Septiembre es el mes de los y las estudiantes. Mucho más en Jujuy, donde se realiza desde hace 69 años la Fiesta Nacional de los y las Estudiantes. Ellos y ellas son protagonistas. Este año, sin fiesta por la pandemia, no hubo desfile de carrozas ni elecciones de reinas. Hubo, en cambio, pedidos de paradero, denuncias de desaparición, rastrillajes, autopsias, marchas en reclamo de justicia.
Iara Rueda, Rosana Mazala y Gabriela Cruz. Tres mujeres asesinadas en la última semana. Con Cesia Reinaga, que murió ahorcada sobre el fin de agosto, son cuatro mujeres muertas en poco menos de un mes. Cuatro víctimas de femicidio en una provincia que estos días arde. Van cuatro días en las calles, cuatro consecutivos de movilizaciones pidiendo justicia.
El recorrido cronológico de estos cuatro crímenes que desbordaron la paciencia empieza con la desaparición de Cesia Nicole Reynaga, una joven de 20 años que el 28 de agosto salió de su casa de Abra Pampa y no volvió más. La familia fue a denunciar su desaparición en la comisaría de la mujer de esa localidad de la puna jujeña a la que todos llaman “la Siberia argentina”. No les tomaron la denuncia. Lo de siempre: hay que esperar. Las amigas de Cesia se contactaron con organizaciones feministas. Estaban asustadas. Dijeron que recibían amenazas, lo mismo que Cesia. Difundieron capturas de pantalla con mensajes intimidantes de desconocidos. El 8 de septiembre, un llamado anónimo dio el alerta. El cuerpo de Cesia “apareció” sumergido en el barro, en el viejo matadero local, con una piedra atada al pie. Una zapatilla suya estaba allí cerca. La autopsia mostró que fue asesinada tres días antes por ahorcamiento, por lo que el fiscal Diego Cussel calificó su muerte como femicidio. Hay tres personas detenidas. Un adolescente de 14 años, su padre y su abuelo. La madre del chico es concejal.

Las detenciones no acallaron las dudas. En el fuero federal hay una investigación paralela, mediante oficio, ante la hipótesis de que podría tratarse de un femicidio en contexto de trata de personas.
Con las alarmas aún encendidas por los episodios en Abra Pampa, los colectivos feministas de Jujuy se pusieron en movimiento cuando se difundió el pedido de paradero de Iara Sabrina Rueda, también de 16 años. Salió de su casa de Palpalá el miércoles 23 de septiembre. Le dijo a su hermanita de 12 que iba a buscar unas fotocopias de un trabajo práctico y que le iba a traer una golosina. No volvió. A las 9 de la noche, sus padres fueron a la seccional local a hacer la denuncia. El comisario Rodríguez les dijo “es una chiquilinada, debe estar con el noviecito”. “Pero yo la conozco a mi hija, la voy a conocer siempre, sé cómo es, y conozco a mis otras hijas también”, repite Juan José Rueda cada vez que puede.

Esa certeza de acero es la que sacó a la calle a los familiares y vecinos de Iara. El día siguiente de la desaparición de Iara, un hombre contó que había visto a una chica corriendo y alguien que la perseguía en un auto. “Les dijimos que vayan a ver, que hablen, que pregunten, y ellos esperaron al otro día para ir”, repasa desagarrado Juan. Pero nadie se quedó en su casa. Rastrillaron el jueves, el viernes, el sábado y el domingo.
A la búsqueda de Iara desde el día de su desaparición se sumó la de Gabriela Abigail Cruz, también de Palpalá. Madre de dos niños, de 7 y 4 años, había salido el jueves 24 a hacer una compra en la esquina de su casa. Compró, salió del local y no se supo nada más de ella.
Las familias, los vecinos, las amigas y amigos de las dos jóvenes palpaleñas recorrieron, caminaron, preguntaron. En soledad. Sin uniformes a la vista.

