Estimado presidente, estimados miembros de la Cámara de Diputadxs,
Me gustaría primero compartir con ustedes la convicción de una mujer: ninguna mujer recurre con alegría al aborto. Basta con escuchar a las mujeres. El aborto es, y siempre será un drama. No podemos mantener los ojos cerrados ante los 300.000 abortos que, cada año, mutilan a las mujeres de este país, que pisotean nuestras leyes y que humillan o traumatizan a aquellas que tienen que recurrir a ello.
Fue a través de estas palabras que Simone Veil, entonces ministra de Salud, y hoy símbolo de la lucha por la igualdad entre hombres y mujeres, presentó al Parlamento francés el proyecto de ley que en el año 1975 legalizó el aborto por razones no médicas. Fue un momento histórico y un punto de inflexión para la sociedad francesa, abriéndose así el debate sobre el lugar de la mujer y la responsabilidad del Estado en términos de salud sexual y reproductiva.
Citando nuevamente a Simone Veil, aquel proyecto de ley buscaba “poner fin a una situación de desorden y de injusticia para proponer una solución apropiada y humana a uno de los problemas más difíciles de nuestros tiempos”. Estoy convencida de que estos motivos mantienen toda su fuerza y vigencia hoy, tanto en la Argentina como en todos los países donde el aborto por razones no médicas sigue siendo ilegal.
Llegamos a un punto en el que los poderes públicos no pueden cerrar los ojos ante un problema que existe y es de toda la sociedad. El Estado no puede evadir su responsabilidad en cuanto a la salud de las aproximadamente 450 000 mujeres que abortan anualmente en la Argentina. El Congreso tampoco puede mantener una legislación represiva, la cual condena a esas 450 000 mujeres no sólo a la estigmatización, la vergüenza y la soledad, sino también a la angustia de los juicios legales y valóricos.
El objetivo de la ley presentada por Simone Veil y la despenalización del aborto en Francia no era promover dicha práctica ni para destruir los valores y la ética de la sociedad francesa. El Estado aceptó su responsabilidad como garante de la salud pública, y decidió avanzar con dicha ley para proteger a las 300 000 mujeres que, por razones diversas, decidían abortar.
No era cuestión de promover el aborto, sino de frenar las muertes derivadas de dichas prácticas clandestinas. No era cuestión de destruir sus valores, sino de abrir los ojos ante una realidad, y garantizar a las mujeres el derecho de disponer de su cuerpo y de atacar frontalmente un problema de salud pública.
No hay que olvidar además que, aunque sea ilegal, todos los días, hay mujeres que arriesgan su vida en clínicas clandestinas para efectuar un aborto. Y no hay que olvidar que no todas las mujeres tienen acceso a los mismos recursos ni a las mismas oportunidades. Nosotros como representantes, tenemos la obligación de garantizar que todos los ciudadanos tengamos los mismos derechos.
Hoy, les puedo decir que Francia, después de 43 años de haber legalizado el aborto, no es un país sin valores, sin respeto o sin familias. Francia hoy en día es un país donde las mujeres tienen el derecho a decidir, con todo el apoyo del servicio de salud pública para enfrentar semejante decisión de manera responsable, informada, segura y libre. Ya no fallecen mujeres por abortar en la clandestinidad. La legalización del aborto tampoco coincidió con una explosión de dicha práctico, demostrando que el aborto siempre será una medida excepcional, y no un método contraceptivo más. En los años que siguieron su legalización, la cifra total de abortos efectuados por año pasó de 300 000 abortos clandestinos a 250 000 abortos legales y seguros, una cifra que hoy en día rodea los 220 000 abortos al año.
Francia hoy en día también es el país con la mayor tasa de fertilidad y la demografía más dinámica de Europa. Francia, finalmente, es un país que permitió la llegada de más de 200 mujeres a la Asamblea nacional y que hoy se compromete a llevar en el mundo una diplomacia de promoción de la igualdad de género.
Francia hoy en día también es el país con la mayor tasa de fertilidad y la demografía más dinámica de Europa. Francia, finalmente, es un país que permitió la llegada de más de 200 mujeres a la Asamblea nacional y que hoy se compromete a llevar en el mundo una diplomacia de promoción de la igualdad de género.
A través del movimiento Ni Una Menos, la rebelión de las mujeres argentinas en contra de la violencia, los abusos y las desigualdades de género, plantó la semilla de una reivindicación generalizada de los derechos de las mujeres, esparcida por toda América Latina y el mundo. La firmeza y la determinación de las mujeres argentinas, a quienes su libertad les está siendo fragmentada, demostró que la sociedad civil puede poner al centro del debate político reivindicaciones justas y necesarias, como la que tengo el honor de discutir hoy con ustedes.
Queda mucho por hacer para llegar a la igualdad de género. Son muchos los derechos que siguen por conquistar para las mujeres de la Argentina, de Francia y del mundo. Podemos mencionar el derecho a vivir sin temor a la violencia, o el derecho a la igualdad de oportunidades en los centros de poder de las esferas públicas y privadas, entre tantos más. Pero con el debate, con el compromiso y con la participación democrática, la ciudadanía no dará ni un paso atrás, siempre uno adelante.
Hoy la Argentina tiene la posibilidad de escribir otra página de la democracia, y decidir que la salud de las mujeres y el derecho a decidir son la prioridad. Hoy, la Argentina tiene la posibilidad de hacer historia e inspirar otros países de América Latina a seguir el camino de la igualdad de género y de protección de las mujeres.