Laurent Tropikália: sirena, mostra y activista salvaje

Artivista LGTBIQ+, mostra, madre del ballroom y sirena. Este perfil de Emmanuel Franco despliega el talento de Laurent Tropikália, que baila y agita en una Argentina en la que el gobierno intenta instalar que las identidades travesti trans no existen.

Fotos: Sol Avena

Existe una persona que nació a 12 cuadras del mar y que afirma ser una sirena de Mar de Ajo. Existe una persona que hace siete años vive en un pequeño departamento del barrio de Monserrat, en el que se deja ver una escalera rosa repleta de juguetes, pinturas de su madre, montañas diminutas de tela, banderas, banderines, tuppers, paquetes de galletitas y una ventana que se abre al cemento hostil. Existe una persona que tiene un nombre muerto y otro que considera el elegido: Laurent Tropikália. Travesti trans no binaria, madre de la House of Tropikália, ámbito de la cultura ballroom, que abarca voguing (old way, new way y vogue fem) y runway, es ícono underground de la escena y su intersección con el activismo por los derechos de la comunidad LGBTIQ+. 

Charla con las manos y las mueve como pájaros que quisieran desprenderse del cuerpo. En su cara se nota el peso de muchas noches dedicadas al oficio del baile, pero a la hora de hablar su voz infunde la paciencia de alguien que disfruta estar rodeada de otres. Se esparce en un sillón como si fuera una escultura de crema líquida mientras sus ojos se abren como dos abismos que brillan. Hace los chistes necesarios, se pone sería, se emociona y mira con sospecha a un punto fijo en la pared. Las risas de Laurent Tropikália son breves y su tono de travesti humorística lo ofrece solo cuando amerita. 

Laurent nació un 15 de diciembre de 1988 en Mar de Ajó, en la provincia de Buenos Aires. Es hija de una madre y un padre que siempre apoyaron su vocación por el baile y tiene dos hermanes interesades en la danza, uno más grande y otra más chica. Entre los primeros recuerdos de su infancia aparece Mariano, el hermano mayor, imitando a Michael Jackson en la escuela y el relato de cómo este bailaba en el kiosko familiar. Escenas que ayudaron a instalar ese interés por cualquier lenguaje que involucrase al cuerpo. “Mi mamá nos llevaba todos los veranos a la peatonal y nos quedabamos bailando con el grupo de folclore, ellos tocaban ahí en vivo hasta que se cortara la calle. A veces ayudábamos y le pasábamos la gorra. Y todo por la nada misma, por estar ahí”, le cuenta a LatFem.

Desde los ocho años toma clases de baile, las primeras fueron de tango y folclore. Luego entró en un grupo de danzas integradas donde había jazz, árabe, entre otras. Desde los 11 hasta los 21 años fue parte del Ballet de la Costa, el lugar donde inició una formación profesional y conoció a sus primeros compañeros trolos y a un profesor trolo. Personas que fueron adhiriendo a la especificidad del baile ese gustito marica que prende cuando se encuentra a otres con quien compartir algo en común. Hubo competencias, viajes y la construcción de un sentido de responsabilidad y compromiso que mantiene hasta el día de hoy.

En ese caldo de cultivo encontró a una persona muy importante en su vida, a su madre drag: La Rula, ex compañera del Ballet que se convirtió en una amiga y aliada incondicional. Al hablar de ella, a la madre de House of Tropikália le brotan lágrimas de los ojos: “La Rula fue la primera que me pegó una peluca y me hizo ponerme un vestidito. Nos conocimos en el Ballet y con el pasar de los años me dijo ¿Te animas a hacer temporada de humor y transformismo? Así arrancó todo. Todavía seguimos en contacto y tratamos de vernos una vez por semana. Si pasa el tiempo no importa, siempre que nos encontramos es como si fuese ayer. Ella me acompañó en todo mi proceso y fuimos creciendo juntas”. 

