El próximo cinco de noviembre son las elecciones en Estados Unidos. Unos comicios que, por ser los de la primera potencia mundial, tienen un impacto significativo para el resto del mundo en general y para nuestra América Latina en particular.
De un lado del ring, Donald Trump por el Partido Republicano: nacionalista de extrema derecha, proteccionista hasta la médula se codea con Elon Musk en cada acto de campaña. Del otro lado del ring, la actual vicepresidenta demócrata Kamala Harris, con un discurso centrado en la clase media, la ampliación de derechos y el aborto. Con las patas en el barro de dos grandes conflictos bélicos que capturan la atención del mundo, los Estados pendulares de Estados Unidos definen quién ocupará la Casa Blanca durante los próximos cuatro años. Los candidatos hacen sus últimos esfuerzos de campaña en estos Estados cuyos miembros del colegio electoral tendrán la última palabra: Michigan, Pensilvania, Wisconsin, Arizona, Georgia, Nevada y Carolina del Norte.
Kamala Harris carga con las críticas del gobierno saliente de Joe Biden. Su propuesta es la de continuidad, pero profundizando en ciertos temas como reducir el costo de vida para la clase media y priorizar la ampliación de derechos para mujeres y minorías. El aborto es un tema central para Kamala, quien propone llevar adelante políticas climáticas ambiciosas en el plano nacional. En caso de ganar, Kamala se convertiría en la primera mujer en ocupar el cargo de presidenta de los Estados Unidos. En política exterior, el apoyo a Israel y a Ucrania como banderas militares es fundamental para la identidad demócrata, aun en el marco de crecientes protestas por parte de los sectores más progresistas en contra del genocidio en Gaza, financiado y armado por Estados Unidos.
Donald Trump no es un personaje nuevo. Su propuesta antiglobalización de protección de la economía interna tuvo su turno entre 2016 y 2020. Al terminar su mandato al perder la reelección, abandonó la Casa Blanca tras denunciar fraude electoral y mandar a los suyos a atentar contra el Capitolio. Su personalidad, disruptiva y desafiante para con todo lo que lo contradice se comió al Partido Republicano y se llevó puesta toda su cultura institucionalista y democrática construida durante décadas. La propuesta de Hacer a América Grande Otra Vez (MAGA por sus siglas en inglés) propone cuidar los privilegios de quienes sienten que el progresismo y la globalización los desplaza. Es decir, hombres, blancos, heterosexuales, de clase media y alta. Y se alimenta de fake news, como todos los liderazgos de ultraderecha, entre los cuales podemos destacar a Jair Bolsonaro en Brasil y, claro, a Javier Milei en Argentina.
Si Trump consigue una segunda victoria electoral, la profundización del rechazo al multilateralismo y la globalización tendrá un impacto destacable para el resto del mundo. Algo que vimos durante su presidencia anterior cuando abandonó el Acuerdo de París sobre Cambio Climático y se fue de la Organización Mundial de la Salud en plena pandemia de Covid 19. Ambas decisiones fueron revertidas por la administración demócrata de Joe Biden al asumir en 2021.
En cuanto a las proyecciones respecto a América Latina: con los graves conflictos en Ucrania y Medio Oriente, la atención prestada a nuestra región es menor. Sin embargo, la política de Estados Unidos sobre migración y recursos naturales afecta directamente nuestras economías y modos de vida.
En primer lugar, la potencia es el principal destino de gran parte de la migración latinoamericana que busca una mejor calidad de vida en contextos de inestabilidad política, social y económica. En este marco, -aun con un historial complicado en la materia- Kamala Harris promete más flexibilidades para el ingreso de migrantes a Estados Unidos. Por su parte, Donald Trump está listo para deportar familias y cerrar las fronteras a toda costa. En el último debate presidencial, Trump reprodujo la noticia falsa de que en Ohio, los migrantes se comían a las mascotas de los habitantes, algo que fue inmediatamente desmentido por los moderadores. Este tipo de declaraciones preparan el terreno simbólico para identificar a esta porción de la población como el enemigo interno que debe ser eliminado. Según la Oficina del Censo del gobierno de los Estados Unidos, casi el 20% de la población residente en su país es latina.
