Una de las frases que más recuerdo de “París era una fiesta”, es cuando Ernest Hemingway dice : “Nunca escribas sobre un lugar hasta que estés lejos de él”. Pero yo quiero escribir hoy, porque tengo mala memoria y porque quiero escribir ahora que tengo todavía la emoción, la alegría caliente de la jornada histórica vivida el jueves 22 de octubre de 2020 en Santa Fe, en la que el Senado provincial convirtió en ley la paridad para los tres poderes del Estado.
La lucha por la paridad en Santa Fe empieza en 2002, con el proyecto presentado en la Cámara de Diputadxs por Alicia Tate. Alicia cuenta que nadia quería acompañar el proyecto y, como era esperable en ese entonces, perdió estado parlamentario sin haber sido tratado ni siquiera en comisión. Catorce años más tarde de aquella primera vez, al calor del debate por la paridad instalado en la agenda nacional por el movimiento de mujeres, la Cámara de Diputadxs sancionó en 2016 y 2018, sendos proyectos de paridad firmados por la casi totalidad de las diputadas de entonces, pero el Senado nunca los trató.
Pasadas las elecciones del 2019, y renovada la composición de la Cámara de Diputadxs -no así en el Senado donde solo se renovaron 3 de 19 senadores-, al inicio de 2020 la lucha por la paridad tomó un nuevo y poderoso impulso, posibilitando finalmente la sanción de la ley. Como en todas las conquistas de ampliación de derechos sociales, fueron varios los factores que se alinearon para la sanción de la ley: el trabajo de la presidencia del senado en cabeza de la vicegobernadora Alejandra Rodenas que ya en campaña se había comprometido a impulsar la agenda de género que el Senado obstaculizó sistemáticamente en el período anterior; la existencia de una ley de paridad nacional y la aprobación en cada vez una mayor cantidad de provincias poniendo en falta a Santa Fe que seguía sin ley; y una Cámara de Diputadxs que renovó casi íntegramente la composición de sus legisladoras mujeres -solo dos legisladoras mujeres continuaron del período anterior- incorporando legisladoras muy jóvenes -como Agustina Donnet, la más jóven de la historia en la provincia con 25 años- cuyas edades en promedio son actualmente una década menos que sus colegas varones y que desde el primer día articularon en forma transversal y plural la agenda legislativa de demandas feministas dispuestas a impulsar.
Desde Ojo Paritario también sumamos lo nuestro para apurar la sanción de la ley. En mayo, realizamos un encuentro provincial que tuvo una gran convocatoria no sólo de mujeres de Santa Fe sino de todo el país. Esta actividad, hizo visible las dificultades santafesinas para concretar una ley de paridad debido a la resistencia de un Senado compuesto en su totalidad por varones con la única excepción de una senadora entre 19. Ojo Paritario también colaboró para comprometer el trabajo plural y transversal en unidad de militantes políticas de todos los espacios junto al movimiento de mujeres. En los últimos días, las redes de Ojo Paritario estuvieron muy activas mostrando con legisladoras de todos los bloques, la unidad y la fuerza colectiva de la lucha.
Pero sin lugar a dudas, el factor de mayor peso para la sanción de la ley fue el trabajo llevado a cabo por la Mesa de Mujeres por la Paridad de Santa Fe. Conformada en 2016 con un pequeño grupo de asesoras legislativas de ambas cámaras, la Mesa por la Paridad tomó nuevo impulso a inicios de este año con la incorporación de diputadas (MC) de todos los espacios políticos y con mujeres provenientes de otras organizaciones sociales. Semana a semana, la mesa promovió la sanción de resoluciones en cada concejo municipal de la provincia para apoyar el debate por la paridad; realizó entrevistas con la vicegobernadora y con los senadores de todos los bloques; y organizó reuniones para activar el tratamiento en los 19 departamentos de la provincia. Cuando el Senado, presionado, sacó una muy mala media sanción, la Mesa elaboró rápidamente un análisis de su texto para mostrar la necesidad imperiosa de los cambios que debían hacerse en la Cámara de Diputadxs y con la instalación de la demanda de cambios a la media sanción en la agenda pública, hizo fracasar la estrategia que el Senado se había propuesto inicialmente: una ley de paridad sin paridad.
