Lucía
“Tengo una prima que cuando yo tenía como 16 o 17 años, no podía tener bebés, cada embarazo que tenía lo perdía, y estaba muy triste, muy deprimida. Entonces mi primer pensamiento fue: pues si su horno no sirve que use el mío. Luego me enteré de que había logrado quedar embarazada, entonces no le dije, pero siempre me quedó la espinita”, cuenta Lucía, mexicana, sobre la primera vez que pensó en prestar el servicio de gestación por sustitución. “Después me junté con mi pareja, tuve hijos y entre el trabajo y la educación de los niños ya no me pasó por la cabeza. Luego vivíamos en Cancún y me apareció un anuncio en mi Facebook diciendo: Gestación subrogada, tu puedes ser subrogante. Me meto a investigar qué carambas era eso, y me doy cuenta de que era lo que yo quería hacer con mi prima. Luego me doy cuenta de que es remunerado y dije: ah pues sí, tiene sentido porque son muchos riesgos y es mucho trabajo.”
Aunque Lucía ya tenía la idea en su cabeza desde la adolescencia, no fue sino hasta años después que tuvo su experiencia como gestante por sustitución: “Después de unos años nos mudamos a Ciudad de México (CDMX) y allí una amiga me contactó y me dice: ¿no quieres donar óvulos? Y yo dije: sí pues claro, quién no quiere donar cosas que no le sirven para nada. Entonces fuí a una clínica de fertilidad pero resulté siendo no apta para donar. Hablé con el doctor sobre subrogación, luego me contactó con una pareja de 50 años que tenían una niña de 9 años y querían otro bebé, habían congelado embriones, pero dos implantes en ella habían fallado, y solo les quedaban tres embriones. Era su última oportunidad”.
Antes de 1960 la reproducción sexual humana se hacía casi únicamente a través del coito. Pero a partir de la segunda mitad del siglo XX se dio un boom de las técnicas de reproducción asistida. La experimentación con la reproducción no-coital llevaba siglos: en 1765 el científico L. Jacobi presentó sus hallazgos sobre fertilización artificial sobre huevos de pescado, y en 1785 el sacerdote italiano Lazzaro Spallanzani experimentó con la inseminación artificial en mamíferos y logró embarazar a una perra. El primer caso conocido de inseminación artificial en seres humanos se atribuye al cirujano inglés John Hunter en 1799, poco después de que, con la invención del microscopio, se identificara el esperma. Pero no fue hasta los años 40 del siglo XX que se pensó en la inseminación artificial como una práctica médica, y en 1953 se lograron los primeros embarazos con semen congelado. Luego se empezó a experimentar con la fertilización “in vitro”, que consiste en sacar los óvulos de la mujer, hacer la fertilización fuera de su cuerpo, y luego implantar el embrión en un útero. En 1978 la fertilización in vitro tuvo su primer resultado exitoso, con el nacimiento de Louise Joy Brown, entonces conocida como “bebé probeta”.
Desde entonces las técnicas de reproducción asistida se han hecho más y más populares. Dice la académica Eleonora Lamm que “han generado lo que se conoce como revolución reproductiva, debido a que separan, radicalmente, la reproducción humana de la sexualidad”. Esto abrió la posibilidad de garantizar los derechos sexuales y reproductivos tanto de personas infértiles como de parejas del mismo sexo.
En CDMX, Lucía decidió encontrarse con la pareja de la que le había hablado el médico: “El mayor miedo de ellos era que yo me quedaría con el bebé y mi mayor miedo era tener que quedarme con el bebé. Entonces firmamos un contrato. Ellos pusieron sus cláusulas y yo agregué una que era que si ellos se separaban, o morían, o decidían no tener el bebé, alguien debía quedarse con la cría porque yo no quería más niños. En ese momento yo tenía ya dos hijos y había pasado por un aborto. También acordamos que yo no iba a trabajar. En el contrato también venía cuánto dinero me iban a dar, yo siempre he sido el soporte económico en mi familia y en ese momento mi marido estaba pasando por una depresión y no estaba trabajando. Saqué la cuenta de nuestros gastos mensuales y ellos me pagaron un poco más, quedamos en 300.000 pesos mexicanos (13.700 USD). Luego ellos me dijeron que me iban a dar 50.000 MXN (2.300 USD) si había un bebé extra”.
