La resistencia antibelicista tiene historia: Comité No a la Guerra en Medio Oriente

En el contexto de la Guerra del Golfo, en 1990, se autoorganizó en Buenos Aires un espacio de resistencia civil, alternativo a las posiciones tradicionales de las izquierdas. El colectivo retomó las antiguas tradiciones antibelicistas y antimilitaristas de las vanguardias obreras del siglo XX. Agrupó a cientos de personas “preocupadas por el destino de la humanidad y su hábitat”. Más de cien mujeres de un amplio espectro de la vida pública marcharon por las calles de Buenos Aires, vestidas de negro riguroso, como lo venían haciendo las israelíes, palestinas y europeas. Mabel Bellucci recupera su historia y el documento que se leyó en esa oportunidad en Plaza de Mayo. Hoy Mujeres de Negro sigue siendo una referencia internacionalista contra la guerra en el actual escenario bélico.

El 2 de agosto de 1990 se inició la guerra del Golfo Pérsico, invasión de Irak en manos de Saddam Husein al pequeño emirato de Kuwait, que generó de inmediato la airada reacción de los estados árabes de la región y también de las potencias de Occidente. Esta alianza multinacional fue liderada por Estados Unidos que puso a disposición de sus aliados todos los medios logísticos y tecnológicos para lograr pleno éxito en la operación. A pocos meses de lo acontecido, el entonces presidente Carlos Menem ordenó movilizar oficiales y suboficiales del ejército, fuerza aérea y la armada a la zona de conflicto. Fue el primer país de América Latina y el Caribe en participar en el bloqueo militar contra Irak. Sectores de las izquierdas y del nacionalismo popular argentino apoyaron el ataque, amparándose en la aventura “antimperialista” experimentada por el dictador Fortunato Galtieri contra el dominio colonial de Gran Bretaña sobre las Islas Malvinas, en el Atlántico Sur. En este contexto se constituyó en Buenos Aires un espacio de autoorganización espontánea y de resistencia civil, alternativo a las posiciones tradicionales de las izquierdas. Fue el “Comité No a la Guerra en Medio Oriente”, que intentaba retomar las antiguas tradiciones antibelicistas y antimilitaristas de las vanguardias obreras e intelectuales del siglo XX.

El “Comité No a la Guerra” agrupó alrededor de cuatrocientos personas de diversos escenarios de los activismos, intelectuales y personalidades de la cultura y la política local “preocupada por el destino de la humanidad y su hábitat”. Tal iniciativa tomó estado público mediante una solicitada a través de la cual se repudiaba tanto el ataque militar de las fuerzas estadounidenses y sus aliados como la aventura de Saddam Husein en el Kuwait. Frente a esta situación, exhortaban al conjunto de la sociedad a pronunciarse “contra la guerra y por el cese inmediato de todos los bombardeos”. Exigían, junto al retiro de las naves argentinas, “la inmediata apertura de negociaciones en la región del Golfo, a través de una Conferencia Internacional, que busque una salida integral a los conflictos de Medio Oriente, en base al respeto del derecho de autodeterminación de los pueblos, y en particular, los derechos del pueblo palestino, evitando por todos los medios, la continuidad de las hostilidades”.

En tanto, las mujeres que integraban el Comité, acompañadas por las voluntarias del movimiento latinoamericano de derechos humanos Servicio de Paz y Justicia (SERPAJ) y la Fundación Greenpeace, realizaron una convocatoria amplia a sus pares para manifestar públicamente su repudio contra la guerra. De esta manera, más de cien mujeres de un amplio espectro de la vida pública, ya sea política, artística, estudiantil, feministas, lesbianas y de derechos humanos, marcharon por las calles de Buenos Aires. Vestidas de negro riguroso, como lo venían haciendo las israelíes, palestinas y europeas, exhibían pancartas individuales y de cada agrupación. Al desembocar en Plaza de Mayo, lugar simbólico de contestación en la cultura política argentina, se leyó el siguiente documento:

Las mujeres vivimos en negro, oscurecidas en los lugares de decisión, las mesas de negociaciones, las instituciones que orientan el destino colectivo. Negro del closet del poder, del trabajo invisible cuyo fruto se escapa de las manos en el día de una casa, de la trastienda historia “a donde se empañan las insignias y las luces de la victoria. Estamos de luto por lo que aún no vivimos de existencia política y plenitud creadora.

