Estamos con Nati en la vereda de ATE, Asociación de Trabajadores y Trabajadoras del Estado de la ciudad de Rosario, participando del II Encuentro Feminismo y Sindicalismo organizado por ATE, la Fundación Rosa Luxemburgo y las compañeras del Sindicato Obreros y Empleados Aceiteros de Rosario. Pasa un colectivo y nos toca bocina; a ella se le dibuja una sonrisa, levanta la mano entusiasmada y saluda. “Esa es Gaby –me dice–, otra de las compañeras choferas”.
En Rosario hay aproximadamente 3000 choferes de transporte urbano, sólo 15 son mujeres. Para conseguir este puesto de trabajo, Nati y sus compañeras dieron pelea, que incluyó la apelación a la Justicia para denunciar la discriminación que sufrían por ser mujeres. “Hoy no llegamos a ser ni el 1%” me dice.
¿Cómo te sentís siendo parte de ese 1% y habiendo dado esta lucha?
Me siento parte del engranaje de este cambio, esto que tenemos que ir generando cada mujer, y más en estos ámbitos tan masculinizados. A veces me preguntan y no es por agrandarme, pero me siento una heroína, por pertenecer a un gremio tan masculinizado y ser parte de este 1%, me hace sentir orgullosa.
Las empresas contrataban mujeres en forma temporaria, se sacaban fotos y nunca quedaban efectivas. Los varones sí, tanto en empresas privadas como la estatal. Ante esta situación un grupo de mujeres decidió pelearla e ir a la justicia. La estrategia fue agarrarse de una ordenanza que estaba dormida en un cajón. La difusión del tema llevó a la prensa a consultarle al secretario gremial de UTA (Manuel Cornejo, hoy fallecido). El sindicalista, quien debería defender los intereses de quienes trabajan en su sector, dio su opinión: “el cuerpo de la mujer no está preparado para manejar un colectivo”, aunque aclaró que “la UTA no tiene ningún problema de que trabajen mujeres”. Estas declaraciones machistas contribuyeron a ganar la batalla, ya que feministas de Rosario, mujeres sindicalistas y organizaciones las repudiaron y ayudaron a visibilizar la injusticia, dando pelea también en el sentido común. ¿Por qué una mujer no podría manejar un colectivo?
Quedó claro que eran discriminadas por la empresa y dejadas de lado por el sindicato. Era 2018, la marea estaba tiñendo todo de verde. “Era el momento”, me dice, y nos reímos juntas.
Nati y sus compañeras no son las únicas; otras mujeres tuvieron que recurrir a juicios y lograron fallos judiciales a su favor, en Salta, Buenos Aires y Cuidad de Buenos Aires. Muchas no lo lograron.
¿Cómo te llevas con tus compañeros de trabajo?
Al principio se mostraban reacios a que haya mujeres. Porque el hombre piensa, en realidad, que las mujeres vienen a robarle su puesto de trabajo, o que venimos a querer competir con ellos. Creo que esa es la mentalidad. Al principio lo viví de esa manera que se mostraban reacios. Pero llevo más de 2 años en el transporte, y ya soy la Nati, la compañera, se dieron cuenta que soy una más, que podemos trabajar igual que ellos, y que nos han robado los derechos; ellos me lo dicen. Pero gracias a Dios lo van entendiendo, lo entienden.
Para las mujeres no es fácil. ¿Qué problema tendría un varón para ingresar en una empresa de colectivo? Seguramente ninguno y sería una alegría para sus familias, amigues y su entorno. Buen trabajo, estable y relativamente bien pago. Pero para las mujeres y las disidencias es una lucha más. Y para lograr un derecho tan básico, como no ser discriminadas por género, la pasaron mal. Ir a juicio, sostener la lucha, exponerse en los medios, bancarse la incertidumbre… Nati no tuvo costos en sus vínculos personales, como otras compañeras, pero sí en su salud. Me dice: “Pagué un costo con mi salud, porque al principio me re estresé mal, porque es una situación, si bien la lucha es linda, uno siente que gana un espacio, no para una sino para todas. Se genera un estrés, una mirada que tenés que saber cómo llevar adelante. Pero bueno, ya lo estoy superando”.
Hablamos de su infancia: ¿cómo llegó a apasionarle manejar un colectivo? me pregunto. Y Nati me cuenta: su papá era bastante machista, pero a la vez nunca la cuestionó en las decisiones que tomaba, e incluso la apoyaba. La llevaba a jugar al fútbol cuando era chica y la alentó a que sacara el carnet profesional de conducir. Cuando pudo, la contrató para manejar una combi y trasladar personal en una empresa de parquización. Así Nati se entusiasmó con ser chofera.
Busco en el diccionario el femenino de chofer: me aparece choferesa. Suena raro, chofera me gusta más y así se nombran las choferas de Rosario. Seguiremos instalando palabras, problematizando el lenguaje como venimos haciendo desde los feminismos. Palabras para lo que no se nombra o simplemente no existían, como mujeres en el transporte.
Indago un poco más. ¿Qué hacen las mujeres transportistas cuando tienen que cuidar a un hijo o hija? Cuenta Nati:
“Yo no tengo hijes ni personas a cargo, pero tuvimos una situación, el convenio está hecho para hombres, las trabajadoras del transporte estamos incluidas hace dos años. Hay que rever el convenio, reformarlo. Una mamá soltera que necesita cuidar a su hijo le descuentan los días y el varón lo deja con su mujer al hijo. No está incluido en el convenio. Ya le pasó a una compañera, que tuvieron que internar al hijo de urgencia. Llamó a los delegados, le dijeron que lo tenía que dejar con alguien porque si faltaba le iban a descontar el día. No tenía con quien dejarlo y bueno no está en el convenio (fue la respuesta del delegado). Y cuando llamo a la empresa, le dijeron y bueno van a tener que ir a pelear por el convenio”. Parece un chiste, le digo. Y Nati concluye… “Por eso te digo, hay una lucha todavía muy larga”.
La discriminación en el acceso a puestos de trabajo en sectores formales con buenos salarios, refuerza las profundas desigualdades de géneros que existen en el mundo del trabajo, y amplía la brecha salarial que denunciamos desde los feminismos. La falta de cubertura en la tarea de cuidados, que recae fuertemente en las mujeres, genera doble jornada y más dificultades en el acceso al trabajo.
La perspectiva feminista y la participación de mujeres, trans, travestis, no binaries en los ámbitos sindicales, es importante para visibilizar la problemática y darnos estrategias claras. También aportan a deconstruir la división sexual del trabajo, signada por los mandatos sociales que nos asignan a las mujeres: actividades vinculadas al trabajo en casa particulares, enseñanza y servicios sociales; y nos excluyen de otras, como el transporte.
Las actividades donde predominan las mujeres, no casualmente, son remuneradas con salarios bajos y cuesta salir de la precarización. Desde los feminismos sabemos que esto dificulta la vida libre de violencias y las decisiones autónomas de las mujeres y las disidencias. Es un tema clave para erradicar estas violencias.
Cada vez más trabajadoras y algunas compañeras que logran representatividad en los sindicatos están dando este debate, ganando algunas batallas. Como Nati y las choferas de Rosario. ¿Lograremos las trabajadoras y feministas masificar estas luchas, como lo hicimos con el derecho al aborto y los derechos sexuales? Desde los sindicatos y los feminismos podemos construir esa articulación virtuosa, para seguir dando estas batallas y las que vendrán.