Alba Rueda: “Para que la política pública sea feminista tiene que transformar la lógica del Estado mismo”

En 2019 Alba Rueda fue la primera persona trans en ocupar un alto cargo en el Poder Ejecutivo como subsecretaria de Políticas de Diversidad de la Nación del Ministerio de Mujeres, Géneros y Diversidad. Hoy se desempeña como representante especial sobre Orientación Sexual e Identidad de Género de la Cancillería. Es reconocida por su trayectoria dentro de los movimientos sociales, los transfeminismos y también por su trabajo dentro del Estado. Esta conversación forma parte de “Institucionalizadas: cuando los feminismos se vuelven parte del Estado”, una investigación transnacional de LatFem sobre Argentina, Uruguay, Chile y Brasil con apoyo de FESminismos, proyecto regional de la Fundación Friedrich Ebert (FES).

¿Cómo ves al movimiento feminista hoy en Argentina?

—Es un movimiento social que se constituye en sujeto político ya hace varios años. Las agendas políticas feministas se han ido corriendo de determinada sectorización, que nos involucra como feministas y transfeministas, hacia un planteo social más amplio. En ese puente de masividad, reconozco la labor que hicieron ustedes, las periodistas, dentro de lo que fue la campaña de Ni Una Menos.

Hay muchos momentos previos que no hay que reducir. Tanto el movimiento feminista previo como posterior a la última dictadura cívico militar guarda un enorme valor en el desarrollo de nuestro feminismo. Y ahí destaco a los Encuentros Nacionales de Mujeres y también a un movimiento organizado en torno al debate de trabajo sexual o situación de prostitución. Encuentro un puente con gran parte del movimiento travesti en Buenos Aires, a Lohana Berkins, siendo parte de los Encuentros y de las primeras que estuvieron en la campaña por el aborto. Esa posición política que adoptaron Lohana y otras travas feministas permite un puente muy fuerte que, para el 2015, se asienta en la marcha de Ni Una Menos y en la enorme conmoción que trajo el travesticidio de Diana Sacayán, y la muerte de Lohana Berkins.

El feminismo popular como expresión de ese encuentro interseccional fue creciendo en términos de agenda política. Se ve en el cambio de término del Encuentro Nacional de Mujeres por Encuentro Plurinacional de Mujeres, Lesbianas, Travestis, Trans, No Binarixs, en Trelew, Chubut (en 2018). Ese, para mí, fue un espacio de asentamiento. Después, hay otras muestras a nivel federal y a nivel académico, con las intersecciones de nuestros feminismos pisando agendas LGBTIQ+, especialmente recuperadas por lesbianas disidentes y por travestis como Lohana (yo misma, muchas veces también estuve en esos espacios) y otras travestis.

Visto desde el exterior y en relación a cómo Argentina se posiciona en temas de género —por ejemplo, para hablar de mujeres en toda su diversidad, para poder hacer menciones que hablen del aborto y siendo nuestro país, hasta ahora, única ley que habla de aborto y de la capacidad de gestar de las personas—, esto es un paso adelante, muy significativo. Encontrar en los encuentros Pluri a las travestis, trans y no binaries también es un paso adelante. 

Los contextos actuales son observados por los movimientos feministas del mundo, que tienen una concepción y un recorrido más basados en agendas binarias, con más escenarios de disputa entre travestis y feministas . En ese sentido, uno de los temas que me inquieta hace tiempo es analizar los movimientos anti género y particularmente anti trans desde la posición feminista.

Estos recorridos no empiezan con Ni Una Menos ni con la transición democrática, pero encuentran síntesis de lectura desde la transición democrática hasta ahora. 

El feminismo en 2023 está muy atravesado por una gran fortaleza del movimiento en términos de sujeto político, en el debate nacional, en el debate del proyecto de país. Ahora, después de la Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo aparece todo un escenario mucho más abierto acerca de las agendas políticas de los feminismos.

¿En tu experiencia, cómo entra el feminismo en la política pública? ¿Qué características tiene que tener una política pública para que sea transfeminista? 

