Esta semana se cumplió un nuevo aniversario de “La noche de las corbatas”: así se conoce al conjunto de secuestros de abogados laboralistas y familiares realizados por integrantes del Ejército Argentino entre la tarde del 6 de julio y la madrugada del 13 de julio de 1977, en la ciudad de Mar del Plata. Decimos “abogados” porque fueron todos varones. Sin embargo, hubo algunas mujeres desaparecidas en aquellas jornadas, injustamente etiquetadas como “mujeres de”. Algunas de ellas eran militantes y fueron a buscarlas como tales y no por ser “familiares de”. Es el caso de María de las Mercedes Argañaraz, “Mecha”, conocida como “la esposa de Tomás José Fresneda”, aunque en realidad era una militante del PRT con peso propio .
En el libro La noche de las corbatas (Editorial Aguilar, 2016), los periodistas Pablo Waisberg y Felipe Celesia rescatan su historia. “Mecha leía poesía, había empezado a estudiar Letras, trabajaba en el teatro Rivera Indarte y —al igual que sus hermanos— era militante del PRT, que se había fundado formalmente en mayo de 1965 como resultado de la unificación del Frente Revolucionario Indoamericano Popular (FRIP), que encabezaban los hermanos Francisco René y Mario Roberto Santucho, y Palabra Obrera, organización liderada por Nahuel Moreno (…) El 16 de mayo de 1973 nació Pablo Ramiro, el primer hijo de Tomás y Mecha. Su llegada iba a poner en cuestión la militancia de su madre: Tomás no quería exponer a su hijo y, además, tenía fuertes cuestionamientos a la decisión del PRT-ERP de sostener la lucha armada tras la asunción del presidente Héctor Cámpora. Las discusiones se profundizaron y Mecha convino con Tomás no volver a militar, pero no pudo sostener su palabra. La pareja no lo resistió”. Después de algunos vaivenes, Mecha y Tomás se reconciliaron y llegó el segundo hijo, el 6 de febrero de 1975, Juan Martín.

“La Noche de las Corbatas tiene dos características que lo distinguen como operativo: fue el único en el que secuestraron a un grupo de abogados de sindicatos por el hecho de serlo y el nombre fue puesto por los represores. Sin embargo, aprovecharon el operativo para sumar otros casos que tenían ‘en carpeta’ como Mecha Argañaraz, que había sido una activa militante del PRT-ERP. Y su actividad había sido registrada por los servicios de inteligencia: hay varios informes sobre su militancia, que muestran su rol en el partido en Mar del Plata”, explica a LATFEM Pablo Waisberg. Y agrega: “Mecha provenía de una familia de militantes políticos de izquierda. Todos sus hermanos lo eran y su actividad política la llevó a tener fuertes discusiones con Tomás respecto de la lucha armada, por ejemplo, al punto tal que Tomás le había pedido que no militara más. Pero finalmente ella volvió a la militancia sin que él lo supiera. Y eso terminó en la ruptura de la pareja. Estuvieron separados un tiempo, incluso de eso dan cuenta los seguimientos de los servicios de inteligencia. Y cuando vuelven, por ejemplo, se habla de que la reconciliación surge su último hijo”.
Abogada laboralista
Como en todo ámbito y en todas las épocas, eran pocas las mujeres que ejercían la profesión de abogada específicamente en la rama laboralista. Pero incluso en esa época las hubo y algunas de ellas desaparecieron. Una es María Cristina Bustos, tucumana. Estudió la carrera de Derecho en la Universidad Nacional de Tucumán y se recibió en 1971. Un poco antes de recibirse, colaboraba en la defensa de los primeros presos políticos presentando habeas corpus. María Cristina, militaba en el peronismo de base. Pero su defensa de lxs trabajadores comienza a partir de 1971, cuando obtiene su título e ingresa a la Secretaría de Trabajo de la provincia de Tucumán. En ese contexto, los primeros que se le acercan a pedir ayuda fueron los periodistas del diario Noticias, que habían sido cesanteados del trabajo con diferentes excusas, aunque todos sabían que en realidad era por la militancia que cada uno sostenía. Es María Cristina quien toma el caso. Aunque no logra ninguna reincorporación, lleva adelante esta lucha. Este fue el bautismo que terminó en que María Cristina fuera una de las más destacadas abogadas defensoras de los trabajadores de los ingenios azucareros. Esto le valió un traslado, o en realidad, un “castigo” a una localidad al sur de la provincia, a tres horas de la capital, que le implicaba más gastos y sobre todo, estar en un lugar en donde no pasaban muchas cosas. Después de unos meses renunció por motivos también personales. Se había convertido en la abogada de su compañero, José Carlos Coronel, preso político desde el año 1971, que logra su libertad a través de la amnistía dictada por Cámpora. Ya en ese momento, María Cristina y José Carlos se unen a Montoneros y por cuestiones de militancia se trasladan a Capital Federal: allí nacen sus dos hijas, María y Lucía.

El 29 de septiembre de 1976, José Carlos es asesinado en el episodio que se conoce como “el combate de la calle Corro”, cuando muere el Secretariado Político Nacional de Montoneros, donde se encontraba también Victoria Walsh, la hija del periodista y escritor. Después de la muerte de su compañero, María Cristina se queda sola, desvinculada de la organización, con un bebé de 10 meses y con una nena de dos años y medio. Así está durante seis meses hasta su secuestro, el 14 de marzo de 1977, junto con la menor, Lucía. Las llevaron a la ESMA. Por una razón que todavía desconocen, a Lucía la dejan en una casa cuna de la provincia de Buenos Aires y es encontrada por su abuela paterna. María Coronel, aquella nena que fue dejada en manos de una tía abuela, hoy tiene 45 años y siguiendo los pasos de su madre, es activista sindical. Actualmente es secretaria adjunta de la CTA de los trabajadores de Tucumán y participa del espacio Mujeres Sindicalistas. En diálogo exclusivo con LATFEM reflexiona: “Mi vieja obviamente fue pionera y revolucionaria en ese ámbito. Más aún si te pones a pensar que 50 años después, es decir hoy, las compañeras que ejercen la profesión en el ámbito del derecho laboral o en el ámbito del derecho sindical siguen siendo una mosca en la leche, siguen siendo el bicho raro dentro de las instituciones”. Y agrega: “Las situaciones de discriminación a las mujeres en estos ámbitos siguen existiendo y sigue siendo complicado el desarrollo sindical y profesional, así que claro que me parece que mi vieja fue revolucionaria en ese sentido de poder animarse y no pensar. Ella hizo una elección de cómo ejercer la profesión, si ejercerla defendiendo a los poderosos o ejercerla defendiendo a los que no tienen nunca a nadie que los defienda. Ella eligió esta segunda opción y es un motivo de orgullo para mí”.
Foto principal: “Memorias de vida y militancia”, proyecto que recupera las identidades individuales y colectivas de las personas desaparecidas y/o asesinadas en el centro clandestino que funcionó en la ESMA. Es una iniciativa conjunta entre el Ente Público Espacio Memoria, el Archivo Nacional de la Memoria y el Centro Cultural de la Memoria Haroldo Conti, con la colaboración del Archivo Biográfico de Abuelas de Plaza de Mayo.