Este fin de semana Chile dio un nuevo paso para concretar uno de los grandes eventos de su historia democrática. Por votación popular, se eligió a los 155 miembros de la Convención que redactará desde cero una nueva Constitución en reemplazo a la impuesta por la dictadura de Augusto Pinochet. El órgano -que es paritario y con ello único en el mundo- quedó conformado por 77 mujeres y 78 hombres, en su mayoría, candidatos independientes vinculados a las nuevas izquierdas.
En octubre del 2020, a un año del inicio del estallido social que movilizó al país entero, la ciudadanía chilena decidió mediante un plebiscito que deseaba cambiar la Constitución de la dictadura y que lo haría a través de una Convención elegida por votación popular. Estas llamadas, y con mucha razón, “mega elecciones” se realizaron este sábado y domingo pasados -durante dos días para minimizar los contagios por coronavirus- y tuvieron como objetivo elegir, además de los miembros de la Convención, a los Gobernadores/as, concejales/as y alcaldes/as del país.
El proceso de estas elecciones inéditas se llevó a cabo a través de cuatro papeletas de votación, una de ellas, de casi un metro de largo, que incluía más de 100 nombres. Pero si bien, en octubre pasado, el plebiscito tuvo una participación masiva y sin precedentes del 78% del padrón electoral, esta vez, descendió dramáticamente a un 43%. Los días de decisión fueron tensos y de difícil predicción, no solamente por la baja cantidad de votantes sino por el sistema electoral chileno, que funciona mediante el método de D’hondt, es decir, basado en listas, con cupos por distrito según densidad poblacional, y con un sistema de corrección posterior que asegura la paridad y los escaños reservados para pueblos originarios
Sin duda, la gran perdedora de la jornada fue la política tradicional encarnada en partidos históricos. Si bien la derecha chilena, siempre muy cohesionada, no logró siquiera el tercio suficiente para tomar decisiones relevantes en la Constituyente, la izquierda aglutinada en los partidos que gobernaron durante los 30 años de la post dictadura, no lo hizo mejor, y tampoco consiguió una votación demasiado alentadora. En ese sentido, estas elecciones confirmaron las inquietudes centrales del movimiento social chileno, que se desplegó en las calles por varios meses sin cabecillas, sin líderes partidarios y motivado por el descreimiento en la política tradicional.
La Convención Constituyente quedó finalmente conformada en mayor medida por candidatas y candidatos de la dividida oposición y por independientes que se impusieron por sobre quienes venían de partidos políticos. Además, la integran 17 escaños ocupados por miembros de los 10 pueblos originarios reconocidos por el Estado chileno, lo que equivale a un 11% de representación garantizada para ellos.
Entre las mujeres que redactarán la nueva Constitución destacan nombres como el de Alondra Carrillo, miembro de la Coordinadora Feminista 8M, la machi Francisca Linconao, símbolo de la lucha del pueblo mapuche, perseguida política y absuelta sin pruebas en su contra por la Ley Antiterrorista, la ex vocera de los Estudiantes Secundarios, Valentina Miranda, con 20 años, la persona más joven que integra la Convención, y la activista Giovana Grandón, más conocida como Tía Baila Pikachu, una mujer de clase trabajadora que se hizo mega famosa por protestar en un traje del personaje y que a estas alturas ya es parte de la mitología del movimiento social.
Entre las adhesiones interesantes están también nombres que se han dedicado por varios años a explicar y promover la necesidad de una nueva Constitución para Chile, como son los abogados Fernando Atria y Jaime Bassa. Aunque sin duda, una de las grandes ausencias es la de candidatas y candidatos de la comunidad trans, que esta vez tenían una ventana histórica para formar parte de la Convención, sin embargo, ninguna de sus propuestas resultó electa.
Más allá de la Convención misma, algunos cambios radicales en la estructura de la política chilena sorprendieron también en alcaldías y gobernaciones. Es el caso de la comuna de Santiago, es decir, el centro de la ciudad, uno de los sectores clave y más codiciado políticamente, que fue tristemente célebre los últimos dos años por la crudeza de la represión policial. La nueva alcaldesa electa por el territorio es Iraci Hassler, militante del Partido Comunista, que se impuso sobre el derechista Felipe Alessandri, alcalde en ejercicio, que se postulaba a la reelección y cuya gestión está en entredicho por los excesos policiales cometidos en su territorio. También es el caso de Macarena Ripamonti, de Revolución Democrática, electa alcaldesa por Viña del Mar, un territorio gobernado durante 17 años por la derecha.
Aunque parezca increíble, la paridad -que se puso como condición para garantizar justamente la participación femenina en la escritura de la Carta Magna- esta vez, jugó principalmente a favor de los varones. Debido a la gran cantidad de candidatas electas en varios distritos, al menos 11 mujeres tuvieron que ceder sus puestos para garantizar la paridad. Entre ellas, Natalia Aravena, enfermera y víctima de trauma ocular, una de las 500 víctimas con ojos mutilados por la policía que aún buscan reparación del Estado chileno.
La Convención Constitucional debe comenzar a sesionar la primera semana de junio. Las normas se aprobarán con al menos dos tercios de los votos de sus 155 miembros, un mecanismo que augura una serie de pactos y rivalidades internas en un momento político desde ya convulsionado y ad portas de las primarias presidenciales este julio.
La nueva Constitución deberá estar redactada en el 2022 y el proceso culminará con un plebiscito de salida, que será con voto obligatorio, donde la ciudadanía será la encargada de aprobar o rechazar el documento.