—Tiene que ver con los sujetos a quiénes se dirige, cuál es el tipo de abordaje y la metodología que se lleve adelante. Tiene que ver con las destinatarias protagonistas y con el diseño institucional. Para llevarlo más a tierra: si se hace o no con organizaciones sociales, si se hace con las voces de sus protagonistas, si las protagonistas solo describen las desigualdades y hay un grupo de selectas personas que implementan y dicen qué hacer o no, si las involucran en el proceso no solamente consultivo sino participativo para la implementación. 

Para que la política pública sea feminista tiene muchos recorridos y temas que saldar. Uno tiene que ver con la transformación de la lógica misma del Estado . El Estado en su concepción y su desarrollo actual es un Estado caracterizado por prácticas binarias, por lógicas heterosexistas, por un diseño de la política pública atravesado por la burocracia y la meritocracia. Entonces, tenemos enormes desafíos sobre la participación de las mujeres dentro de los espacios directivos, aún cuando hayamos ganado espacios. Mientras que en el movimiento feminista encuentro una lógica mucho más de avances y progresismos, no encuentro la misma dimensión dentro del Estado. Creo que todavía hay un debate sobre, por ejemplo, el Poder Judicial, que está pendiente —y es parte del Estado—, donde no encuentro nada de logros progresistas, sino más bien detenciones y encerronas brutales que dejan afuera a la perspectiva de género y diversidad.

Después, la ley de paridad dentro de los espacios de representación política no contempla a todas las diversidades. Tampoco se cumple 50/50. Es un gran debate dentro de la representación política, el debate sobre los partidos políticos y, particularmente, sobre cómo se constituyen las agendas feministas en los partidos. Entonces, veo muchos temas que tienen que profundizarse. Este es uno de los temas en los que más criticaría a nuestro feminismos —o, no a nuestro feminismo, sino a las lógicas estatales. Mi crítica a este momento es que no tenemos la suficiente evidencia de que lo que aportamos es importante. 

“Se aprobaron leyes hermosas y fundamentales, pero no estábamos nosotras, nosotros y nosotres en esos debates parlamentarios”.

Si hablamos de “el Estado”, desagregaría la situación del Poder Judicial. Donde sí reconozco mayor progresividad de las agendas de las mujeres, lesbianas, travestis, trans, es en el Ejecutivo y el Legislativo. El Legislativo, sin embargo, no tiene una representación política de la diversidad sexual. Eso es una materia pendiente. Se aprobaron leyes hermosas y fundamentales, pero no estábamos nosotras, nosotros y nosotres en esos debates parlamentarios. Había personas, diputades, LGBTIQ+, pero no eran, sin duda, la representación de los movimientos sociales, sino más bien parte de lógicas partidarias que hicieron ese recorrido y que, cuando asumieron esos cargos, pudieron abrir y hablar un poco más de LGBTIQ+. 

—Volviendo al Ejecutivo, ¿qué pasa con la relación entre esas pocas funcionarias feministas que llegan al Estado y el movimiento de base, callejero, las organizaciones? ¿Hay cierta tensión? ¿Ese vínculo representa un desafío?

—Creo que sí, hay un desafío muy grande. Todavía hay una tensión y escenarios de disputa. Nadie llega con la representación total de los movimientos sociales. Los movimientos sociales son polisémicos, tienen muchos sentidos. Y nuestro feminismo tiene un anclaje polisémico: hay feminismos de izquierda, anarquistas, en los partidos políticos, en los movimientos sociales y de base. Entonces, la representación de los movimientos en determinadas feministas que estamos en el Estado me parece que nunca es exhaustiva , como en las elecciones. 

