8M en Catamarca: las travestis van primero

Las travestis y trans de Catamarca se organizan desde hace décadas para conquistar derechos en una de las regiones más conservadoras del país. En un contexto de ajuste y retrocesos en materia de diversidad, este #8M volvieron a ocupar el espacio público para exigir derechos y visibilidad. Pilar Seco, activista de ATTTA, forma parte de una red travesti trans que se sostiene en el cuidado y la organización. Su militancia, como la de tantas otras en el norte argentino, es continuidad de una lucha que no para.

Fotos: Marianela Gamboa

Cuando era niña, Pilar jugaba a tener superpoderes. En su casa, ubicada en la capital de Catamarca, junto a sus hermanos y hermanas, inventaban historias en las que cada quien dominaba una fuerza distinta. “Yo era la madre naturaleza”, recuerda. Podía manejar el agua, el fuego, el viento. Movía montañas con solo desearlo.

No sabía entonces que crecer como una niña travesti trans en el norte del país significaría enfrentar tempestades que no solo se aplacan con magia. Tampoco imaginaba que, años después, estaría en las calles peleando por la tierra, por la vida de sus compañeras, contra un modelo de país que insiste en dejarlas afuera.

El 8 de marzo, Pilar nos recibió en la casa de su madre, donde pasó gran parte de su infancia, en el barrio 920 viviendas, al sur de la ciudad. Su mamá cocinaba empanadas mientras tomábamos mate y nos mostraba su colección de virgencitas, a las que ella misma viste. “Disfruté mi infancia en mi casa”, dice. La escuela fue otra historia: los recreos en soledad, la violencia cotidiana. Pero en su casa encontraba refugio. 

“Entiendo a las compañeras que responden con rabia, porque sus infancias fueron distintas. La mía fue dura afuera, pero no dentro de mi hogar”. Aprendió desde chica a abrirse camino sola. Se inscribía cada año en la escuela sin esperar permiso, recorría 35 cuadras a pie para llegar al colegio cuando no había colectivo, tomaba decisiones sin que nadie le indicara cómo. “No era tristeza”, dice. “Nunca sentí que me dejaran de lado, siempre sentí que podía hacerlo.”

Esa determinación es la que hoy la une a tantas otras travestis y trans del norte del país, que desde siempre han tenido que forjar su propio destino sin esperar que el mundo les haga lugar. Crecer en Catamarca siendo una niña travesti trans significó enfrentar soledades, aprender a sobrevivir sin redes, pero también descubrir la fortaleza de las que vinieron antes y las que están ahora, sosteniéndose entre sí.

Por eso las travestis y trans de Catamarca no tienen miedo. Lo demostraron el 1 de febrero de 2025, cuando fueron al frente de la marcha LGBTIQ+ antifascista contra el gobierno de Javier Milei. En otro momento, quizás nadie lo hubiera imaginado. Pero ahí estuvieron, dando el primer paso como tantas veces antes, sin pedir permiso, sin bajar la cabeza. Porque en esta historia de resistencias, ellas siempre llegan primero.

No es casualidad. Es parte de una genealogía de lucha que en el norte argentino tiene nombres e historias concretas. Porque antes que Pilar, antes que las travestis que hoy resisten en esta región, hubo quienes abrieron el camino, como Lohana Berkins y Diana Sacayán, figuras fundamentales en la lucha por los derechos travesti trans en Argentina.

Pero la militancia travesti trans no es solo historia: hay una continuidad viva en el presente, en territorios que muchas veces quedan fuera del radar porteño. Yoko Ortiz, Lorena Carpanchay, Maby Ibáñez, Beatriz Agustina, Alejandra Saracho, Pía Ceballos, Claudia Pía Bauduracco, Pilar misma, y tantas más. Nombres que merecen ser dichos, porque sus existencias y sus luchas hoy trazan horizontes para las adolescencias y juventudes travestis y trans del norte.

Cuando llegamos a la marcha, Pilar parecía la cumpleañera. Todas la frenaban, le hacían un comentario, le preguntaban algo. Se puso su remera fucsia de ATTTA y marchó junto a sus compañeras, al frente.

