María Remedios del Valle: parda y guerrera de las fuerzas revolucionarias

Argentina se ha construido sobre el mito de nación blanca. Un mito tan arraigado que aún en 2021 llega a estar en boca del presidente Alberto Fernández. En el Día de la Bandera, la historiadora Mercedes Roch propone un revisión en clave feminista que desarme esa ficción y así volver a visitar la figura de María Remedios del Valle.

En su libro Comunidades Imaginadas, Benedict Anderson asegura que las naciones son construcciones sociales creadas por las personas que se perciben como parte de una misma comunidad. Las naciones fueron construidas como edificios: ladrillos humanos, techos de otras naciones, vigas de símbolos patrios. Los pilares son los mitos. 

Argentina, entonces, se ha construido sobre un mito de nación blanca. Quienes escribieron las Historia nacional (Bartolomé Mitre y Vicente Fidel López, como principales exponentes) se encargaron de crear la ilusión de unidad racial que simplemente no puede existir simplemente porque se trata de un territorio conquistado. 

El punto es que pasó más de un siglo desde que comenzó a escribirse la historia oficial de la nación argentina, pero en el imaginario popular ha sido difícil erradicar esta idea tan arraigada. Incluso el actual primer mandatario, Alberto Fernández aseguró hace poco: “nosotros los argentinos llegamos de los barcos, y eran barcos que venían de Europa, y así construimos nuestra sociedad”. Antes, ya habíamos escuchado al ex presidente Mauricio Macri que afirmó en la segunda jornada del Foro Económico Mundial en Davos en 2018, que “en Sudamérica todos somos descendientes de europeos”.

Además de la idea de una Argentina blanca, no es novedad que los sujetos históricos, por mucho tiempo, han sido preponderantemente masculinos. El rol activo de las mujeres en los sucesos históricos, fue borrado o desestimado. La invisibilización de las mujeres y las población africanas y afrodescendientes en Argentina fue un proceso sobre el que se ha operado durante mucho tiempo. De esta forma, se plantea un primer problema para el análisis de lxs invisibilizadxs: la dificultad de rastrear su historia a través de documentos. 

En los últimos años se ha dado cuenta de que muchas mujeres fueron partícipes activas del proceso revolucionario. Además de cocer banderas y uniformes, cocinar a los soldados, donar dinero, las mujeres también fueron espías y soldadas. Manuela Pedraza, luchadora de las invasiones inglesas, es uno de los casos más reconocidos. 

Por otro lado, si bien hay nombres de mujeres que han trascendido y forman parte de los programas escolares y liturgias nacionales (como es el caso de Mariquita Sánchez o Francisca Bazán), no dejan de ser nombres de la elite. Además, aunque obviamente fue muy importante que cedieran sus hogares para las reuniones revolucionarias, su rol en la historia es pasivo y tradicional. 

En cuanto a las mujeres revolucionarias de clases populares, su figura es o bien olvidada o bien mitificada. De esta forma, al mito de la nación blanca y masculina se opone el mito popular que, claramente, no tiene el mismo peso que el creado por la historia oficial. Por ejemplo, la figura de Martina Chapanay es reconocida por haber vengado la muerte del Chacho Peñaloza, pero solo se conocen datos de su vida por la tradición, por lo que se le atribuyen características e historias que son improbables. 

Respecto de las poblaciones africanas y afrodescendientes, también se ha dado cuenta de su participación activa en el proceso revolucionario. Por un lado, sabemos que, durante el proceso independentista, se buscó romper, de alguna forma, con las jerarquías raciales asociadas a la conquista española. De hecho, la Asamblea del año XIII estableció la libertad de vientres, a la vez que la Declaración de Independencia de 1816 fue traducida al quechua y al aymara.  Para el caso de la comunidad afro, lo cierto es que su rol activo no vino impulsado por la elite ya que se puede rastrear su papel determinante en el período anterior al iniciado por los sucesos de Mayo: las invasiones inglesas de 1806 y 1807. 

Teniendo en cuenta ambas cuestiones, un caso particular es el de la parda María Remedios del Valle, militar de profesión y guerrera de la independencia. De ella hay datos concretos que aseguran su participación activa en la guerra revolucionaria. Sin embargo, es importante no entenderla como una heroína singular de la independencia, sino más bien como una muestra de que existieron casos como el de ella aunque sean difíciles de rastrear.

