“La prostitución está de ‘moda’ este año en los campus universitarios. ¡Estoy ganando más dinero ahora, hablando y escribiendo sobre el tema, que lo que ganaba haciéndolo!”. Margo St. James, la autoproclamada presidenta de Coyote, una “organización de mujeres sueltas” de San Francisco decía esto en una conversación con abogadas y escritoras, y continuaba explicando las razones por las que Coyote empezó a aullar el año pasado: “La ilegalidad de la profesión da lugar a que la gente considere a estas mujeres, las prostitutas, como una legítima víctima de toda la basura que quieran echarle encima, especialmente a las que trabajan en la calle. Coyote está formada por personas que están interesadas en terminar con la ejecución indiscriminada de esta clase de leyes. En este momento muchas de estas mujeres están siendo usadas como chivo emisario de las culpas sexuales de alguien.
“San Francisco es quizás la única ciudad en el mundo en donde puede haber surgido upa sociedad como Coyote. La población nos está apoyando abierta y sinceramente, y el Sheriff Dick Hongisto (miembro del Consejo Directivo de Coyote) representa algo nuevo dentro de los representantes de la ley. Con su ayuda hemos instalado clases en las cárceles para poder enseñar a las mujeres y especialmente a las prostitutas.”
Margo viene madurando la idea de esta organización desde varios años atrás. Hace quince años, fue detenida por dirigir una ” casa ilegal” en North Beach. Después empezó a estudiar abogacía por un tiempo y muchos la llamaban “La Monja Realista”, porque asistía a una Liga de Libertad Sexual vestida con un hábito. Más tarde se mudó a Marin Country “para unirme a las amas de casa, estaba cansada”. Hasta que un día reunió a sus colegas de profesión de North Beach y a las amas de casa de Marin y formó la agrupación WHOM (Prostitutas, Amas de Casa y Otras Madres).
“Fue realmente sensacional. Las amas de casa pensaban que las prostitutas llevaban la gran vida, y las prostitutas envidiaban a las amas de casa, porque todo lo que hacían era estar sentadas todo el día en sus mansiones y aguantar a un solo hombre. Las amas de casa sugirieron cambiar de roles por un día, pero yo me puse paranoica porque algunos de sus maridos -jueces y hombres de negocios- protegían a esas mismas prostitutas.
Margo, entonces. revivió el proyecto de WHOM en Coyote, una organización llamada así en honor al animal más astuto y promiscuo. El interés principal de Coyote se ha centralizado en las mujeres presas. Durante todo el año pasado Margo estuvo luchando contra una ley que establece una cuarentena de 48 horas a todas las prostitutas que han sido detenidas y encarceladas. Bajo el sistema impuesto por esta ley a todas las
detenidas se les hace un chequeo para averiguar sí tienen enfermedades venéreas;
pero como los resultados tardan más de dos días en salir del laboratorio, generalmente se les da a elegir entre esperar esos dos días en la cárcel o dejarse aplicar dosis masivas de penicilina. Como las condiciones de las cárceles son pésimas, la mayoría elige esta última posibilidad, a causa de lo cual muchas se han enfermado gravemente por reacciones alérgicas a la droga que se les aplica. Y, según Margo, en realidad solamente una de cada diez mujeres tratadas con este sistema resulta tener alguna venérea.
Los pedidos de Margo para terminar con esta cuarentena y sus consecuencias fueron elevados a la oficina de ejecución de leyes de San Francisco, pero finalmente la Corte Municipal proclamó que “Creemos que esta cuarentena debe seguir efectuándose porque hay involucrado en ella un problema de salud, ya que las probables portadoras de enfermedades venéreas podrían poner en peligro de contaminación a los demás
reclusos y al personal de las prisiones”.
El principio básico de Coyote, con el que Margo ha ganado el apoyo del Partido Feminista es que las leyes concernientes a la prostitución son plenamente machistas. Muchas mujeres han sido “cazadas” haciendo este trabajo por policías disfrazados.
“Primero de todo, ella puede haber aceptado el dinero, pero es el hombre el que se lo dio antes -dice la lógica de Margo-. Y yo conozco por lo menos 50 mujeres que están deseando declarar que los hombres son los que las incitan y las invitan cuando caminan por la calle. Los policías necesitan detener a un determinado número de prostitutas por mes, para justificar su sueldo”.
Junto con Margo, colabora Jennifer James, une joven antropóloga y profesora adjunta de la Facultad de Medicina de la Universidad de Washington. James ha recibido una beca del Instituto Nacional de Salud Mental para estudiar los problemas relacionados con las drogas y las mujeres, y también está en la Oficina de Control de Enfermedades venéreas del Gobierno de Washington. En una reciente reunión de Coyote, James resumió lo que piensa sobre las leyes sobre la prostitución: “la policía podría usar mejor su tiempo capturando a los que manejan borrachos y matan a miles de personas en lugar de perseguir a las prostitutas, que entretienen a unos pocos”.
Algunos de los reclamos de las prostitutas que componen la organización dicen cosas como: “No quiero que me arresten a mí si el que me solicita sos vos”; “Detesto a los que se creen que todas las prostitutas son ricas”; “Como un ser humano adulto, insisto en que se me reconozca el derecho de usar mi propio discernimiento, especialmente en lo
que respecta a mi cuerpo y mi tiempo” o “Nuestro trabajo consiste en poder colmar la necesidad de un ser humano, además de ser un acto de fe y muchas veces de caridad”.
Margo asegura que la mayoría de las prostitutas eligieron esa profesión por el dinero que ganan y por las más o menos fáciles condiciones en que trabajan, y que solamente el diez por ciento lo hace por necesidades psicológicas o sexuales. También afirma que muchas “call girls” son en realidad secretarias disfrazadas, que trabajan “normalmente” durante la semana y se dedican a “enganchar” durante el sábado y el domingo: “al final son las prostitutas de la empresa, y terminan casándose con unos de los ejecutivos”. Las estadísticas muestran, también, que un diez por ciento de las prostitutas son lesbianas.
Margo afirma que, a pesar de lo parcial de las leyes y su acomodaticia ejecución, hay muy pocos abogados que se acercan a la puerta de una prostituta para defender su causa (y ciertamente en muchos casos les convendría más, en cuanto a dinero, ya que las prostitutas suelen ganar mucho más que algunas mujeres con otras profesiones más “científicas” o “respetables”). “Un reconocimiento honesto de la motivación económica que lleva a una mujer a ejercer la prostitución podría terminar con los prejuicios y los conceptos erróneos con que se nos mira”.
Ya que la discriminación legal con respecto a la prostitución es demasiado obvia, todavía muchos no ven claro si la legalización de esa profesión puede llegar a ser una meta revolucionaria feminista o no. Pero Margo no se preocupa por eso: “Es como con la droga. En realidad, no creo que la legalización de la prostitución influya sobre su existencia. Una prostituta nodeja de hacer lo que hace porque la han detenido, simplemente trata de hacerlo con más calma. Yo no sé cómo solucionar el problema: pero es un paso importante que se deje de tomar esta profesión como un delito, porque hay muchas mujeres encarceladas a causa de algo que no tiene nada que ver con el crimen”.