En junio de 1983, la revista La Semana publicó un artículo con el acertado título de “¿Argentinas siglo 19 o siglo 21?”, de Silvina Bullrich. La escritora afirmaba que la vida de las mujeres argentinas estaba todavía limitada a las tres K de Hitler, Kinder (los niños), Küche (la cocina) y Kirche (la iglesia), y que un signo evidente del atraso de la condición femenina era la falta de educación sexual de las mujeres. Bullrich sostenía que la censura y los prejuicios conspiraban contra una vida sexual satisfactoria y criticaba que a los hombres se les enseñara a “buscar mujeres gorditas que saben hacer milanesas, en vez de una compañera de cama y de lucha en la vida”. Por el contrario, una sexualidad libre era el requisito esencial para el bienestar individual tanto de hombres como de mujeres y también la clave para un matrimonio feliz. Bullrich reflexionaba sobre el tema desde su experiencia personal asegurando:
Lo que mantuvo diez años mi primer matrimonio fue nuestra mutua inteligencia y amor por la cultura. Lo destruyó lo que esos farsantes, hipócritas, deformadores de la juventud ni siquiera mencionan: nuestra incompatibilidad sexual. Es, por otra parte, lo que une a los hombres y mujeres normales, y lo que los desune. El matrimonio es la única unión, el único sentimiento basado sobre la atracción física. Nadie se casa con un hermano.
Bullrich criticaba una tradición, continuada por la dictadura militar, que celebraba el rol de las mujeres como “buenas madres” que criaban hijos leales al régimen en detrimento de todas las otras identidades femeninas. Al mismo tiempo, la represión, el falso moralismo y una pacatería impuesta en nombre de los “valores occidentales y cristianos” retrasaba y ocultaba las revelaciones, los logros y los desafíos de la revolución sexual que estaba ocurriendo o había ocurrido en otras partes del mundo. Este oscurantismo es evidente en las 2000 entrevistas sobre sexualidad efectuadas por el sociólogo Julio Mafud con hombres y mujeres entre 1966 y 1988. Mafud explica que la conducta sexual de la mujer argentina había sido tradicionalmente determinada por una “psicología del pudor”. Dicha psicología era el resultado de información sexual conservadora e insuficiente que destacaba el sexo con fines reproductivos, equiparaba virginidad y perfección, y rechazaba y desacreditaba la masturbación femenina. Los sexólogos, por su parte, confirmaban este análisis al afirmar que la mujer argentina promedio carecía de conocimiento anatómico, estaba inhibida por sentimientos de vergüenza y sentía culpa por explorar su sexualidad y expresarse libremente sobre el placer.
En este contexto, el destape no solo transformó percepciones públicas de la sexualidad femenina, sino que amplió el acceso de las mujeres a la información sexual, impulsando un verdadero destape de las mujeres para las mujeres. Así, la prensa escrita cuestionó estereotipos enraizados en la cultura popular que representaban al sexo como una obligación y a la mujer como conformista, ignorante y exclusivamente motivada por la maternidad. La prensa hizo uso de la nueva libertad de expresión para reemplazar estos estereotipos con nuevas representaciones de las mujeres heterosexuales como sujetos sexuales con derecho al placer y como militantes activas para conseguirlo. En 1985, por ejemplo, el argumento de la actriz y vedette Moria Casán era muy diferente del análisis de Bullrich solo dos años atrás: “Antes, por ejemplo, se decía: ‘Cómo hacer para que su marido no se enamore de su secretaria’ y ahora te dan clases de ‘Cómo tener seis orgasmos en media hora’”. Casán imagina una lectora de clase media y se refiere a un pasado reciente en que las mujeres competían entre ellas por los hombres, las esposas estaban obsesionadas por retener a sus maridos y el sexo era aludido solo tácitamente en discusiones sobre las relaciones de género. De hecho, la infidelidad masculina era presentada en términos de amor en vez de sexo. Casán revela que, por el contrario, la prensa de la democracia estaba focalizada en el placer femenino, recuperaba el autoerotismo, eliminaba a los esposos de la discusión y otorgaba a las mujeres la información necesaria para satisfacer sus deseos sexuales. La nueva sexualidad femenina era vibrante y audaz, y la nueva mujer que se materializaba como consecuencia de este proceso de subjetivización sexual era segura de sí misma, creativa y más preocupada por su propio placer que por el placer masculino.
