Uruguay: el triunfo del pueblo frenteamplista

Yamandú Orsi se impuso en el balotaje con 49,8% de los votos, 4 puntos por encima del candidato que prometía la continuidad del gobierno actual, Álvaro Delgado. Fortalezas, continuidades y desafíos para el Presidente que asumirá el 1 de marzo de 2025.

Fotos: Prensa Frente Amplio.

Una niña de siete años toma un megáfono en la esquina más céntrica de Montevideo y grita: “¡Hay que festejar, el Frente Amplio volvió a ganar!”. “Es mi primer balotaje. Consciente”, aclara,  repitiendo palabras que escuchó de su mamá más temprano. En la elección presidencial anterior, donde Daniel Martínez y Luis Lacalle Pou fueron a una segunda vuelta ajustadísima, Julia era una bebé. En esta noche de domingo está contenta porque ganó el partido que votó su abuela —detenida, torturada y exiliada durante la dictadura uruguaya—, su abuelo y su madre, a quienes acompañó en el cuarto secreto, de una punta a otra de la ciudad, de La Teja a Buceo. 

Fue un día largo para Julia, pero para todos terminó antes de lo previsto. Las encuestas preveían un resultado ajustado en la segunda vuelta para elegir al próximo presidente en Uruguay entre la fórmula frenteamplista Yamandú Orsi-Carolina Cosse y la oficialista Álvaro Delgado-Valeria Ripoll. Incluso, se hablaba de “empate técnico” y de un resultado tardío que se definiría voto a voto. Sin embargo, a las 20:30 del domingo 24 de noviembre —apenas una hora después de haber cerrado las mesas de votación— la diferencia en el escrutinio era clara: 50-46. Y las calles estallaron de cornetas, bocinazos y banderas tricolores. El Frente Amplio volvió a ser gobierno y miles de personas que llegaban de distintos barrios a gozar el triunfo se agolpaban frente al escenario de festejo frenteamplista.

Un desquite al grito de “¡Se van!”. Un respiro. Eran cuerpos negros, laburantes, obreros. Eran la clase media progresista y blanca, las cuidadoras de señoras mayores que cruzan toda la ciudad para ganar poco más de 500 dólares por mes y los pibes que manejan deliverys; las cajeras de supermercados, las médicas y trabajadoras sociales. Con la amenaza de lluvia, al finalizar el discurso de victoria de Orsi y Cosse, miles volvieron a sus casas en una procesión improvisada por la avenida 18 de Julio, del centro de Montevideo. Caminantes empapados, cuerpos asomados en la caja de un camión al grito de “¡Si este no es el pueblo, el pueblo donde está!”; ómnibus llenos donde se entonaba el himno: “Es el voto que el alma pronuncia y que heroicos sabremos cumplir”. Sabremos cumplir, el lema que Orsi eligió para rematar sus spots y actos de campaña. Y para coronar su triunfo en balotaje.

En esas primeras horas, muchas personas decían que los festejos les hacían acordar a 2004, cuando el Frente Amplio ganó por primera vez el gobierno nacional. Lo mismo le pasó a Patricia González, presidenta de la Comisión de Género y Feminismos del partido. “Creo que no esperábamos ni tanta diferencia, ni que fuera tan temprano. Lo viví con muchísima algarabía: grité desde las ocho de la noche hasta las dos de la mañana”, dice a LATFEM.

Esa mezcla de catarsis y alegría que se respiraba en el aire uruguayo era, para González, “el cierre de un proceso político” que el Frente Amplio encaró desde que perdió las elecciones en 2019 y las bases reclamaron a la dirigencia hacer autocrítica y escuchar más a la militancia que sostiene a diario este partido de izquierdas. “Perdimos el rumbo y volvimos a reencontrarnos —sigue Patricia—. Hicimos análisis, evaluación y autocrítica. Nos dimos la oportunidad de volver a vernos las caras sabiendo que habíamos cometido errores. Volvimos a elegir autoridades en el Frente Amplio, nos comprometimos a un trabajo territorial; se creó la Comisión de Feminismos y juntamos a las feministas para discutir agenda; las compañeras y compañeros del interior hicieron dos o tres vueltas de recorrida por todo el país con El Frente te escucha y escuchamos cosas terribles sobre nosotros que no habíamos escuchado nunca”.

“Aprendimos, disputamos, tuvimos desacuerdos y diferencias pero, al final, todo eso tenía sentido porque la unidad de la izquierda es claramente lo que nos permite tener un gobierno popular de nuevo”, asegura González. “Esa sensación del ‘pueblo frenteamplista’, ¿viste? Que no somos solo los militantes, los dirigentes, sino que es la vecina que puso su bandera, el vecino que salió a la calle y sintió el triunfo como propio. Eso le da sentido al proyecto político en el terreno de lo simbólico y de la materialidad política”, agrega.

