En la madrugada del 29 de septiembre de 2016 Daiana Colque, de 19 años, se arrastró desde el pasillo de su casa hasta la puerta de su vecina en la villa 31 bis, donde se desvaneció sin antes poder decirle quién la había matado. Las 14 puñaladas que recibió en su cuerpo y los testimonios de los vecinos fueron claves para el Tribunal Oral y Criminal N°12, que condenó a Hernán Trinidad Báez, su pareja, a perpetua por el homicidio agravado por el vínculo mediante violencia machista.
Durante las cuatro audiencias del debate oral los distintos testimonios fueron reconstruyendo la historia del femicidio que empezó con la relación violencia entre Daiana y Hernán, las últimas horas de vida de ella y lo que sucedió esa noche en su habitación, donde recibió las heridas de un cuchillo tipo carnicero con la leyenda “Mundial Brasil” en el mango, sin huellas identificables. Al cuchillo lo encontraron en uno de los pasillos cercanos a la casa de la víctima.
“Crespo”, como le dicen al femicida, habló con la hermana de Daiana por la tarde de ese día para dejarle dicho que recordara que tenían un asado, pero ella estaba en la peluquería. Daiana había ido a arreglarse las cejas y cortarse el pelo porque en su casa no podía hacerlo: su pareja le había roto el calefón para que no se bañara, no estuviera linda. Después de la peluquería fue a su casa, la número 99 de la manzana 99 de villa 31 bis, en Retiro, y él llegó a eso de las 22 horas. Tuvieron relaciones sexuales, discutieron y él dice que se fue a eso de la 1 de la madrugada.
Las vecinas, el testimonio de su hermana y el de su mamá, Marta Tarqui, reconstruyeron la relación que tenían y el historial de violencia machista que había dejado moretones en el cuerpo de Daiana. Desde que Crespo había salido de la cárcel en agosto de 2016 estaba más agresivo. Había caído por un allanamiento en el barrio en octubre de 2015 y ella, durante esos meses que estuvo detenido, lo había ido a visitar dos veces por semana. Le llevaba comida, productos de higiene, le planchaba las camisas. Tanta fue su atención que el abogado defensor, Jonathan Vicente, admitió en su alegato que ella siempre fue muy amorosa con Crespo, pendiente de su situación procesal y emocional.
Una prueba contundente de la violencia previa al femicidio fue el diario íntimo de Daiana que secuestró la policía de su habitación. Ahí ella escribió que Crespo “le conocía todos los movimientos” y que “tuvimos muchas peleas con golpes”. Además, ahí da cuenta de que él vendía y consumía droga en el barrio, que era “alguien importante”. Él le llevaba 17 años.
Daiana lo había echado de su vivienda después de algunas semanas de convivencia porque no le gustaba su tipo de vida, le había dicho que no quería continuar la relación, pero él no lo aceptó. Estaba viviendo esas últimas semanas con Melcíades Amarillo, su amigo, quien ahora está investigado por falso testimonio. Su versión y la del propio Trinidad Báez son contradictorias.
El día que asesinaron a Daiana, Crespo desapareció del barrio y gracias a una denuncia anónima lo encuentraron en la casa de su hermano en la localidad de El Jagüel, en el partido de Esteban Echeverría, 20 días más tarde.
Después de presenciar las cinco horas de alegatos, el acusado se acercó al micrófono y dijo sus últimas palabras frente a una sala llena:“escuché todo con respeto; sólo quiero decir que no maté a nadie”. Cuando el juez Darío Medina leyó la sentencia, la madre de la víctima le gritó “asesino” y rompió en un llanto liberador de un año de lucha para obtener justicia por su hija.
El trabajo del abogado querellante Pablo Rovatti, del Programa de Asistencia y Patrocinio Jurídico a víctimas de delitos de la Defensoría General de la Nación, la colaboración de la Unidad Fiscal Especializada en Violencia contra las Mujeres (UFEM) y el fiscal del juicio Gustavo Gerlero fueron clave para demostrar la responsabilidad de Trinidad Báez en el femicidio.
El asesinato de Daiana fue el corolario de una escalada de violencia machista que vivía hacía meses por parte de su pareja. La violencia previa que sufrió, acreditada por las testigos y las marcas en su cuerpo; la saña al matarla, el dominio sobre el cuerpo de la víctima, y la casi nula resistencia por parte de ella señalan la confianza y el vínculo que tenían entre ellos. No es una muerte aislada, se enmarca en un aumento de víctimas de femicidio jóvenes.
La UFEM hizo un informe sobre las muertes dolosas de mujeres durante 2016 en la Ciudad de Buenos Aires, hubo 18 homicidios y 13 fueron femicidios. Todas las muertas por apuñalamiento fueron víctimas de femicidio. En el 86% de los casos existía un vínculo entre la mujer y el femicida, en la mayoría era de pareja. La disposición geográfica en la ciudad no representa un agrupamiento singular, sólo tres fueron cometidos en villas. Daiana fue una de esas víctimas.
La UFEM hizo un informe sobre las muertes dolosas de mujeres durante 2016 en la Ciudad de Buenos Aires, hubo 18 homicidios y 13 fueron femicidios. Todas las muertas por apuñalamiento fueron víctimas de femicidio. En el 86% de los casos existía un vínculo entre la mujer y el femicida, en la mayoría era de pareja. La disposición geográfica en la ciudad no representa un agrupamiento singular, sólo tres fueron cometidos en villas. Daiana fue una de esas víctimas.