Fotos: Sol Avena
“Abuela hoy vine a gritar lo que a vos te hicieron callar”, dice un cartel que se escurre en la Plaza de Mayo. Lo lleva una mujer que camina hacia la casa Rosada, todavía no llegaron las columnas que vienen del Congreso en un 8 de marzo masivo en Buenos Aires. Noemí Fernández tiene 71 años y la conocen como “La Negra”, se dejó el celular en la casa pero ya aviso a su hijos que está bien. Mira la avenida que une los dos puntos de la marcha como si fuese un atardecer de esos que nadie se quiere perder. “No traje los anteojos y no veo un carajo”, su sonrisa da cuenta de cómo las movilizaciones callejeras habilitan otros sentidos.
“Me hizo emocionar ese cartel de la abuela, y a todas estas también” dice en una pequeña ronda a los pies de la Plaza. Son un grupo de jubiladas que están esperando la columna de su sindicato en el día de la mujer trabajadora, se juntaron a las cinco de la tarde en la esquina del Cabildo con sus pecheras verdes y un poco de abrigo por el inesperada cambio de temperatura. La Negra es la Presidenta del Centro de Trabajadores Jubilados y Pensionados ATE en CABA: “Yo si digo a las 5 es a las cinco, soy medio hincha pelota pero me gusta la puntualidad”, dice mientras ordena al grupo que no para de charlar y que decidió no marchar tantas cuadras para cuidar un poco el cuerpo. “Fue una semana difícil, estuvimos con los despedidos de Acumar y después fuimos al Congreso y ahora estamos acá, pero a veces cuesta estar tanto tiempo parada.” No lo dice como una queja sino como un estado de las cosas, convencida de que la lucha está en las calles, salió temprano de su casa en Parque Lezama, se tomó el 64 y llegó al punto de encuentro: “Los vuelcos importantes que ha tenido este país en los últimos 200 años han sido en la calle, nosotras no conocemos otra manera”.
Marchando detrás de un trapo, sentados en un café de la Avenida o en la Plaza, les jubiladxs se las vienen arreglando para estar en todas partes, se desmarcan de la compasión y se asumen como sujetos políticos imprescindibles de la época.
Pasó un año y tres meses de la asunción de Milei en Argentina, un presidente que tiene el ojo puesto en el descarte de una parte de la sociedad: mujeres, disidencias sexuales, enfermos y viejes. “Muchas minorias somos una hermosa mayoría”, decía uno de los carteles de la Asamblea Antifascista Antirracista que se conformó a fines de enero de 2025 luego de los dichos de Milei en Davos contra mujeres y la comunidad LGTBIQ+, y que convocó a una masiva marcha el 1 de febrero. Esa asamblea fue también la que encabezó la marcha de este 8M y que tuvo como consigna “Paro Antifascista, Antirracista, Antipatriarcal y Transfeminista”, dándole a esta fecha una continuidad con la ocurrida un mes atrás.

Estamos en todos lados
Después de días de calor intenso, una tormenta torrencial y un video publicado por el poder ejecutivo en donde se exponían imágenes de manifestaciones como las del 8M y se daban datos falsos sobre la cantidad de femicidios ocurridos en el último año, la convocatoria fue masiva y transversal, en la calle se está revitalizando una estrategia primordial para la época: la unidad de las luchas, algo que los transfeminismos instalaron en la última década con argumentos muy claros de porque no se puede pensar la violencia de género sin la cuestión de la clase o desvinculada del racismo, como tampoco es posible analizar los conflictos económicos sin atender a que hay un proyecto político de enriquecimiento de una minoría y la crueldad está aplicada a quienes no son considerados ciudadanos de bien.
Las viejas y los viejos toman un rol clave en este escenario y la marcha dio cuenta de eso. Los grupos de jubiladxs organizados en asambleas barriales, sindicatos, partidos políticos, autónomos o grupos afectivos le dieron a la convocatoria un brillo especial. Marchando detrás de un trapo, sentados en un café de la Avenida o en la Plaza, les jubiladxs se las vienen arreglando para estar en todas partes, se desmarcan de la compasión y se asumen como sujetos políticos imprescindibles de la época.
