Ya sea atravesando embarazos no deseados o situaciones de violencia machista, he acompañado a centenares de mujeres, escuchándolas y buscando juntas esas respuestas que desde el estado no nos supieron o quisieron dar.
Lo sabemos hace rato, nos mueve el deseo de cambiar nuestras historias. Y en esos momentos donde el mundo nos quiere hacer sentir en falta por desobedecer siglos de mandatos, estamos para nosotras. Juntas más que nunca para acompañarnos en nuestro legítimo derecho a ser libres, le pese a quien le pese.
En muchos contextos, como en la mayoría de estos acompañamientos, marchas o talleres, en nuestros Encuentros Nacionales, elegimos construir entre mujeres y feminidades, en un sentido amplio y diverso. Disfrutando de la potencia liberadora de politizar nuestras diferentes experiencias personales, porque no estamos solas.
En nuestras vidas cotidianas, laborales, familiares, de militancia, convivimos con varones. Muchos de los cuales, se encuentran sensibilizados y movilizados por nuestros reclamos, denuncias, demandas y propuestas. Aunque también, debemos decir, esta oleada feminista los encuentra un poco desorientados. Por eso quiero hablarle a ustedes: a los varones diputados, a los varones que tendrán el privilegio de acceder a este micrófono y ser escuchados, a los varones que nos están escuchando a través de la transmisión de estas audiencias.
En primer lugar considero imprescindible contarles, o recordarles, algo que aunque resulte obvio, poco y nada fue mencionado en este debate: detrás de todo embarazo no deseado, además de un cuerpo gestante, hay un cuerpo fecundante. Detrás de todo embarazo no deseado, muchachos, hay un eyaculador irresponsable.
Desde siempre hemos tenido que escuchar sobre la responsabilidad de las mujeres en la prevención, continuidad e interrupción de un embarazo. Lo que no suele decirse, es que para que ese embarazo exista, siempre hay un varón fecundante. Reproduciendo la culpabilización de las mujeres y blindando la impunidad masculina hetero y cisexual.
Muchas veces se dice que si alguien no tiene útero no debe opinar sobre aborto. Claramente, hubo muchos compañeros sin útero en este estrado, haciendo valiosos aportes a favor de la legalización del aborto. Entre ellos compañeros de Rosario, con quienes construimos codo a codo las condiciones de posibilidad de las experiencias ejemplares que se compartieron en estas jornadas.
Aún así, debo decir que coincido en cierto espíritu de esa moción de rescate: si los varones pretenden participar de este debate juzgando la capacidad moral de las mujeres y personas gestantes para decidir sobre los embarazos que portamos en nuestros cuerpos; si pretenden hacerlo explicándonos qué debemos entender por vida, por hijo, por bebé o por bébe (como pronuncian los egresados de la Universidad Austral); si pretenden hacerlo emitiendo juicios sobre las circunstancias que condujeron a ese embarazo, porque “bien que nos gustó”, porque “si abrimos las piernas”, porque “ahora debemos bancarnos la pelusa”. Si pretenden hacerlo diciendo, tan sueltitos de cuerpo, que “9 meses tampoco es tanto”, que “podemos darlo en adopción”, que “nuestros proyectos personales siempre pueden esperar un poco más”, que hasta el embarazo fruto de una violación es una bendición, que vamos a arrepentirnos, a sentir culpa y vergüenza, que no vamos a superar el trauma… Si pretenden decirnos, aún acordando con nuestro derecho a abortar, cómo debemos luchar para conseguirlo…en todos estos casos, lo mejor que pueden hacer es silencio.
En cambio, pueden involucrarse en esta problemática reflexionando en clave auto-crítica, pensando en las veces que no quisieron usar forro, porque se les baja, porque no sienten lo mismo, porque piden una prueba de amor, de entrega, de confianza.
Pueden pensar en los chantajes emocionales, las manipulaciones afectivas, las formas solapadas de coerción, la insistencia incesante, para que les dejen entrar sin protección, “un ratito”, “entro y salgo”, “me sé controlar”, “te juro que acabo afuera”.
Pueden pensar en las veces que apelaron a la fuerza de su razón o de sus cuerpos, invalidando nuestro no.
Pueden pensar también, si alguna vez consideraron que siempre somos nosotras, las que cargamos con el peso de prevenir un embarazo que los tiene como co-responsables, las que debemos recordar a diario medicalizar nuestros cuerpos o pagar las consecuencias de olvidar o rechazar hacerlo.
Pueden pensar si alguna vez googlearon la palabra vasectomía, si se acercaron a consultar al sistema de salud para acceder a ella, si consideraron que otras opciones de métodos de anticoncepción masculina son necesarias, además de un derecho, y si pensaron en por qué no están reclamando por ello al estado.
Pueden pensar por qué se mantienen tan distantes del sistema de salud, de la atención primaria, de la salud sexual y reproductiva, del universo del cuidado, de las tareas de cuidado, de cuidar, de cuidarse y de cuidarnos.
Pueden pensar en las veces que naturalizaron el poder que les otorga el patriarcado y al que apelan para imponer su razón viril sobre nosotras, subestimando, menospreciando, ridiculizando, los motivos que nos llevan a decidir lo que decidimos.
Como verán, varones, habría mucho que pensar y reflexionar antes de decirnos a las mujeres y personas gestantes qué debemos o no hacer con los embarazos que portamos en nuestros cuerpos.
Mientras encaran ese proceso, mientras redireccionan la lupa sobre ustedes mismos, les proponemos que hagan algo que para nosotras es innegociable: respeten nuestros deseos.
Con mis compañeras y compañeros, construimos un feminismo popular, disidente y mixto. Y eso los incluye. Porque el futuro que necesitamos, es el que nos ofrece libertades a todas y todos. Los queremos feministas, y ello, por sobre todas las cosas, implica que revisen las prácticas y actitudes en que reproducen una mirada paternalista sobre nosotras. Necesitamos que revisen, cuestionen y renuncien a sus privilegios, que rompan con los mecanismos de complicidad machista, que erradiquen de sus prácticas todo vestigio de violencia.
No aceptamos, no queremos, no toleramos que hablen de la defensa de nuestras vidas, cuando no defienden nuestras libertades. Porque sin libertad se nos va la vida.
A los varones diputados -que por providencia del patriarcado componen el 65% de esta cámara- les toca una tarea extra: crean lo que crean ustedes, dejen que seamos nosotras las que decidamos en base a nuestras creencias. Legislen a favor del derecho de las mujeres a decidir, legislen a favor de nuestra libertad y soberanía, legislen a favor de reconocer el poder que de hecho y contra derecho estamos siendo empujadas a ejercer. Y si no están a la altura, al menos abstenganse, y eviten seguir estando en la triste vereda de los hombres que nos quieren vivas, pero no nos soportan libres.