El 8A es la fecha que llevamos marcada con glitter en el cuerpo, que está cocida al pañuelo verde, escrita una y mil veces en los carteles y afiches que visten las paredes. Te pregunta tu mamá, tu amiga, tu novia, tu hija, las compañeras del laburo, ¿vamos?
Somos una mayoria que hace temblar la tierra. Lo dicen todas las encuestas, hay una despenalización social del aborto que debe ser Ley. Fuimos un millón pero esta vez seremos el doble, queremos que atraviese las paredes grises del congreso nuestra voluntad sonora. Ahí adentro van a estar debatiendo si aprueban el proyecto de Ley de la Campaña por el derecho al Aborto, con las modificaciones que reunieron 26 firmas por mayoría en las comisiones del Senado o sobre la media sanción que viene de la cámara de diputados. Pero el escenario está dificil y la cantidad de apoyos hasta el momento no alcanzan para revertir los 37 votos en contra.
Al comenzar el proceso de debate parlamentario todas compartíamos que en diputadxs podía lograrse la aprobación pero que el desafío estaba en senadorxs ya que se trata de una cámara mucho más conservadora. De hecho, comprobamos que lxs representantes son casi inaccesibles, hermeticos algunxs, y sujetos a las presiones de sus provincias muchas de las cuales no respetan los derechos hoy vigentes. El 5 de agosto supimos de la muerte de Liliana Herrera, de 22 años, en Santiago del Estero por la clandestinidad del aborto. En su provincia lxs tres senadorxs votan en contra. En Formosa, donde la tasa de mortalidad de personas gestantes es diez veces mas alta que el promedio nacional, dos senadorxs de tres están en contra. A las maniobras constantes que intentan tapar el sol con la mano, se sumó en las últimos días el pedido de sesión especial para trabajar el desafuero de CFK. Poné los fideos.
Aun con la cancha embarrada para la votación en senadorxs, el hito de la vigilia la noche del 13 de junio fue un antes y un después del que es imposible retroceder. La masiva movilización dio vuelta un resultado negativo que hasta entrada la mañana del día 14 de junio parecía ya irremontable. Las últimas intervenciones de lxs legisladores, proyectadas sobre miles de rostros atentos que permanecíamos en callao y Rivadavia, no pudieron eludir lo que estaba sucediendo afuera. Las pibas, esas que convencieron incluso a sus viejxs sobre qué es lo que tenían que votar, fueron reconocidas más de una vez en las palabras que brotaban del interior del recinto. La marea verde, agitada por llanto y abrazos, festejó el triunfo como no ocurriría con ningún gol de la selección. Y nos hizo más fuertes. No hay marcha atrás en la afirmación de nuestra voluntad, y esa es nuestra fe laica para cambiar el orden de las cosas.
Por supuesto que el poder de la movilización también resultó bastante obvio para los representantes del aborto clandestino y decidieron cambiar su estrategia. Ahora pasarían a la ofensiva, aunque sin hacer demasiadas olas al menos en la calle. Porque quienes se convocan a partir del incierto slogan “Salvemos las dos vidas” expresan una minoría de la sociedad pero tienen una evidente incidencia en otros estratos del poder. Las editoriales de La Nación, las declaraciones de figuras de peso en el gobierno nacional, la movilización de feligreses e incluso los convenios establecidos desde el Estado con la ONG de Abel Albino, demuestran dónde se encuentran los núcleos que sostienen la reacción contra el derecho a decidir. Luego de la media sanción comenzaron a conocerse situaciones de violencia generadas por los antiderechos contra quienes portan pañuelo verde, que también podrían incluirse como parte de su campaña.
La marea nacional por el derecho al aborto plantea una encrucijada que va a marcar el escenario político hacia adelante. Si quienes suponen representarnos defienden el status quo del aborto clandestino, o responden al momento histórico que hoy los convoca a legislar en favor de las personas con capacidad de decidir y de gestar. Mujeres, lesbianas y varones trans.
Quizás hay muchos desorientados que, como Pinedo, se preguntan qué es ese baile que se escucha desde la calle. Somos nosotras manifestando nuestro deseo. ¿Por qué festejamos? Porque ya no estamos solas. La complicidad que se generó entre nosotras tampoco tiene vuelta atrás. El 8 de agosto nos volvemos a ver. Y después de ese día, todas las veces que sea necesario. Estamos haciendo historia, y tarde o temprano, será ley.
*Socióloga, Coordinadora del Observatorio de Géneros y Políticas Públicas, Referente de Mala Junta