¿Es posible imaginar une presidente con rasgos indígenas en Argentina? ¿Cómo una infancia mapuche, salteña o migrante o hije de migrantes podría soñar siquiera con una carrera política? Es posible, pero es difícil y no solo por si lo desea o no, sino por las condiciones materiales y los discursos cotidianos a los que hay que enfrentarse.
El imaginario de una Argentina blanca solo venida de los barcos, no solo ofende o invisibiliza. Es un discurso racista. Porque el racismo es un mecanismo de separación y exclusión en pos de favorecer a unes y perjudicar a otres. Negar o invicibilizar la existencia de las 36 naciones indígenas que habitan este territorios asi como negar las corrientes migratorias regionales de Bolivia, Chile, Perú, Paraguay, Venezuela y otros países habilita la posibilidad de exclusión, discriminación, justameente porque esas identidades no serían parte de este territorio y eso se traduce en brechas en cuanto acceso a derechos, trabajos precarios, criminalización, llegando incluso hasta el gatillo fácil.
Según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), “el primer y más básico determinante de la desigualdad es la clase social, no obstante, las desigualdades de género, las étnico-raciales, las relacionadas con las diferentes etapas del ciclo de vida de las personas y las territoriales también constituyen ejes estructurantes de esa matriz”.
Estos ejes se entrecruzan, potencian y encadenan a lo largo del ciclo de vida de las personas, lo que da lugar a algunos procesos que comúnmente se enuncian como racialización de la pobreza y abren lo ojos para dimensionar las identidades de quienes se ven dificultades e impedides de acceder a derechos básicos como salud, vivienda, educación y hasta el ejercicio de derechos políticos.
Sobre esta cadena de desiguladades, Elsa Yanaje, Directora de Comercialización de la Secretaría de Agricultura Familiar Campesina e Indígena del Ministerio de Agricultura Ganadería y Pesca de la Nación, plantea: “Entiendo que somos parte de un sistema patriarcal donde las desigualdades de género trascienden las clases sociales. Claramente las clases populares están en mayor vulnerabilidad. Tanto las desigualdades étnicas y raciales están relacionadas con lo anterior y nuestra tarea, creo, poner en debate y romper la idea que existe una sola versión de la historia”.
Identidades protagonistas
El capital cultural, político, las memorias, discursos y las condiciones materiales dan forma a los deseos y a las realidades que se construyen en cuanto a cómo se organiza el trabajo, las grupalidades, los colectivos y las demandas de transformación política. Le preguntamos a algunas personas si ven identidades racializadas en el ámbito de representación política.
“No, casi no existen. Cuando sos negra todo cuesta más solo por el hecho de tener la piel marrona y no nos dan el lugar. Solo tienen voz las pibas de ojos claros, tez blanca y de clase media alta”, plantea Ivana Diaz del MTD Oscar barrios en la “FOB” La Libertaria.
“Cuando uno va a la legislatura o al congreso nacional son todos blancos”, dice a LatFem el diputado por el Frente de Izquierda, Alejandro Vilca. Y agrega: “La mayoría de los mandatarios y funcionarios que nos han gobernado son personas de apellidos españoles o extranjeros y eso demuestra una desigualdad no solamente racial si no también de clase”.
“Si bien diría que en política somos cada vez más los que nos reconocemos como personas racializadas o indígenas descendientes, marrones, aun no accedemos a ocupar puestos de alta jerarquía. Si uno mira nuestros presidentes, pocas de esas personas son racializadas”, expone Ine Palacios, tucumana de raíces indígenas y politóloga (UTDT).
Un ejercicio
Los transfeminismos y feminismos impulsaron el siguiente ejercicio: cada vez que se observa una foto, se prende la tele o lee una noticia se procede a contar ¿Cuántas mujeres y diversidades están presentes en esas imágenes? ¿Cuantas vemos en cargos ejecutivos, legislativos, medios de comunicación, academia y al frente de empresas del sector privado?
El mismo ejercicio puede replicarse en clave antirracista: ¿Cuántos marrones, indígenas, campesinas, racializados hay en las mesas donde se toman las decisiones? ¿Cuántas identidades no blancas se leen en las universidades o presentan las noticias?
