El 38 está cargado

En 2018 el 38 estuvo del otro lado, pero para 2020 se colmó de vida feminista. Sobre el final del año, dimos vuelta el partido, dicen en esta crónica vivencial Julia, Verónica y Lourdes, a horas de la votación que hizo estallar de futuro y orgullo al movimiento feminista. Un recorrido por nuestra genealogía, por el espesor de los acompañamientos que ahora también salen del closet y una reflexión: “para abortar, había que gobernar”.

Nos parece un sueño todavía. Hace pocas horas, en nuestro país, se aprobó la Ley de interrupción voluntaria del embarazo. Después de incontables años de lucha por este derecho de las compañeras de la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito y del Movimiento feminista en su conjunto, con un sello revolucionario propio apretado en el puño. Después de presentar una y otra vez el proyecto para que se trate en el Parlamento se llegó a la octava casi al borde de terminar un año que se llevó puestas muchas cosas. Entre otras, la posibilidad de salir a sostener masivamente en las calles como estamos acostumbrades esa consigna que se volvió un mantra, que se fue afianzando y transformando al compás de las nuevas generaciones mezcladas con las viejas en una intersección conmovedora. Llegó el día. Tenemos la Ley 27610, tenemos Ley Dora en honor a una de las pioneras de la lucha por el aborto legal que ya no está físicamente pero que a partir de hoy estará siempre viva entre nosotras.

Hace dos años, cuando el proyecto logró por primera vez una media sanción, se nos metían el frío y la lluvia entre los pañuelos mientras le mostrábamos al mundo entero de lo que es capaz un movimiento organizado en las calles. Veníamos de las asambleas, las brigadas feministas populares, los innumerables #MartesVerdes, los 34 encuentros ahora “Plurinacionales de Mujeres, Lesbianas, Trans, Travestis y No Binaries” y otras iniciativas que fueron consolidando nuestra identidad feminista popular y abortera en cada lugar de disputa. Pero en 2018 la Cámara de Senadores nos enrostró 38 votos en contra, para irnos con esa sensación de lo inacabado, que ni la idea de haber ganado las calles nos pudo sacar. A pesar de aquello, retomando la frase de Pino Solanas, seguimos adelante con esta demanda y nadie se dejó llevar por la cultura de la derrota. Esa noche nos empujó a sostener y darnos nuevas estrategias —siempre colectivas, siempre renovadas— y seguimos insistiendo, hasta llegar a hoy y ver que iba a ser nomás como dijo Pino y como todas y todes nos afirmamos: “será ley, habrá ley contra viento y marea”.

Con la esperanza renovada por un gobierno que interpretó y asumió como propia la agenda de los feminismos al presentar su propio proyecto, esta vez nos ilusionamos con la posibilidad mucho más cercana que en aquella ocasión de que por fin el aborto voluntario fuera ley.  Porque era cierto: para abortar, había que gobernar.

La madrugada del 30 ya pasó hace varias horas, nos hemos pellizcado, despertado, dormido y despertado otra vez, pero aún así no podemos creer que lo que tanto deseamos haya sucedido. Solo unas horas antes, cuando todavía seguíamos el poroteo y nos pasábamos cifras posibles, especulando con algunas indefiniciones y temiendo sorpresas de último minuto, no imaginábamos ni en el pronóstico más fantasioso de todos, que ese número iba a repetirse, pero esta vez para que la tortilla se volviera del lado de la justicia social. 

Y así fue: 38 votos afirmativos, dijo Cristina Fernández y estalló la marea, desbordó todos los espacios que la contenían en la calle, los balcones, las casas, las pantallas. Fuimos un solo grito, miles de abrazos, risas y desahogos en una mezcla transpirada de sentires mujeriles, lesbianos, travestis, trans, no binaries, puteriles. Esta vez, esos 38 votos representaron sueños, lucha, construcciones y derrotas, todas colectivas y potentes. Este número, que terminó de plasmarse en la madrugada de un día histórico, fueron los votos necesarios para darle sustancia y nombre a nuestra espera y a nuestra persistencia. Ellos condensan cada una de las voluntades, pero sobre todo, resulta muy movilizante que sean la expresión de la deconstrucción y la maduración política de legisladores que supieron interpretar el deseo, la demanda, la urgencia y de un poder ejecutivo que supo ponerse a la altura de una agenda prioritariamente impostergable en este tiempo arrollador.

