Podría ser yo. Los sectores populares urbanos en imagen y palabra (Asunción Casa Editora, Instituto de Desarrollo Económico y Social -IDES) es un libro-experiencia, pensado y construido desde una epistemología que no oculta su ética y política. Tiene visiblemente a tres personas en su realización: Elizabeth Jelin, Pablo Vila y Alicia D’Amico. Pero a través de la lectura vemos que las narraciones que surgen de las y los vecinos de distintos barrios populares, clubes, asociaciones de ancianxs de Capital y del Gran Buenos Aires -que contaron sus vidas, se dejaron fotografiar, vieron imágenes de su barrio y se dispusieron a la memoria-, le dan una dimensión coral en la que escucha y representación son desmenuzadas alrededor de ese diván popular que es la mesa de la cocina, con la pava y el mate.
Lo que en principio fue una idea de Shevi (Jelin) ante el desgano que le producía encarar un informe convencional y aburrido, se convirtió en una investigación adelantada en su metodología y presentación, muchísimo antes del giro reflexivo y el abuso del ombliguismo. Y en ese marco, el feminismo de los años 80 también estuvo presente.
Shevi estaba con Alicia D’Amico en el mítico Lugar de Mujer y Alicia realizaba fotografías a las mujeres que pasaban por Pueyrredón y Corrientes para cuestionar los modelos de belleza. ¿Qué es ser bella? Muchas mujeres, enfrentadas a su imagen, tenían reacciones diversas. La forma de Alicia de encarar las imágenes, afín al vínculo reflexivo de Shevi con ellas, las hizo pensar que esa experiencia sería significativa para la gente de los barrios. De esta forma comenzó a organizarse, junto con Pablo, la original elaboración del informe en el CEDES.
Lo novedoso y sensible, poner sobre la superficie las costuras de la investigación, las objeciones de las fuentes, su metodología dialógica sin que lxs investigadorxs se queden con un cierre interpretativo fuerte, la ausencia de ventriloquismo, todo eso se abrió paso a pesar de la resistencia de lxs colegas. De hecho, el libro abre con la parada de manos que hace el “objeto” transformado en “sujeto”, aparece el enojo, el “ya no nos vemos así” y el darles vuelta las categorías: porque en los barrios, amigues sociólogues, las categorías usadas no suelen ser las sociológicas típicas básicas. Esta posición de la investigación es política, de una osadía hermosa en los años 80, que hoy entendemos como obligación ética.
Si la epistemología feminista se planta a favor de los conocimientos situados y encarnados, de la localización y el posicionamiento, contra las vaporosas declaraciones de conocimiento como verdades universales y esencializadas, eso mismo es lo que podemos encontrar en Podría ser yo. En su acercamiento al trabajo de campo podemos notar las poderosas reflexiones sobre las voces hegemónicas de las narraciones de la memoria colectiva, sobre el ordenamiento sexogenérico y la búsqueda en los diálogos de lo que se vive naturalizado, porque además de las imágenes de Alicia hay una gran presencia de la acción del escuchar empático.
Volvamos a contar que Shevi y Pablo se propusieron la elaboración de un libro que diera cuenta de una investigación extensa sobre la vida cotidiana de los sectores populares urbanos y que lleve en él las fotografías usadas en el trabajo de campo, pero no como ilustración, sino como igualadoras de sensibilidades, imán de curiosidad y provocadora de reflexiones sobre la propia vida. Al mismo tiempo, Alicia no era una simple fotógrafa, sino una artista singular, por lo tanto el libro muestra también la unión virtuosa entre el arte y las ciencias sociales. Las dimensiones se entraman como en un tapiz o como un palimpsesto o como sombras chinas o como una caja de resonancia.
La primera edición de Podría ser yo es de 1987, fue publicada por el CEDES y es inhallable. Esta nueva edición facsimilar viene acompañada de un precioso nuevo tomo, que piensa sobre el momento de producción de aquel libro y sobre el lugar de la fotografía en el trabajo de campo y que tiene por autorxs a Shevi, Pablo, Sergio Caggiano (qué buena entrevista, por diosa), Ludmila Da Silva Catela (la experiencia y las asimetrías), Francisco Medail y Juan Cruz Pedroni (la imagen como posibilidad de acción política), Agustina Triquell (lean con resaltador).
Esta reedición, dedicada además a la gran Alicia D’Amico, militante lesbofeminista, debería ser señalada como el evento editorial del año.