—Como en la política en general…

—Exacto. Nadie llega con el 100% de los votos. Sin embargo, hay una exigencia particular para nosotras. En esa dinámica hay señalamientos en redes sociales, escraches, repudios. Y ahí sí se les acredita el total. Lo que quiero testimoniar es cuál es la posición del capítulo trans en ese recorrido. Nosotras, las travestis y trans, no llegamos por voto directo ni como diputadas, ni como senadoras, ni como presidentas de la Argentina. Llegamos por decisión del Ejecutivo , que es una cadena de responsabilidades que incluye una perspectiva de género. En esa inclusión, y para hablar puntualmente de cómo yo llegué a la Subsecretaría de Políticas de Diversidad —que fue el cargo más alto que se desarrolló en política de diversidad y ahora es el cargo más alto de representación en el país por los temas LGBTIQ+—, no fue por elección directa ni votación de los movimientos sociales. Lo mío tiene que ver con un recorrido como trabajadora del Estado desde el año 2006 y mi activismo desde mucho antes. Tengo un recorrido, un espacio de organización social y un recorrido al respecto que tiene que ver con la ley de Identidad de Género, con la ley de Cupo Laboral, con el travesticidio de Diana Sacayán, incluso, humildemente, con el diálogo en torno al cambio de nombre en el Encuentro Pluri, con las marchas contra los travesticidios y transfemicidios, y con nuestro recorrido como organización social dentro de la diversidad sexual. 

Una vez electo Alberto Fernández en 2019, decide quiénes van a ser las personas que lo van a acompañar y esas personas constituyen sus equipos de trabajo. Yo era la cuarta línea del Ejecutivo, con lo cual fui elección de la ministra (Elizabeth Gómez Alcorta) de manera directa. Fui parte de ese equipo de Eli Gómez Alcorta en aquel momento y ahora del ministro Santiago Cafiero en Cancillería. Esa elección directa es la que me lleva a mí a tener estos lugares. Ahí es donde aparece esta cuestión de cuáles son los debates, los temas en torno a nuestras agendas dentro de las lógicas estatales. A mí me parece que es importante la cuestión sobre la representatividad de los movimientos sociales, cómo es que llegamos: no llegamos por voto directo, sino más bien por estos recorridos. 

—¿Qué políticas concretas destacas de la experiencia de la Subsecretaría?

—El decreto del Cupo Trans (decreto 721/2020, Cupo Laboral Travesti Trans). Ese decreto surge así: el giro sube a la ministra, de ahí a la Jefatura de Gabinete y de ahí a la firma del Presidente, sale de la Subsecretaría de Políticas de Diversidad. El decreto se firmó —el proceso se inició mucho antes— el 4 de septiembre del 2020, en el contexto pandémico. Después, otro gran tema en el que tuvimos una firma muy importante fue el convenio con el Ministerio de Desarrollo Social, que implica una transversalidad de políticas públicas que permitió sumar en el Potenciar Trabajo a travestis y trans, más de 6000 en el contexto de la pandemia. Para que se figuren, yo estaba hacía tres meses en el Ejecutivo Nacional con un equipo de 19 personas en el momento en el que se declara el ASPO (Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio). 

Uno de los ejes para analizar el impacto de las políticas públicas transfeministas o feministas, tiene que ver con el arraigo y el asentamiento que tengan. Mirá la demanda, el año en el que se desarrollaron estas dos líneas. Nos cuesta mucho poner en valor lo que pasó durante 2020 y 2021. Quizás con el tiempo se pueda asentar y ver lo que significa haber trabajado en el Estado bajo lógicas que no estaban escritas en aquel momento. Era la virtualidad, la lógica no escrita de la virtualidad. 

—¿Cuáles son las estrategias para lograr esos puentes? El puente entre la demanda del movimiento y la política, el vínculo entre la calle y el palacio. 

