“Cortensé el mambo entre ustedes”. El disparo fue agudo y certero, y no dejó margen a la indiferencia o a la tibieza. Con esa frase, Noelia Figueroa, militante de Mala Junta y del Colectivo Ni Una Menos Rosario, interpeló entre lágrimas a los varones que se habían acercado a la movilización inmediata a la aparición sin vida del cuerpo de Micaela García en abril. También nos dedicó un párrafo de sus “Palabras para Micaela” , dónde nos decía:
Los necesitamos. Compañeros, aliados, varones sensibles, no hay concesiones posibles hoy: necesitamos que revisen su manera de pensar en nosotras, los chistes que se hacen entre ustedes, la idea de propiedad sobre nuestros cuerpos. Les exigimos que salgan de su comodidad, que rompan las complicidades, que no tengan miedo de exponerse, de cortarle el mambo al machito que tienen al lado o adentro. Que nos den señales muy claras de la posición que asumen en esta guerra. Si Mica les conmovió hasta lo más profundo como a nosotras, necesitamos que se muevan de donde están.
Con el audio de aquellas palabras de Noelia comenzó la Asamblea, mientras una ronda de 150 varones escuchaban abrazados en una ronda inmensa, con los ojos cerrados, dispuestos a que las balas entren. Y apenas detracito se suman las voces de Majo Gerez, y de Itatí Schvartzman, leyendo un poema de ésta última, que termina así;
Y sin embargo
ustedes los que no quieren adueñarse de nadie,
ustedes los comprensivos, los aprendices,
ustedes los valientes sin miedo,
ustedes con quienes queremos un presente igualitario,
ustedes con quienes soñamos albañilear el futuro,
porque en ustedes aún creemos,
ustedes que no son como ellos,
son ustedes quienes con el femicidio nuestro de cada día
son ustedes
quienes están fracasando.
Con estas interpelaciones de mujeres feministas de la ciudad, dirigidas a los varones presentes, comenzó la Asamblea. No era “una asamblea más” de esas dónde se delibera desde la palabra autorizada por la razón abstracta que tan bien nos sienta a los varones. Sino una asamblea feminista, dónde apostábamos a poner el cuerpo, emocionarnos, incomodarnos, dejarnos atravesar por la máxima de que lo personal es político, y lo político colectivo. Con herramientas provenientes del teatro de lxs oprimidxs, la educación popular y las pedagogías feministas, continuó éste peculiar espacio asambleario durante casi 4 horas.
De complicidades y traiciones.
El eje transversal del espacio de encuentro estuvo vinculado a la idea-fuerza de traicionar la complicidad machista. Hablar de traición supone en principio preguntarnos por las lealtades que se pactan entre los varones ―de distintas clases sociales, pertenencias étnica-raciales y nacionales, generaciones, sexualidades y (dis)capacidades―para sostener asimetrías de poder que nos colocan por encima de las mujeres y feminidades.
¿Cuáles son las prácticas machistas que nos reconocemos reproduciendo?, ¿Cuáles reconocemos en nuestro entorno?, ¿Cómo actuamos cuando las identificamos? Invitando a cada participante a responder estas preguntas de manera individual, para luego compartirlas en el trabajo grupal, nos orientamos a interrogarnos por las motivaciones en las que se sostienen nuestros silencios y omisiones ante las diversas manifestaciones de violencia machista. En los miedos “a quedar solo”, “al aislamiento”, “a ser señalado como el policía”, “a ser acusado de traidor”, “a que se cuestione tu sexualidad o identidad”, “a dejar de pertenecer”, pudimos ir encontrando algunas respuestas.
“Es que si yo expongo una práctica machista de un amigo, capaz él expone 10 de las mías”, compartió un compañero en un grupo. Y en esa reflexión se sustenta uno de nuestros mayores obstáculos a señalar, cuestionar y denunciar las prácticas machistas que reconocemos en nuestro entorno; traicionar la complicidad es traicionarnos a nosotros mismos, porque en ese actos espejamos nuestros propios ejercicios de poder y goce de privilegios, porque implica hacernos cargo de que el machismo no se encuentra por fuera de ninguno de nosotros.
“Ahora me doy cuenta que cuando yo creía estar callando para no exponer la miseria humana del otro, en realidad estaba siendo cómplice de su machismo”, resonó un integrante del grupo, y de esa manera íbamos comprendiendo el carácter generizado, y por ende político, de las sociabilidades de la fraternidad (cis)masculina. Alojar la idea de traición supone evidenciar lealtades que se sostienen en un pacto tácito, en ese contrato sexual (Pateman) sobre el que se reproduce la hegemonía patriarcal.
Varones y feminismos.
Son múltiples y heterogéneas, en varios casos incompatibles, las aristas desde dónde se piensa la relación entre varones y feminismos. Hay quienes sostienen que el mero hecho de nombrarse tales es afirmar el binario de género heteropatriarcal y buscar gozar eternamente de sus prerrogativas, así como algunos quieren creer que prescindiendo de nombrarse tales alcanza para fugar de la heteronorma y dejar de ser percibido como sujeto digno de privilegios. También hay que afirman que los varones no podemos ser feministas, a lo sumo aliados, o antipatriarcales.
De nuestra parte apostamos a construir un feminismo mixto, y no por ello ingenuo respecto a que los varones somos los sujetos dominantes en el marco de las relaciones de opresión con las que nuestros feminismos quieren terminar. Por eso para nosotrxs, convocar a una asamblea de varones feministas, supone convocarnos a exponer las relaciones de poder de las que somos beneficiarios, avanzando así en la traición de la complicidad machista y en la indispensable prefiguración de otros vínculos y sociabilidades, dónde cada vez seamos más libres e igualitarios, y probablemente menos varones.
* Luciano Fabbri es Licenciado en Ciencia Política, docente e investigador (CIFEG-UNR). Además es integrante de Mala Junta – Patria Grande.