Madre e hija atravesadas por el femicidio

Laura Taborda tenía 44 años. Era la madre de Daiana Moyano, quien fue víctima de femicidio en 2019. El pasado miércoles, Laura murió en un incendio que se produjo en su vivienda del barrio Ciudad Mi esperanza, en Córdoba. Según las primeras hipótesis, su pareja Mario Moyano fue quien inició el fuego mientras estaban en la casa. Por eso, la fiscal de Violencia Familiar Bettina Croppi ordenó la imputación del esposo por homicidio calificado por el vínculo. Resta definir si agregará “femicidio” como agravante de la pena. Organizaciones feministas recuerdan a Laura.

Con el dolor a cuestas, hace apenas un año Laura Taborda preparaba su primer viaje al Encuentro Plurinacional de Mujeres, Lesbianas, Travestis, Trans y No Binaries que se realizó en octubre en la ciudad de La Plata. Hacía ocho meses que su hija Daiana Moyano había sido asesinada cuando volvía de trabajar. Fue el primer femicidio del 2019 en la provincia de Córdoba. 

“El Encuentro fue un antes y un después para ella. Volvió distinta. Vino convencida de luchar para que en el juicio (por el asesinato) de su hija, se reconociera la figura de femicidio y no homicidio criminis causae, como estaba en un principio. Empezó a preguntar, hacer consultas, ir a la fiscalía. Fue convencida de conocer lo que había pasado y a pedir justicia. Comenzó a darse cuenta de la valentía que tenía y de todo lo que podía hacer”, contó a LATFEM Jésica Ribulgo, referente en la Campaña por la Emergencia Nacional en Violencia Contra las Mujeres, que acompañó a Laura en aquel viaje a La Plata. 

En el Encuentro Laura se abrazó con Marta Montero, la mamá de Lucía Pérez, la adolescente que fue víctima de femicidio en octubre del 2016. Compartió su historia junto a otras madres y repitió frente a cientos de mujeres el nombre de su hija. La tarde en que se convocó a la marcha que históricamente se hace el último día, caminó -con la remera con la foto de su hija que en letras negras decía Justicia por Daiana y un pañuelo rosa al cuello- mientras sostenía una bandera. Aún con los ojos tristes y cansados, sonreía. Era octubre de 2019. Laura todavía esperaba el juicio por el crimen de su hija que finalmente se realizó en marzo de este año y fue calificado como femicidio. También tenía proyectos: organizaba junto a sus compañeras abrir la asociación civil Casa de Las Mujeres “Daiana Moyano”, un lugar de encuentro y acompañamiento para las vecinas de la zona. 

Laura estaba en su casa del barrio Ciudad Mi Esperanza el miércoles 30 de septiembre cuando se produjo un incendio. Murió en medio del fuego. Tenía 44 años. Su pareja Mario Moyano -padre de Daiana- logró salir de la vivienda y aún permanece hospitalizado con graves quemaduras. La principal hipótesis es que el hombre inició el fuego tras una discusión. Está imputado por homicidio calificado por el vínculo. 

La fiscal de Violencia Familiar Betina Croppi investiga si hubo violencia de género para agregar la calificación penal por femicidio. “Respecto a la ampliación de la calificación legal por violencia de género, parte de la investigación está orientada a determinar si había un contexto previo de violencia de género en esta pareja y de confirmarse esta situación por supuesto que se haría un cambio de calificación. Siempre para visibilizar la violencia de género, aún cuando no varíe la pena, corresponde la imputación, así que de confirmarse se haría un cambio de calificación pero todavía no está decidido”, explicó la fiscal a cargo de la investigación a LATFEM. Croppi informó que este lunes fue citado a declarar el hijo adolescente del matrimonio que también estaba presente cuando se inició el fuego y su testimonio es fundamental para determinar cómo fue la situación en la vivienda. “Todavía no tenemos las cooperaciones técnicas de Policía Judicial ni el informe de Bomberos sobre cómo se inició el incendio ni con qué. Es todo muy reciente”, agregó la funcionaria. 

En barrio Ciudad Mi esperanza está la Organización de Mujeres Solidarias Argentinas (Omas). Laura formó parte desde sus comienzos, aunque el último tiempo -en parte por el dolor de haber perdido a su hija y por el aislamiento social, preventivo y obligatorio- había dejado de acercarse. Hace más de 10 años que Alida Weht, fundadora de las Omas, conocía a Laura porque sus hijos iban juntos al jardín. Tomaban mates en una plaza mientras los esperaban y ahí fue cuando surgió la idea de crear una organización territorial para las mujeres de la zona. Laura participaba de los talleres junto a una de sus amigas, Rocío Resina, profesora y miembro de la comisión directiva de las Omas. Siempre hacían juntas los mismos talleres, que en esa época eran de manualidades, porcelana fría o pintura artística. Prefiere quedarse con el recuerdo de aquellos días:

