Hay que salir al sol

Y llegó el día que muchos, muchas, muches esperamos durante cuatro años. Estamos como si hoy fuera Navidad y cada una comparte los regalos que le trajo Papa Noel. Comiendo las sobras y actualizando chismes. Para Año nuevo todavía falta. Será el 10 de diciembre: último día de gobierno de Mauricio Macri. Alivio, alegría, entusiasmo, llanto son las palabras que recorren los chats de Whatsapp. Pero también un número que nos preocupa 40, c u a r e n t a, el giro evangélico de los discursos y muchas cosas más. Por ahora nos tomamos unos días y festejamos. Editorial urgente de un proceso electoral histórico.

Harinas y alcohol, como en Navidad o Año Nuevo, cierre y despedida, empieza una era nueva para todas, todos, todes. Pedimos deseos, hacemos promesas, armamos bunkers caseros para pasar el día entre amigxs. En las redes sociales le decimos gracias a quienes nos acompañaron en este tiempo difícil, nos abrazamos y lloramos. El 27 de octubre amanece nublado pero sin lluvia. Aunque no lo veamos el sol está por salir. Es un día condensado de sentidos: se cumplen 9 años de la muerte de Néstor Kirchner, cumple 74 años Lula Da Silva -injustamente preso hace un año y medio por un delito que nunca se le pudo probar- y se realizan las elecciones que van a sacar del poder a un gobierno que dejó el país devastado. 

Alguien pregunta en Twitter cuándo supiste que el macrismo iba a ser peor de lo que pensabas. El 2×1 a genocidas, Santiago Maldonado, la doctrina Bullrich, el aumento de la pobreza y el desempleo en todo el país, la vuelta al Fondo Monetario Internacional, lxs presxs politicxs, la destrucción de cosas que funcionaban bien. Una nena dice: Má, no sé qué hacer, no me puedo concentrar en otra cosa. Durante los años del macrismo no le faltó nada, pero vio a su mamá quedarse sin trabajo, precarizarse, deprimirse, enojarse. 

En Gerli, al sur del conurbano bonaerense, votó el Guasón, el mismo que hace unos días agitó la revuelta en Santiago de Chile, el mismo que se mantiene hace semanas en cartel. No se ríe de la política ni lxs políticxs. Se ríe de lxs que llegaron al gobierno para destruir consensos sociales alcanzados en años de lucha, a hacernos sentir que los derechos son lujos suntuarios, a empobrecernos, desordenar la vida, disciplinar con balas. 

A las 18, apenas cerraron los comicios, se supo que más del 80% de lxs argentinxs habilitadxs para votar participaron de la jornada electoral. Casi un 4% más que en las PASO, donde votó el 76,42% del padrón. Y un porcentaje similar al de las elecciones generales de 2015, en las que la participación alcanzó el 81%. En las redes, en los grupos de Whatsapp, en las calles la pregunta se repetía: “¿qué números tenés?”. El domingo más esperado de los últimos 4 años había llegado y la ansiedad crecía minuto a minuto. Necesitamos festejar.

Minutos después, Marcos Peña, habló desde el búnker de Juntos por el Cambio en Costa Salguero. Fue el primer funcionario del oficialismo en hacer declaraciones tras la elección. El jefe de Gabinete se quejó del “sistema electoral arcaico” y pidió esperar a las 21 para hablar de resultados. No hacía falta: su cara los anticipó.

A las 21, el ministro del Interior Rogelio Frigerio dio los primeros resultados oficiales: con el 48% de los votos, el candidato del Frente Todos, Alberto Fernández, es el nuevo presidente electo de la Argentina. Lxs argentinxs le dijeron basta a la crueldad del modelo neoliberal de Mauricio Macri. 

Nuestra gurú Luli Pop había vaticinado un triunfo más holgado de Alberto. Todxs lo pensamos, ¿no? La avenida Corrientes es una verdadera fiesta popular pero hay un tiempito de incertidumbre. Los 40 puntos que araña Macri se convierten en dolor de panza por un rato. ¿De dónde salieron esos casi nueve puntos desde las PASO?

Ofelia Fernández será la legisladora más joven de la Argentina y de la región. Llevará la voz de lxs jóvenes y del feminismo a una legislatura que mantiene la mayoría larretista.

“Falta la tercera sección electoral”, dicen unos. “Hay que aguantar”, “ya falta poco”. “No ganamos el Mundial pero ganamos esta batalla, hermano”, le dice un señor con el rostro de Néstor Kirchner en la remera a otro. Los dos se abrazan y celebran. 

El primero de los candidatos en hablar fue Horacio Rodríguez Larreta. El jefe de gobierno porteño celebró su triunfo. Holgado, por cierto. Con el 55% de los votos, logró el cuarto mandato consecutivo del PRO en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y se convirtió en el primer candidato a gobernar la ciudad en ganar la elección en primera vuelta desde 1994, cuando se consagró la autonomía porteña. Serán otros cuatro años de viajar como sardinas en el subte; de pibxs sin vacantes en la escuela pública; de pagar parquímetros para estacionar hasta en la puerta de casa y de remate del espacio público. En fin, si vos querés Larreta también se queda en CABA. Ahora, empieza la pelea entre ellxs por el liderazgo opositor. Pochoclos. Una buena en la Ciudad: con 19 años, Ofelia Fernández será la legisladora más joven de la Argentina y de la región. Llevará la voz de lxs jóvenes y del feminismo a una legislatura que mantiene la mayoría larretista.

