“Estamos en un proceso de paz pero se siguen violando los derechos de las mujeres”

Camila Cienfuegos tiene 37 años y es una de las integrantes del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia. Es una de las once mujeres que integra ese órgano de conducción de la guerrilla, que está justo por debajo del Secretariado Nacional. Participó de los diálogos de paz que se desarrollaron en La Habana y tuvo una doble tarea: llevar adelante el enfoque de género y ser el vínculo con los medios de comunicación internacionales.

Camila Cienfuegos eligió traducir al femenino un nombre de varón que sonara duro. Fue la respuesta que encontró para intentar vencer la resistencia del grupo de las FARC ante el que se presentó para sumarse a la guerrilla. No la querían aceptar porque tenía 14 años y parecía frágil. Más de dos décadas después se convirtió en una de las integrantes del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, discute a fondo sobre la importancia de llevar adelante el enfoque de género en el Acuerdo de Paz y es la encargada de la relación con los medios internacionales. “La guerra no se hizo sólo a tiros y bombas, la guerra desde los micrófonos ha hecho mucho daño en todo el mundo. Y eso también es una responsabilidad que tienen los periodistas. Tienen la responsabilidad de informar y no de desinformar. No todos, algunos”, dice, muy seria, y ni bien termina la frase se ríe.

Antes de llegar a las FARC, Camila usaba el nombre que le habían puesto sus padres y había militado en la Juventud Comunista de Colombia. Y antes de eso había decidido que no iba a ser una de esas amas de casa que esperaran a su marido con la cena lista y la casa limpia. “Me metieron a estudiar en una escuela de monjas. Y me decían ‘señorita, no se siente así, estamos educando señoritas para ser buenas esposas’.  Un día me pregunté qué era eso y le pregunté a una tía qué era ser buena esposa y me dijo que era mantener la casa arreglada, brillar bien las ollas, saber cocinar, tenerle el café preparado al esposo. Y decidí que no quería ser una buena esposa”, explica.

-¿Cómo decidieron las FARC incluir el enfoque de género en el Acuerdo de Paz?

Surgió por la necesidad de las mujeres, y de todo el pueblo colombiano. Nosotros empezamos a recoger las propuestas de los territorios y las mujeres siempre se quejaban de que no estaban representadas en lo que se estaba discutiendo en La Habana. Sabemos que Colombia es un país muy machista y patriarcal. Y a las mujeres nunca se las ha tenido en cuenta. Empezamos a mirar y nos dimos cuenta de que eso tenía que estar en el Acuerdo de Paz.

-¿Otros acuerdos de paz, realizados en medio de otros conflictos bélicos, incluyeron enfoque de género?

Es la primera vez en el mundo que se incluye un enfoque diferencial y de género. Y en las FARC las mujeres hemos gozado de derechos y un respeto que el resto de las mujeres colombianas no tiene. Tenemos igualdad en el trabajo y no hay roles establecidos: hombres y mujeres lavamos y barremos y vamos al combate o hacemos guardia.

-¿Siempre fue así?

Siempre ha sido así porque hay igualdad de derecho y de condiciones.

Durante los días que permanecí en el campamento de Caño Indio, en la zona de El Catatumbo, escuché chistes y comentarios machistas. Y las mujeres de las FARC se quejaban de los prejuicios sobre la cantidad de novios.

Claro. Es una lucha constante por cambiar esos imaginarios de hombres y mujeres. Las FARC están compuestas por hombres y mujeres que vienen de esa sociedad machista. Es algo que no sólo está en Colombia sino en todo el mundo. Es una lucha constante de una organización de hombres y mujeres en transformación. Es una construcción social que lleva años desarmar. Pero la discriminación no es sólo hacia las mujeres, porque hay discriminación por raza, por estrato social y eso también va para los hombres. Por eso hablamos del enfoque diferencial, que respeta las diferencias.

-Otra cosa que me sorprendió es que la conducción de las FARC es mayoritariamente masculina.

No es que sólo los hombres hayan ejercido el mando. Hay un alto porcentaje de mujeres en el mando. Y del Estado Mayor forman parte 11 mujeres -aunque el Secretariado Nacional, máximo órgano de conducción, está integrado por siete hombres-. Y no le voy a decir que no ha habido machismo pero ha sido menos que afuera.

-¿Por qué incluyeron a la comunidad LGBTI? ¿Hay comunidad LGBTI en las FARC?

No hay un alto índice. Somos una estructura político-militar. Tenemos una compañera transgénero en la cárcel, que se llama Yurani Muñoz. Usted no sabe el costo tan alto que esta niña ha pagado en la cárcel por su doble condición de ser revolucionaria y travesti. Ser gay o lesbiana tiene doble discriminación: no es lo mismo ser gay blanco y educado, de estrato 3 o 4, que va a la universidad; que ser gay analfabeto y de la zona rural. Eso corre para hombres y mujeres.

-No entiendo qué tiene que ver la estructura político-militar con el bajo índice de LGTBI en las FARC.

Dentro de la estructura como tal no hay mucho, pero hubo mucha gente que nos apoyó. No es sólo revolucionario quien empuña un arma. Toda la vida trabajamos con comunidades y allí nos encontramos con la comunidad LGTBI. Aunque somos una estructura político-militar y ha habido machismo, esas ideas han cambiado. Si vamos a ser un partido político distinto debemos aceptar las diferencias y debemos enfrentar y modificar eso. Muchas veces en el campo es preferible tener un hijo ladrón que un hijo gay o una hija lesbiana. Pero esto es una construcción social porque venimos de esa construcción del machismo aferrado a los tuétanos, donde la Iglesia ha hecho lo suyo.