“Ella estaba siempre con su mate. Era muy buena para guardar secretos. Siempre le gustó progresar. Le encantaba hacer cosas para su casita, que se viera bonita y arreglada. Si tenía que pintar lo hacía. Fue una de mis mejores amigas. Sin dudas elegí bien. Sé que ella deseaba estar con su hija. Su mirada nunca fue la misma después de que pasó ese trágico momento. Ese hombre arruinó toda una familia pero ella luchó cada instante para que no hubiera otra Daiana”, dice Rocío a LatFem

La fuerza de voluntad que tenía Laura era visible, así como también todas las personas que la rodeaban podían ver el dolor que habitaba en ella. Así lo afirma Alida: “Después que murió Daiana, Laura se apagó. Tenía la mirada triste y la sonrisa a medias; nostalgia en cuerpo y alma, esa actitud de ‘esto no es negociable’. Es muy fuerte lo vivió. Sentía que ella le debía ese abrazo final, poder despedirse realmente de su hija. Ella murió el mismo día que mataron a Daiana, según ella. Eso también se transmitía. Lo único que tenemos ahora es la certeza de que por ahí ella está descansando en paz con su hija. Está abrazada a ella. Pero la verdad es que nos cuesta salir del espanto de lo que pasó, del desenlace y de las consecuencias no pensadas de un femicidio”. Cada recuerdo de Laura habla de una mujer entera, con el impulso vívido por seguir adelante. Y aunque sus días fueron difíciles buscó rodearse de otras mujeres para sentirse acompañada. 

Durante todo este tiempo, Laura se mantuvo ocupada en la organización de la asociación civil Casa de Las Mujeres “Daiana Moyano”, un proyecto que llevaba adelante junto a las jóvenes del Partido del Trabajo y el Pueblo. Formaba parte de la comisión directiva. Sus compañeras la veían “con fuerza y ganas de comenzar nuevos proyectos para seguir luchando por más derechos”. También les preocupaba que atravesara sola los días de tristeza: por el aislamiento social, preventivo y obligatorio eran muy pocos los momentos de encuentro.

Ciudad Mi Esperanza es un puñado de viviendas bordeado por calles de tierra que los días de lluvia se vuelven barro. Así, entre los yuyos altos y la oscuridad por falta de alumbrado público, se encuentra el barrio en los márgenes de la ciudad. Tampoco funciona bien el sistema de transporte en esa zona. Todo eso afecta la situación de aislamiento en que viven las mujeres. Además, por casos de Covid-19, también hubo un cordón sanitario -para prevenir la transmisión del virus y proteger a la población- que abarcaba 25 manzanas del sector norte del barrio. 

“Estábamos muy preocupadas porque Laura vivía lejos y era complicado trasladarse hasta el barrio, así que el contacto era solamente telefónico. No podíamos verla personalmente. Aún así estábamos organizadas ya en la Casa de las Mujeres. Habíamos decidido junto a ella ponerle el nombre de Daiana Moyano. Y estaban las compañeras haciendo los trámites para obtener el reconocimiento como sociedad civil”, cuenta Glenda Henze, integrante del Partido del Trabajo y el Pueblo. 

En ese sentido, desde el Colectivo Ni una menos Córdoba también coincidieron en posar la mirada sobre la agudización de las situaciones de violencia machista, en contexto de pandemia. “Al femicidio de Laura Taborda lo podemos inscribir en que durante esta situación de encierro, las situaciones de violencia cotidiana han aumentado y eso tiene que ver con estar obligadas a convivir con alguien con quien previamente había un vínculo o una relación de desigualdad, sometimiento o violencia”, afirma Mariana Palmero, integrante de este colectivo. 

Desde Ni Una Menos Córdoba incluyen el femicidio de Laura en el registro anual que llevan adelante, aunque la fiscal todavía no haya calificado el hecho por violencia de género. Se trata del noveno femicidio en Córdoba en lo que va del 2020.

Además, desde esta organización hacen una lectura fundamental para entender lo ocurrido, teniendo en cuenta que Laura también sufrió la pérdida de su hija por un femicidio. “No es posible caer ni en generalizaciones ni en lecturas lineales. Son situaciones diferentes pero podemos contextualizar la vida de estas mujeres como también podemos contextualizar la nuestra en una situación de patriarcado. Nosotras decimos que estamos socializadas en un sistema patriarcal. Es independiente a que esa familia haya sufrido una pérdida vinculada a un femicidio. Esa pérdida no necesariamente activa una toma de conciencia respecto a las relaciones de dominación que existen”, dice Palmero, en relación al actual imputado por el femicidio de Laura.

También explica: “No tiene que ver con una monstruosidad social sino con los modos con que hemos sido socializadxs para vincularnos y eso nos lleva a redoblar apuestas y pensar en políticas públicas que no solo atiendan a la emergencia, al acompañamiento, a la prevención, sino más bien a una cuestión de promoción de derechos”. Insiste en que parte de la respuesta a la problemática está en la Ley de Educación Sexual Integral, como clave para construir nuevos modos de entender a las masculinidades y los vínculos en general. El camino de la búsqueda de justicia para Laura Taborda recién empieza.