—Yo soy parte de los espacios de organización social, lo he sido siempre. Así fue como efectivamente trabajé, siendo estatal y conociendo las políticas públicas. Las demandas de las organizaciones siempre son una valoración de agendas políticas, sobre esa valoración se constituye una agenda política. Si vos me preguntás, por ejemplo, si efectivamente la agenda política que desarrollé en los dos años y medio en la gestión del Ministerio de las Mujeres era el plan de trabajo con el que llegué a la Subsecretaría, definitivamente diría que no. Creo que ahí había como un eco de muchas agendas que son más amplias, que tienen que ver con una dimensión más compleja. Era la primera vez que se creaba una subsecretaría y con una deuda histórica. Hoy ya tenemos más herramientas para poder nombrar los travesticidios o las muertes antes de los 40 años. Dentro de las lógicas estatales, romper el binarismo y crear un sistema de información estatal que vaya por fuera de “varón y mujer”, es un concepto de ciudadanía y una profundización de la ley de Identidad de Género . El decreto de DNI no binarie fue una de las últimas cosas que hice.  Esos dos años de trabajo en la Subsecretaría fueron, sin duda, una parte de una agenda política postergada y que tenía muchas implicancias, muchas más de las que pudimos darnos. No era sólo el contexto COVID, era también la situación económica, las negociaciones con el FMI, como para situarnos en qué momento de todo ese desarrollo nosotras estábamos trabajando. En eso, hay una valoración, pero también hay un sentido de contexto que no involucra a toda la agenda de las organizaciones sociales. 

Hacer una política pública implica muchísimo trabajo estatal, no solamente en clave de normativas, de áreas sustantivas, por ejemplo, cuando pisás presupuesto. En general, una política pública como esta tiene que pisar presupuesto. Cuando pisás presupuesto, tenés recorridos normativos muy de las lógicas estatales. (Nota: “pisar presupuesto” en la jerga de las políticas públicas significa utilizar presupuesto). Una política pública tiene un circuito administrativo complejo y, además, mucha inteligencia para poder llegar a hacerse. Muchas veces es trabajar con distintos organismos que llevan adelante el control del presupuesto. Entonces, ese trabajo es distinto a hacer una declaración por el Día de los Travesticidios y Transfemicidios. 

—Desde los espacios de activismo y militancia tenemos una versión de cómo se genera una política pública bastante acotada, especialmente cuando se trata de la agenda transfeminista…

—La política pública tiene algo que es distinto a la valoración política o a la representación: en la política pública se suma y se resta. Entonces vos ahí podés ver qué significa haber hecho determinadas cosas. Hay una reglita que suma y resta; no es lo mismo que una valoración política sobre qué lindo tu discurso, qué bien que nos hizo, a quién votas o qué votas. Es una regla que te permite decir cuántas políticas hiciste, qué salió, cuánto presupuesto pisaste, cuánto no, qué cambiaste materialmente. Eso es un paso distinto. 

“Uno de los temas que me parecen importantes —y lamento decir esto—, una de las deudas que tenemos hoy en Argentina quienes trabajamos en políticas públicas desde la perspectiva transfeminista, es generar evidencia de estas políticas públicas”.

Estoy orgullosa del grupo que desarrollamos; esa es otra cuestión. A veces estas lógicas estatales de designaciones en primera línea, segunda línea, tercera línea, cuarta línea representan un estado jerarquizado. Pero ahí en la Subsecretaría éramos un grupo mucho más amplio. Uno de los temas que me parecen importantes —y lamento decir esto—, una de las deudas que tenemos hoy en Argentina quienes trabajamos en políticas públicas desde la perspectiva transfeminista, es generar evidencia de estas políticas públicas. Mostrar que esto sí es un enfoque de la desigualdad en materia macroeconómica y que si no llegamos en ese punto no es por una cuestión de voluntad o falta de ejercicio o falta de conocimiento. Es porque hay intereses. Creo que para cambiar esas lógicas, para mostrar que hay una macroeconomía feminista que rompe con las desigualdades, que realmente es un enfoque integral y que es una respuesta a tanta desigualdad como la que vivimos hoy, tiene que haber mujeres, lesbianas, travestis, trans, LGBTIQ+, feministas y transfeministas ejerciendo estos roles . Me parece que ese es uno de los temas que permitirían llevar adelante una política transfeminista. 

