En una pequeña oficina en el piso 11 del monumental edificio del Palacio de Hacienda, entre un portarretratos de Eva Perón y un afiche del candidato a Presidente Sergio Massa, se decide y gestiona sobre una de las políticas públicas más novedosas, en uno de los ministerios históricamente masculinizados. ¿Cómo desarrollar políticas con perspectiva de género en el Ministerio de Obras Públicas de la Nación? Es un interrogante que en cuatro años de gestión, María Pía Vallarino puede responder con evidencia. La responsable de Relaciones Institucionales de esta cartera, lo primero que hace antes de que se encienda el grabador es sacar del cajón un casco obrero color rosa y ponerlo arriba de la mesa. Toda una declaración de principios y un posicionamiento claro ante un escenario de futuro incierto.
Socióloga y magíster en Desarrollo Local, María Pía combina la experiencia en la administración pública, la gestión universitaria y la militancia política: hace más de treinta años que milita en una agrupación vecinal en el barrio porteño de Chacarita. Fue en la Universidad Nacional de San Martín (UNSAM), cuando ella trabajaba como secretaria de extensión universitaria que se reencontró con el entonces intendente Gabriel Katopodis. Con la creación del Ministerio de Mujeres, Géneros y Diversidad y la decisión política de Alberto Fernández de transversalizar las políticas de género en toda la gestión pública, el entonces flamante ministro creyó que sería importante imprimirle, aún sin saber de qué manera —y sin soslayar que desde la cúpula hasta la base los trabajadores de esa área en su enorme mayoría son varones obreros de la construcción—, una mirada inclusiva. Fue entonces que desde la dirección de relaciones institucionales, María Pía Vallarino, que desde el 2015 festeja su cumpleaños, el 8 de marzo, marchando con sus compañeras, se puso al hombro esta tarea: la de lograr que más mujeres se coloquen el casquito rosa.
—En 2020 asumís una tarea que no existía en un ministerio hiper masculinizado. ¿Qué recordas de ese momento?
—Muy al principio de la gestión, Gabriel (Katopodis) me dijo ´ocupate de esto´. Él venía de la Intendencia con distintas experiencias con políticas de género en su municipio. Pero, claro, ocuparnos de esto en un ministerio como este era raro. No existía para nada algo así. Tampoco teníamos referencias cercanas como para tomar. Así que lo primero que hice, como algo instintivo, fue convocar a las sindicalistas. Dentro del Ministerio tenemos el área central donde está la Secretaría de Obras Públicas y la Secretaría de Infraestructura y Política Hídrica, y dos áreas que son de apoyo, la Unidad de Gabinete de Asesores y la Secretaría de Gestión Administrativa. Por fuera hay once organismos descentralizados que dependen del Ministerio, que son Acumar, AySA, Vialidad, etc. En total somos alrededor de 20 mil trabajadores. En todos estos organismos hay ocho sindicatos y nueve convenios colectivos de trabajo. Entonces llamé a los sindicatos y ellos mandaron a quienes quisieron, mayoritariamente mujeres. Fueron las referentes de género de cada sindicato, salvo Graciela Leña, que ya era secretaria general del Sindicato de los Trabajadores Viales y Afines. Fue una reunión muy abierta con el que era el jefe de Gabinete en ese momento, para decir: ´bueno, armemos una agenda de trabajo´. A lo largo del 2020 también fui pidiéndoles a las máximas autoridades de los organismos una persona en la que ellos pudieran delegar decisiones y el diálogo para definir políticas de género. Así es como surgió la Red de Género y Diversidad del MOP, que tiene a los ocho sindicatos y a representantes de los once organismos. Todo ese trabajo y la Red se constituyó en el Programa para la Transversalización de las Políticas de Género y Diversidad a fines de 2020.
—¿Cómo se piensa una política de género dentro de un Ministerio como Obras Públicas? ¿Qué tiene que tener?