La ley de paridad que finalmente se aprobó es un paso gigante si ponemos en la balanza la resistencia sostenida de un Senado patriarcal y el texto finalmente votado. Pero somos conscientes de sus enormes falencias: no contempla la paridad para la fórmula de gobernación y vice; plantea una aplicación “progresiva” para los poderes ejecutivos y judicial; e insiste con los remplazos de “género por género” para las vacancias en la legislatura, los concejos municipales y comisiones comunales contrariando el espíritu de la ley de incentivar la incorporación del sexo subrepresentado. Finalmente, el texto aprobado establece paridad en las listas para las elecciones primarias, pero para las elecciones generales establece un mecanismo de “duetos” en donde la paridad se aplica en duplas y no en un sistema de cremallera, de modo tal que está permitido que dos varones o dos mujeres ocupen lugares consecutivos.
Un párrafo aparte merece la posición que adoptaron lxs diputadxs antiderechos de pañuelos celestes que entraron a la legislatura de la mano de Amalia Granata. Se abstuvieron, no votaron la paridad. Quedó bien claro las vidas que dicen defender: la de mujeres subordinadas al deseo, al poder, y al mandato de los varones que deciden y decidirán por ellas en el Estado y en sus casas, mientras ellas solo podrán ser madres y esposas relegadas al ámbito de lo doméstico. La posición adoptada por lxs antiderechos también visibiliza que la lucha por la paridad es la misma lucha que sostenemos desde el movimiento Ni Una Menos por erradicar la violencia sexista y la misma lucha que llevamos adelante por el derecho al aborto. Es la lucha de todas las mujeres y disidencias juntas, unidas, organizadas para erradicar definitivamente de este planeta los bastiones que aún sostienen la democracia patriarcal que heredamos de la revolución francesa, y para construir una verdadera democracia paritaria, con igualdad y justicia social.
Por ello, y volviendo a Hemingway, estamos “muy pobres pero muy felices”. El jueves pasado, con la aprobación de la ley de paridad, Santa Fe era una fiesta. Una fiesta que visibilizó la fuerza imparable de las mujeres juntas, unidas, organizadas en la Mesa de Paridad, que fuimos capaces de arrebatarle la ley a un Senado oscuro, retrógrado y medieval. El debate y la sanción definitiva de la ley se dio con las dos cámaras legislativas sesionando al mismo tiempo. Para ello, en Diputadxs la paridad se aprobó sin discursos y se dejó para el final, las participaciones de los y las diputadas, de modo tal que la ley aprobada en diputadxs con modificaciones, volviera ese mismo día al Senado para su sanción definitiva. Así, mientras en Diputadxs se escuchaban las participaciones de las diputadas apasionadas y felices valorando las luchas feministas y la democracia paritaria, en el Senado se escuchaba a los senadores con gestos adustos y voces monocordes fundamentando su voto con argumentos que parecían sacados de la versión taquigráfica de septiembre de 1947, cuando el Congreso de la Nación aprobó la ley de sufragio femenino.
Como las sesiones eran simultáneas, yo puse la computadora para ver la sesión de diputadxs mientras que con el celular miraba la sesión en Senado. Y ahí me acordé de la película de Woody Allen, “Medianoche en París”, que inmortalizó el libro de Hemingway. En una escena de la película se ve un vagón de un tren donde toda la gente está triste y se aburre, y en el otro tren que va pasando en una vía paralela se ve gente feliz y contenta que se divierte en una gran fiesta. Ahora dudo si era en “Medianoche en París”, o en otra película de Allen, pero no importa. Ya les avisé que tengo mala memoria. Da igual. Lo importante es que el jueves 22 de octubre, Santa Fe era una fiesta.