Días antes de la visita de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos a la Argentina en setiembre de 1979, en la que recabó miles de denuncias sobre torturas y desaparición forzada de personas, sale a la calle el primer número de la revista feminista socialista Todas. La dirigía Martha Ferro. Militante trotskista, titiritera y a partir de entonces, también periodista. Dirigía la revista por encargo del Partido Socialista de los Trabajadores.
Así podría comenzar un perfil de Martha Ferro como referente del feminismo socialista argentino. Con un hilo fuerte, con fuentes escritas y tangible, como le gusta a la academia. Aunque no eran los hilos que prefería esta vindicadora de las mujeres, niñas y travestis más pobres y marginadas. Les marginades no escriben o escriben poco. Paradoja que refuerza la jerarquía de voces que transmiten la historia y son verticales. ¿Qué hacemos cuando la poesía existió, incluso fue leída en público, pero no queda registro porque se perdió o fue destruida? ¿Y con la correspondencia? Subterfugios de poder aceptar o negar a gusto los testimonios que dan fe de aquello que efectivamente ocurrió.
¿Qué hacemos cuando la poesía existió, incluso fue leída en público, pero no queda registro porque se perdió o fue destruida? ¿Y con la correspondencia? Hasta hoy estos poemas y estas cartas no existían porque estaban guardados sin dar a conocer.
Antes de dar este fuerte paso en esta línea del feminismo argentino que no está lo suficientemente estudiada —excepto por los trabajos de investigación de Mabel Bellucci sobre papeles escritos y sobre testimonios, y algunos otros trabajos— y que en la persona de Martha Ferro aunó ideales, métodos y acciones tanto trotskistas como anarquistas, la directora de Todas fue delegada gremial de la fábrica Terrabusi, permaneció escondida durante un año en la Isla Maciel en 1977, donde en pareja con una prostituta organizó a las mujeres para que mantuvieran a raya —y si era preciso “fajarlos” también lo hacían— a los maridos violentos. Cuando la cacería de trotskistas mermó hacia 1978, Martha Ferro volvió a habitar un local con sótano en el pasaje San Lorenzo y Defensa (San Telmo) que se convirtió en lugar de refugio y espacio de arte y juegos para lesbianas y mujeres de izquierda.

La carrera como periodista de Martha Ferro continuó a cargo de la sección La Mujer del diario La Voz (1982-1985), y con una extensa labor como periodista de policiales en Editorial Sarmiento-diario Crónica, sobre todo a través de las páginas de la revista Esto! en las que militó contra el gatillo fácil, la violencia institucional y la violencia social hacia les marginades, en particular hacia las travestis y prostitutas. Con justicia se la considera creadora del género “policial tramontina” y la periodista que acuñó el término “travesticidio” para reivindicar que las vidas travestis valen.
Las páginas de poesía de Martha Ferro comenzaron alrededor de 1962, apenas salida de la escuela secundaria y mientras transitaba sus primeros empleos, cuando en la ciudad de Buenos Aires dejaban de circular los tranvías, en la clase media argentina se apagaba la efímera esperanza en el desarrollismo, llovían los bonos de Alsogaray y florecía la resistencia peronista a fuerza de huelgas y caños, en calles y fábricas.
Martha Ferro poeta, obrera y militante en los ghettos de Nueva York, en Buenos Aires despreciaba al feminismo de las clases altas y las clases medias profesionales en pos de un feminismo de obreras y artistas.
Marha Ferro admiraba al poeta estadounidense Allen Ginsberg, lo copiaba pero con una cadencia porteña y una impronta de joven con inquietudes entre químicas y metafísicas que la condujeron a la facultad de Filosofía y Letras a estudiar una carrera novedosa: Psicología.

Con la dictadura fascistoide de Juan Carlos Onganía y el ingreso de la policía a la universidad en La Noche de los Bastones Largos, el estancamiento, la vida gris y la violencia policial contra les jóvenes, un grupo de cuatro amigues (una pareja gay y otra lésbica, Néstor Latrónico-Juan Carlos Vidal y Martha Ferro-Alicia Hasper) huyen a Nueva York a buscar aventuras artísticas, literarias y sexuales.
Por el camino de Newark, libro que presenta Ediciones Nebliplateada para cerrar este año tan difícil, 2024, contiene muchos de los poemas que Martha Ferro escribió en su juventud, y que ella destruyó, muchos de ellos salidos de su máquina de escribir en los años que vivió en Manhattan y Brooklyn. Los poemas los guardaron sus amigues y en particular su amor etéreo de juventud y de Parque Avellaneda, Anna Fioravanti. “Ana” conservó las cartas que entre 1968-1971 le envió Martha desde Nueva York, donde se encuentra la bitácora de aquel viaje al “monstruo que me engañó y me noqueó”.
Hasta hoy estos poemas y estas cartas no existían porque estaban guardados sin dar a conocer. Para un sector de la academia esta Martha Ferro que conocieron, escucharon y vieron actuar muchos y muchas, podría no haber existido.

Bueno, ahora las jerarquías que deciden -vaya a saber con qué criterio- si validan o invalidan los testimonios orales no pueden negar a la Martha Ferro poeta, obrera y militante en los ghettos de Nueva York, y que en Buenos Aires despreciaba al feminismo de las clases altas y las clases medias profesionales en pos de un feminismo de obreras y artistas. Si de este libro maravilloso nacen papers, bienvenidos sean. Y si surgen de jóvenes investigadoras de las universidades obreras fundadas en los últimos años, mejor.
El libro contiene también los poemas que le publicaron en El Corno Emplumado, Cormorán y Delfín y Afuera. Y los que publicó en la revista Todas.
En carta del 12 de julio de 1968 le cuenta a Anna Fioravanti:
“El 10 me sentí mejor, caminé por el Village y vi toda una libertad que en Buenos Aires te costaría tres días de cana y una cortada de pelo barbao desplegada. Las ropas más extrañas en las caras y los cuerpos más extraños. Hay mucha policía por las calles, los portorriqueños viven borrachos y entre ellos y los negros se odian brutalmente. En general todo ese grupo de gente está muy descontento por las restricciones a que se ven sometidos. Aquí no hay ley de despido ni nada que se le parezca. La injusticia social, los ghettos, etc etc. La violencia es el drama que este Tío Sam no sabe controlar. Hay libertades sí para putearse, para vestirse, escribir lo que quieres, ridiculizar al gobierno hasta el colmo, pero muchas cosas faltan. Una calidez humana que todo este sistema no tiene y que por eso mismo va a desbordar en cualquier momento”.
Esta última profecía acompañó a Martha Ferro a lo largo de su vida. En esta certeza fundamentaba su búsqueda de justicia para los que nunca la tuvieron.
El libro integra la colección Archivos Desviados. La compilación de poemas, cartas y documentos gráficos que realizó Juan Queiroz es minuciosa, así como el trabajo de edición de María Gómez, a cargo de Nebliplateada, y el arte de Luisina García Cattáneo. Contiene un extenso comentario de la escritora María Moreno en contratapa y un prólogo de Adriana Carrasco que aborda la vida de Martha Ferro incluso desde aspectos íntimos, con intención de acercar su historia al público feminista, lesbiano y lgbtiq de estos tiempos.
Es el primer título de la colección Archivos Desviados. En preparación para publicar se encuentra la obra de les poetas Marcelo Benítez, Elena Napolitano, Néstor Perlongher y Néstor Latrónico.