Necesitamos la evidencia del desarrollo de esas políticas públicas. Y mucho de lo que no hicimos, o de lo que no se ve en términos mediáticos, es todo el corte que se hizo para que no crecieran nuestras líneas políticas. Tenemos la convicción de que el feminismo es una respuesta también integral a las desigualdades. Eso no lo digo solo yo. Hay un montón de compañeras y compañeres que estudian el tema y lo trabajan. Lo que no podemos hacer es mostrar la evidencia porque estuvimos, creo yo, bastante limitadas en el desarrollo de estas políticas. 

—¿Cuando decís limitadas a que te estás refiriendo exactamente?

—A que hay lógicas binarias. Hay hasta cuestiones como “cupo sí, economía no”, por ejemplo. Vos viniste e hiciste cupo. Bueno, no pidas cupo y reparación

—Algunos temas sí, otros no. 

—Ahí están los límites, hasta dentro de nuestros propios espacios. Pero el problema no son nuestros propios espacios. La generación de evidencia es uno de los grandes temas en las políticas feministas y transfeministas . Para mostrar la desigualdad tenemos evidencia, ahora, para mostrar la oportunidad de las políticas públicas… eso es lo que digo que se corta. No poder desarrollar nuestras políticas públicas con el tiempo y con la raigambre. La evidencia también puede ser por jurisdicciones. Veamos en nuestras intendencias, en nuestras provincias, a nivel nacional, pero empecemos a mostrar evidencia de mujeres feministas ejerciendo agendas feministas.

—Se suele citar el DNI no binario como una política “meramente identitaria”, cuando se critica al feminismo, al transfeminismo, se coloca a este tipo de políticas en un lugar secundario, la “política de minorías”. Esta idea de que como el gobierno no puede ocuparse de lo realmente importante, que es la macroeconomía, la solución de los problemas de la estructura, entonces hacen estas políticas totalmente secundarias. No es mi opinión, pero es una apreciación que hoy está muy en discusión, ¿no?

—Hay un arraigo social de que son políticas de minorías. Pero no es cierto. De la agenda de las mujeres también se decía que era de minorías. Y las mujeres no lo son ni numéricamente ni como sujeto político, ni cuantitativamente, ni son la minoría de las desigualdades que hoy se plantean. Hoy los partidos de extrema derecha, con sus representantes de extrema derecha, narran la pobreza desfeminizada, narran la pobreza sin edad . Y, en realidad, si vos tomás las variables de la evidencia en política pública que son los estudios sociales, culturales, los estudios estadísticos, probabilísticos y no probabilísticos, dan cuenta de que la feminización de la pobreza, el embarazo joven, la violencia hacia las mujeres y niñas es diferencial, y las desigualdades son diferenciales. Es una narrativa basada en que tuvieron que cortar todos esos hilos para poder hacer un planteo sobre la pobreza por fuera de las mujeres y las diversidades. Nosotras, desde las PASO (Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias, que en Argentina fueron el 13 de agosto) hasta ahora, estamos viviendo muchos ataques en redes sociales. Nos escriben por privado con mensajes amenazantes, sobre todo a las personas LGBTIQ+. En eso, una cosa que dicen es: ustedes no son los niños que pasan hambre, hay 40% de la pobreza. Usando “los niños” como un sujeto que está descorporizado de nuestras realidades.

Los candidatos tienen que ficcionar una realidad para poder sostener estos temas. En 2021, después de las elecciones de medio término, lo que se decía en aquel momento era que estas políticas, las del Ministerio de las Mujeres, Género y Diversidad, eran políticas minoritarias, hablando de las políticas de mujeres. Obviamente, insisto en esto, el predicado más popularizado es que es un tema minoritario, el de las personas no binarias. Pero, por fuera de las minorías y mayorías, o teniendo en cuenta las mayorías, creo que efectivamente son las mujeres las que también son agentes de esa mayoría que debate sobre las desigualdades.

Cayó muy bien, en aquel momento, endilgarnos el fracaso electoral. Quedaba cómodo hablar de eso. En realidad, la campaña 2021 no estaba basada en los logros del feminismo, estaba basada en los logros frente a la pandemia. Y eso fue uno de los grandes temas que cambió la dinámica electoral, que la línea de la campaña oficialista eran los logros de la pandemia. Si no, escuchen la publicidad de aquellos años y era: lo que hicimos con la pandemia… Ese fue el desencuentro en términos de campaña electoral de las elecciones de medio término. De hecho, sus candidatos tampoco éramos LGBTIQ+.