El domingo anunciaron que en la mañana siguiente saldrían a reclamar. El lunes, mientras familiares y vecinos, acompañados por organizaciones y colectivos de mujeres, estaban a la vera de la ruta 66, la policía se dividió en dos. Por un lado, efectivos pertrechados trataban de impedir que se cortara la ruta. Por otro lado, móviles y personal especializado daba con el cuerpo de Iara en un descampado lindero al barrio 2 de Abril.
“No puede ser que nosotros hacíamos todo el trabajo y el lunes se decide realizar un rastrillaje a full, a las 8 y media salen y a las 9 la encuentran. Es muy raro”, razonó Juan Rueda.
Aseguran los vecinos que el día anterior habían pasado por ahí y no habían visto nada. Y dicen que el domingo a la nochecita se cortó la luz en ese mismo sector.

Ese mismo lunes se realizó una marcha multitudinaria en Palpalá. Se pidió justicia por Iara y la aparición con vida de Gabriela. Llegó gente de otras localidades. La movilización se acercó a la Brigada de Investigaciones. Allí la marcha estalló en indignación contra la policía porque no había buscado a Iara. Tiraron piedras, rompieron unos vidrios, hicieron pintadas. La policía reprimió con gases y balas de goma. El ministro de Seguridad, Ekel Meyer, dijo que van a investigar para detener a los responsables de la agresión contra la sede policial.
El martes 29 de septiembre las movilizaciones se multiplicaron: en Palpalá, La Quiaca, Libertador Gral. San Martín, El Carmen, Maimará, Sumay Pacha y Purmamarca.
El miércoles el médico forense del Ministerio Público de la Acusación, Rodrigo Montes de Oca con participación de perito de parte propuesto por la familia de la adolescente realizaron la autopsia al cuerpo de Iara. El resultado: la estrangularon con una soga al día siguiente de su desaparición. Se presume que la asesinaron en otro lugar y la “plantaron”. Juan Rueda no tiene dudas de eso. Hay dos detenidos y el fiscal está buscando a otras tres personas que pudieron haber participado, una de ellas una mujer.
“Esto es más que un simple femicidio”, arriesgó Julián Martín, abogado que representa a la familia de Iara. “Consideramos que por la magnitud y lo complejo que viene siendo este caso, será una bisagra en la justicia y sociedad jujeñas”.
La estadística indica que en lo que va del año hubo Jujuy 9 femicidios. La fatídica lista comienza con Doris Chuqui Pacheco, Mariela Zamora, Jaqueline Karen Arjona, Rocío Celeste Ocampo, Paola Méndez Saka, Cesia Nicole Reynaga, Iara Sabrina Rueda, Roxana Mazala y Gabriela Abigail Cruz. A ellas se suman Pamela Chosco, Camila Peñalva y Rocío Fernández, muertes violentas o dudosas que ocurrieron este año y que para la justicia no aplican en la categoría de femicidio.
El último día de septiembre en San Salvador de Jujuy tuvo lugar la marcha más multitudinaria que se tenga memoria en los últimos años: más de 15 mil personas. Se entonó la Canción sin miedo: Que tiemble el Estado, los cielos, las calles / Que tiemblen los jueces y los judiciales / Hoy a las mujeres nos quitan la calma / Nos sembraron miedo, nos crecieron alas. / A cada minuto de cada semana / nos roban amigas, nos matan hermanas / destrozan sus cuerpos, los desaparecen / ¡No olvide sus nombres, por favor, el ESTADO AUSENTE. / Soy Cesia, soy Roxana y soy Teresa / Soy Iara, soy Nahir y soy Valeria / Soy la niña que subiste por la fuerza / Soy la madre que ahora llora por sus muertas / Y soy esta que te hará pagar las cuentas.
Roxana, la mujer que nombran en la canción, vivía en Perico, una localidad a 35 kilómetros de la capital provincial, en el departamento de El Carmen. Integraba el MTE y había participado de la marcha del martes en Palpalá. Tenía 31 años y tres hijos, de 13, 9 y 4. Cuando volvió a su casa, su pareja, padre de sus dos niños más chicos, la envenenó y luego se quitó la vida. En ese hogar había antecedentes de violencia, con restricción perimetral incluida. Pero Roxana había vuelto a su casa. “Voluntariamente”, describió el ministro de Seguridad Ekel Meyer, representando a un estado que deslinda responsabilidades.

