Adiós, adiós, Rosario, me voy, me voy

La artista Rosario Bléfari falleció la madrugada del 6 de julio de 2020 en Santa Rosa, La Pampa. Su amiga Romina Zanellato la recuerda en esta carta como una maestra que enseñó todo sin habérselo propuesto, repitiendo el nombre de su nombre, como ella nombró a toda una generación. Adios, adios, me voy, me voy.

Cuando una amiga se va, se lleva las palabras también. Deja un dolor en el medio de la panza que no sé cuándo se podrá disipar, si quiero o si puedo dejar de sentirlo. Rosario Bléfari, mi amiga, mi querida amiga, mi maestra sin serlo, mi compañera, murió el lunes 6 de julio de 2020 en Santa Rosa, La Pampa. No me sale decir mucho más que eso, pero me esforzaré para honrarla, aún con lágrimas en los ojos y un temblequeo en las piernas, sin pensar en nada más, incluso en la incomodidad que estas cosas le generaban. Escribo esto porque ella se merece el abrazo, y también porque su arte perdurará en la eternidad, tal vez quien lea estas palabras todavía no conoce los múltiples caminos para llegar a su obra. Este es un mapa de ella como obra, como artista, como asombro.

Rosario nació en Mar del Plata pero se fue a vivir a Bariloche siendo muy pequeña, esos paisajes de frío, hogar de leña y viento helado están en los cuatro discos que hizo con su banda Suárez, emblema del noise pop de los 90. Sus composiciones eran distintas a toda la música que se podía escuchar en el momento, no había amor, no había historias, eran retratos de infancia, del paso a la madurez, del camino de la pérdida de la inocencia.

Suárez se formó en el 88 cuando Rosario conoció a Fabio Suárez en una obra de Teatro Malo de Vivi Tellas. Ella se había mudado en su preadolescencia con sus padres a Buenos Aires y estaba experimentando sus primeros años en la música. Tenía el dúo Temas Lentos con su amigo Wolly Von Foerster, con quien tocaron un par de veces en el Parakultural y en Cemento, en esa última fecha hizo unos temas cruzados con la banda que tenía Fabio, su compañero actoral, y ahí empezaron a juntarse a componer juntos. El amor y la música fueron por carriles paralelos, de la mano, desde ese momento y por toda la vida, y hasta cuando se vuelvan a encontrar. Rosario y Fabio hicieron un culto al hogar. El arte entraba y salía, podía ser un escenario o podía ser el living o la cocina. Con Rosario todo era lúdico y un descubrimiento. “Y si…”, decía, y salía algo maravilloso de esa posibilidad.

Si no era por la música, a Rosario la conocías por ser la Silvia Prieto que buscaba otras Silvia Prietos mientras cortaba el pollo en la película de su amigo Martín Rejtman. Ícono del nuevo cine argentino, su papel inolvidable la convertiría en una estrella del under, en una artista multifacética. Actuar le encantaba. Me acuerdo una vez que teníamos que sacarnos unas fotos para Los Cartógrafos, el podcast que teníamos juntas con Nahuel Ugazio, y a mí me costaba mucho estar frente a una cámara, ella me dijo que mire con la mirada de un perro en una esquina, con esa expresión de estar esperando algo que no sabe qué es, tal vez algo despierte su curiosidad y sale corriendo con la cola como una antena, o agacha la cabeza y mueve la cola en busca de un mimo, o sólo mira la escena sin saber qué vendrá en el siguiente instante. Que mire sin expectativa, que me sienta un perro callejero de la Patagonia. No creo haberlo logrado, veanlo ustedes: esas fotos ilustran esta carta. Su última película es Planta Permanente, de su amigo tucumano Ezequiel Radusky, donde interpreta a una trabajadora del área de limpieza de una dependencia estatal que entra en conflicto con una compañera de trabajo. Los personajes que le interesaban tenían capas de sentidos infinitas como las complejidades de la vida.

En los 2000 empezó su carrera solista que la llevó por todo el país con su guitarra y los instrumentos que iba encontrando por el camino. Todo objeto que junto al aire o a su fuerza pudiera hacer un sonido era susceptible a ser convertido en música. Rosario era como una nena exploradora en el bosque, que juntaba piedritas y piñas de pino para hacer su tesoro personal. Ella era una coleccionista. Tenía una colección de fotos de las camas donde durmió durante sus giras. Camas prestadas, camas de hoteles, camas de bolsas de dormir.  Cinco discos grabó solista, uno con Sué Mon Mont, otro con Dani Umpi, otro con Los Mundos posibles, otro con su banda. 

Y en la literatura, su voz eran sus ojos, que observaban como perro en una esquina. Ahora va a salir los Diarios del Dinero, que viene escribiendo y compartiendo hace años, pero publicó libros de poesía, de relatos y de cuentos. Rosario era una artista, porque la vida la concebía así, todo era traducible mediante su experiencia en arte, y observada algo que podía ser la voz tan personal y universal a la vez. 

En 2014 con mi amigo Nahue le escribimos y le contamos de un proyecto que teníamos para hacer un programa de radio que ella en la misma conversación transformó en un podcast. Se copó y se entregó a la propuesta, con un compromiso grupal que no imaginamos recibir. Decidimos que el podcast iba a ser una pieza colaborativa entre artistas, un mapa sonoro que iba a ir descubriendo paisajes en cada episodio. Un actor o una actriz leían un fragmento de una novela de unx autorx argentinx actual, y unx músicx lo iba a intervenir. No era una musicalización, ni era radioteatro, queríamos que la música compitiera con la narración, que hubiera momentos donde se fundiera, donde la atención podía ir y venir entre la música y la voz, la historia. Crear algo que fuera más que sus partes, y a la vez una única cosa, distinta. Nahuel iba a editar, ella también lo haría. Yo iba a producir, ella también lo haría. Las dos íbamos a escribir. Lxs tres a curar. Todo iba a estar unido. 

El primer episodio lo publicamos en Soundcloud el 10 de julio de 2015, y se convirtió en una temporada de 20. No había podcast en Spotify en ese momento, de hecho terminamos subiendo todo como un álbum dos años después. Hicimos de todo con Los Cartógrafos, incluso nos subimos a escenarios y giramos como una banda de rock pero de literatura.  Con Nahuel nos convertimos en lectorxs públicos, en actores y en músicxs, todo al mismo tiempo. Los Cartógrafos tuvo una segunda temporada de 15 episodios más, y unas constantes ganas de hacer más. No se pudo, pero quedaron en Spotify y en Soundcloud lo hecho. Nuestra amistad, por el otro lado, será eterna.

Me da miedo imaginarme la vida sin ella, todavía no lo concibo como una posibilidad. Quince días atrás hablábamos de un texto que corregíamos juntas y de cómo paliar lo que cada vez tenía más presencia en su vida. Ella me enseñó tanto, fue mi maestra incluso sin jamás haber querido enseñarme nada. Nos enojábamos y siempre llegábamos a una conciliación que nos dejaba tranquila. Mi amiga se fue hoy a la mañana y yo no tengo más que gracias. Mi vida fue completamente transformada por ella. Y sólo estoy agradecida.