—¿Te parece un debate adecuado a nuestra realidad el que se da entre las políticas de identidad y las redistributivas?

—En el debate sobre la política identitaria, que es más amplio, con posiciones como la de Judith Butler y otres repetidores que señalan y observan las políticas identitarias como un problema, no caemos muchas veces en la cuenta que esas autoras hablan con la panza llena, desde países llenos de políticas también identitarias, básicamente desde el norte global. Desde el sur global una ley como la de Identidad de Género es la marca de nuestro recorrido social y popular. La Ley de Identidad de Género fue la primera ley en el mundo que tiene un desarrollo basado en criterios de autopercepción y autodeterminación de las personas, ubicando al Estado en un rol administrativo respecto de los cambios registrales. El Estado comprometido en temas de desigualdades, como por ejemplo el ámbito de la salud, o sustantivos, en clave de derechos humanos, cuando habla de los espacios de respeto al trato digno. El de la política identitaria muchas veces es un debate del norte global, pero sin tener en cuenta las desigualdades del sur global. El sur global, y puntualmente Argentina, aporta a ese debate una ley, y el indicador, hoy en Naciones Unidas, sobre políticas de reconocimiento a las personas basadas en los estándares de derechos humanos. 

“Desde el sur global una ley como la de Identidad de Género es la marca de nuestro recorrido social y popular”.

Entonces, me parece que el debate depende de qué tan llena tengamos la panza para poder hacerlo. No podés solo leer la posición de la Ley de Identidad de Género como un cambio de documento sin modificar las lógicas del Estado. Yo no sé cuántos estados modificaron esas lógicas binarias a partir de las no políticas de identidad. En ese debate, políticas como la del cupo laboral o la Identidad de Género o la de DNI no binario, permitieron cambiar los sistemas de información, que es el modo en el que el Estado interpreta a sus ciudadanas, ciudadanos y ciudadanes. Trabajar desde ahí, desde esa ruptura del binarismo, políticas que son más inclusivas para determinados sectores. Las políticas de identidad desde el sur global, desde este ejercicio, tienen mucho para contar, y mucho en afirmativo. Me cuesta más pensarlo en la lógica de un debate solamente académico que habla de que les molesta que “LGBT” se siga ampliando, como si ese fuese un problema. 

—Recién mencionabas algunos ataques en redes sociales, el tema de la violencia política específicamente hacia funcionarias transfeministas en los últimos años tomó cierta relevancia y preocupación.

—Son los costos de haber asumido un cargo político…porque la exposición no sólo hizo que sectores de derecha, sino también dentro de esta pluralidad de feminismos, nos tengan bajo ataque. Viví escraches, escraches de compañeras trans. Estas cuestiones son muy negativas. Me parece que en el fondo todo se reduce al fracaso de la evidencia en términos de política pública. 

“Son una manga de chorros, pusieron a las travas”, dicen en redes sociales. Hace poco vi un programa de la tele que me incluyó en las imágenes diciendo que éramos unas de las que más gastábamos presupuesto. Esta es una de las oficinas más chicas que hay en la Cancillería. No se quiere ver la evidencia: Argentina tiene una posición tan bonita para mostrar. Por ejemplo, al ser un país del sur global, al no ser un país rico, al ser un país que tiene una perspectiva feminista. Es una prueba hermosa, es un enorme valor. Así como la ley de Identidad de Género, así como la ley de Cupo Trans. El desarrollo de esta política pública en Argentina es de enorme valor para el mundo porque no hace falta ser un país rico para abrir la agenda LGBTIQ+. Ese es el valor. Hace falta estar en contacto con este enfoque de la desigualdad. 

—¿Cómo se lleva eso con el riesgo de convertirse en un nicho? “La Secretaría de Género de…”. 

