Sistema Integral de Cuidados: una pequeña revolución que puede alcanzar a más de ocho millones de personas

El 2 de mayo se presentó en la Argentina “Cuidar en igualdad”, un proyecto de ley que recoge la mejor tradición de las luchas de los feminismos populares y el movimiento organizado de trabajadorxs.

“ARTÍCULO 1°.- Función social de los cuidados. La presente ley reconoce que el trabajo de cuidados sostiene la vida del conjunto de la sociedad porque es la condición que posibilita la existencia humana, dado que todas las personas, sin distinción alguna, necesitan ser cuidadas en algún momento de su ciclo vital.” 

Proyecto de Ley: CUIDAR EN IGUALDAD – SISTEMA INTEGRAL DE POLÍTICAS DE CUIDADOS DE ARGENTINA (SINCA)

Hace unos ocho años coincidí en una reunión de trabajo con Laura Pautassi, abogada especialista en Planificación y Gestión de Políticas Sociales que integró la Comisión redactora del anteproyecto de ley Cuidar en Igualdad. En determinado momento, ella mencionó datos de la encuesta del uso del tiempo, y del impacto diferencial que ese uso tenía sobre las mujeres. Dijo una frase que ahora se usa mucho pero que yo nunca había escuchado: las mujeres realizamos una doble jornada laboral. 

Mi hijo mayor tenía siete meses. En ese entonces yo dormía mal, comía peor y hacía malabares para llegar a buscarlo al jardín: tomaba dos colectivos, atravesaba una ciudad compleja y hostil para quienes cuidamos. Ahí recién empezaba el rally de hacer compras, limpiar la casa, y cocinar. Con el bebé colgado de una tela que me enroscaba entre el cuello y la cadera, revolvía la papilla en el fuego y bailoteaba al ritmo del arrorró, pero no mucho porque quería que comiera antes de que se quedara dormido. Me sentía un pulpo arrollado por el cansancio. 

En la reunión, le empecé a hacer preguntas a Laura e iba abriendo cada vez más los ojos a medida en que ella avanzaba en su explicación. La sostenibilidad de la vida, las brechas de desigualdad, el cuidado invisibilizado, la pobreza del tiempo. Ella le estaba poniendo palabras, conceptos, y teoría a mi cotidianidad. Fue un momento revelador, angustiante y también liberador: entender que lo que nos pasa en el ámbito privado en realidad forma parte de un sistema, de algo que nos trasciende. Ese es el puntapié necesario y el motor de los cambios más profundos y transformadores. 

El domingo 1ero de mayo pasado, día de lxs trabajadores, circuló en redes la foto de una pintada en una pared que rezaba “lucharemos hasta que veas más a tu hijo que a tu jefe”. Hermoso. Hermoso y perturbador. Pienso en la foto actual de la organización social de los cuidados, en las desigualdades que esa foto todavía arroja, en las demandas que arden de urgencia, en todo lo que no fue para tantas mujeres y diversidades, en las trayectorias interrumpidas, las posibilidades canceladas. 

Pienso también que justo al día siguiente, cuando el gobierno nacional anunció el envío al Congreso de un proyecto de ley de creación de un sistema integral de cuidados y una reforma que establezca licencias igualitarias, esa pintada se acercó un poquito más. Se acercó a quienes así lo quieran. Porque si cuidar es un derecho, también tiene que ser elegir no hacerlo. Y ahí es donde precisamente este proyecto de ley hace pie. Si el cuidado hoy depende principalmente de las familias y de la disponibilidad de mujeres dentro de ellas (porque es en nosotras sobre quienes recae tradicionalmente la responsabilidad de los cuidados), la necesidad está en quebrar ese círculo y promover una corresponsabilidad que abarque a todos los géneros y a todos los actores que están involucrados en el diamante de cuidados: Estado, Mercado, organizaciones comunitarias y familias.

Cuando hablamos de brechas salariales, de desempleo, subempleo, brechas en la participación política y sindical, o de la perpetuación de situaciones de violencia, lo que estamos analizando es que la causa más primaria de esas situaciones es precisamente la desigual distribución de los cuidados. Del mismo modo, esa desigualdad también se explica por la falta de acceso a recursos y servicios de cuidados. Porque hoy, quien puede pagar para cuidar se encuentra en una situación de privilegio. El cuidado no puede depender del poder adquisitivo, ni tampoco de cuán densas y habilitadas sean nuestras redes familiares. Ahí es donde el Estado tiene que emerger con fuerza para saldar esas distancias y garantizar de forma universal un derecho humano fundamental. 