“Preguntémonos que significa ‘voluntariamente’”, propone la abogada Mariana Vargas, militante feminista con un largo recorrido en acompañamiento y representación de víctimas de violencia machista. “Roxana tenía una medida exclusión. En Jujuy, cuando vencen las medidas cautelares de restricción y exclusión de hogar, no logramos que se reanuden. Hay tipos violentos que están contando los días para volver a la casa. ¿Qué pasa con esa mujer y ese violento cuando vence la medida? ¿Y si tenés hijos en común?”, dice a LATFEM.
Sin dudas las movilizaciones del miércoles, que tuvieron expresiones también en otros puntos del país como Córdoba y Buenos Aires, hicieron temblar la tierra jujeña. Pero no hubo descanso. El jueves Palpalá volvió a ser epicentro de la tristeza y de la bronca.
En Huacalera, en plena Quebrada de Humahuaca, también hubo marcha el jueves pidiendo justicia por las jóvenes asesinadas. La movilización, a la vera de la ruta 9, la encabezó un cartel que decía “Es difícil resignarse y aceptar tu partida, Camila”. Camila es Camila Peñalva. La encontraron en su cama el 5 de marzo pasado, en su casa del barrio Inti Watana. Tenía 25 años. Sus hijitos de 7 años y 6 meses estaban a su lado. Había muerto al menos tres horas antes. Presentaba golpes en la cara. La autopsia no pudo determinar la causa de su muerte y cerró la investigación concluyendo que se trató de una broncoaspiración accidental. La familia quiere que se reabra la causa porque asegura que Camila era hostigada por su ex pareja. El pueblo de Huacalera, de un poco menos de 2000 habitantes, acompaña en silencio.

Cuando Abra Pampa salió a la calle a reclamar por la aparición con vida de Cesia, llamó la atención la cantidad de jóvenes. Y un cartel que decía “Amuki nunca más”. Amuki significa “silencio” en quechua-aymara. “¡Te vamos a acompañar! Si sos testigo o sufrís violencia, llamanos. Pedí ayuda. Estamos contigo”, convocaban. “Rompe el silencio. Cuando seas testigo de violencia, no te quedes de brazos cruzados. ¡Actúa!”, arengaban.
“Ya nada me calla, ya todo me sobra / Si tocan a una, respondemos todas”, dice la Canción sin miedo. En Jujuy parece estar despertando un nuevo grito, lanzado por jóvenes que no están dispuestos a repetir historias. Falta, sin duda, que las certezas de las organizaciones, la militancia y tantos adolescentes y jóvenes de toda la provincia terminen de construir su propio capítulo de la historia.
Mientras tanto, el Estado provincial insiste en hablar de “batalla cultural” ahora que no pudo eludir el tema. Como si los hombres y mujeres de Jujuy fueran “culturalmente” proclives a ejercer y soportar la violencia. Sin embargo, se multiplican las historias de chicas perseguidas por autos que intentan captarlas; los grupos de Whatsapp armados por barrios por las adolescentes para protegerse; el miedo inmenso de madres y padres, también jóvenes, que dudan si permitirles o no a sus hijes ir al quiosco de la esquina. Frente al miedo aparece la organización popular y feminista que exige respuestas a estos crímenes.
“A cada minuto de cada semana / Nos roban amigas, nos matan hermanas / Destrozan sus cuerpos, los desaparecen / ¡No olvide sus nombres, por favor, el ESTADO AUSENTE.”