Empecinadas en devolver como resistencia lo que se nos adjudica como única alternativa, y así como el blanco dejó de significar rendición, sino todo lo contrario, en los pañuelos de las madres de Plaza de Mayo, queremos extender el sentido del luto para convertirlo en arma política; ya no es sólo el signo del dolor por la pérdida de un ser querido, la tragedia privada y su rito entre cuatro paredes.

Estamos de luto por nosotras y por las otras madres, por hijos, amantes, hermanos que nunca conoceremos. Estamos de luto, pero ennegrecidas por el petróleo cuyo botín hace muertos vivos de los seres vivientes en los mares contaminados por el desecho industrial,

Estamos de luto pero nos negamos a ser las viudas de la sociedad civil y queremos que el negro de nuestros vestidos sea un borrón en medio de la obscenidad en tecnicolor de las imágenes de la guerra en el golfo. De esos territorios ocupados —paradójicamente— por un vacío de tierras arrasadas. De esa puesta en escena groseramente sobreimpresa a la Guerra de las Galaxias, donde la luminosidad metálica y la retórica enceguecedora de los tecnócratas oculta la costosa inversión en cuerpos humanos.

Estamos de luto como Antígona porque como ella creemos que hay leyes no escritas, leyes que aún no han sido promulgadas, ni selladas en las mesas de las negociaciones ante las Naciones Unidas, pero que conducen al trabajo de la resistencia. Que pocos decidan sobre la mayoría es repudiable, qué no decir cuando se trata de que esta mayoría no sea representada ante las medidas que implican la muerte!

Esta minimización de la democracia es aún más grave para las mujeres, eternas “ninguneadas” en las instancias gubernamentales. Pero si fuimos excluidas, ahora nos incluimos en otro lugar. No mediante la abstención sino mediante una acción que perfora la indiferencia general que bastardiza las consecuencias de la participación argentina en este conflicto.

En nuestro no a la guerra en el Golfo no hablan las madres biológicas, ni el rechazo remilgado a toda forma de violencia, ni a la actitud conservadora y quietista que nos tocó en el sorteo cultural —el pacifismo femenino no es genético—. No estamos contra la violencia en general, cuales quieran sean sus causas, sino por la solución negociada de los conflictos que la provocan. Y contra el inminente negociado de la muerte. Se pretende sustentar un alivio de nuestra situación económica mediante la participación en este negocio perverso que lucra con la destrucción de vidas y obras de otros seres humanos asolados por gobiernos antidemocráticos, bajo una nueva palabra obscena, reconstrucción.

La Argentina no proveerá héroes sino que colaborará en el reciclaje de los petrodólares, que excede el tráfico de armas para organizar el mercado de la reconstrucción que sus mismas armas provocan. Miseria ética fundamental: lucrar con la muerte. Desprecio evidente de la vida que se dice defender cuando está en juego la libertad de las mujeres en las decisiones sobre su fecundidad.

Estamos aquí como mujeres. Acostumbradas a la reinstauración del papel de segunda mano, aún en muchas de las organizaciones que luchan por la igualdad de derechos y la promoción democrática, decidimos organizarnos. Alguna encuesta macabra podría calcular cuántos soldados mueren mientras esperamos ser equitativamente representadas y tratamos de hacer oír nuestras voces.

Repudiamos que, mientras nuestro trabajo de maternidad se encuentra hipotecado por la guerra, Sadam Hussein hable de “la madre de todas las batallas” para volver tabú intocable, incuestionable, la guerra santa. Y que en medio de esta orgía de despojos embalados en bolsas de plástico negro, Bush proponga instalar un nuevo orden en el mundo. La patria no es el mapa que queda de la guerra.

