El 14 de junio al mediodía, llegué a mi casa con los pómulos empapados pero también inflados de sonrisa. Fue inmenso. Lamentablemente, también estuvo presente la falaz vereda de enfrente, siendo para la plaza del congreso una mísera gota de aceite arrojada en el océano. He oído a hombres de corbata esgrimir que la legalización del aborto es un impulso a las empresas y gobernantes del primer mundo para enriquecerlxs de poder, jugando a los mártires contrahegemónicos con posiciones anti derechos.
La noticia para ellos es que el poder hoy viste otra trama: lleva pañuelo verde y se inunda en purpurina. Creían temerle a misiles y tanques de guerra y se encontraron con un ejército donde no hay sargentos ni generales, sino miles de pibas que caminan a la par, transpiran, se abrazan y vencen. Buscaron incansablemente manipular la voz de quienes habitan las cámaras y levantan la mano pero ponerse tapones en los oídos pero eso no calló el grito sísmico aclamado a las 9:51 del 14J cuando -después de cantos, frazadas, fogatas y mate tibio- logramos que nuestra ola arrase con el Congreso de la Nación.
Sentía que había perdido de vista que estaba en una movilización porque fue tal la apropiación de ese espacio que pareció un viaje de horas a la sociedad con la que soñamos y que vamos conquistando. No hubo juicio y competencia, fuimos hermanas. No entraban las fobias celestiales, éramos disidencia. No callábamos nuestros miedos, le temíamos al silencio. No nos importaba la maldita RAE, el lenguaje era nuestro. No necesitábamos ningún papel ni firma para saber que el aborto ya era nuestro derecho, sea tarde o sea temprano, sea con o sin sus votos. Después de la emoción de saber de dónde venimos, de a cuántas y el por qué de lo que hoy somos, no hay diccionario que nos desvíe de la firme creencia de que no habrá tal derrota. Y lo bien que hacemos, es fáctico, estuvimos ahí y así seguiremos.
Estamos juntas y acompañadas, nos sabemos vencedoras, superpoderosas. Todo lo que nos arrojen serán para nosotras vulgaridad e ignorancia en negación a nuestra lucha, si las mujeres somos perras preñadas les llevaremos nuestra rabia, si van a hablar del genocidio de la dictadura militar sepan que las banderas de lxs 30.000 también son las nuestras, que sabemos que la violencia patriarcal se teje con la racista y clasista, que el incumplimiento del derecho a la vivienda, a vivir en condiciones dignas, al acceso a la salud, a la educación pública, al trabajo, y el endeudamiento lo sufrimos nosotras. Por eso, esto recién empieza. Por eso no vamos a parar. Hay mucho para festejar, pero esto es recién un piso cuyo techo aún no conocemos. Estamos listas para la que venga, ¿Están listos ustedes? Eso espero, de lo contrario preparen las valijas, porque el feminismo llegó para quedarse.