Mientras el pueblo frenteamplista llenaba las calles, Álvaro Delgado reconocía el resultado que lo tenía como perdedor y anunciaba que daría el discurso “más difícil” de su vida. Detrás suyo se ubicaron su compañera de fórmula, Valeria Ripoll, y los dirigentes de los cinco partidos de derecha, socios en la coalición multicolor junto al Partido Nacional. Con esta coalición, Lacalle Pou logró los votos necesarios para ganarle a Martínez hace cinco años. Esta vez no alcanzó. Ante la desolación de sus militantes blancos, Delgado fue contundente: “Una cosa es perder las elecciones y otra es ser derrotado. Nosotros no estamos derrotados”.

“Aprendimos, disputamos, tuvimos desacuerdos y diferencias pero, al final, todo eso tenía sentido porque la unidad de la izquierda es claramente lo que nos permite tener un gobierno popular de nuevo”.

En el último tramo de la campaña hacia el balotaje se habló mucho de qué fórmula sería capaz de “garantizar la gobernabilidad”. Desde una visión regional, la insistencia en poner el foco ahí parece rara porque Uruguay no es un país donde la gobernabilidad esté afectada o en riesgo. La democracia uruguaya goza de buena salud. Con la mayoría de las bancas en el Senado, el desafío del Frente Amplio pareciera estar más en la Cámara de Diputados, donde ningún partido tiene mayoría. ¿Se puede trancar mucho la discusión ahí o se pueden dar alianzas para llevar adelante políticas públicas que mejoren la vida de la población? Para González, la discusión no es si el país es o no gobernable, sino “cuán profundos o cuán a la izquierda serán posibles los cambios”. “En la medida en que esos cambios tengan que ser negociados y pactados, ir construyendo acuerdos sobre algunos problemas es importante. Y se hará con ingenio y capacidad política”.

Como ejemplo, Patricia dijo que comparte la preocupación del partido militar Cabildo Abierto —que tiene dos diputados y podrían brindarle apoyo parlamentario al Frente Amplio— sobre el endeudamiento privado. “Puede ser muy polémico. Seguramente tengamos un enfoque distinto sobre cómo se resuelve, considerando las fuertes diferencias que tenemos en torno a la agenda de género, pero sí comparto que es un problema”.

Para sumar a la polémica, un día después de que González dijera esto, el ex jefe del Ejército y líder de Cabildo Abierto, Guido Manini Ríos, justificó los votos jóvenes que captó nuevamente el Frente Amplio declarando en una radio que “hay una fábrica de pensamiento izquierdista, una fábrica de votantes cercanos al Frente Amplio: se llama enseñanza pública. Se va generando toda una cultura afín que termina siendo favorable a la izquierda política. No estoy descubriendo el agujero del mate”. Además, según informó el semanario Búsqueda, Manini visitó al ex presidente José “Pepe” Mujica y le planteó liberar a los militares mayores, juzgados por crímenes de lesa humanidad. El general retirado dijo que quiere “terminar con el proceso de venganza”, en referencia a los escasos juicios que se llevan adelante en el país por los delitos (imprescriptibles) cometidos durante la última dictadura en Uruguay.

¿Cómo vuelve el Frente Amplio?

El cuarto gobierno nacional del Frente Amplio, la fuerza de izquierda —aunque cada vez más se proclama “progresista” porque “hasta la moderación, siempre”—, comenzará su gestión con una economía estancada, que creció 0,4% en 2023 y se espera un 3,5% para este año. Impulsar el crecimiento, mejorar la competitividad y fomentar la inversión son mantras que repiten los economistas “liberales de izquierda”, afines al anunciado ministro de Economía, Gabriel Oddone. La pregunta es cómo lo hará.

El economista y docente, Germán Deagosto, que trabajó en el mismo estudio que Oddone, dice que el futuro ministro deberá llevar una agenda “ambiciosa y audaz” que puede suponer algunos cambios al “ADN batllista” —en referencia al ex presidente José Batlle y Ordoñez que marcó una impronta de Estado de bienestar presente en la cultura política uruguaya hasta hoy—. “Hay que pensar en crecer a largo plazo, apuntalando la capacidad productiva y considerando que la competitividad puede mejorar si no está atada sólo a la subida o bajada del dólar. No solo hay que fomentar la inversión externa, sino lograr una mayor inserción de la mujer en la economía y para eso hay que robustecer el Sistema Nacional de Cuidados para compatibilizar el uso del tiempo productivo y reproductivo. También, apuntar a la recapacitación: el Instituto Nacional de Formación Profesional tiene que actualizarse porque hay un montón de gente que tiene un desfasaje en sus habilidades laborales, que son obsoletas y los trabajos nuevos que se han creado no son dignos”, dice a LATFEM.