En el mapa que dibujan con su lucha las mujeres de negro palestinas e israelíes que hoy nos inspiran y que se resisten a la guerra en el corazón de Medio Oriente, hay otra patria. Bush argumenta, y nuestro ministro de Relaciones Exteriores hace coro, que la continuación de la guerra es necesaria para garantizar un orden pacífico. Patéticos son algunos políticos cuando pretenden cultivar la paradoja.

De este modo se erige en juez a la parte triunfante en la confrontación bélica, instaurando un orden equivalente al que se decía combatir, Y se echan por tierra las normas del derecho internacional, materializándose la amenaza de la constitución de un poder de policía universal en manos de Estados Unidos y los aliados. Sabemos que aún no hay dicotomía sin violencia ni jerarquía: varón/mujer primer mundo/tercer mundo, ricos/pobres.

En los territorios ensangrentados por esta guerra se instala una nueva dicotomía Norte/Sur que sólo puede traducirse en opresores y víctimas.

Entonces pedimos:
 —el cese inmediato de las acciones de guerra
—el retiro de las naves y fuerzas armadas argentinas
—el respeto a la autodeterminación de todos los pueblos de Medio Oriente[1].

Pocos días después, Madres de Plaza de Mayo- Línea Fundadora también expresó su posición contraria al envío de tropas argentinas a la zona del conflicto. En este documento, ellas expresaban[2]:

“Nosotras, las madres, condenamos todo acto de ocupación de territorios en otro país. Nuestra lucha se basa en la libre determinación de los pueblos. Nosotras condenamos las ingerencias de países que, con pretexto de defender la paz, ocultan sus mezquinos intereses políticos y económicos. En consecuencia, nosotras no aceptamos el envío de Fuerzas Armadas al Golfo, porque:

 1) es una cuestión que deben solucionar los países árabes, sin intervención extranjera como fue la de Estados Unidos y la OTAN en momentos de la invasión de las Malvinas;
2) las Fuerzas Armadas Argentinas tienen reservado más que un solo lugar dentro de la historia de la humanidad: la prisión. Ellas están inhabilitadas a defender cualquiera que sea, porque ellas son responsables del genocidio argentino.
3) Nosotros somos un país que sufre por lo hecho por las mismas Fuerzas Armadas y la policía sin escrúpulos que participaron con ellos”

Otro pronunciamiento feminista y de mujeres representantes de partidos políticos en repudio a las operaciones bélicas y pedido de retomo de las naves argentinas a favor de la desmilitarización de la región y por la inmediata apertura de negociaciones, se expresaron en las inmediaciones del Congreso Nacional. Ese espíritu de compromiso fue recogido por el petitorio de demandas que elevaba, año tras año, el movimiento de mujeres a les legisladores. Dicha petición fue presentada el 8 de marzo de 1991 a la Cámara de Diputados de la Nación e incluía las siguientes demandas:

1) El cese inmediato de las acciones de guerra.
2) El retiro de las naves y Fuerzas Armadas Argentinas.
3) El respeto a la autodeterminación de todos los pueblos de Medio Oriente.
4) La solución pacifica de los conflictos con negociaciones inmediatas entre las partes.

El relato en torno a estas formas gregarias de participación y organización de las mujeres en repudio al militarismo, por la paz y en defensa de los derechos humanos, visibiliza una historia de luchas y debates públicos que motorizaron sus fuerzas para denunciar y cuestionar la lógica bélica heteropatriarcal. A partir de estos casos se oyeron sus voces de rechazo contra los efectos devastadores del militarismo y el autoritarismo, sin haber sido aún totalmente recuperadas por la memoria colectiva social. El teórico vasco Txema Finez propone concluir: “No se puede seguir manteniendo la autonomía de lo militar frente a lo civil para preservar una organización que se gobierna según sus propias leyes y en atención a particulares intereses”* Archivista, investigadora y activista feminista queer. Cofundadora de la revista digital Moléculas Malucas. Archivos queer y memorias fuera del margen


[1] Este documento fue entregado por Martha Rosenberg.

[2] Documento entregado por la referente y cofundadora de Madres de Plaza de Mayo y de Madres de Plaza de Mayo- Línea Fundadora, Nora Cortiñas.