Nunca fue un nicho para nosotras. Nosotras trabajamos transversalmente. Yo trabajé transversalmente en esta agenda. Nosotras creamos, por ejemplo, la Unidad de Coordinación Interministerial para la Implementación del Cupo. Yo era la responsable de esa comisión, pero en esa comisión estaban el INADI, la Jefatura de Gabinete, a través de la Secretaría de Empleo, el Ministerio de Educación, después con la ley se abrió también, para el Ministerio de Trabajo. Lo que quiero decir es que la transversalidad es uno de los temas que se abordó. Te digo esto sobre cupo, pero podría decirte, por ejemplo, que las 6000 personas trans que entraron en el Potenciar Trabajo fue por una coordinación con un área sustantiva, que es la cartera sustantiva que lleva el Potenciar Trabajo. Y esto tendría que haber sido con todos los ministerios. Ahí te decía lo de “suma y resta”. La evidencia también muestra cuáles fueron los temas más complejos, no porque no hayamos transversalizado sino porque también hubo resistencia. 

—El Ministerio de Mujeres, Géneros y Diversidad fue una novedad para Argentina, en otros países de la región se está implementando también. ¿Qué evaluación hacés de la existencia de los ministerios? 

Tengo una muy buena evaluación de los ministerios respecto de todo lo que venimos valorando. En principio porque la pregunta me lleva, como justamente vos decías, a que es una creación tan reciente. Entonces la pregunta más básica: ¿te parece bien o te parece mal que existan, en la primera línea de las políticas públicas, políticas feministas y transfeministas, puestas en la clave de un ministerio? A mí me parece bien. Me parece bien que existan los ministerios de las Mujeres, Géneros y Diversidad en Argentina, en las provincias, y que se puedan llevar adelante agendas sustantivas y específicas. Hay personas que sí somos expertas en estos temas y creo que eso amerita un valor, un lugar, una valoración de la cartera, sobre todo si pensamos —como yo lo hago— que este enfoque es una respuesta a tanta desigualdad. 

Después, otro tema es qué se hizo. ¿Es más que cero o es menos que cero? Es más que cero. Basta comparar el año de gestión del Consejo Nacional de las Mujeres con el primer año del Ministerio de las Mujeres en pandemia, como para ver el paso sustantivo en términos de agendas políticas y ver su interseccionalidad. Ver la perspectiva de diversidad, por primera vez tuvimos una subsecretaría. En Brasil existe una secretaría a nivel ministerial. Son áreas sustantivas y significativas, pero una secretaría es tercer eje de jerarquía y una subsecretaría es cuarto. Digo esto porque también las negociaciones presupuestarias son distintas cuando tenés una secretaria o una ministra, eso también es uno de los temas significativos. 

Entonces, es más que cero. ¿Lo que se desarrolló podría haberse hecho de manera distinta? Contrafácticamente después se puede contestar. Una cosa que me llamó la atención fue cuando renunció Eli Gómez Alcorta. Estábamos en la previa al Encuentro Pluri en San Luis. Creo que se esperaba que hubiera un movimiento social y político que dijera: queremos continuar con estas políticas públicas a nivel ministerial. Decir, por ejemplo: conozco a tal, queremos que tal sea la próxima ministra. Esperaba un diálogo del movimiento, como hubo en otros espacios, poniendo en valor al gobierno. Al no haberlo, la pregunta no es si yo, Alba Rueda, no lo valoro, es: ¿lo estamos valorando? ¿Estamos creyendo que nos merecemos continuar por esta línea o creemos también que son cuestiones de minoría? No es una pregunta que yo tengo que contestar, porque creo positivamente que sí y porque, además, insisto, para la política pública hay una reglita que es sumar y restar. Entonces, yo sé qué había antes y qué hay ahora, qué hubo cuando nosotras trabajamos, cuando yo trabajé en la Subsecretaría, u hoy con esta representación. El tema es si eso llegó o ancló en los movimientos sociales. Me parece que ahí hay un ejercicio también, para verlo más amorosamente.  

