Alerta de moralidad: fútbol y familia

No llegamos al feminismo para imponer una nueva moralidad. Vimos todos los partidos de la selección y fuimos felices con la alegría de los jugadores. No le pedimos a nadie que se corra de la foto. Militamos familias deseadas, afectos sin toxicidad, políticas de cuidados y cuidados compartidos. Otras familias son posibles y de hecho, esas otras familias son todos los días.

No llegamos al feminismo para imponer un código distinto, ni la obligación de nuevos modos de ser, ni una nueva moralidad, ni queremos ser la vanguardia, ni creemos en la gente que juzga la vida. Llegamos para ver el reverso de los códigos, la arbitrariedad de la que están hechos, su expresión de poder, para hacer nuestros deseos más conscientes, para politizar nuestros deseos y liberarnos de los que nos hacen daño, para emanciparnos en amores -con “vínculos”- más horizontales, sean con amigues, con parejas, con otres, y la lista de para qués sigue. 

Vimos todos los partidos de la selección y fuimos felices con la alegría de los jugadores. No le pedimos a nadie que se corra de la foto, porque entendemos que nadie es una isla, que dependemos de otres, que somos con otres, con nuestros afectos de toda procedencia y cercanía. Lo que nos mantiene en pie es esa red. Y las redes, como las familias, son diversas. Una mesa familiar para las fiestas de fin de año es encontrarse con lo disímil, con la vida sin algoritmo, con la necesidad de hablarnos con amor aunque no haya paciencia, sin la lógica de comentarista de redes.

La estructura de la sagrada familia no significa que construya represión. Hace años militamos por familias deseadas, afectos sin toxicidad, reclamamos políticas de cuidados y cuidados compartidos. Otras familias son posibles y de hecho, esas otras familias son todos los días. ¿Está mal que una joven trabaje en el cuidado de sus hijes? ¿Y si es un joven el que cuida? ¿Y si es lo que quieren? Lo que está mal es que no tengan reconocimiento por eso. ¿Sería mejor que tuvieran una “carrera”? No hay nada que juzgar en el deseo, hay que renunciar a levantar el dedo.

En estos tiempos ásperos, con una economía lacerante, también festejamos otra cosa. Que, a diferencia de otras selecciones, estos pibes “des cla sa dos” (es irónico, Raúl) salieran a bailar cumbia con todes y se fueron al pueblo o al barrio con sus familias a pasar las fiestas. Se conurbanizó la selección, como dijeron en el diario que es doctrina de opinión, y no nos alcanza el tiempo para agradecer el gesto. 

Este 31, mamita, hacé lo que se te cante. En LatFem te bancamos fuerte.