Sindicato, servicios e identidad trabajadora
El amplio desarrollo del área de acción social y de los llamados “servicios” sindicales es -desde sus orígenes- una de las tradiciones del sindicalismo argentino. La presencia de los sindicatos en áreas como hotelería, colonias de vacaciones y turismo, clínicas, farmacias y salud se consolidó y extendió a partir de los años peronistas, bajo el ala del reconocimiento estatal de los sindicatos -y su consecuente institucionalización- pero en tensión por momentos con el modelo de Estado que planteaba el peronismo. Esto se hizo patente en el área de salud, ya que el Estado peronista no legisló sobre el rol de los sindicatos y las obras sociales. Se configuró entonces una tensión permanente entre el Ministerio de Salud, los sindicatos y la Fundación Eva Perón.
Sin embargo, el carácter de los servicios sindicales fue puesto en discusión en algunas ocasiones. Durante el menemato, por ejemplo, cuando poco quedaba de algunos sindicatos más que su andamiaje de servicios. Se acuñó así el término “sindicalismo de servicios” para señalar a aquellas gremiales que abandonaron la representación sectorial (“la lucha”) para recluirse en una cáscara de servicios y algunas prerrogativas de las dirigencias. Otro argumento que se planteó como objeción al desarrollo de los servicios sindicales sostuvo que estos contribuían a la gestación de un vínculo individualizante y casi de consumidor entre les afiliades y la representación gremial.
Ciertamente que un sindicato se dedique sólo a brindar servicios pareciera ser un despropósito. Sin embargo, los servicios sindicales han hecho un gran aporte a la construcción de la identidad de trabajadores, una identidad que difícilmente pueda tener resonancia si no se funda en vivencias en común, en experimentar lo compartido. Es esta última dimensión la que nos interesa retomar aquí y darle un giro a partir de poner la mirada en los cuidados.
Es que mucho ha cambiado desde que se configuró ese modelo sindical que consolidó la existencia de los servicios sindicales. El mundo es hoy muy distinto de lo que era en los años del Estado de Bienestar, cuando la CGT representaba a la inmensa mayoría de los trabajadores, mayormente varones, todos registrados y sindicalizados, muchos habitando en barrios o viviendas junto con sus compañeros de trabajo y enviando a sus hijes a las escuelas junto con les de sus compañeros de trabajo.
Distintos procesos han desgastado la presencia de las organizaciones sindicales en la vida de les trabajadores y esto plantea desafíos. Por un lado, esa identidad propia de la sociedad salarial -vinculada a los “años dorados del capitalismo”, pero sin desarrollo pleno en países como el nuestro- que se erigía por completo en torno al ser trabajador, no está tan vigente en nuestros días. Les trabajadores son, además, muchas otras cosas y se representan de diversas maneras, que desbordan los vínculos que tradicionalmente establecieron sindicatos y afiliades. Por otro lado, la coyuntura actual de la pandemia, el aislamiento y la expansión del teletrabajo hace sonar alertas en los sindicatos. El veloz accionar de varios actores sindicales para impulsar la ley de teletrabajo y la inclusión en la misma de resguardos para la actividad sindical son muestras de estas alarmas. En este contexto adquiere importancia la pregunta por cuáles son las diversas formas en las que un sindicato puede estar presente en la vida de sus afiliades.
El sindicalismo y los cuidados: una agenda de temas y una perspectiva
Distintas vertientes del feminismo vienen poniendo su atención sobre aquellos trabajos que tienen que ver con la reproducción de las personas. Se trata de una serie de tareas no remuneradas e invisibilizadas, pero fundamentales para el funcionamiento del sistema capitalista. Una especie de lado B de la economía sin el que es imposible comprender la llegada de la mano de obra al mercado de trabajo en cantidad y calidad, la transformación del salario en consumo y del consumo en bienestar, sólo para mencionar dos aportes fundamentales. Son múltiples las razones que han hecho que históricamente el sindicalismo deje a un lado la cuestión de los cuidados, no nos proponemos aquí adentrarnos en ellas. Sí nos interesa, por el contrario, pensar en lo fructífero que puede ser para el sindicalismo abordar estas cuestiones, más aún en pandemia.
