, de frente al enemigo,
La vida, y no temo su arrebato fatal
Porque tengo en la mano siempre pronto un puñal.
El hijo y después yo y después… ¡lo que sea!
Aquello que me llame más pronto a la pelea.
A veces la ilusión de un capullo de amor
Que yo sé malograr antes que se haga flor.
Yo soy como la loba,
Quebré con el rebaño
Y me fui a la montaña
Fatigada del llano.
En este poema también se jacta de ser una mujer que se mantiene sola, con el producto de la propia mano. Se reivindica como una mujer trabajadora, le da un lugar a lo material que le otorga su propia independencia. Y les habla, en el mismo texto, a sus congéneres de la época. Pancarta en mano, o megáfono de asamblea, arenga en “Fecundi”, otro poema, en el que le da entidad a la femineidad del óvulo, ese tan infame y por el cual —se decía— las mujeres no podían pensar ni articular el cerebro racional.
¡Mujeres! La belleza es una forma
y el óvulo una idea…
¡Triunfe el óvulo!
Dentro de la mentira de la vida
existe una verdad
y hay que seguirla.
La verdad es que nada en la Natura
debe perderse.
La tierra que es moral porque procrea
abre la entraña a la simiente y brota
dándonos trigo.
El vientre que se da sin reticencias
pone un soplo de Dios en su pecado.
Son para él las rosas que abre el sol.
El vibrará como una cuerda loca
que el misterio estremece.
El vientre que se niegue será atado
al carro de la sed eternamente.
¡Mujeres! Sobre el grito de lo bello
grite el impulso fuerte de la raza.
¡Cada vientre es un cofre!
¿Qué se guarda en las células que tiene?
¿Cuántos óvulos viejos han rodado
guardándose el misterio que encerraban?…
¿Estaba en ellos quien hacía falta?
¡Mujeres!…La belleza es una forma
y el óvulo una idea.

A Alfonsina se la llama, como corresponde, por su nombre de pila, porque el apellido estaba reservado al escritor varón. Pero igual no lo queremos porque el apellido en nuestra tradición es el nombre paterno y Alfonsina, en cambio, como Alejandra y otras tantas, es singularísima. Alfonsina chirría, chilla, hace doler los oídos del buen lector. Como una guitarra tocada sin saber por los Sex Pistols. Por eso la seguimos leyendo, nos provoca admiración y nos gusta un montón.