A las 22, María Eugenia Vidal reconoció la derrota en la provincia de Buenos Aires. Con lágrimas en los ojos, Mariú habló cual pastora evangélica. “Ustedes nunca me dejaron sola, en todo caso Dios me dio un descanso”, dijo emocionada. Abajo la gente le grita “¡No estás sola!”. Usan nuestra frase feminista para hablarle a la lideresa, a la mamá leona, esa que empobreció a la provincia y la dejó “arrasada”, como dijo más tarde Axel Kicillof, al repasar la pesada herencia que recibirá en diciembre cuando asuma como gobernador bonaerense. Rodeada de todo su gabinete de varones, Vidal apeló a la emoción y a la identidad de una nueva derecha que ahora permanecerá agazapada. Su discurso épico, a pesar de su derrota, puede ser efectivo, si se desprende. Ya lo hizo en su último acto de campaña. Lanzó nuevo slogan y estética: “Ahora nosotros”. Chau amarillo. Hola rojo y negro. Hay que estudiarla, no perderle el rastro. 

A las 22.30, Macri aparece en tevé y el totó se volvió a fruncir hasta que dijo: “Ya hablé con el presidente electo Alberto Fernández y lo invité a desayunar a la Casa Rosada” y ahí todxs dejaron de escuchar porque ya está, lo reconoció. ¡Lo reconoció! Se van, se van, se vaaaaaan. 

“Si esto no es el pueblo, el pueblo donde está”, “Unidad de los trabajadores y al que no le gusta, se jode, se jode”, “Ohhhhh, Macri ya se fue, ya se fue, ya se fue, Macri ya se fue”, “A pesar de las bombas, de los fusilamientos, los compañeros muertos, los desaparecidos… no nos han vencido”, “Presidente, Alberto presidente”. Los cantitos se repiten uno tras otro sobre Corrientes en las 12 cuadras que van desde Scalabrini Ortiz hasta el búnker del Frente de Todos, Todas, Todes, en Chacarita.

 

“Hoy ganó la política”, aseguró Axel Kicillof sobre el escenario de la calle Corrientes ante una multitud. El gobernador electo de la provincia de Buenos Aires además de celebrar y agradecer el triunfo, fue el primero en hablar de gobernabilidad. “Así como se hizo esta campaña vamos a tener que gobernar, recorriendo todos los rincones de la provincia, acompañando a los que sufren”, dijo antes de que Cristina Fernández de Kirchner agarrara otro micrófono para empezar a hablar. “Bonaerenses y bonaerensas, con ustedes, la vicepresidenta”.

Y la autocrítica llegó, en tono de advertencia, de pedido, de aprendizaje. La primera lectura política de esa brecha que disminuyó entre las PASO a las general la dió CFK, que pareció decir ojo acá, no nos relajemos nunca, la derecha está siempre ahí. Se giró en el escenario y le habló a sus dirigentes: “Quiero pedirles a todos los hombres y mujeres de distintas vertientes del campo nacional, popular y democrático que nunca más rompan la unidad que se requiere para enfrentar estos proyectos neoliberales que tanto dolor han causado”.

“Lo único que importa es que los argentinos dejen de sufrir de una vez por todas. Vamos a construir la Argentina igualitaria que soñamos, ese es el compromiso que asumo y ojalá que quienes sean nuestro opositores en estos cuatro años sean conscientes de lo que nos han dejado y nos ayuden a reconstruir el país de las cenizas que han dejado”, aseguró Alberto Fernández. Y agregó: “ojalá ese compromiso de diálogo que nunca tuvieron ahora lo ejerzan”.

En términos de feminismo también es una alegría. Los anteojos violetas son aquellos cuyos lentes lo ven todo con ojos de inclusión. Y que vuelva el ministerio de Salud y el de Trabajo es también un triunfo del feminismo, porque las más vulneradas en estos cuatro años fuimos las mujeres, lesbianas, travestis y trans. Fuimos las que paramos las ollas en los barrios, las que además de la jornada laboral no paga en nuestras casas, tuvimos que salir a trabajar en los trabajos peores pagos y más precarizados. Somos las que nos bancamos que nos quieran sacar la jubilación de amas de casa, las que peleamos en las calles y en el Congreso. Y que suene con mucha fuerza que la diputada Luana Volnovich— la que presentó el proyecto de ley para prorrogar el sistema previsional a las que nunca pudieron aportar—comande el ANSES es por supuesto, una victoria feminista. Ni hablar del ministerio de la igualdad.  

Ahora se viene una jodida: la transición, el cepo, el futuro gabinete, la rosca, las especulaciones. Macri no es un muerto político, como nos vaticinaban las encuestas y los fallidos boca de urna. Pero tomémosnos unos días para disfrutar. Después de cuatro años de una larga noche. Nos merecemos la alegría. Hay que salir al sol.