Una primera dimensión de la relación entre sindicalismo y cuidados es temática. Se trata de incorporar a la agenda sindical la cuestión de que les afiliades –además de desenvolverse en tareas por las que reciben un salario- hacen trabajos no remunerados de cuidado. El estudio recientemente publicado por la Dirección Nacional de Economía, Igualdad y Género del Estado nacional iluminó el peso del trabajo doméstico de cuidado no remunerado en la economía argentina. Si antes de la pandemia estos trabajos implicaban un aporte del 15,8% a la economía; ASPO mediante, estos trabajos se han “estirado” para cubrir escolarización, sanitización y representan ahora un 21,9% del PBI.
Dentro del abordaje temático de los cuidados, los sindicatos tienen mucho para hacer y han tomado –en buena medida– nota de esta realidad. La Ley de Teletrabajo impulsada por el frente gremial de diputades que contempla los cuidados es una prueba de ello. Por otro lado, ha habido avances en diversos espacios respecto al establecimiento de Dispensas por motivos de cuidado. El puntapié inicial lo dio el Ministerio de Trabajo en su resolución 207/2020 en la que se dispensó de tareas a les trabajadores de la administración pública nacional que estén a cargo de personas.
En esta misma línea, en la Universidad Nacional Arturo Jauretche (UNAJ), desde el sindicato docente impulsamos ni bien entró en vigencia el ASPO el establecimiento de una dispensa por motivos de cuidado y situaciones especiales vinculadas al teletrabajo. La concreción de las primeras licencias llevó alrededor de dos meses de negociaciones, que incluyeron la redefinición de los requisitos para aplicar a la dispensa y de la denominación que debía llevar. Cuesta creer que los motivos de tanta resistencia fueran económicos: se trataba sólo de 12 docentes para las que se requerían alrededor de 4 contrataciones, en un universo de 1500 docentes.
Otra dimensión -la que me interesa abordar más ampliamente- es tomar los cuidados no sólo como una cuestión temática, sino como una perspectiva. A partir del documento propuesto para el debate en el Foro de Argentina Futura por Daniela Losiggio y María Pozzio (2020), podemos retomar algunas pistas que nos permitan aproximarnos a esta cuestión y luego pensar su articulación con la acción sindical. Las autoras retoman la conceptualización de Carol Gilligan[1], quien señala la existencia de una ética del cuidado en la que priman la atención por la particularidad, la contemplación de los afectos y el involucramiento subjetivo.
Mientras la ética del cuidado asociada a lo femenino ha sido relegada al ámbito privado, fue la ética de la justicia la que durante siglos resultó excluyente en la arena política. Los sindicatos no han sido ajenos a este predominio de la ética de la justicia que se verifica en la política, ética que pone la mirada en lo general cristalizada en el trazado de principios que se presentan como racionales y disociados de la subjetividad de les involucrades. Es importante destacar que por parte de Gillian no hay una valoración respecto de estas dos formas de la ética, pero sí un señalamiento del binarismo imperante en nuestra sociedad y por supuesto, la desigualdad implícita en este binarismo, puesto que no se trata de dos equivalentes.
Dado que la palabra cuidado está ligada a la noción de control, es importante destacar que nos interesa aquí una idea de cuidado que –abordada como una cuestión política y colectiva-, se acerca a las nociones de derecho y bienestar. En esta senda, un sindicato que toma la perspectiva de cuidados “incluye nuestros cuerpos, nuestras individualidades (selves) y nuestro entorno, que buscamos tejer juntos en una red compleja que sostiene la vida”[2] en sus políticas de defensa y conquista de derechos.
Para indagar en cómo puede incidir la perspectiva de los cuidados en la acción sindical, recorreremos la situación de les trabajadores docentes de la UNAJ. La declaración del ASPO implicó para les docentes la virtualización de emergencia de las materias. Un trabajo extra y con características novedosas que conllevaba formarnos para poder traducir nuestras materias a un entorno virtual desconocido por la mayoría. Todo esto mientras les niñes se quedaban sin ir a la escuela y jardín; les adultes mayores sin cuidadores y les docentes sin aula, laboratorio o espacio al que ir a trabajar.
Los comentarios que llegaban al sindicato docente de parte de les afiliades en las primeras semanas del ASPO daban cuenta de un clima general de malestar y angustia. La encuesta del sindicato, de la que participaron más de 400 docentes en tan sólo 15 días, dejó pruebas de que este malestar vinculado a una gran carga laboral y a las condiciones en las que estamos trabajando, repercute en el cuerpo (por las posturas forzadas por el teletrabajo) y en las emociones (por la angustia de la situación general y de la sensación de ser les docentes la presencia de la universidad frente a les estudiantes).