Cuando se habla de “más inversión”, Deagosto sostiene que se necesita “más capital físico”. “Hay que potenciar infraestructura y mirar las inversiones que han hecho empresas transnacionales como UPM”, dueña de las pasteras de celulosa, que tuvieron injerencia en los arreglos del Ferrocarril Central, no para estimular el transporte de pasajeros sino de troncos de monocultivos forestados en gran parte del país. “Pero esto no alcanza para dar un salto. Hay que potenciar a la ciencia, por ejemplo, con el desarrollo de patentes”, asegura el economista.

Sin dudas, el mayor desafío económico del país, que condiciona el crecimiento y desarrollo potencial de Uruguay, tiene que ver con la pobreza estructural. Un núcleo duro de 10% que los últimos gobiernos no han podido disminuir, pero al que se suma la pobreza infantil que duplicando esa cifra. “Uno de cada cinco niños son pobres en un país que se vanagloria del Estado de bienestar —critica Deagosto— y tenemos un conjunto de la población que se cayó de los márgenes, que no va a salir de la pobreza estructural si no hay políticas más ambiciosas”.

“Uno de cada cinco niños son pobres en un país que se vanagloria del Estado de bienestar y tenemos un conjunto de la población que se cayó de los márgenes, que no va a salir de la pobreza estructural si no hay políticas más ambiciosas”.

Esto lo preocupa especialmente, tanto como al gobierno que va a asumir el 1 de marzo de 2025, porque hoy la promesa de futuro para muchos adolescentes y jóvenes está en el narcotráfico y el crimen organizado. “A todas estas personas que no les estamos dando oportunidades, las busca el narco, que les da una pertenencia”.

En este panorama, Deagosto dice que Oddone puede aportar “sensatez y capacidad de diálogo para plantear cómo crecer más y cómo distribuir mejor la riqueza”, aunque habrá que ver “cuánto apoyo puede tener” incluso en la interna del Frente Amplio, donde su candidatura fue bastante resistida.

Orsi dijo a la prensa que dará a conocer la lista completa de su gabinete en los próximos 15 días. Por ahora, las figuras aseguradas son Oddone en Economía, Alejandro Sanchéz —su jefe de campaña— como secretario de Presidencia y el ex Fiscal de Corte, Jorge Díaz, como asesor de Presidencia y, tal vez, como ministro de Justicia y Derechos Humanos, una cartera que se crearía en esta nueva gestión. La danza de nombres para el resto de los ministerios está aún en el aire, así como la expectativa de que conforme un gabinete paritario.

“Los feminismos tenemos el desafío, como siempre, del pensamiento estratégico y a largo plazo, de analizar la coyuntura y pensar cuáles son las potencialidades que tenemos nosotras en este momento. Hay que cuidar la ansiedad: no sabemos cuántas senadoras van a quedar en relación al armado del Gabinete, ni cuántas ministras va a haber, ni tampoco cómo se van a ocupar los cargos de género”, sostiene Patricia González.

“Los feminismos tenemos el desafío, como siempre, del pensamiento estratégico y a largo plazo, de analizar la coyuntura y pensar cuáles son las potencialidades que tenemos nosotras en este momento”.

¿Quién ganó?

Yamandú Orsi es hijo del Bebe y la Beba. Ella, costurera; él, un trabajador rural de las viñas canarias que, con una hernia insoportable que lo limitaba, decidió mudarse con su familia del paraje rural Tierra de Campeones a la ciudad de Canelones, donde puso un almacén llamado “Luya” —uniendo el nombre de sus dos hijos, Lucía y Yamandú—. El niño pasó de tenerle miedo a las ambulancias a cortar zapallos, comprar mercadería con papá Pablo y aprender a sacar cuentas.

Orsi fue monaguillo, pero ahora es agnóstico. En 1990, comenzó a militar en el Movimiento de Participación Popular, encabezado por Pepe Mujica, en un comité de base del Frente Amplio. Se recibió de profesor de Historia al año siguiente. Está casado con Laura Alonso, con quien tiene dos hijos mellizos de 14 años.

Llamarlo el “delfín” de José “Pepe” Mujica se volvió un lugar común en la prensa extranjera, por el espaldarazo público que el líder tupamaro le dio desde la precandidatura hasta el último voto. Pero hay que destacar que Orsi también está respaldado por otro cuadro muy importante en el Frente Amplio: el médico Marcos Carámbula, un referente del Partido Comunista, de quien Yamandú fue secretario general en la Intendencia de Canelones entre 2005 a 2015. Luego, Orsi fue electo dos veces intendente canario: de 2015 a 2020 y de 2020 hasta comienzos de este año, cuando renunció para lanzar su precandidatura presidencial, retirándose con el 70% de aprobación de su gestión.

En estos días, Carámbula valoró públicamente ante varios medios de comunicación la capacidad, el compromiso, la condición de canario leal, confiable y de palabra de Yamandú. Dice que le gustan los compromisos, antes que las promesas. En su discurso de ganador el domingo por la noche remarcó que su única promesa es ser “el presidente que convoque al diálogo”. Habrá que ver cuántos interlocutores dispuestos a conversar y negociar tendrá en los próximos cinco años.