Por otro lado, según reporta la CEPAL, el 20% de la inversión extranjera directa total de Estados Unidos se realiza en América Latina. Por lo tanto, la permanencia de un gobierno de corte liberal demócrata sería clave para aquellos gobiernos de la región que apuestan por la llegada de nuevas inversiones como forma de conseguir divisas para el crecimiento de las economías internas. Sin embargo, la llegada por segunda vez de Donald Trump a la Casa Blanca, apuesta por un proteccionismo feroz para el resto del mundo, con alta injerencia del Estado en el mercado. Esto tendría consecuencias directas como pasó desde 2016 con su primera presidencia: los términos de intercambio en el comercio exterior podrían empeorar significativamente. La asimetría de poder entre América Latina y la potencia implica necesariamente, que quien gobierne en Estados Unidos tendrá la última palabra sobre las inversiones y el comercio de cara a nuestra región. Hablo de términos de intercambio que ya son más beneficiosos para el Norte, ya que se basan en la importación por parte de Estados Unidos de materias primas crudas que son extraídas sin procesar por empresas transnacionales que dejan unas pocas divisas y muchos impactos ambientales, para ser industrializadas en Estados Unidos.
A partir de este panorama, cabe la pregunta por cuán estratégico es el alineamiento del presidente argentino Javier Milei con Donald Trump, con un gobierno demócrata en funciones y las elecciones aún sin definir. El apoyo de Milei a Trump se profundiza con la planificación de la Conferencia de Acción Política Conservadora (CPAC por sus siglas en inglés), el club de extrema derecha con base en Maryland, Estados Unidos. Allí se debatirá el temario habitual: el rechazo a la globalización y la Agenda 2030 que incluye el odio hacia la agenda woke y su propuesta de ampliar los derechos de las poblaciones más vulnerables. Estos elementos simbólicos son los que permiten el alineamiento de Milei con Trump, aun cuando sus programas económicos sean directamente antagónicos: Mientras Milei apuesta por abrir, flexibilizar y desregular el mercado, Trump propone cerrar, controlar y regular su economía. Ellos no están libres de contradicciones, pero vienen tirando piedras a lo loco.
Este panorama que se abre, pone sobre la mesa un escenario nuevo: a diferencia de otros gobiernos de liberalización y apertura en Argentina, la complicidad de Javier Milei no es con Estados Unidos como Estado, sino con su club de pertenencia de líderes de extrema derecha y con los grandes magnates del capital transnacional, entre los que se encuentra, por supuesto, Elon Musk. Los guiños entre el presidente argentino y el magnate sudafricano con base en California son constantes. A Milei incluso le viene al pelo la posibilidad cada vez más palpable de que Musk forme parte del gobierno de Donald Trump, como parece adelantar su participación activa en presencia y financiamiento durante la campaña republicana.
Pero las inversiones de Musk en Argentina, tan prometidas, no llegan. Y cabe la pregunta por si efectivamente llegarán, porque la semana pasada se descubrieron reservas de litio en Arkansas, Estados Unidos, que podrían satisfacer la demanda mundial del mineral. La apuesta por la llegada de inversiones a la Argentina se apoya en las vastas reservas de litio en el norte argentino, necesario para la transición energética y la producción de baterías para dispositivos y autos eléctricos. Sí, como los que produce Tesla, la empresa de Elon Musk.
Es necesario hacer la salvedad de que las reservas descubiertas en Arkansas son bajo tierra. Por ende, implican un proceso de extracción más complejo y costoso que la extracción en salares como la que se realiza en nuestro país. Esto quiere decir que las empresas transnacionales seguirán demandando el mineral de nuestro suelo. Sin embargo, en caso de un triunfo republicano en la Casa Blanca, con un esquema proteccionista como el que propone Donald Trump, hay grandes posibilidades de que Musk redireccione sus inversiones hacia esas reservas, que están en suelo estadounidense y podrían traer incluso más puestos de trabajo internos.
En este panorama, llegamos al 5 de noviembre con más preguntas que respuestas. La posición subordinada de nuestra región ante la potencia hegemónica nos vuelve vulnerables. Situación que se profundiza con el alineamiento de gobiernos de derecha que buscan hacer buena letra para recibir migajas. Sin embargo, no están aseguradas ni las mismísimas migajas. El resultado de la elección afecta la vida de la población latina dentro y fuera del territorio estadounidense. En este sentido, no da igual quien llegue a la Casa Blanca.