La Rula nació en San Clemente del Tuyú y actualmente vive en la ciudad de La Plata. Es profesora de Danza, caracterización y posticeria Teatral. Como artista Drag intregra el dúo humorístico Las ABBAS SHOW. En conversación con LatFem, da testimonio de su vínculo con Laurent y las cualidades que esta tiene como artista: “Ella es una artivista muy comprometida con las causas justas, a lo largo de la vida me ha demostrado dinamismo, cambio y valentía. Una persona que le hace caso a lo que siente y a lo que es, que escucha su parte interior y la exterioriza. Alguien que rompe con lo establecido y que tiene mucho sentido de humanidad y de amor. Su formación es muy completa, al haber tenido una base de folklore y de tango, que te conecta con la música popular argentina y latinoamericana y bailes de conjunto que te exigen un registro del otro, ella posee un gran sentido de la grupalidad”. 

Desde su llegada en el 2018 a Buenos Aires, Laurent Tropikália ha demostrado que es una alquimista del movimiento: cuando entra en escena se la puede ver bañada en adrenalina, su cuerpo se transforma en una aleación entre diablo y cisne, una criatura cargada de una energía insolente que revienta en el escenario y se expande contra les espectadores que, además de la música, la necesitan a ella. Sus performances son acompañadas de unos vestuarios que hablan de un fervoroso coleccionismo trash, cada outfit se hace con lo mínimo e indispensable, materiales encontrados en la calle, o cosas que toma de su propia casa. La vulgaridad es su declaración de principios contra el corset del buen gusto y la elegancia. Un posible lema: hacer con poco y reapropiarse de todo, transformar a la mugre en una seda que atrape.

Pero no siempre fue fácil: para llegar a ser lo que es, la sirena tuvo que atravesar aguas borrascosas. En primer lugar: el bullying en la escuela y en el ballet por su peso, donde pareciera que la gordura era algo inadmisible. En segundo lugar: la obligación de actuar como varón en los distintos grupos de baile a lo largo del tiempo. A pesar de las miradas punzantes, el ballroom aparece como una potencia de acción política y desafiante.  

“Al llegar a Buenos Aires bailé en una casa de tango donde antes de entrar me tenía que sacar el color de las uñas y taparme el pelo, cumplir con una masculinidad para bailar tango en una escena heterocis”, cuenta. “Estaba trabajando en la casa número uno de Buenos Aires para Mora Godoy, cuando me di cuenta que no era yo. Recién cuando conocí el ballroom empecé a construir lo mío y supe que quería dedicar mi vida a trabajar por la comunidad, a generar cosas que te hacen bien porque sabés que a otra persona le está haciendo bien.”  

En el ballroom hay batallas de danza, performances y declaraciones viscerales con el cuerpo que remiten a una cultura queer de finales del siglo XIX en New York: las personas que integraban la comunidad LGBTQ+ se inventaron su propio baile de máscaras como  respuesta ante las leyes que prohibieron a las personas vestirse con ropa extravagante o que no se correspondiera con el género asignado al nacer. Los asistentes podían competir en diversas categorías como el baile vogue, el lipsync, el modelaje, entre miles de otras. Además, eran oportunidades para inventar vestuarios que invoquen a exageradas fantasías de diversos orígenes. 

Con expansivo auge en Argentina durante el 2018, el ballroom es entendido como un hecho político que tiene que intervenir en la sociedad. El Centro Cultural Haroldo Conti (ex Esma) supo ser uno de los espacios institucionales que más apoyo a esta cultura y donde se llevó a cabo el ballroom “PositHIVo”, una fecha especial para unir los talentos del baile y visibilizar la lucha por los derechos de las personas con VIH. Además, el ballroom, a partir de la creación de “casas”, ofrece la posibilidad de ser parte de una familia elegida, donde la unión surge a partir de la pasión por el baile, el drag y la urgencia de encontrar afectos que excedan a los lazos de sangre.