Este es el rol que va a cumplir el Sistema Integral de Políticas de Cuidado de Argentina (SINCA) una vez aprobado por el poder legislativo: reconocer y redistribuir un trabajo históricamente feminizado y olvidado. ¿Cómo lo va a hacer? A través de la ampliación de la oferta de servicios e infraestructura, la remuneración del trabajo de cuidados, el fortalecimiento de ese trabajo en ámbitos comunitarios, la promoción de la adaptación de las jornadas laborales a las necesidades de cuidado y la modificación del régimen de licencias público y privado, que amplía de forma significativa las licencias para personas no gestantes e incorpora por primera vez a distintas configuraciones familiares y tipos de trabajadorxs, con perspectiva feminista y de diversidad. Una pequeña revolución que puede alcanzar a más de ocho millones de personas. Repito: ocho millones de personas. Un número que nos da la dimensión justa que tiene el cuidado en nuestra vidas. 

Una pequeña revolución que puede alcanzar a más de ocho millones de personas. Repito: ocho millones de personas. Un número que nos da la dimensión justa que tiene el cuidado en nuestra vidas. 

Si donde aparece una necesidad nace un derecho, este proyecto de ley, como sostuvo la ministra de las Mujeres, Géneros, y Diversidad Elizabeth Gómez Alcorta, recoge la mejor tradición de las luchas de los feminismos populares y el movimiento organizado de trabajadorxs, potenciada acá por su confluencia. Va a la raíz del problema y busca socializar el cuidado convirtiéndolo en un tema público, en una responsabilidad social y colectiva. El cuidado sale así de los hogares. Esa carga ya no depende exclusivamente de lo que pase ahí dentro: lo personal es político. Además, y con una marca distintiva en relación a experiencias internacionales, nombra, reconoce e incluye el cuidado que sucede en los ámbitos comunitarios. Fue la pandemia la que evidenció de un modo absolutamente contundente el lugar central que ocupa el cuidado, y a su vez, fueron las doñas de los barrios, con las ollas de los comedores, las copas de leche, los merenderos y el apoyo escolar, junto con las promotoras de salud, las que tuvieron un rol primordial para sostener nada más y nada menos que la vida. Contemplarlas era una deuda, y no puede ser menos que una realidad. 

Estas decisiones no fueron casuales, sino el fruto de un proceso ampliamente participativo que lleva más de dos años. Antes de eso, y para que este tema forme parte de la agenda de un gobierno, hubo pioneras y organizaciones que lo instalaron y militaron durante mucho tiempo, a veces en soledad, luchando contra toda una perspectiva que se resistía a identificar y reconocer el valor del cuidado, en términos económicos y también sociales. Hoy sabemos que el trabajo doméstico y de cuidados no remunerado representa un 16% del PIB, por arriba de la industria y el comercio, legitimando la realidad de que es efectivamente un sector económico estratégico. Hoy sabemos también que cuidar puede ser con amor, pero que también es un trabajo, y sobre todo, entendemos que cuidar no es nuestro destino natural e indiscutible. Para construir esta propuesta puntual que se presentó el lunes pasado, se constituyó una Comisión Redactora de especialistas que se reunió a través de instancias consultivas con diferentes organismos como sindicatos, cámaras empresarias, organizaciones feministas y de la diversidad, de la discapacidad, de la niñez, de las personas mayores y de la economía popular y social. Además, se puso en marcha la campaña “Cuidar en Igualdad”, que a través de parlamentos territoriales en todas las provincias, escuchó, debatió, y recogió una agenda de demandas y prioridades situadas. Un proyecto transversal, abierto, y de cara a la sociedad. 

Estamos ante un escenario distinto, con un terreno fértil y permeable que nos permite dar esta discusión con otro piso de consensos y acuerdos. Pero vale también resaltar la audacia de querer transformar el mapa actual de los cuidados en un momento de crisis, y con el Fondo Monetario Internacional respirándonos en la nuca. Ampliar derechos nunca es gracioso para los poderes fácticos, y por eso, la voluntad política de que salga tiene que necesariamente complementarse con la calle. Es fundamental que la participación que hubo camino a construir la ley se ramifique y se sostenga. ¡Que sea ley! Por nosotras y nosotres, que movemos el mundo.