Los expertos en sexualidad coincidían en que la censura en los medios y el énfasis social en el sexo con fines reproductivos en los años de la dictadura habían forzado a las mujeres a un “proceso de aprendizaje intuitivo” sin acceso a información clara y científica que “les enseñara a que les guste el sexo”. La periodista Alcira Bas recordaba, por ejemplo, la denuncia judicial contra Diario Popular el último año de la dictadura por haber publicado un artículo sobre fantasías sexuales femeninas. En una reunión en el Ministerio del Interior, el jefe de redacción se defendió de los cargos por publicación de pornografía –un delito según el Código Penal– explicando que la nota estaba basada en evidencia médica y había sido escrita con la colaboración de psicólogos. Un artículo sobre el orgasmo femenino publicado por Mujer 10 en 1984 afirmaba que en el pasado reciente las mujeres habían dependido de los hombres para aprender sobre sexualidad y sobre sus propios cuerpos; por consiguiente, los hombres habían impuesto un modelo masculino de placer que hacía sentir a las mujeres ignorantes, pasivas, frustradas e injustamente incompetentes. De manera significativa, una encuesta entre mujeres de entre 20 y 50 años de edad demostraba que más del 40% de las entrevistadas tenía dificultades para alcanzar el orgasmo.
Con un tono educacional, desprejuiciado, alentador y honesto, muchas publicaciones se embarcaron en la tarea de ayudar a sus lectoras a disfrutar de la sexualidad y sentirse felices y plenas. En el proceso, las revistas para mujeres contribuyeron a una amplia “feminización del sexo”, revirtiendo la tradición de discusión pública sobre deseo y desempeño sexual enfocada casi exclusivamente en los hombres. Publicaciones como Mujer 10, “La mujer” y Claudia se llenaron de artículos sobre una variedad de temas sexuales y de fotos e ilustraciones explícitas, rompiendo una tradición editorial dedicada a recetas de cocina, moda, niños y ocasionalmente “problemas de salud femeninos”. “Vivir en pareja”, el suplemento de la revista sobre salud Vivir, era escrita en colaboración con sexólogos, psicólogos y médicos, y estaba centrada con exclusividad en temas como la preorgasmia, las posiciones sexuales y el deseo sexual. Vivir también publicó el Diccionario del sexo que no estaba enfocado en la sexualidad femenina pero que contaba con una mayoría de lectoras, ya que la revista estaba orientada a ellas. De forma similar, Adultos publicaba a especialistas locales y traducciones de renombrados expertos internacionales como Helen Kaplan y Shere Hite, mientras Sex Humor difundía a los más importantes sexólogos argentinos con “Investigación Especial”, su boletín sobre sexualidad.
Las revistas para mujeres celebraban el placer femenino como uno de los componentes más importantes para la realización personal, tan relevante para la vida como el alimento. De este modo, intentaban revertir las ideologías sexuales predominantes hasta el momento, que postulaban a la mujer como un objeto sin deseos propios y quien, sin información ni educación sexual, estaba dedicada a las necesidades de los otros tanto fuera como dentro de la cama. Con el destape, las revistas femeninas reposicionaron en el centro del debate el derecho de la mujer al placer sexual y lo hicieron el tema recurrente de sus páginas. Sex Humor satirizaba esta tendencia con Para Vos, una parodia de la revista Para Ti donde todas las notas, desde las recetas de cocina a la sección de mascotas y de belleza, eran sobre sexo. Sex Humor además afirmaba que la “obsesión” con el orgasmo femenino era tal que “orgasmar” se había incorporado como un término de uso corriente en el lenguaje cotidiano.