La gestación por sustitución en México
Según la abogada mexicana Alehlí Ordóñez, directora y fundadora de Ledeser A.C., organización especializada en el litigio estratégico de derechos civiles, sexuales y reproductivos de las mujeres y poblaciones LGBTI, lo que hoy se conoce como gestación subrogada o por sustitución “es un acuerdo en virtud del cual una persona, llamada gestante, va a llevar a término un embarazo en favor de un tercero o terceros a quienes se les denomina intencionales”. Cuando se usa el óvulo de la gestante, explica la abogada, se llama gestación subrogada y cuando la gestante no tiene identificación genética con el embrión se llama gestación por sustitución, aunque muchas veces estos términos dependen de la legislación.
En México la gestación está legislada en dos estados: Tabasco y Sinaloa. En Tabasco, desde 1997, con la publicación de un nuevo Código Civil, en dos artículos, el 395 y 392, donde se aclara que la filiación del bebé no es con la gestante sino con los intencionales (quienes encargan el servicio). También dice que se protegerá la identidad de la gestante, es decir, que su nombre no aparecerá en el acta de nacimiento. Este nuevo Código abre un mercado, la posibilidad de que haya clínicas de reproducción asistida, capitales extranjeros, agencias de gestación subrogada, despachos especializados. Todo un ecosistema de servicios se forma alrededor de la reproducción asistida. Sin embargo, explica Ordóñez, “el Código de Tabasco nunca estableció procedimientos sobre quién puede acceder a este derecho o sobre quién puede ser gestante y quién no, y lo que empieza a ocurrir es una ley de oferta y demanda pura y llana”.
Sin procedimientos establecidos, las prácticas se fueron configurando a través de ensayo y error. Hoy lo que se hace es firmar un contrato entre partes, que se lleva ante un notario que da fé de la fecha, de quiénes firman y de que la gestante no estaba embarazada al momento de firmar. “Esto es muy importante porque previene que haya tráfico de niños o niñas o compraventa de bebés, no se trata de una mujer que ya está embarazada y va a dar al futuro bebé a cambio de dinero”, explica Ordóñez.
“Cuando nace el bebé, los intencionales van al registro civil y se firma un documento que se conoce como Fé de Alumbramiento, este es un documento federal y debe llevar el nombre de la persona que llevó a término el embarazo. Luego esto se lleva con el contrato para sacar el Acta de Nacimiento, que es donde aparece la filiación a los o las intencionales. Entre la firma del contrato con el notario y el Acta de Nacimiento ocurren las mayores violaciones a derechos humanos”, explica la abogada. Por ejemplo, la gestante puede pedir más de lo acordado y negarse a entregar el bebé o los intencionales pueden exigir cosas que no corresponden, incumplir su parte del contrato, decidir no pagar, o poner imposiciones absurdas a la gestante, como prohibirle salir del país u obligarla a seguir ciertas rutinas o dietas.
Ana
“Yo ya había tenido el embarazo de mi hija y quería vivir esa experiencia, algo diferente. Mi primera vez fue a través de una agencia de Cancún, en ese momento yo tenía 23 años, ahora tengo 30”, cuenta Ana, también mexicana, sobre su primera vez como gestante por sustitución, con una de las agencias para la reproducción asistida que desde hace unos años aumentan en Cancún. “En ese momento me pagaron 160.000 MXN (7.300 USD). Siento que no fue suficiente, eran 10.000 MXN cada mes y luego 70.000 MXN después del parto. Nunca me dieron para mis viáticos así que al final no me pagaron lo que habíamos acordado porque yo gasté demasiado en mis cosas personales y eso le tocaba a la agencia”, se lamenta. Hoy Ana planea repetir el servicio de gestación por sustitución, pero mejorando muchas cosas que no le gustaron de su experiencia anterior.
Tabasco está al lado de Cancún, la meca del turismo internacional en México, atrae intencionales y allí están las agencias que venden servicios para ser ejecutados en Tabasco. Esto puede ser un caldo de cultivo perfecto para la explotación, porque el Estado ha hecho la vista gorda con los detalles. Para la abogada Ordoñez, “el problema no es la gestación subrogada o por sustitución sino las condiciones en que se se desarrolla”.
