Esta semana se volvió viral un video en el que una mujer sostiene a una niña negra mientras la nena le dice que ahora es muy chica pero que tal vez, cuando crezca, se convierta en presidenta. La mujer le contesta con entusiasmo que sí, que si ella quiere, un día podrá ser presidenta. La mujer en cuestión es Kamala Harris, la persona que acaba de convertirse en la primera afroestadounidense en ocupar el segundo puesto más importante de la Casa Blanca, la vicepresidencia.
“Yo creo que antes de que una mujer pueda ser presidenta de este país, tendrá de haber una vicepresidenta”, dijo Shirley Chisholm, política, educadora y escritora estadounidense, quien en 1968 se convirtió en la primera mujer afro en ser elegida para ocupar un lugar en el Congreso de los Estados Unidos.
Fue Chisholm también la primera mujer negra en llegar con una campaña muy difícil a una elección primaria del partido Demócrata en 1972. En ese momento tuvo que enfrentar amenazas de muerte y finalmente perdió la nominación frente a George McGovern. Pero sin el antecedente de Chisholm, hoy difícilmente la senadora californiana Harris, de ascendencia afro y asiática, se hubiera convertido en la mujer más importante del país.
La ex fiscal, con su temperamento pragmático y moderado, también intentó la nominación de su candidatura para la carrera presidencial del 2020, pero terminó por abandonar ese sueño en diciembre de 2019 por falta de fondos para seguir con la campaña. También, a medida que su carrera política fue avanzando, hizo frente y negoció frente a muchos intereses.
La senadora de 56 años protagonizó quizás el momento más memorable de los debates de las primarias demócratas, cuando confrontó a su ahora compañero de fórmula Joe Biden, sobre su oposición a las políticas segregacionistas en las escuelas públicas de fines de los años 60.
“Esto es doloroso, es personal, escucharte hablar bien de la reputación de dos senadores que construyeron sus carreras basados en las estrategias de segregación de raza de este país”, le reclamó Kamala a Biden.
Según algunos expertos, la decisión de Biden de elegir Kamala como su vice le podría haber costado la silla en la Casa Blanca, por considerarla demasiado moderada, una fiscal que siempre estuvo al lado de la policía, en tiempos en que el ala progresista del partido y sus electores pedían por una renovación, luego de las protestas de mayo por el asesinato de George Floyd. La trayectoria de Kamala como fiscal de distrito cuenta con demasiadas personas pobres encarceladas por “delitos” como fumar marihuana. También resistió la liberación de personas injustamente detenidas y negó los tratamientos de reasignación de género a detenides trans. En sentido contrario, realizó pocas investigaciones a las estafas de ejecución hipotecaria, a fondos buitre o a los monopolios tecnológicos de Silicon Valley -finalmente, sus donantes. Su lugar en la vicepresidencia es también una conquista del ala conservadora del Partido Demócrata y la derrota de Elizabeth Warren y Bernie Sanders.
Kamala pudo imponer su carácter en dos ocasiones clave durante la campaña. Primero en el debate con Mike Pence cuando le puso los puntos varias veces, en los momentos en que el actual vicepresidente intentó interrumpirla mientras ella hablaba. “¡Yo estoy hablando!” resonó en los oídos de casi todas las mujeres que pasaron por alguna situación típica de mansplaining.
“Una vez electa, Harris deberá marcar la tendencia de que es posible que las posiciones de poder en ese país sean ocupadas por mujeres; igualmente no será un cambio inmediato”, evalúa Laura Carpineta, analista de política internacional.
Un segundo momento clave fue cuando Harris tuvo la oportunidad de cuestionar a la nueva jueza de la Corte Suprema de Estados Unidos, Amy Coney Barret, durante su evaluación antes de ser finalmente aceptada como magistrada. Barret, quien está abiertamente en contra el aborto, tuvo que escuchar a la senadora decir a sus colegas: “Yo sugiero que no finjamos no saber cómo piensa esta candidata el derecho de las mujeres a elegir y sus derechos en relación al acceso a salud”.
No hubo manera de convencer a los senadores republicanos de no votar por la nominada de Trump, pero tampoco hubo manera de impedir al pueblo estadounidense de elegir a su primera mujer vicepresidenta.
Número récord de mujeres en el Congreso
Estas elecciones no representan un avance solamente por Kamala Harris. También fueron electas un número récord de mujeres para ocupar las sillas vacantes del Congreso de los Estados Unidos. Son al menos 131 las electas en los comicios de este noviembre, según datos del Center for American Women and Politics.
De este total, 31 son republicanas, una cantidad mayor que en cualquier otro ciclo electoral. Representan el 13% de los miembros del partido tanto en la Cámara como en el Senado.
Otro hecho inédito fue la primera mujer negra en ser electa legisladora por el Estado de Missouri. Washington eligió a una mujer coreano-estadounidense para la Cámara, y una mujer representará a Wyoming en el Senado. Además, el cupo total de tres representantes de Nuevo México será cubierto por mujeres de color.
Del lado Demócrata, las cuatro integrantes del bloque progresista conocido como “Escuadrón” de congresistas demócratas de color -Alexandria Ocasio-Cortez, Ilhan Omar, Ayanna Pressley y Rashida Tlaib- fueron reelectas. Pero, pese a todo el avance, la victoria de Sarah McBride en Delaware fue una de las más festejadas por los medios de comunicación. Sarah se ha convertido en la primera política trans en ocupar un lugar en el Senado de los Estados Unidos.
“Espero que esta noche le muestren a une niñe LGTBQ que nuestra democracia también es lo suficientemente grande para elles”, tuiteó McBride, luego de derrotar al republicano Steve Washington por la representación del primer distrito del senado estatal de Delaware.
Según la organización Women and Politics, estos podrían no ser los números finales, ya que todavía se están contando las boletas en varias elecciones a la Cámara. Las mujeres todavía representan poco menos del 25% del total de legisladorxs de la Cámara y del Senado.