—Hay dos planos, uno interno y otro externo. Hay una dimensión que tiene que ver con gobernar la institución, con relaciones de poder y condiciones laborales de cada uno de los organismos y los sindicatos, que es puertas adentro. Es decir, quiénes toman las decisiones, cómo se reparten los cargos, quién define las políticas. Todo eso ocurre puertas adentro y se juega ahí una batalla. Ahí hay toda una agenda de trabajo que hacer, que tiene que ver con dónde están las mujeres, cuántas mujeres hay, qué poder de fuego tienen, además de las condiciones laborales porque son las que permiten la participación política sobre todo en organismos tan masculinizados como estos. La segunda dimensión, que es sumamente importante, es la externa. Somos un Ministerio que tiene la obligación de financiar y desarrollar obras públicas en todo el territorio argentino. Entonces también es cómo llevamos adelante esas políticas de género en el quehacer de esta misión institucional.
—¿Cuáles fueron las demandas de los sectores que conformaban esa incipiente Red?
—Lo primero que apareció y que fue totalmente coincidente entre las sindicalistas y las otras referentes fue la violencia. La Ley Micaela había sido aprobada, sancionada, pero muy poca gente lo había hecho. Entonces todas consideraban que había que tomar esa capacitación, mejorarla, ampliarla y multiplicarla. Y después había un montón de normativas para erradicar la violencia en el país, y también toda la normativa a la que nuestro país adhirió en términos internacionales y que no se cumplía. Por ejemplo, en los convenios colectivos de trabajo, que son nueve, no tenían las licencias por situaciones de violencia, ni los protocolos para acompañar las situaciones de violencia o sancionar las situaciones de violencia. Tampoco estaban los equipos de abordaje interdisciplinario que tiene que haber para llevar adelante esa tarea. Entonces, una cosa bien concreta fue empezar a trabajar los protocolos y las capacitaciones. Porque al momento de identificar las situaciones de violencia, si no se tiene esas herramientas para acompañar, era muy peligroso también, porque a dónde llevábamos esas denuncias, esas consultas. Nos pusimos fuerte a trabajar en esos dos planos, nos agarró la pandemia y eso nos facilitó un poco el diálogo porque, claro, había un montón de tiempos que aprovechar. Entonces toda esta Red se puso a trabajar muy fuerte en eso, a desarrollar todos los materiales de formación de la Ley Micaela situados en la obra pública, tomando en consideración los casos y los ejemplos diarios de nuestros organismos. Surgieron cuadernillos, glosarios, y muchísimos materiales propios.
—¿Y cómo fue recibido esto por los y las trabajadores, por los sindicatos?
—Primero, con mucha incertidumbre, desconcierto y hasta tibieza. Pero poco a poco fuimos ganando la confianza y todo el mundo empezó a hablar bien de todas las estrategias que llevamos adelante. Lo hicimos con mucho corazón y mucha cabeza. Entonces, evidentemente dimos en la tecla y pudimos abrir un diálogo ahí con los trabajadores. Y de hecho, la Ley Micaela se convirtió en una herramienta que sirvió para un montón de cosas en los organismos. Los trabajadores no habían sido interpelados nunca en la historia por una capacitación así, tan transversal, tan multitudinaria. Entonces se convirtió en un espacio de encuentro. Hubo un boca a boca de decir “está buenísima, hacela, nunca pensé que me iba a interesar o que me iba a gustar, o que me iba a sentar bien una capacitación en género”. Fue increíble cómo rompimos esa desconfianza y, al revés, logramos que esos contagiaran a otros. Hoy estamos en un promedio del 70% de cumplimiento. Es muy alto y hasta las compañeras de Vialidad desarrollaron una opción que es “Micaela en ruta” para llegar hasta los campamentos viales y las compañeras de AySA también para desarrollar en las plantas.
—¿Qué otro eje surgió de esa rRed?
—La igualdad. Es decir, cómo cerramos las brechas de desigualdad de género en el trabajo que definitivamente es la cuestión de fondo. Y acá hay que decir que la creación del Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad fue central. A nosotras nos ayudó mucho porque era claramente una señal de que al Presidente le parecía primordial esa agenda que tomó también el Ministro y que también tomaron todas las cabezas, las máximas autoridades del organismo. Tenía mucha autoridad y legitimidad en las líneas de acción que se llevaban adelante y también fueron coincidentes con esta agenda que nosotras fuimos desarrollando.