“Conocí a los papás recién a los seis meses de embarazo, me habría gustado que ellos estuvieran presentes desde el inicio, de pronto no físicamente, pero sí una llamada o una visita. También me hubiera gustado que hubiera un trato más humanitario hacia las gestantes, por ejemplo a una conocida no la eligieron porque era colombiana, eso no tiene sentido”, cuenta Ana sobre esa primera experiencia. “También tuve el problema de que eran dos embriones y perdí uno, entonces me tocó ir a un hospital del gobierno porque la agencia no se hizo responsable. Primero me mandaron a un lugar en Villahermosa, Tabasco, y la verdad es que no estaba acondicionado para una mujer embarazada. Cuando los papás se enteraron cómo me trataba la agencia contrataron a un abogado, me dijeron que pagaron para que me trataran bien, me alojaron en un hotel cómodo y el parto por cesárea fue doloroso, pero me agradó que ahí estuvieran ellos en el hospital conmigo. Era una pareja de dos hombres que vivían en San Francisco”.
La importancia de la legislación
Aunque en Tabasco la gestación subrogada es legal desde 1997, no fue un debate sino hasta después de que se aprobara el matrimonio LGBTI, porque muchas parejas de esa comunidad, cansadas de la discusión sobre si podían adoptar o no, se fueron hasta allá y optaron por la gestación por sustitución. Entonces entraron a la discusión la Iglesia, el Partido de Acción Nacional (PAN), que ha liderado en México la oposición a la legalización del aborto y el matrimonio igualitario, y en Televisa comenzaron a salir reportajes en los que la gestantes eran retratadas como si todas, sin excepción, fueran víctimas de trata de personas, con música sensacionalista de fondo y argumentos moralistas en contra de la gestación por sustitución.
En ese contexto político, el tema se empezó a posicionar solo desde la explotación con fines reproductivos. “Para el 2015, luego de que se aprobara el matrimonio igualitario en México, yo llevaba casos para defender los derechos reproductivos de personas LGBTI y me empezaron a buscar familias de parejas del mismo sexo que habían llevado el proceso de gestación en Tabasco y necesitaban sacar sus documentos de identidad. Entonces tuve acceso a muchos contratos de agencias de reproducción, testimonios de clínicas, de gestantes, y les empecé a preguntar a las gestantes si lo volverían a hacer y qué cambiarían”, cuenta Ordóñez.
“Pedían, por ejemplo, reducción embrionaria, es decir, que ellas pudieran decidir si el embarazo podía ser gemelar o con tres embriones o no. También pedían una indemnización por reposo absoluto en caso de tener un embarazo de alto riesgo. A partir de todo esto yo empecé a trabajar en el diseño de un proceso que estuviera libre de violencia y que se saliera del entorno de las agencias, que cobran 10.000 euros solo por hacer la conexión entre clínicas, intencionales y gestantes. Me di a la tarea de hacer una investigación, que ha durado cuatro años, sobre cómo se llevan los procesos en diferentes países. Quería saber por qué había procesos exitosos y otros que acababan en trata y explotación”, dice la abogada.
Ordóñez explica que es importante hacer la diferencia entre los países en donde la gestación subrogada o por sustitución se hace a través de procesos administrativos (Rusia, Georgia, Ucrania, India, Tailandia) y donde se hace a través de procesos jurisdiccionales (EEUU, Canadá, Países Bajos, Reino Unido). “En los procesos jurisdiccionales el contrato no se presenta frente a un notario sino frente a un juez o jueza que va a revisar si el contrato respeta los derechos humanos y tiene perspectiva de género. El juez tiene que verificar el equilibrio entre las partes; que la gestante no haya sido forzada a firmar y que esté plenamente informada sobre lo que está firmando. Si el juez o jueza considera que el contrato requiere cualquier tipo de elemento de seguridad o protección para las partes, lo puede solicitar. Algo que el notario no puede hacer”, explica.