“Hoy el mensaje de la extrema derecha es aniquilar el Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad. Así, aniquilarlo. Lo dicen hasta con asco y odio. Entonces, ¿nosotras cómo lo decimos?”

Hoy el mensaje de la extrema derecha es aniquilar el Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad. Así, aniquilarlo. Lo dicen hasta con asco y odio. Entonces, ¿nosotras cómo lo decimos? Esto es una pregunta reflexiva, y esto quiere decir que nos pone de cara a nosotras dentro de este debate. Insisto, yo tengo posición tomada, me quedo hasta que el presidente lo diga o hasta el 10 de diciembre. Cumplí los cuatro años de gestión en este gobierno y sabiendo que muchas de las cosas que hicimos no se habían hecho antes, por ejemplo, la ley de aborto. Son todas posiciones que tienen —voy a decirlo mal— pliegues de una discusión más amplia. Pero, a falta de pliegues, en la línea más llana, para mí está bien. 

—Me quedo pensando en el tema de la organización interna con otras feministas y transfeministas, cómo se organizan, también a nivel internacional. 

¿Vos decís un grupo como Mujeres Gobernando?

—Puede ser o no, capaz que nos podés contar de otro, si existe, y si lo ves posible y efectivo. Y después a nivel internacional, cómo se tejen también redes en esos planos con otras colegas. 

Me es más fácil hoy la segunda que la primera. Esto también es algo que leo amorosamente, ser parte del primer ministerio y de las primeras líneas de funcionarias en esa clave. Cada una corriendo para mostrar esto: que podemos, que sabemos . Yo era la primera subsecretaria y Ornella Infante era directora en el INADI, en la primera línea después de la titular o interventora, (Victoria) Donda. Nosotras tuvimos muchos espacios donde invitamos a Ornella a ser parte de las líneas. Posiblemente no nos habríamos puesto de acuerdo en todos los temas. Pero si estábamos, ella estaba. Cada vez que la invité, ella estuvo y estuve ahí. Tengo, afortunadamente, registro de cada una de las veces, las múltiples veces que ella estuvo —y estar es una respuesta política. No tuvimos un espacio de diálogo y de alianzas feministas programáticas, pero nosotras nos apoyamos. 

—¿De Mujeres Gobernando participaste? 

—Estoy, sí, pero casi no participo. 

—¿Es un grupo de WhatsApp o cómo lo caracterizás? 

—No, se hicieron algunos encuentros. Preguntale a Vilma. 

—¿Y qué es la política exterior feminista o transfeminista? 

Hoy soy la Representante Especial de Orientación Sexual e Identidad de Género en la Cancillería. Este rol surge de la transversalidad de la agenda de la ministeria, particularmente, para decir cómo sí transversalizamos. Entre otras cosas, cuando recién se empezaron a abrir las cuestiones de pandemia, empecé a ver que nos convocaban para todos los foros. Entonces veía: hay que dedicarse a esto, hay que promover que haya una política exterior que pueda dar cuenta de ese diálogo y de esa evidencia. Después, por ejemplo, la ley de Identidad de Género, con más de once años, la evidencia es qué pasó a nivel social. En un país del sur global atravesado por culturas machistas, religiosas, con gran raigambre en discursos reaccionarios. En Argentina, esa es una enorme evidencia que hoy está puesta en duda por muchos movimientos anti género. No se debe reconocer la identidad de género de travestis y trans porque atenta contra los derechos de las mujeres, dicen algunas mujeres en el sistema de derechos humanos. O sea, utilizan esa plataforma para decir: vamos a proteger a las mujeres y por eso las travestis no pueden tener derecho. ¿Y cuál es la evidencia? Señoras, en Argentina hay once años, en un país de 47 millones de personas, de evidencia del desarrollo de las políticas de la ley de Identidad de Género.

“Institucionalizadas: cuando los feminismos se vuelven parte del Estado” es una investigación especial transnacional de LATFEM sobre Argentina, Uruguay, Chile y Brasil con apoyo de FESminismos, proyecto regional de la Fundación Friedrich Ebert (FES).