Sabrán disculpar la autorreferencialidad pero se hace necesario contar que a quienes venimos sosteniendo espacios de acompañamiento en abortos seguros en articulación con esa hermosa Red de Profesionales de la Salud por el Derecho a Decidir, se nos metieron dentro todas las personas que tuvimos la ocasión de acompañar, como dice la bella canción de Natalia Lafourcade que sonó de fondo en el momento exacto en el que nos fundíamos en emoción: “Yo te llevo dentro, hasta la raíz y por más que crezca, vas a estar aquí”. Cada pequeña historia que acudió a nuestros espacios, cada espacio nuevo que armamos, con toda la artesanía amorosa que sabemos construir las feministas, garantizando el derecho a la información, poniendo la cuerpa, el hombro y el oído, escuchando, en un acto pedagógico de amorosidad y al mismo tiempo doloroso, haciendo carne las dudas, preocupaciones, soledades y miedos de esas otras y otres que somos todes, en un acontecimiento que reivindica la genealogía de un camino para nada nuevo. Desde el libro inaugural de Lesbianas y Feministas por la  Descriminalización del Aborto, pasando por las pioneras y encuentreras, en esta madrugada nos pusimos a pensar en estos espacios fundamentales como nunca, incrédulas todavía de ver cómo esa tarea artesanal hoy empieza a institucionalizarse y —para qué negarlo— nos da un vértigo tremendo, un orgullo de pecho inflado por nuestres compañeres, por nuestra militancia en los territorios y un agradecimiento por todos los aprendizajes. El 38 también da cuenta de esa genealogía inmensa que nos llena de responsabilidad y a la vez, fue sembrando y allanando este camino colectivo.

Por eso sentimos también que con la ley vamos a poder por fin sacar de esa suerte de clandestinidad e invisibilidad a nuestros acompañamientos feministas, que iniciamos con un lenguaje críptico de autocuidado, que fue cambiando en su recorrido y se fue flexibilizando. La ley, sin duda, nos ofrece otro aire y nos saca del closet del estigma a quienes acompañamos y especialmente a quienes acuden, para que no lleguen más con culpas, con miedos y atraviesen esa puerta con la seguridad de que están ejerciendo su derecho. Que nosotras mismas hayamos podido sostener más allá de las sombras un dispositivo de acompañamiento cuidado y cuidadoso de quienes lo necesitan en ausencia de la garantía de esos derechos, nos da la certeza de que ahora vamos a seguir informando y los acompañamientos van a seguir funcionando desde otro lugar, como una de reivindicación de esa tarea que siempre supimos que era esencial. 

Así entendemos esta victoria, como una victoria conformada por la suma de todas nuestras autoreferencialidades: las historias mínimas, esas anécdotas tan difíciles de digerir cuando los derechos todavía no son una certeza, las miles de historias trágicas y otras no tanto, las que nos pasaron seguramente por la cabeza y el cuerpo todos estos años y sobre todo, casi como un videoclip en retrospectiva, en esos segundos en los que se reflejó la palabra “aprobado” en las miles de pantallas en las que estábamos posando nuestros ojos y nuestras esperanzas y que nos hizo reír y llorar al mismo tiempo en una mueca incontenible.

Hoy fuimos noticia en los medios de todo el mundo, fuimos reconociéndonos en las caras y los pañuelos de compañeras y compañeres con una misma expresión, no hubo red social que no estuviera inundada de verde y de rostros conmovidos por tamaña ampliación de derechos en este presente y hacia el futuro, para todas las personas con capacidad de gestar que habitan nuestro suelo y para el mundo entero, que desde hoy es un lugar un poquito más justo. Sabemos también que esto es un punto de partida, un piso de ampliación de derechos que seguiremos luchando para que se ensanche cada vez más y para que se implemente con todas sus garantías y en todos los territorios que aún no lo han alcanzado.

Al 38 le pusimos glitter verde, agite y bengalas, canciones cantadas a los gritos, con un clima casi siempre hostil de frío, viento, lluvia y calores insoportables; le pusimos suelas y talones gastados en el asfalto de las marchas y las vigilias, pañuelos levantados y agitándose, banderas sostenidas por turnos y cordones humanos de autocuidado con los brazos fuertes de sostenernos y abrazarnos. El 38 está colmado de vida, de vivencias, contiene el optimismo de la voluntad del que habla Dora Barrancos y también ese vitalismo de la perseverancia y la paciencia, la rabia y las pasiones. Contiene las rondas y mateadas feministas, las asambleas inagotables, los debates impostergables, las “roscas” domésticas y vecinales, mochilas y riñoneras con pañuelos atados con la fuerza de lo inevitable, pañuelos como vinchas, como muñequeras, como tops, como barbijos, remeras y cuerpas estampadas con nuestras consignas más potentes sobre el deseo, lo político, las maternidades, los proyectos, los sufrimientos y los derechos.

Este fin de año volvimos a pensar en las metáforas futboleras para sentir que jugábamos una final muy grosa y como dijo una compañera: dimos vuelta este 2020 en el último minuto.