Un país más hostil

A más de un año de la asunción de Milei, el ataque contra el colectivo travesti trans no ha sido solo simbólico. Además de eliminar políticas públicas de inclusión, el gobierno ha legitimado discursos de odio que habilitan violencias concretas. Según el Observatorio Nacional de Crímenes de Odio LGBT, en 2024 se registraron al menos 140 crímenes de odio motivados por la identidad de género o la orientación sexual de las víctimas​. Estos datos no reflejan la totalidad del problema: la violencia sistemática contra la comunidad LGBTTIQ+ muchas veces no se denuncia o se invisibiliza.

Las travestis y mujeres trans fueron las principales afectadas, representando el 64% de los casos reportados. Además, el 87% de los asesinatos y muertes por violencia estructural en 2024 tuvieron como víctimas a mujeres trans​. Son las más expuestas, las más castigadas, las que aún hoy, todavía, enfrentan un promedio de vida que no supera los 40 años.

El ataque no es sólo contra quienes hoy enfrentan la exclusión y la violencia, sino también contra las generaciones futuras. En febrero de 2025, el gobierno modificó la Ley de Identidad de Género para prohibir el acceso a tratamientos hormonales en menores de edad. Para las adolescencias trans, esto implica una condena a la espera, a la incertidumbre y al sufrimiento. Crecer con la certeza de que hay un Estado que respalda la identidad y el deseo de ser, fue un derecho conquistado. Hoy, ese derecho está siendo arrebatado.

El feminismo será transfeminista o seguirá reproduciendo violencias. La historia del movimiento ha demostrado que cada avance ha sido producto de la incomodidad y la disputa. Y hoy, las travestis y trans de Catamarca no solo marchan, sino que lo hacen con la certeza de que el feminismo que construyen es más amplio, más justo y más irreverente.

A esto se suma la avanzada contra el cupo laboral travesti trans, que en la práctica fue desmantelado con el despido de más de 150 personas trans y no binarias del sector público nacional​. Si bien algunas lograron ser reincorporadas a través de la lucha sindical, la mayoría sigue sin respuestas. En un país donde el 90% de las travestis y mujeres trans históricamente solo han tenido el trabajo sexual como única alternativa de supervivencia, cada despido es un retroceso que las empuja de nuevo a la marginalidad.

Pero si algo enseña la historia travesti trans, es que no se quedan esperando. Que cuando las expulsan de un lado, se meten por otro. Que la calle, la fiesta, la risa y la rabia también son una forma de resistir.

El pacto de cuidarse

Pilar encontró su militancia en 2015 en la Asociación de Travestis, Transexuales y Transgéneros de Argentina (ATTTA), una organización nacional que reúne a las personas trans desde 1993. Llegó sin experiencia, sin saber siquiera redactar una nota, pero con la convicción de que algo tenía que cambiar. Ahí conoció a Yoko Ortiz, su amiga, su hermana de la vida. “Nos entendemos con solo una mirada”, dice. 

La complicidad travesti trans en Catamarca no es solo afecto. Es una estrategia de supervivencia. Hay un pacto intergeneracional: las que llegan antes cuidan a las que vienen. Las que logran un trabajo estable pelean por que otras ingresen. Las que se abren camino en la política, en la salud, en la cultura, en el deporte, lo hacen con la certeza de que su éxito no sirve si no es colectivo. “Nosotras aprendimos a cuidarnos entre nosotras, porque si no nos cuidamos nosotras, nadie más lo hace”, reflexiona Pilar.

Esa red de cuidado no es nueva ni espontánea, sino parte de una historia de organización que en Catamarca ha marcado la diferencia con respecto a otras provincias del norte. En 2002, el asesinato de Casandra Aybar, una joven belicha, marcó un hito en la memoria colectiva, y su nombre sigue presente en cada marcha. Cinco años después, en 2007, la provincia realizó su primera marcha del orgullo gay, un paso fundamental en la visibilización.

En 2008 se fundó ATTTA Catamarca, con el apoyo de la entonces presidenta nacional de ATTTA, Claudia Pía Baudracco, cuyo nombre también quedó grabado en la historia local cuando en 2011 se creó el Consejo de la Diversidad Afectiva, Sexual y de Género en la capital. Este organismo, uno de los primeros a nivel municipal en el país, nació incluso antes de la Ley de Identidad de Género, mostrando el impulso de la provincia por garantizar espacios de participación y políticas públicas para la comunidad. En 2017, otro hito: la creación del Consultorio Integral LGBTIQ+ dentro del Hospital San Juan, un espacio clave para el acceso a la salud sin discriminación.