A finales del 2020 hicimos desde el MOP el primer análisis de brecha, esto es análisis de los recursos humanos de todos los organismos que también: qué pasaba con las condiciones laborales, las políticas de cuidado, si había licencias, espacios de lactancia, ropa de trabajo adecuada, baños. Entonces empezamos a trabajar concretamente en mejorar estas condiciones de trabajo que finalmente no solo fueron para las mujeres sino también para los varones. Porque en esa discusión empezamos a darnos cuenta de que incorporar la perspectiva de género significaba mejorar las condiciones laborales para todos los tramos para el conjunto de trabajadores. Porque también hay una mala idea de que como son varones, pueden ir al baño en cualquier lado. Todos tenemos que tener un trabajo digno y la política de género viene a ayudar en ese sentido, digamos, por supuesto, poniendo por delante a las personas más vulnerables, que en este caso son las mujeres, pero seguidamente al resto. Y también empezamos a trabajar en la incorporación de todo el colectivo LGBT+. Hoy estamos arriba de 80 personas incorporadas en todos los organismos que se encuentran bajo la órbita del Ministerio de Obras Públicas después de que salió la ley de cupo laboral trans.
— ¿Acá es donde entra el Programa “Infraestructura del Cuidado”?
—Exactamente. Se ha creado en el 2021 un programa dentro de la Secretaría de Obras Públicas, que es la “Infraestructura del Cuidado”. De la mano del Ministerio Mujeres se puso en agenda la construcción de 30 centros de abordaje integral por las situaciones de violencia en todo el país. Y atrás de eso se creó una línea de acción que tiene que ver con construir centros de desarrollo infantil para poder mejorar el tiempo y la situación de las mujeres que tienen a su cargo los cuidados de sus niñas, niños y niñas. Y estos centros se crearon y se están creando. La meta es llegar a 500 en todo el país. Y eso se incorporó también al Plan Nacional de Obras como un eje muy importante, porque lo que intenta ese plan es que ahora además de generar empleo, generar actividad económica, tenemos que cerrar brechas territoriales, pero también de género. Entonces la infraestructura del cuidado viene a colaborar en ese sentido.
“De la mano del Ministerio de las Mujeres se puso en agenda la construcción de 30 centros de abordaje integral por situaciones de violencia en todo el país”.
—Y en cuanto a los trabajadores que hacen esas obras, ¿hubo alguna disposición para que haya mujeres en la construcción de esas obras?
—Se modificaron los pliegos más a modo informativo, para instalar el tema. Lo que se hizo fue poner cupos en otra línea de financiamiento que fue la de “Argentina hace” que fue un programa también muy extendido en todo el territorio nacional, que es para fomentar la mano de obra local en obras de agua y cloaca, de mejoramiento de vialidades y de espacios públicos municipales. Ahí sí se puso un cupo muy alto del 50% que no se pudo cumplir, porque pasa esto de que hoy no hay tantas mujeres en estos oficios pero al poner esa condición muchos municipios sí tomaron la posta y hubo muchas experiencias de mujeres incorporándose a esas obras.
Empezamos a trabajar con la UOCRA y la Cámara Argentina en la Construcción, que son los socios estratégicos para trabajar en el sector privado justamente para dar estos y todos los debates en materia de género. Y algo muy importante que también acordamos fue crear la Red Federal de la Construcción con perspectiva de género, porque nos parecía que esa misma experiencia que hicimos nosotros de contagio, de buenas prácticas y compartir problemas y soluciones adentro del MOP, tenía que ser la misma herramienta o una herramienta similar a nivel federal. Seguimos hablando de que la participación de las mujeres en el sector de la construcción no supera el 7%.
“La participación de las mujeres en el sector de la construcción no supera el 7%.”
—Es realmente un sector muy pero muy masculinizado. ¿Cómo hacer para que se incorporen más mujeres en la obra pública?
