—Hay una tendencia a borrar la sexualidad de los adultos mayores. ¿Es uno de los temas que trabajan en las reuniones?
—Si para nosotros es muy difícil pensarnos como sujetos y sujetas sexuales, para el afuera muchísimo más. La Organización Mundial de la Salud ya en el año 22 ha dispuesto que la vejez es una enfermedad, entonces si la OMS determina que los viejos y las viejas somos enfermos olvidate de pensar que tenemos sexo. A muchos hijos, muchos nietos, les resulta imposible ver a sus padres o a sus abuelos como sujetos sexuados, con ejercicio de la sexualidad. No tenemos el sexo o la actividad sexual de cuando teníamos 30, 40 o 50 años. Yo ahora tengo 70 y no es la misma. Pero el impulso sexual sigue, el deseo sigue. Un punto que se habla en Mayores en la Diversidad es el tema de la paja. Hablar de un viejo pajero suena como algo atroz. Es un tema tabú, pero pensemos en quienes han estado solos durante la pandemia: es importante poder decir que lo que tengo es el deseo de tocarme, de mirarme, de fantasear. La invisibilización empieza una vez que las personas mayores salimos del ámbito de la actividad y dejamos de ser, supuestamente, productivos. También es común escuchar o leer en los medios “el abuelito” o “la abuela” y siempre nosotros decimos que somos abuelos de nuestros nietos, pero después no me digas abuelito porque me rompe las pelotas. Llamame viejo o vieja, no tengo ningún problema porque estoy transitando una etapa del curso de vida que es la vejez.
—¿Cómo nace el trabajo de Mayores en la Diversidad?
—Es el resultado de un recorrido que comienza hace 31 años, cuando supe que tengo vih. En aquel momento falleció el que era mi pareja y comenzamos con un grupo de autoayuda para compañeros y familiares de personas viviendo con el virus, Seropositivos Anónimos se llamaba. Me fue surgiendo una especie de militancia que yo no entendía como tal, sino que era defenderme de una situación muy agresiva del exterior, con la muerte tan cercana dando vueltas. Una vez que logré acomodar algunos tantos y comencé a salir de a poco, porque todo el tiempo se sigue saliendo de algún clóset, la militancia se extendió a la diversidad. Con los años aparecieron los años, las canas, la realidad de los mayores y ahí surgió Mayores en la Diversidad. Al comienzo intentamos realizar testeos de vih a personas mayores, lo cual resultó fallido porque había una negación a hacerlo y terminaba acercándose la gente joven. Ahora, fundamentalmente, lo que hacemos es divulgar las problemáticas y la defensa de los derechos humanos de las personas mayores de forma interseccional, no solamente con la comunidad LGBT, sino con toda diversidad que exista. Tenemos es un grupo que se podría llamar de reflexión, de encuentro, donde personas de la diversidad, heteros y etcétera nos reunimos a charlar de las cosas que nos pasan a diario. En paralelo soy vicepresidente del centro de jubilados de ATE (Asociación de Trabajadores del Estado) donde también tenemos una impronta diversa.
—Para una generación no tan lejana lo que estaba bien visto era que puertas adentro cada cual hiciera lo que quisiera con su orientación sexual, pero hacia afuera no se podía decir ni una palabra, aunque todo el mundo lo supiera y quedara a la vista. ¿El clóset, y la salida de él, es un tema recurrente?
—Se hace muy difícil de adulto el tema del clóset porque ya te quedaste en un lugar, te instalastes e instalastes a tu entorno en ese espacio. Hay diferentes maneras de escaparse. Una es el exilio, irte de los lugares que son propios en búsqueda de las grandes ciudades, y la otra es el ostracismo, encerrarse, anularse y negarte a vos mismo. De grande yo lo veo más difícil, veo que hay muchos compañeros y compañeras que me cuentan que pertenecen a diversidades y que sin embargo no lo pueden expresar, fundamentalmente porque hay mucho miedo a ser rechazados. Ante la posibilidad de perder ese mínimo afecto de alrededor, esa mínima contención, a las personas mayores se nos hace muy difícil. Yo creo que el amor -y no el amor como una cuestión idílica, sino como expresión hacia el otro y la otra- es fundamental. El clóset es un tema presente, ya sea a través de la palabra o a través del silencio. Hay un caso de un compañero que no puede hablar de su verdadera sexualidad con su familia, con sus hijos y por lo menos se queda en nuestro espacio y lo respetamos, aunque sea en el silencio. Para mí la salida del clóset es sinónimo de visibilidad y la visibilidad sinónimo de poder. Creo que cuando las personas podemos visibilizar y decir “esto soy yo, esto pienso, esto quiero, esto creo, esto amo…”, nos empoderamos. Y no hablo de poder para usar con terceros, sino poder con empoderamiento, empoderar mi propia vida. Todo este desarrollo que parece muy académico y estructurado en realidad tiene que ver con quererse uno mismo, respetarse, con el afecto y hasta diría que con el perdón, el autoperdón.
