Derrotero de una nueva corrida cambiaria

El impacto de la corrida cambiaria reciente, más la inercia inflacionaria traccionan los precios hacia una escalada cada vez mayor. El gobierno tomó medidas que lograron contener la escalada de los tipos de cambios paralelos, pero algunas funcionan todavía como parches. La inflación de abril se ubicó en 8,4%, muy por encima de lo esperado. Para la Argentina, el mayor desafío es lograr un equilibrio entre las demandas políticas, la estabilidad macroeconómica y la contención social, en un año electoral que promete turbulencias. Escribe Yanina Busquet, integrante de Paridad en la Macro.

En la segunda mitad de abril, la Argentina se situó una vez más sobre la cresta de la ola con un mercado caracterizado por la escasez de dólares y una volatilidad creciente que agrava su situación económica. Bajo este contexto, inversores y ahorristas se lanzaron hacia la moneda extranjera, lo que provocó una brecha entre el tipo de cambio oficial y el dólar blue superior al 120%. La incertidumbre y las especulaciones fueron protagonistas del escenario económico del país.

La escalada de la inflación, que superó las proyecciones privadas, una tasa de interés nominal relativamente baja, la escasez de reservas y el sobrante de pesos son algunos de los factores que han propiciado el aumento en la cotización de los dólares paralelos. Sin embargo, las corridas cambiarias en mayor o menor medida representan ya una escena más que conocida para los y las argentinas. De hecho, durante la clase magistral que brindó Cristina Fernández de Kirchner el pasado 27 de abril en La Plata presentó la historia de las corridas cambiarias en nuestro país en el período que va del 1972 al 2014: durante esos 42 años se registraron 54 corridas, de las cuales seis se produjeron durante su primera gestión de gobierno y cinco en la segunda.

Revisando la historia más reciente, durante el gobierno de Alberto Fernández hubo tres corridas cambiarias que cobraron especial relevancia debido al abrupto incremento del dólar blue y la ampliación de la brecha cambiaria. La primera ocurrió en octubre de 2020 en el marco de la reestructuración de la deuda con el FMI, el revuelo y la desconfianza frente a las negociaciones con los acreedores y la inevitable dependencia de la entrada de dólares. Entre el primero de octubre y su pico más alto, el 23 de octubre, el blue registró un aumento del 33% y alcanzó una brecha con el oficial de casi 150%. La segunda corrida cambiaria fue en julio de 2022 tras la renuncia del entonces ministro de economía Martín Guzmán, lo cual volvió a desatar un manto de desconfianza e incertidumbre en el mercado. Ante una nueva disparada del “tipo de cambio libre”, entre el primero de julio y el pico registrado el 22 de ese mes, el dólar blue subió más de un 40%, llegando a brechas cambiarias del 160%.

En la actualidad transitamos un año electoral que agranda el riesgo de corridas cambiarias, especialmente si se percibe escaso compromiso por la estabilizar la macroeconómica. ¿Cómo se contienen estas situaciones en el marco de un acuerdo con el FMI que nos limita?

Durante abril, la primera decisión política fue la intervención del Banco Central a través de la venta de dólares para abastecer la demanda y por medio de la compra de bonos en pesos. De esa manera se logró bajar la cotización del dólar Mep y CCL, aquellos que surgen de la compra de bonos pesos y su posterior venta en dólares, en el país o en el exterior. La intervención del BCRA se llevó a cabo con cierta preocupación y cautela debido a que el país se comprometió con el FMI a no vender reservas para contener al dólar.

En segundo lugar, el Banco Central aumentó de las tasas de interés de referencia de las Leliqs, llevándolas de 81% a 91% nominal anual. De esta manera los depósitos bancarios se vuelven atractivos y los y las ahorristas mantienen su dinero en la moneda local.

En tercer lugar, se pautaron nuevas restricciones para operar con dólares financieros, limitando las operaciones de los agentes de bolsas que se hubieran endeudado para operar especulativamente y además se transladaron las operaciones a un mecanismo llamado Senebi que resulta renuente para operaciones de poco monto.

Otro anuncio reciente fue la activación del swap con China para mediar el intercambio comercial entre Argentina y el país asiático. Frente a la escasez de dólares, Argentina puede reducir de esta forma su vulnerabilidad ante las fluctuaciones de los tipos de cambio respecto al dólar. Esta medida no solo actuaría como instrumento para dar respiro a las reservas del BCRA, sino que también funcionaría como mecanismo para sostener el nivel de actividad, permitiendo la importación de insumos de origen chino para la producción industrial.

Estas medidas lograron contener la escalada de los tipos de cambios paralelos, pero algunas funcionan todavía como parches frente a una coyuntura difícil de contener. ¿Cuál es el desafío del gobierno?

La inflación de abril está en 8,4%, por encima de lo registrado en marzo. El impacto de la corrida cambiaria, sumado a la inercia inflacionaria traccionan los precios hacia una escalada cada vez mayor: es una rueda que gira sobre el eje de ambas problemáticas.

La volatilidad cambiaria es un tema de gran preocupación y complejidad, que no solo tiene que ver con la acumulación de reservas, sino también con el traslado de esa volatilidad a los precios. Si bien el gobierno logró contener los dólares paralelos, esto fue posible gracias a que el Estado aún cuenta con herramientas de política monetaria y fiscal que, si bien son cada vez más limitadas, lejos estamos de haberlas perdido como sugieren las imprudentes alternativas de “dolarización” como respuesta para los problemas de nuestra economía.

Para hacer frente a estos desafíos es necesario fortalecer la soberanía monetaria y fiscal del Estado, punto difícil para la Argentina en un contexto de continua negociación con el FMI. Es preciso además avanzar hacia una economía más equitativa y justa, lo cual incluye la adopción de políticas como la nacionalización de los recursos naturales y la promoción de la economía social y solidaria, según sugiere la economista experta en geopolítica, Ana Esther Ceceña. Para nuestro país, el mayor desafío es lograr un equilibrio entre las demandas políticas, la estabilidad macroeconómica y la contención social, en un año electoral que promete frescas turbulencias.