El punto de vista de las gestantes
La gestación por sustitución o subrogación no es un trabajo para cualquier mujer, se necesita tener ciertas condiciones físicas. Es ideal haber tenido al menos un embarazo previo que no haya sido riesgoso o traumático y tener una buena salud en general. La doctora María Angélica Paredes, ginecóloga especializada en biología de la reproducción, y quien trabaja en una clínica de fertilidad en CDMX, explica: “Lo más importante desde el punto clínico es asegurarnos, antes de iniciar cualquier tipo de procedimiento, que no haya tenido infecciones y hacer una consulta nutricional. Preferimos que las gestantes sean de entre 25 y 35 años, porque es el mejor momento en términos sociales y psicológicos”.
Lucía también cree que es importante contar con cierta estructura emocional: “No cualquier persona tiene la capacidad de separar o distinguir que un bebé no es suyo”, dice. “Para mí, desde el comienzo fue muy claro que yo estaba cuidando el hijo de alguien más, como si yo fuera una maestra. Les hablaba a los fetos cuando íbamos a ver a los papás. Yo solo sentía que se movían cuando escuchaban la voz de sus papás”.
Ni Ana ni Lucía formaron un vínculo maternal con su embarazo. Cuenta Ana: “Para mí fue fácil decirle adiós a la bebé, yo no la cargué ni nada, me sentía orgullosa, pero cuando llegué a la casa así fue como un vacío, y ese vacío decidí compensarlo con una mascota, una chihuahuita”. Tampoco se formaron esos vínculos afectivos en sus familias. “Mi marido y yo nos sentamos con nuestros hijos cuando ya escuchamos los corazones y estábamos seguros del embarazo. Les explicamos que había una familia que no podía tener más bebés pero que querían otro miembro en su familia y que yo los iba a ayudar”, cuenta Lucía.
Ordóñez explica que no es correcto decir ‘renta de útero’ o ‘vientre de alquiler’, porque la gestante no está vendiendo su cuerpo ni lo está rentando, su cuerpo está todo el tiempo con ella. “Lo que está pasando acá es que yo, con mi uso y disposición de mi propio cuerpo, lo estoy usando en función de otro, estoy utilizando mi función orgánica en virtud de otros intereses. La función orgánica no es una cosa privada ni sagrada, cuando uno se sienta ocho horas frente a una computadora, también está usando su función orgánica para trabajar. El problema es que hay una hiper romantización de la maternidad.”
La gestación por sustitución ha generado grandes debates en la opinión pública, pero uno de los principales problemas de esta discusión es que no suele incluir las voces de las gestantes, a quienes no se les suele preguntar por sus motivaciones o necesidades: “Si volviera a hacer esto pediría que si me hacen cesárea, fuera única y exclusivamente por emergencia, también pediría compensación por 18 meses por si me da depresión posparto, apoyo psiquiátrico y psicológico”, dice Lucía. “Una semana después de que yo tuve la cesárea fue el sismo de septiembre de 2017, yo estaba comprando un coche, no me pude tomar la pastilla del dolor, estuve en shock y entré en depresión posparto, no pude trabajar y el psiquiatra me mandó una pastilla que surtió efecto tres meses después”.
Escuchar estas voces también permite que otras mujeres que estén pensando en hacer lo mismo puedan tener un panorama claro de las condiciones y los riesgos. Ana está de acuerdo: “Yo a otra gestante le recomendaría que lo haga con todo el corazón y el amor, que esté informada porque he visto muchos casos en que les ofrecen muy poco y en realidad es un riesgo tanto físico como mental.”
¿Cómo garantizar los derechos de las gestantes?
En condiciones ideales la gestante por sustitución hará este trabajo tanto por gusto, como porque hace sentido en su proyecto de vida. Para Lucía, hacerlo trajo una gran satisfacción: “Lo volvería a hacer sin problema porque la satisfacción que tuve de ayudar a estas personas es lo más grande que me ha pasado en la vida, la mamá que siempre había estado muy fría conmigo, cuando vio la cara de sus bebés lloró y me abrazó y me dió las gracias”. Ana, con la compensación de su próxima gestación, planea dar más estabilidad económica a su familia: “La gestación ayuda mucho porque es una cantidad de dinero que sí tardaría unos añitos en conseguir, entonces dije: hago la subrogación y con eso hago mi negocio y compro mi casa, lo que yo tengo soñado.”