Estas preguntas buscan relacionar la falta de representación con el acceso a derechos. “Sin lugar a dudas lo étnico y racial se relaciona con la desigualdad entre clases sociales”, sostiene la politóloga Ine Palacios. Ella cita a una encuesta realizada en 2012 por la universidad Vanderbilt “allí se demuestra que cuanto más oscura es la piel se tiene menos acceso a estudios y menos ingresos alcanzados”. Por otro lado, al mirar los índices de Desarrollo Humano del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo es posible encontrar que “quienes se reconocen como pertenecientes a pueblos indígenas tienen menos acceso a agua potable, gas y vivienda digna comparado con el resto de la población”.
El diputado Vilca relaciona la falta de representación incluso con la sanción de leyes. “No hay antecedentes en Argentina de presidentes o mandatarios que sean de pueblos originarios. Personalmente creo que por esa falta de representación muchas de las leyes que se elaboran en esos ámbitos son contra el pueblo trabajador, pueblos originarios y sectores mas explotados de donde somos parte”, dice.
“Esa lógica se ve en el centralismo incluso en las luchas que se visibilizan, siempre se vé lo que pasa en Buenos Aires mientras las luchas en otra provincias siempre están invisibilizadas. Acá en jujuy y en otras provincias también suceden cosas y los contextos suelen ser muy hostiles a las cambios”, denuncia Sara Pérez, actriz performer y tallerista del colectivo antirracista Identidad Marrón Jujuy.
¿Qué hacer? ¿Cómo desmontar el racismo estructural?
“Creo que es hora que empecemos a hablar de racismo en Argentina. Así como adoptamos una perspectiva de género, es necesario implementar una perspectiva antirracista, comenzando en las políticas públicas y que todos los ministerio adopten esa mirada porque no es de ahora, es de siempre”, dice la actriz Sara Pérez.
Mientras que el diputado Vilca señala: “Nosotros creemos que hay que transformar las bases de la estructura desigual de la Argentina apuntando a la estructura económica basada en el latifundio, el extractivismo, y de esa forma podemos transformar la estructura racial y discriminatoria que se viene desarrollando hace cientos de años, desde Roca o Sarmiento”.
“Es urgente pensar respuestas colectivas y desmontar ese mito blanco, porque ahí está esta la herida colonial y desde allí derivan las violencias y acciones estatales y administrativas en cuanto negación y omisión de identidades y derechos”, reflexiona Sandra Condori Mamani (Chana). Ella es trabajadora Social, aymara migrante, parte del Colectivo Identidad Marron y de la red de migrantes y refugiadxs en Argentina.
“Creo que hay que cambiar el paradigma comunicacional, entender que no existe una verdad sino que son construcciones de realidad. Ahí es donde nosotres tenemos que intervenir y mostrar otras realidades, mostrar otras lógicas de trabajo, otra forma de entender los vínculos, concebir el hábitat como sagrado y así cuidarlo. En los discursos debe haber más compañeras, más referentas políticas mujeres que demuestren que otro país es posible. Siempre pensado en clave Latinoamérica desde son parte nuestras raíces ancestrales”, responde Elsa Yanaje.
El racismo deshumaniza, naturaliza las brechas de la desigualdad y así deslegitima actores clave de la transformación política, ya sea en causas de género, medio ambiente, defensa del territorio y un largo etcétera. Y esa lógica que parece diluirse en grandes discursos “inclusives” (porque lo que no se nombra sigue actuando) pone en peligro la vida de millones de personas negándoles o dificultando el acceso a derechos básicos, en particular identidades racializadas, indígenas o indígenadescendientes en las grandes ciudades y espacios rurales.
Los procesos de liberación comienzan como sueños y luego se contagian a través de narrativas, relatos e ideas. Hasta hoy los enunciantes son en su mayoría hombres y blancos. Es hora de escuchar también las voces de identidades feministas, transfeministas, indígenas, racializadas que también construyen y sueñan esta tierra.
Si se vuelve a la pregunta del comienzo y se analiza bajo una mirada y práctica antirracista quizás haya muchas más acciones para lograr igualdad en derechos económicos, sociales y políticos para todas la identidades y trayectos de vida.
Está claro que son las estructuras económicas las que en gran medida afectan nuestras vidas, pero también es importante poner sobre la mesa la fortaleza de estos 500 años de resistencia, las experiencias de lucha de distintos sectores y la fuerza del transfeminismos, desde donde entendemos que una mirada y práctica interseccional tiene también el potencial de transformar concretamente las organizaciones, la vida, el acceso a derechos y el mundo.