Cuidarse es organizarse, y organizarse es disputar derechos. Desde ATTTA, Pilar y sus compañeras han dado peleas fundamentales para el acceso a la salud integral. “Nosotras capacitamos a los equipos. Nos capacitamos nosotras. Acompañamos a nuestras compañeras para que pierdan el miedo”, dice Pilar. Pero también está cansada. “Nos usan para actividades de diversidad como si fuera una preocupación, donde gastan plata en ‘break’, pero después no piensan en las compañeras sin trabajo ni comida”.

Para ella, la apertura del consultorio fue un avance enorme, pero el ajuste del gobierno libertario golpeó de lleno el acceso a los tratamientos. “Nos están haciendo falta hormonas. Con el recorte de financiamiento nacional se suspendieron muchísimos recursos, pero seguimos exigiendo que la provincia y el municipio se hagan cargo”, explica Pilar. La falta de tratamientos no solo afecta el bienestar físico de muchas compañeras, sino que las expone a la automedicación y a intervenciones peligrosas fuera del sistema de salud. En el contexto actual, el derecho a la salud está en riesgo, y garantizarlo es una de sus principales prioridades.

Además, siguen luchando por el acceso a cirugías de afirmación de género, una demanda que en Catamarca avanza con mucha lentitud. “Hay que seguir presionando para que las cirugías sean una realidad para todas las que las necesitan”, asegura Pilar. Sin recursos, sin voluntad política, sin una estructura de salud que priorice la atención a la comunidad travesti trans, muchas compañeras quedan en espera indefinida.

El pacto de cuidarse es también el compromiso de no retroceder. “Nosotras ya logramos mucho, y sabemos que lo que conseguimos puede desaparecer de un día para el otro si no seguimos luchando. Por eso, aunque nos quieran afuera, seguimos acá”, dice Pilar. Porque en un país donde el Estado ajusta, donde la violencia recrudece, donde la expectativa de vida travesti trans sigue siendo de menos de 40 años, el mayor acto de resistencia es sostenerse vivas.

Techo y trabajo: el derecho a existir con dignidad

El acceso al trabajo y la vivienda son dos de las luchas más urgentes del colectivo travesti trans en Catamarca y en el norte del país. Sin empleo formal, sin casa propia, sin redes de contención estatales, la exclusión no es solo una posibilidad, sino una certeza. Es por eso que ATTTA Catamarca viene empujando estas demandas como una prioridad, porque sin estabilidad económica ni un lugar seguro donde vivir, cualquier otro derecho se vuelve inalcanzable.

Históricamente, las travestis y trans han sido expulsadas de sus hogares desde edades tempranas, obligadas a sobrevivir en condiciones de extrema precariedad. “El problema era que los requisitos para postularse a una vivienda exigían estar casada o tener hijes. Muchas de nosotras no queremos casarnos ni queremos ser madres”, dice Pilar. 

La pelea fue dura, pero lograron que los requisitos se modificaran, permitiendo que personas solteras también pudieran acceder. “Gracias a nuestra lucha, muchas personas fuera de la comunidad también pudieron acceder a la vivienda”, cuenta con orgullo. Aunque hay avances, el problema persiste. “Cada compañera merece su casa, merece estabilidad, merece vivir sin miedo a quedarse en la calle”, insiste.

En paralelo, la lucha por el acceso al trabajo sigue siendo una de las principales demandas del colectivo. Catamarca no tiene una ley provincial de Cupo Laboral Travesti Trans, pero gracias a la militancia han logrado que compañeras ingresen en el Estado. “No queremos solo cupo, queremos estar en los lugares de toma de decisiones”, afirma Pilar. Hoy, algunas compañeras han logrado posiciones importantes en la gestión pública. “En Capital tenemos a Yoko Ortiz como funcionaria en el Punto Violeta y a Vida en la dirección de la Comedia Municipal. Son pasos enormes, pero no suficientes”, asegura Pilar.

Para Pilar, la lucha por el cupo laboral travesti trans no puede quedarse en el ingreso al trabajo: “Tenemos el cupo, ingresamos, ¿y qué hacemos? El sueño no puede ser solo tener un trabajo, tenemos que hacer carrera laboral, tenemos que formarnos”. El desafío es seguir abriendo espacios para que más travestis y trans puedan tener acceso al trabajo formal, a la estabilidad económica y a la posibilidad de proyectar su futuro sin depender de la precarización o la violencia estructural. “Estamos en todos lados”, dice Pilar con determinación. “En la cultura, en la educación, en el deporte, en la política. Nos siguen queriendo empujar afuera, pero ya es imposible ignorarnos”.