—Lo primero que hicimos en este sentido fue visibilizar a las que estaban. Fue una cosa que reclamaban las propias mujeres. Hay que mostrar el trabajo que hacen, que están en puestos de decisión. Tenemos a Malena Galmarini que está a cargo de una empresa muy importante, de las más importantes del mundo con respecto a agua y saneamiento. Hay un montón de técnicas, ingenieras, arquitectas. En los equipos hay obreras, muy pocas, menos todavía, pero hay obreras. Entonces empezamos una campaña a través de la comunicación, de la instalación, de generar conversatorios, encuentros de mujeres con mujeres, poniendo las mujeres en primer lugar. Hicimos un podcast con la Agencia Télam que son historias de mujeres en la construcción e hicimos una serie audiovisual en ese mismo sentido que está en Youtube. Es difícil, porque en el sector operativo, o sea en la parte de la base de la pirámide de la obra pública, lo que sería antiguamente “el pico y la pala” hay un mayor grado de masculinización porque ahí hay que hacer un cambio cultural en los estereotipos de cuáles son las tareas aptas o apetecibles para mujeres y cuáles para varones. Y eso lo tenemos que cambiar no solo los varones, sino también las mujeres, porque las mujeres no nos imaginamos que podemos subirnos a una retroexcavadora o que podemos manejar el pico y la pala perfectamente, ¿no? Muchas veces pasa que los empresarios y empresarias quieren incorporar mujeres o diversidades para estas tareas y no siempre encuentran. Y eso también es porque encontramos que faltan dispositivos de formación profesional y que esos espacios de formación además sean también amigables para las mujeres. Por eso es que con la UOCRA decidimos diseñar centros de formación profesional con espacios de cuidado, ya se han hecho los prototipos, y esperamos que a partir del año que viene se puedan construir, Por otro lado, el Presidente marcaba fuertemente la incorporación de mujeres en puntos de mayor jerarquía o se promovía o se miraban los nombramientos. Incluso después se mandó una instrucción presidencial que no fue cumplida a rajatabla, pero que puso también una condición a los políticos para nombrar a sus funcionarias y funcionarios. Entonces hay muchos organismos que tienen paridad. Nosotros tuvimos también la oportunidad de mover bastante ese número, porque el Ministerio es un ministerio nuevo; antes formaba parte del Ministerio de Interior y tuvimos que armar toda la cúpula, todo el área central de cero, entonces se necesitó incorporar a mucha gente y en esa incorporación autoridades y mandos medios tomaron la decisión de incorporar muchas mujeres. Hoy somos casi un 30%.
—En materia de género. ¿Sentís que es un gobierno que deja la vara alta?
—Sí, desde ya. Esto nos lo dice Naciones Unidas. En efecto hay una agenda muy fundacional en todos los frentes. Por supuesto que no nos contentamos con eso. Creemos que hay desafíos enormes que también están en riesgo. Nuestra agenda y nuestros avances están en riesgo hoy. Eso es lo que se discute en buena parte el día domingo. Pero también hemos ganado mucho, no solo la calle en su momento, a través de la visibilización de los movimientos, sino en agenda pública, en política pública, en decisiones políticas. Entonces, esta es una mecha que se encendió. Por supuesto, se puede -no digo apagar- pero se puede atenuar y eso creo que es lo que está en juego y hay que redoblar la apuesta, los esfuerzos y la inteligencia para que no podamos volver atrás.
—Hablabas de los movimientos feministas… ¿creés que hubo una desconexión en estos años entre los movimientos y las institucionalización de la política feminista?
—Por supuesto que habrá gente disconforme. Y está bien que sea así porque vivimos en democracia. Y también me parece que es parte de seguir mejorando las políticas. No me parece que lo que haya sucedido es una especie de burocratización del movimiento. Ni cerca. Somos todas militantes que seguimos militando en la calle o donde estamos, en todos los órganos y órdenes de nuestra vida. Seguimos militando, impulsando la equidad y discutiendo el poder. Lo que sí puede pasar es que cuando un reclamo se convierte en una política pública, bueno, tiene que venir otro reclamo, no el mismo. Ganamos el aborto. Ahora hay que mejorar la implementación del aborto y esa es otra agenda, no es la misma. Es parecida, pero no es exactamente la misma. Eso no quiere decir que se aplaque el reclamo. Es mejor tener más políticas públicas feministas. Digo, a eso no hay que tenerle miedo, porque lo que hemos logrado -creo que hay una coincidencia- es que se han conquistado cosas. Nadie va a negar eso. Falta un montón más. Y por eso es que decimos que es con más democracia, con más políticas públicas, con más feminismo. No con menos.