Ana está en proceso de prestar el servicio de gestación por sustitución a un español de 41 años, que está radicado en CDMX. “Carlos me eligió a mi”, cuenta. “Primero hablamos por Facebook. Él decidió comer una vez al mes conmigo. Eso me agrada porque los bebés empiezan a escucharte, porque ellos sienten y escuchan aunque estén dentro del estómago (sic). No es que esté conmigo todo el tiempo pero sí me acompaña al hospital. Ahora me están pagando una cantidad más grande y él le está pagando a la abogada. Yo quisiera que todas las gestantes sustitutas tuvieran mis derechos”.
Hoy, desde su organización Ledeser A.C., Ordóñez lleva varios casos de gestación por sustitución. “Lo que nosotras buscamos es devolverle al Estado la responsabilidad. Esto ya está pasando, la reproducción asistida en el mundo está en crecimiento y la infertilidad también, es evidente que la gestación subrogada o por sustitución no va a terminar. Entonces ¿cómo le devolvemos al Estado su papel?”, plantea. “Hicimos un contrato con la ayuda de abogadas que trabajan con derechos humanos, que debe presentarse con documentos que demuestren al juez que es un proceso seguro: seguro de vida, seguro de gastos médicos mayores, impresión diagnóstica nutricional, impresión diagnóstica psicológica (para saber no sólo cómo estas, también si ese consentimiento fue dado de forma libre, y que ella cuenta con herramientas en lo personal y emocionales suficientes para lidiar con el proceso), tutores para el caso de fallecimiento, una indemnización por reposo absoluto, una compensación por ropa de maternidad y gastos de traslado, y todo esto además de la contraprestación”.
Para muchas personas es problemático que las gestantes cobren por este servicio, porque lo ven como una “mercantilización” de la maternidad. Sin embargo, incluso cuando no se cobra, un contrato es clave para no vulnerar derechos humanos. “Este andamiaje de compensaciones hace posible que el servicio sea realmente gratuito, porque si no, la gestante termina cubriendo todos esos gastos, y entonces no es gratis, ella está poniendo bastante de su bolsillo”, explica Ordoñez. Hoy Lucía vive en Canadá, en donde la gestación por sustitución está regulada, pero las gestantes deben hacerlo de forma “gratuita”. Ella no lo haría gratis. “Me parece que eso sería un abuso de mi persona y de mi buena voluntad. Este es un trabajo, es un servicio que yo le estoy prestando a alguien y es justamente por eso que sin remuneración yo me sentiría explotada, me sentiría como basura”, dice. Por otro lado, la gratuidad, especialmente cuando es voluntaria, expone a las gestantes a condiciones de explotación. “Si obligases a una mujer a gestar de forma gratuita, entonces estás institucionalizando el mandato de género: yo tengo la obligación de parirle a mi marido, busco a alguien que me ayude, también gratis, y gratis por obligación”, explica la abogada Ordoñez.
Alrededor del tema de la gestación por sustitución hay un debate económico: ¿Quiénes son las mujeres que prestan el servicio? ¿En favor de quién? ¿Quienes son las personas que pueden pagarlo? Es un servicio al que suelen tener acceso las personas con gran poder adquisitivo y muchas veces se presta para la explotación de las mujeres o incluso la trata de personas.
El debate no se ha quedado en los medios, es uno de los más profundos cismas en las posturas del feminismo contemporáneo en donde, frente a la gestación por sustitución, algunas feministas son abolicionistas, y otras regulacionistas. El debate es similar al que gira en torno al trabajo sexual: ¿se está “comodificando” el cuerpo de las mujeres? Pero no se pueden contestar estas preguntas sin conocer las realidades de las mujeres que, voluntaria y libremente, eligen prestar el servicio de gestación por sustitución. “En CDMX la experiencia no es de mujeres marginalizadas sino de madres solteras que trabajan para oficina, no son mujeres sin secundaria terminadas. Eso también te invita a hacer una mirada al contexto: ¿cómo es la gestación en Tabasco? ¿cómo es en CDMX?”, se pregunta Ordóñez. Y concluye: “Yo creo que si existe una oportunidad de trabajo, habrá quién diga: yo lo hago. Si este trabajo no está regulado lo suficientemente claro, como para ser seguro, haces que las mujeres más marginalizadas opten por esos trabajos, pero no creo que la gestación per se sea lo que marginaliza a las mujeres”.