De hecho, el orgasmo se transformó en el tema fundamental de las revistas para mujeres y los años ochenta se convirtieron en “la década de la preocupación orgásmica”, para usar la famosa frase con la cual el sexólogo William Masters describió los años sesenta en los Estados Unidos. En la Argentina, clítoris y punto G –discutido ampliamente tras la publicación del controversial best seller The G Spot and Other Recent Discoveries about Human Sexuality (El punto “G” y otros descubrimientos recientes sobre la sexualidad humana) (1982) escrito por Alice Kahn Ladas, Beverly Whipple y John D. Perry– se volvieron los términos más mencionados en las publicaciones femeninas. La reivindicación del orgasmo clitoriano que floreció en la prensa de mujeres fue una cruzada para subvertir el argumento que lo calificaba como anormal y que estuvo vigente hasta mediados de la década de 1980. Por ejemplo en la película Flores robadas en los jardines de Quilmes (Antonio Ottone, 1985), basada en la novela homónima de Jorge Asís, Angélica (Alicia Zanca) se disculpa con Rodolfo (Víctor Laplace) por tener orgasmos clitorianos y le confiesa haber consultado con varios médicos para encontrar una solución a “su problema”. En otra escena de la película que reafirma la “anormalidad” de Angélica, un exnovio la llama “frígida” y “tortillera” por su forma de llegar al clímax.
Todas las revistas para mujeres se concentraron en la sexualidad femenina pero Mujer 10, nacida literalmente con la democracia en 1983, fue la que con mayor claridad relacionó el tema con el nuevo contexto democrático. La revista les preguntaba a sus lectoras “¿Es usted democrática consigo misma?”, y afirmaba que las mujeres debían trasladar la libertad de la Argentina posdictadura a sí mismas, a sus cuerpos, mentes y corazones para erradicar prejuicios, vivir libremente y satisfacer sus deseos, desde los laborales hasta los sexuales. Mujer 10 –que promovió una campaña a favor de la ley de divorcio– imaginaba a su público como mujeres modernas cuya modernidad estaba ampliamente determinada por una heterosexualidad sin inhibiciones. Esas mujeres afirmaban: “Hablamos de sexo. Decimos clítoris en voz alta y tratamos de no ponernos coloradas. Nos preocupamos por el orgasmo, por una relación sexual plena, por la masturbación y por el placer”.
El discurso de Mujer 10 era implícitamente empoderante: promovía el derecho y la habilidad de las mujeres de sentir placer y deseo sexual, impulsaba a las lectoras a defender ese derecho y cultivar esa habilidad y avalaba la idea de que la educación sexual y el conocimiento del cuerpo propio eran responsabilidades personales. La revista celebraba a las mujeres informadas, resueltas y con iniciativa, no solo porque estas características eran importantes en el sexo sino también porque eran fundamentales en la política y en la vida. Un artículo de 1984 sostenía que los hombres se sentían desorientados cuando las mujeres comunicaban y experimentaban sus deseos sexuales con libertad tanto como cuando luchaban por sus derechos en el ámbito público. Además, la autora equiparaba a una mujer liberada en lo sexual con “una mujer intelectualmente avanzada” y advertía a sus lectoras que muchos hombres consideraban a este tipo de mujer como una amenaza. Mujer 10 sostenía que, tal vez por ello, muchos hombres prohibían a sus esposas comprar la revista cuyo lema era “Mujer 10 es poder”. Las mujeres, sin embargo, los desoían y no solo consumían la publicación con avidez sino que también la compartían con sus amigas y sus hijas. En un artículo en la publicación feminista alfonsina, la periodista María Moreno señalaba que, a diferencia de revistas tradicionales como Para Ti y Vosotras, Mujer 10 “ha logrado imaginar una mujer con más vocación que pedalear la [máquina de coser] Singer hasta morir. O tal vez sabe que una obrera trabajará mejor si se cuidan sus orgasmos”. Moreno sostenía que el aporte más importante de Mujer 10 era priorizar la sexualidad por sobre otros temas y hacerlo sin eufemismos, para ayudar a las mujeres a liberarse de sentimientos de culpa y de anormalidad.
Foto de portada: Foto de OFA, Dia Internacional de la Mujer, publicada en Gente, Marzo 15, 1984