-Usted dijo que la mujer debía demostrar el doble ante la guerrilla ¿Por qué?

No es demostrar el doble en la guerrilla. Sino que dentro o fuera de la guerrilla, pero sobre todo fuera de la guerrilla, en la sociedad toda, hacen la diferencia entre hombres y mujeres. Siempre las mujeres estuvimos relegadas a lo privado, por eso digo que nos toca pararnos más duro para demostrar que tenemos capacidades.

-¿Por qué las FARC tomaron la decisión de que las mujeres no queden embarazadas mediante el uso de anticonceptivos y por qué si la mujer quedaba embarazada debía elegir entre quedarse en la guerrilla o criar a su hijos?

Por una razón muy sencilla: en la guerra no se puede tener hijos. No puedo estar con una barriga enorme y corriendo para escapar de los soldados. Además, a la mayoría de las mujeres que son capturadas las violan. Y no fue un capricho de la dirección de las FARC de imposibilitar a las mujeres para que sean madres, no, es que la guerra implica muchas cosas. Una de esas cosas es que nuestros hijos siempre fueron vulnerables y los hijos e hijas de guerrilleros siempre fueron perseguidos. Fue el Estado el que nos negó la posibilidad de ser madres porque nuestros hijos siempre fueron perseguidos y las familias que criaron a nuestros hijos siempre fueron amedrentadas, desplazadas. Y tenemos muchos niños perdidos, con familias que se quedaron al cuidado de ellos pero luego fueron desplazados y no los podemos encontrar.

-¿Los hijos fueron perseguidos por el vínculo sanguíneo?

Nuestros hijos han tenido que pagar un costo muy alto como fue el delito de sangre. Y ese vínculo no debe meterlos a ellos en esa guerra porque fuimos nosotros, en forma autónoma, los que decidimos irnos a la guerrilla. Ni mis padres ni mis hermanos participaron de esa decisión, ni tuvieron responsabilidad sobre mi decisión.

-Una de las opciones de las mujeres era abortar para evitar estar embarazadas en medio del combate o para no tener que dejar a sus hijos al cuidado de otras familias ¿Hubo abortos forzados?

Claro que se practicaron abortos pero por la misma situación de la guerra. No fueron forzados. La cuestión del aborto no es una cuestión que se obliga a las mujeres. Alguna vez puede haber existido una orden que se transmitió mal pero fueron cuestiones de la guerra. No es que la mujer embarazada tenga que elegir entre quedarse o irse de la guerrilla: muchas mujeres tuvieron sus hijos acá. Pero una mujer embarazada necesita cuidados especiales, necesita ir al médico y en la guerrilla eso no se permitía porque el Estado nos capturaba.

-¿Ahora eso cambió?

En este momento, tenemos una compañera (Mayerli) en la cárcel que no tiene familia y le quitaron a su hijo porque no tenía familia donde dejarlo y lo dieron en adopción. Estamos en un proceso de paz, estamos dialogando y en este momento se siguen violando los derechos de las mujeres, y más por ser revolucionarias. Eso es lo que nos cobra el Estado: el habernos atrevido a alzarnos en armas para defender nuestros derechos y los derechos de los más desprotegidos. ¿Dónde están los defensores de los derechos humanos? ¿Dónde están las mujeres feministas? Si fuera otra mujer que no fuera guerrillera estarían los medios de comunicación haciéndose eco de esto. No lo vi en ningún medio. Le violaron todos los derechos y le quitaron su hijo. Eso es un secuestro.

¿Cómo fue su experiencia al ser madre?

(Hace silencio) Fui madre muy joven. Fui madre y fui guerrillera. Pero me tocó pagar un costo muy alto. Fue, tal vez, una de las experiencias más duras de mi vida personal y no me gusta hablar de ella. A mi hija nunca la pude amamantar. Jamás pude verla y en los años que tiene no he pasado una navidad o un cumpleaños o sus 15 años. Y esto que viví lo vivieron centenares de mujeres. Hemos renunciado a nuestra vida personal.

-Usted no podía salir de la selva pero ¿ella podría haber ingresado?

Si la traía al campamento no sólo ponía en riesgo su estabilidad emocional o la mía, sino que ponía en riesgo la vida del resto de mis compañeros. Y uno no se puede dar ese lujo. No podemos arriesgar la vida de los demás: somos un colectivo y lo que uno hace, afecta al resto. Ser madre es una de las cosas más duras, más duras, dentro de la guerra.

-¿Cómo se imagina el año que viene, dentro de dos años, dentro de cinco años?

(Hace silencio otra vez por un par de segundos) Tengo muchas esperanzas de que este país va a cambiar. Hemos llegado a acuerdos muy importantes. Dentro de cinco años aspiro a que en este país se dejen de asesinar líderes y lideresas por decir lo que piensan. Que se asuma el respeto a la vida y no sólo para las FARC sino para la población en general. Que cese la ola de violencia y asesinatos selectivos. Imagino un país distinto, un país reconciliado, una prensa menos amarillista.

 

Fotos: Boris Guevara