—Y en tu caso ¿cómo viviste la salida?
—Creo que la homosexualidad es una condición inherente al ser humano como son algunas otras condiciones físicas o psicológicas, que son inminentes. Mi recorrido empieza siendo hijo de padres separados desde muy chico, a los tres años. Nací en un pueblito de Mendoza que se llama San Martín y fui criado por una abuela y mi mamá. A los siete años viví una situación de abuso por parte de un par de vecinos que tenían mucha influencia en mi familia y hoy lo hablo sin ninguna otra carga pero me costó, recién cuando tenía unos 50 años y nació uno de mis nietos pude empezar a hablar, salir del lugar de la víctima y de socio de la víctima, porque es una cosa también que se da mucho en las personas abusadas de creer que uno hace de socio, que uno la incentivó o que uno la generó, sin poder entender que yo era un chico de siete años y el otro era un adulto. Después, a raíz de una situación conflictiva con otro compañero del secundario del que me enamoro -pero el amor con patas y manos, esas cosas de la juventud del enamoramiento absoluto- se me generó un conflicto y bloqueé todo lo que era mi deseo homosexual, lo escondí. Así se fue configurando mi historia. Siguió casarme y tener hijos y un día explotó, fue algo que no pude ni siquiera medir porque me enamoré. El amor ha sido en mi vida salvador, porque cuando yo defino mi sexualidad y me defino como homosexual, aparece este compañero que estuvo en todo un proceso muy difícil: pasar de de una vida heterosexual a una vida homosexual. Cuando él muere con vih yo entro en una gran depresión y como de costumbre me hice el boludo y no racionalicé, pero lo que me sacó de la tristeza fue enamorarme de vuelta. Siempre encontrar el amor fue una salvación. Trato de ser inspirador en ese sentido cuando doy charlas y hablo con compañeros, porque en realidad el nudo de la cuestión es encontrar las propias fortalezas, perdonarse los errores, y seguir adelante como la vida lo va permitiendo.
—Enamorarse puede demandar una energía y un tiempo que en algunos casos resulta de una intensidad cansadora. ¿Te parece que uno puede enamorarse en todas las etapas de la vida?, ¿es una pasión que se elige o simplemente pasa o no pasa?
—Si miro hacia afuera veo que es posible. Si miro hacia adentro ya le empiezo a encontrar todas las dificultades. Hay gente que se enamora, que se acompaña, conocidos que se casan, pero a mí me resulta difícil. En una pareja hay que poner mucha energía, mucha tolerancia de ambas partes, ganas de proyectar un futuro, y yo en este momento no lo siento pero es algo personal. De todas maneras, como no tengo muy establecidos los temas a futuro, es una posibilidad que estaría ahí y que puede producirse o no.
—¿Cómo te parece que influyeron los procesos políticos que se vivieron en Argentina los últimos 20 años, en lo que en lo que refiere a las diversidades en general y en particular con los adultos mayores?
—Hubo un gran proceso de legalización y aparecieron leyes importantes, pero lo que yo veo es que todavía estamos en un proceso de legitimación. Cuando hablo con centros de jubilados tratando de concientizar esto de que los compañeros y las compañeras de la diversidad están ahí mismo, están sentados ahí por más que quizá no hablan, en general siento que alrededor hay personas amplias que pueden aceptar. Pero todo eso hay que hablarlo porque si no se habla es como que no existe. La sociedad no ha legitimado muchas cosas y hay que seguir trabajando.
—¿Qué situaciones se dan cuando hablan de estos temas entre adultos que no se familiarizaron con las diversidades? ¿Hay aceptación o se ponen a la defensiva?
—En el centro de jubilados tenemos un lema, que es “nacional, popular, feminista y diverso”. Cuando nos presentamos decimos “somos esto”, para que nadie se confunda. El contenido y el vínculo que surge teniendo distintas miradas no solo de la sexualidad, sino de la ideología política, es fundamental. El ejercicio de no agredir, de respetar con la opinión o el silencio, hace crecer a las personas. Creo mucho en la unidad, pero en la unidad en la diversidad, no en la unidad férrea y absoluta porque no creo en los pensamientos absolutos. Todo es tan absolutamente relativo… En mi juventud, 40 años atrás, esta inclusión que existe hoy no existía, pero más allá de la sexualidad el objetivo común tiene que ver con derrocar los estigmas y la discriminación cualquiera sea el motivo. Entender que el otro, por ser diferente, no es peligroso.
Mayores en la Diversidad coordina sus actividades a través de un grupo de Facebook privado.