Una primera acción sindical frente a esta situación consistió en reclamar la provisión de computadoras y herramientas laborales por parte de la patronal. Se trató de una acción pertinente e insoslayable desde una perspectiva sindical, que se ancla en una ética de la justicia, para retomar a Gillian. Si tomamos la perspectiva de los cuidados se suman, además, otras acciones al abanico de posibilidades. Para escuchar lo que planteaban les docentes, ADEIUNAJ decidió conformar un espacio coordinado por un equipo de psicólogues laborales, en el que les docentes pudieran conversar sobre cómo estaban viviendo el trabajo. Este espacio de acompañamiento resultó enriquecedor, puesto que les docentes pudieron comentar sus vivencias y notaron con sorpresa que lo que parecía individual era colectivo. Al mismo tiempo, se pudo pensar formas de intervenir y transitar mejor nuestras cotidianeidades.
Finalmente, una acción impulsada por el sindicato consistió en canalizar un curso de rehabilitación postural en el que les docentes fueran guiados por una kinesióloga sin la necesidad de mirar pantallas. Poder trabajar sobre nuestros cuerpos, las posturas, la respiración, el movimiento resulta reparador en un momento en que estamos horas sosteniendo posturas forzadas con dispositivos y espacios que no fueron diseñados para trabajar tanto tiempo. La numerosa inscripción muestra que había una necesidad.
Sin una perspectiva de cuidado, el cuerpo y las emociones no aparecen en la escena de lo que un sindicato puede contemplar. Al mismo tiempo, tanto el espacio de acompañamiento psicológico como el curso de rehabilitación postural implican respuestas a situaciones particulares, no generalizables. Por supuesto que no son una respuesta total ni suficiente por sí misma y que es menester combinar este tipo de acciones con otras de índole general, como las dispensas y regulaciones respecto de nuestras condiciones de trabajo y la carga laboral.
¿Qué puede ser un sindicato en pandemia?[3]
Pensar cualquier forma de lo colectivo es un desafío cuando nuestras existencias parecen virtualmente privatizadas. La incertidumbre atenta contra la posibilidad de organizarnos en general, y de hacerlo con otres en particular. Por lo mismo, cuando logramos tener una experiencia compartida, dimensionar lo social en lo personal u organizarnos colectivamente, resulta un alivio a una cotidianidad de sostén en aislamiento.
Se trata de retomar algo de los tradicionales servicios sindicales, pero dándoles un cariz renovado. Si bien de ninguna manera suplantan a la ética de la justicia fundante de lo sindical, los cuidados como agenda y como perspectiva vienen a ampliar los repertorios de acción disponibles para las organizaciones sindicales. Más aún, en este contexto tan difícil, los cuidados permiten hacer presente al sindicato en la vida de les trabajadores, al proponer acciones que generan un alivio concreto y abren espacio para la percepción colectiva de lo que se está transitando.
Si les afiliades tienen hoy sus identidades ancladas en diversas cuestiones que exceden el hecho de ser asalariades, atender a lo particular como lo hace la ética de los cuidados contribuye a ampliar el abanico disponible de acciones en pos de llegar a nuestros representades en sus diversas situaciones. Dicho de otra manera, los cuidados en tanto perspectiva complejizan y enriquecen la mirada que las organizaciones sindicales tienen respecto de la subjetividad de sus afiliades para de esta manera poder hacerse presentes en otras dimensiones de las vidas de les trabajadores y conquistar derechos allí donde desde hace mucho tiempo hay necesidades.
Apostar a los lazos y los afectos, al estar entre, puede ser reparador en momentos de aislamiento y deshumanización como los que estamos atravesando. Toda red es salvataje en este contexto, bien lo sabe el feminismo cuando dice “nos sostienen redes feministas”. Renovar las formas de presencia del sindicato en la vida de les afiliades es fundamental en un mundo en el que lo colectivo es permanentemente asediado e invisibilizado por diversas formas de representación privatizantes.
[1] Gilligan, Carol (1982). In a Different Voice. Psychological Theory and Women’s Development. Cambridge: Harvard University.
[2] Paperman P. La perspectiva del care: de la ética a lo político. En: Arango Gaviria LG, Molinier P, comp. El trabajo y la ética del cuidado. Medellín: Universidad Nacional de Colombia, La Carreta Social; 2011
[3] Esta pregunta remite al trabajo de Anabel Beliera, que en Lo sindical en su multiplicidad indagó en los sentidos de lo sindical para les trabajadores de salud en el caso del Hospital Castro Rendón (Neuquén).