La pregunta de si existe una narrativa femenina o masculina fue analizada muchas veces sin llegar a una conclusión compartida. “Me resisto a pensar que hay una sintaxis y una puntuación propia de las mujeres, ni un recorte específico del lenguaje. ¿Usamos más puntos suspensivos?, ¿más signos de preguntas?, ¿menos palabras con hache intermedia?”, resumió la escritora Liliana Bodoc en una entrevista. Pero no será el eje de esta nota volver sobre una discusión varias veces abordada. Haremos pie en estas interrogantes para pensar si es posible un periodismo sin géneros, un periodismo que invite a lo no binario: un periodismo queer.
“En el futuro vamos a tener que crear escuelas para los mariquitas, ya son pichoncitos de homosexuales, ya están aprendiendo cómo es esto de practicar la homosexualidad argentina. Las escuelas van a crear un nuevo espacio para no hacerlos jugar a la pelota, para no hacerlos correr”, dijo el conductor sanjuanino Antonio Canales en su programa “Las 40”, y entre otras adjetivaciones dedicadas a quienes no tuvieran ganas de hacer deporte mencionó “delicaditos” y “putines”. Algunxs oyentes lo repudiaron. Y a partir de una denuncia la Defensoría del Público analizó que los dichos del periodista resultaban discriminatorios y que vulneraron derechos de los niñxs y adolescentes, ya que las expresiones discriminatorias hacían hincapié en la elección sexual de menores.
La ley 26.522 creó la Defensoría del Público como un espacio para que las audiencias de todo el país pudieran presentar sus consultas, reclamos y denuncias. Esta Ley tiene una clave: considera que los medios de comunicación son de interés público, que la información es un derecho, no un negocio, y que lxs periodistas y comunicadorxs tienen responsabilidad social.
Después de enterarse que lo habían denunciado, Canales escribió una columna en diario Tiempo de San Juan titulada “La libertad de expresión primero”: “¿Si la homosexualidad no es una enfermedad, por qué va a ser una enfermedad disentir con la homosexualidad? Me he sentido discriminado por los medios de comunicación y por parte de la sociedad por verter mi opinión sobre la homosexualidad”, dijo Canales y concluyó en que “así como los homosexuales tienen derecho de sentirse atraídos por su propio género, yo como periodista también tengo derecho a no estar de acuerdo y a dar mi opinión en mi medio de comunicación porque el derecho esencial de todos los seres humanos desde que nacemos es tener acceso a la libertad”.
La opinión de este conductor reúne un lugar común frecuente sobre lo que significa la libertad de expresión en el periodismo, una construcción que se usa muchas veces para denigrar a las identidades no hegemónicas. En Argentina las opiniones personales no están prohibidas bajo ningún aspecto, ya que no existe una ley que restrinja las libertades de expresión. Pero referirse a un sector de la población de forma despectiva es otro tema. Expresión y exclusión no son sinónimos. En un ejercicio responsable del periodismo un desafío es tener una base de conocimiento de lo que se va a hablar. Caso contrario, existe la posibilidad de consultar con fuentes expertas o hacer las citas correspondientes.
Para pensar un abordaje sensible a la posibilidad de más géneros que el femenino y masculino habrá que desarmarse de los estigmas que siglos de heteronorma obligatoria marcaron en el periodismo.
La opción “género personalizado” que lanzó Facebook en 2014 habilitó 54 alternativas distintas. Puto, trava, torta, trans, intersex: Argentina fue el primer país en América Latina en incorporar esa función que amplía la libertad de elección fuera de las casillas masculino y femenino. Fue a partir de esa noticia que el periodista Jorge Lanata hizo un repaso de opiniones irónicas en su programa de Radio Mitre. Hasta que llegó a la opción trans. “Vos sos un trava, te dan documento de mina, pero no sos una mina”, dijo y ejemplificó: “Flor de la V dice soy mujer, soy madre, en todo caso `sos padre´”. Después Lanata hizo la siguiente lectura de la Ley de Identidad de Género: “Si yo digo que soy Napoleón y que soy emperador de Francia me tratás como tal”. Varias personas que escucharon el audio lo denunciaron ante la Defensoría del Público. Desde el INADI (Instituto Nacional contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo) también repudiaron los dichos.
“Más allá de la afectación concreta a la artista Flor de la V por la falta de reconocimiento de su identidad de género, expresiones y análisis vacuos, como los que se realizaron en ese programa de radio, fomentan la ignorancia sobre la grave realidad que el colectivo de personas trans o intersex enfrenta cada día en el empleo, la familia, la educación, invisibilizando la lucha por el reconocimiento de su identidad que estas personas han llevado adelante durante décadas, denostando el que es hasta hoy su máximo triunfo, la Ley de Identidad de Género”, dijo entonces Pedro Mouratian, quien se desempeñaba como interventor del INADI.
Se entiende por identidad de género a la vivencia interna e individual del género tal como cada persona la siente, la cual puede corresponder o no con el sexo asignado al momento del nacimiento, incluyendo la vivencia personal del cuerpo. Según la ley 26.743 esto puede involucrar la modificación de la apariencia o la función corporal a través de medios farmacológicos, quirúrgicos o de otra índole, siempre que ello sea libremente escogido. También incluye otras expresiones de género, como la vestimenta, el modo de hablar y los modales. Pero la ley también menciona que se debe respetar a quienes no hayan hecho el cambio registral.
A partir de las denuncias que recibió la Defensoría del Público por los dichos de Lanata Radio Mitre asignó espacios para la difusión de la ley de Identidad de Género e invitó al equipo de la emisora a hacer capacitaciones. La Defensoría propuso “la elaboración colectiva de una serie de posibles spots que aborden la temática de la Identidad de Género con el objeto de que sea emitidos en los espacios asignados por la radio”.
¿Cómo se pueden hacer coberturas sensibles a las múltiples identidades? ¿Cómo respetar sin poner etiquetas sobre el devenir autoperceptivo? Es simple, tanto que a veces se olvida:
- Quitar el tono de denuncia sobre qué es o cuál debe la identidad de nuestrx entrevistadx.
- Saber escuchar y respetar sin poner adjetivaciones.
- Evitar el detalle morboso sobre los cuerpos (¿qué importa lo que el/la otrx tiene entre sus piernas?)
- Dar la pelea en las redacciones con información: nada mejor que un dato preciso para que lxs editorxs accedan a un abordaje no binarie.
- Priorizar la voz de nuestrxs entrevistadxs frente a los discursos (médicos, educativos, judiciales).
- Buscar focos que trasciendan el lugar común de la marginalidad de las identidades.
- Informarse antes: las personas LGBT no tienen la obligación de ser didácticxs con quien les hace una nota.
- Evitar polarizaciones: salir de lo binario no solo en los géneros, sino en todo lo que vayamos a investigar.
- Tener idea desde dónde se produce y qué se busca: la comunidad LGBT no es el circo de color para que un medio se luzca con el cartel de diverso

Fue publicado en julio de 2021. La colección fue dirigida por Marisa Herrera, Silvia Fernández y Natalia De la Torre. Este tomo lo coordinaron Carolina Videtta, Laura Pautassi, Silvina Zimerman, Lourdes Bascary, Micaela Gentile, Diana Maffía, Débora Tajer, Ana Franchi y María Florencia Alcaraz. Se puede conseguir aquí.