La búsqueda de Laurent no se reduce a la estética de la danza o la performance, en cada uno de sus trabajos aparece la dimensión política y la necesidad de visibilizar la lucha de la comunidad disidente, ya sea en una fiesta, una marcha, en sus ciclos del Bingo Drag o en la fecha de algún ball. Cada cosa que hace tiene que tener un efecto más allá del entretenimiento y provocar en quien la observa un cortocircuito, algo que que pueda liberarnos de nuestra zona de confort. Aun así, maestra del humor, sabe cómo atrapar a sus presas desde la ironía, el absurdo y la ausencia de solemnidad. 

A la hora de pensar en las referencias y artistas que la inspiran para hacer lo que hace, Laurent menciona a sus pares: Le Brujx, Fifi, Vedette y a sus hijes de la House que representa, toda una comunidad de mostras que hace años vienen alterando la estabilidad de las noches porteña. Otras fuentes de pasión son el Parakultural, Batato Barea, Alejandro Urdapilleta, Humberto Tortonese, Pedro Lemebel, Susy Shock, Naty Menstrual, el documental Paris is Burning, Lady Gaga, Arca, entre muchas otras.    

“Una mostra rompe todo esquema impuesto, te permite ridiculizar, bizarrear, sorprender o prender fuego todo con la expresión. Es una identidad muy política, no es vender una mujer elegante de concurso de belleza sino servir algo más performativo, un concepto o una idea impuesto en una personalidad o en un truque. También rompe con el hecho de la imitación, la mostra no imita: recrea un tipo de realidad”, define Laurent.

Frente a un gobierno que busca instalar la idea de que la homosexualidad es sinónimo de pedofilia o que las identidades Travesti Trans no existen y son un invento del progresismo, a Laurent le gusta analizar mecanismos de resistencia. Lejos de una actitud pesimista, la artista entiende a la militancia y la busqueda de conocimiento como elementos que puede dar vuelta el tablero contra la derecha: “Yo creo que después de la marcha 1F (Marcha Federal del Orgullo Antifascista y Antirracista) estoy sumamente orgullosa de la comunidad que somos y de lo que podemos lograr. Me dan mucha rabia los ataques que recibimos día a día, cómo está trepando la violencia, y a la vez digo que no podrán con esta furia travesti. Tenemos una comunidad muy poderosa: no somos minoría, somos la responsabilidad de un futuro posible”. Y agrega:“En estos tiempos es hermoso y también importante repasar la historia: estudiar el Archivo de la Memoria Trans, ver el documental Sexo y Revolución para entender todo lo que fueron las calles y las marchas, analizar los privilegios de cada época y tener herramientas para brindarse a la comunidad y trabajar en conjunto. En mi caso, esto es lo que ballroom me dió, un sentido a la vida”. 

Existe una chica que trabaja como performer oficial en la fiesta queer Pop Hereje y es directora artística de la fiesta La Loca. Una sirena que soñaba con trabajar en esos espacios cuando los habitaba como público y que ahora son suyos. Existe una payasa que recorre la ciudad de Buenos Aires en bicicleta y que suele perderse durante horas en el camino a su casa, pero que encuentra en cada rincón inesperado algo que le sirva para su arte drag. Existe una criatura sensible que, luego de un fin de semana agitado, tiene que estar en reposo en su casa, con espacio y tiempo necesario para largarse a llorar o pintar la cara de Lady Gaga en sus tote bags.  

Ni mujer, ni varón, ni la excusa de lo que existe en el medio, Laurent Tropikália es una artista que reflexiona con su cuerpo felino y esgrime una práctica queer que vive en los espacios de baile, las marchas y aquellos lugares donde se requiere que alguien alce la voz. Embanderada de la rabia, el mamarracho y lo trash, pareciera que su chispa no se apagará nunca, que tendrá algo que decir y por lo que luchar, siempre que haya otres a su lado.