Como decíamos, María Remedios del Valle era parda. Aunque no se conocen datos acerca de su fecha y lugar de nacimiento, sí se sabe que se incorporó como militar al Ejército del Norte en julio de 1810, es decir, casi en el mismo momento en que se creó dicho ejército cuyo fin, en un principio, era derrotar a las fuerzas contrarrevolucionarias que habían perdurado en la región. 

La participación guerrera de Del Valle está constatada para las acciones de Desaguadero, Tucumán, Salta, Vilcapujio y Ayohúma. En esta última fue tomada prisionera (junto a las llamadas “niñas de Ayohúma”) y torturada públicamente por parte de los realistas. Una vez que pudo escapar, volvió a incorporarse al ejército. Con Belgrano al mando del Ejército, le fue otorgado el cargo de capitana y un salario. De esta forma, ella era mujer y militar de profesión. 

Se entiende que al finalizar las guerras de independencia, María Remedios Del Valle fue olvidada hasta 1927, cuando se presentó una solicitud para que se le otorgaran seis mil pesos por su trabajo en el ejército. Se puede constatar que se dio dicho beneficio a la vez que se le brindó el salario de capitana de infantería. Para el año 1829, se la ascendió al cargo de Sargenta Mayor de Caballería y se le brindó sueldo íntegro. Falleció en el 8 de noviembre de 1847. 

De esta forma, podemos dar cuenta de que la figura de María Remedios del Valle no solo desafía la idea de una nación construida por la población blanca, sino que también rompe con el rol tradicionalmente asociado a la mujer. Pero, si bien esta es la historia de una mujer, actualmente se reconoce la participación femenina en los campamentos militares. No solo a aquellas que acompañaban a los soldados hombres para cocinarles y curarlos (cuya labor igualmente fue significativa), sino también a las mujeres que lucharon como soldadas, algo asociado a la valentía y la fuerza masculina.

La historiadora Florencia Guzmán dice: “La experiencia revolucionaria y la militarización, si bien habían llevado a la mujer a un rol más activo, ésta seguía representando valores tradicionales. Quizás por ello el papel de las mujeres como soldadas ha sido y es todavía vedado de la historia y de la memoria. En este sentido, el análisis de María Remedios del Valle constituye una excepción, en tanto esta valiente mujer fue identificada simultáneamente con particularidades masculinas y femeninas, es decir, como ‘valiente’ y ‘maternal’, y de esta manera será incluida a través del tiempo en la narrativa patriótica/nacional y en las tradiciones historiográficas”. 

En otras palabras, la idea de la nación blanca y masculina ha calado hondo en la sociedad argentina. No obstante, como podemos ver, esto no se trata más que de un mito ya que, como sucede con el caso de María Remedios del Valle, tanto mujeres como afroamericanxs participaron de la historia argentina incluso desde las guerras por obtener la independencia, antes de que la Argentina como tal existiese. 

En este sentido, como una forma de dar visibilidad a su historia, desde el gobierno nacional se estableció en el año 2013 al día 8 de noviembre como “Día de los/ las afroargentinos/as y de la Cultura Afro”, en memoria por el fallecimiento de María Remedios del Valle. Esto fue fundamental para poner en cuestión la presencia de la comunidad afro en el pasado y, a su vez, reivindicar los derechos de quienes, aún hoy, son invisibilizadxs. Esta medida formó parte de una serie de políticas que buscaban romper con el mito mencionado desde el gobierno: en 2010 se creó la serie animada Zamba, cuyo protagonista es un niño mestizo, acompañado por una niña afroargentina; en el mismo año, se cambió el nombre del Día de la Raza por el de Día del Respeto a la Diversidad Cultural.

Sin embargo, desde el 2016 en adelante se cortó la línea de visibilizar a las poblaciones afrodescendientes en la historia oficial. El rol del Estado es fundamental para revertir la imagen de una Argentina blanca en el imaginario colectivo. Parecería que ya es obsoleto poner en escena a los actores históricamente silenciados, pero el contexto nos demuestra que no, que la historia de las mujeres como María Remedios del Valle aún tiene que ser contada.