Nos quieren tristes, nos encuentran bailando

En cada conquista, también, hay una certeza: la vida travesti trans no puede ser solo lucha. También es goce. “Siempre nos quieren ver desde el sufrimiento, pero nosotras también bailamos, nos reímos, salimos de fiesta. Tenemos derecho a disfrutar”, asegura Pilar.

Jugó al vóley de manera federada, bailó caporales hasta 2019, se formó en liderazgo en derechos humanos en la OEA. “Siempre me imaginé dando discursos, dando conferencias, pero nunca pensé que se iba a cumplir”, dice con orgullo. “Cuando una se siente motivada y tiene un entorno que la acompaña, cumple sus sueños. Cuando tus sueños son frustrados y no tenés nada, es imposible avanzar”.

Esa alegría también se ve en las marchas, cuando las travas de ATTTA Catamarca salen a la calle con su irreverencia intacta. “Por más que llueva o truene, hay que salir”, dice Pilar mientras prepara su bolso para salir a la marcha del 8. “Ya está visto que por separado nos ignoran, nos tratan de minorías. Ese 1 de febrero demostramos que somos muchas, y que nos afecta a todas las personas”, señaló.

La falta de tratamientos no solo afecta el bienestar físico de muchas compañeras, sino que las expone a la automedicación y a intervenciones peligrosas fuera del sistema de salud. En el contexto actual, el derecho a la salud está en riesgo, y garantizarlo es una de sus principales prioridades.

El 8M se ha convertido en un territorio en disputa para las travestis y trans. Aunque el movimiento feminista ha avanzado en reconocer que las luchas por la justicia de género deben incluir a las disidencias, todavía persisten sectores que insisten en un feminismo biologicista, que reduce la identidad de las mujeres a sus genitales y excluye a quienes no entran en esa lógica. En cada marcha, en cada asamblea, la presencia travesti trans incomoda a quienes se aferran a una visión del feminismo que, paradójicamente, repite la misma violencia estructural contra la que se lucha.

Para Pilar, el feminismo y el transfeminismo no pueden ser luchas separadas. “Así como soy una persona trans también me considero feminista, soy transfeminista”, dice con convicción. Pero reconoce que en Catamarca la militancia sigue estando sectorizada: “Se sigue viendo como que las feministas van por un lado, las trabajadoras por otro, la comunidad diversa por otro”. Sin embargo, sabe que romper con esas divisiones es una tarea urgente. No solo por la coyuntura del país, sino porque el avance de los discursos de odio y la pérdida de derechos exigen una respuesta unificada.

Las contradicciones de un feminismo que se proclama universal pero que en la práctica deja afuera a la comunidad travesti trans muestran la urgencia de seguir tensionando los feminismos desde adentro. En algunos momentos, cuenta Pilar, no pudieron participar de ciertos espacios feministas, aunque eso ha ido cambiando con el tiempo. “Actualmente sí lo hacemos, si nos convocan estamos. Porque lo importante acá es que cada persona acceda a sus derechos completamente y trabajemos conjuntamente”, reflexiona. 

Mientras en algunos territorios como Catamarca hubo avances, en otras provincias del norte las violencias se profundizan: “Muchas compañeras siguen siendo expulsadas de sus casas, violentadas, sin políticas públicas que las amparen”. Frente a este escenario, los espacios de organización colectiva se vuelven fundamentales: los encuentros plurinacionales, las asambleas, las marchas. “Nos fortalecemos entre nosotras, presentamos proyectos, nos aseguramos de que cada provincia tenga sus propias estrategias de lucha”, dice Pilar.

El feminismo será transfeminista o seguirá reproduciendo violencias. La historia del movimiento ha demostrado que cada avance ha sido producto de la incomodidad y la disputa. Y hoy, las travestis y trans de Catamarca no solo marchan, sino que lo hacen con la certeza de que el feminismo que construyen es más amplio, más justo y más irreverente. Porque si algo queda claro es que no hay feminismo sin las travestis. Y que, en la lucha contra el fascismo, ellas también llegan primero.