La jubilación mínima en este país está en 349.121,71 y el próximo 23 de marzo se vence la moratoria previsional. Según el último informe del CELS en su estudio La cocina de los cuidados, “las personas mayores están a las puertas de una exclusión masiva”. Los datos causan pavor: con un plan de moratoria vencido, el reconocimiento previsional del cuidado –1 año por hijo– no servirá de mucho, sólo el 23% de las mujeres que hoy tienen 60 años cuenta con más de 25 años de aporte”, dice el informe. Sin embargo la estrategia está en dejar de sectorizar las luchas y apostar a una unidad que componga transversalidad.
“Hay que darle la pelea por el todo, porque es el todo, no puede salir salud por un lado, educación por otro. Los viejos que vamos a todos lados somos cuatro, pero nos vas a ver en todos lados, porque de alguna manera queremos transmitir que se trata de eso”, dice la Negra convencida de que el rol de les jubilades tiene que ser activo. Porque hay un aporte a la política que no es un consejo sino una mirada: “A jubilarse no te enseñan en ningún lado, se vive. Y el Estado debería tener la responsabilidad de darle cobertura a eso”. Su pelo color ceniza no se inmuta con la corriente de viento de una de las primeras tardes frescas del año. Está activa, produce palabras y sentidos, se niega a que la ubiquen en el lugar del descarte y promete luchar contra eso “hasta el último día de su vida”.
Pasó un año y tres meses de la asunción de Milei en Argentina, un presidente que tiene el ojo puesto en el descarte de una parte de la sociedad: mujeres, disidencias sexuales, enfermos y viejes.
La no productividad en términos económicos va en contra de lo que propone el gobierno, las y los jubilados son la expresión más evidente: “El Estado tiene que acompañar ese estado de no productividad económica para sostener la vida y para que nosotros podamos producir otras cosas, sentidos, por ejemplo”, dice. La Negra trabajó gran parte de su vida en el Estado, estudió psicología social, es mamá de 4 y abuela de 7.
Del club a la marcha
Acordaron encontrarse en Callao y Perón, justo debajo de un andamio se hacen la foto grupal, están todas con la camiseta del Club Comunicaciones y llegaron en caravana desde Agronomía. “Es la primera vez que vamos a marchar desde al área de género del club, siempre hacemos carteles en el barrio o intervenciones pero esta vez vinimos a marchar”, es la voz de Maria Graciela Zabala, socia del Club desde el 1978 y después de la pandemia comenzó a formar parte del área de género y derechos humanos. “Yo me incorporé en 2021 porque el club comenzó a ser de los socios, antes estaba intervenido y tenían la intención de venderlo. Por suerte eso no pasó”, dice. La discusión está muy a tono con la intención del gobierno de privatizar los clubes de fútbol, en el caso de Comunicaciones los socios y las socias resistieron y pudieron lograr que quedara en manos del barrio.
Graciela está rodeada de adolecentes vestidas de amarillo y negro, van al kiosko a hacer alguna compra para arrancar a marchar. “Ahí está llegando mi amiga” dice cuando ve a Lidia. Las dos fueron médicas y están jubiladas: “Me equivoqué de esquina pero ya estoy acá”, dice la amiga agitada, tiene 71 y empezó a militar en el secundario cuando todavía no se hablaba mucho de los centros de estudiantes. Entre viejas y pibas se ordenan para marchar, Lidia y Graciela son bien militantes de barrio, la primera se jubiló de partera en el Pirovano, la segunda además es murguera. Las dos apuestan a una militancia en territorial, en el club y en el comedor.
“A veces es difícil aceptarse como jubilada cuando una trabajó toda la vida, y yo a veces me referencio desde otros lugares, pero cuando vino la movida de los miércoles me interpeló muchísimo y me acordé de Norma Pla y me pregunte ¿con que colectivo voy al Congreso?” Su pregunta cae justo en el momento en el que las hinchadas de fútbol comienzan a convocarse los miércoles para acompañar la lucha después de que un jubilado con la camiseta de Chacarita fuera golpeado por la polícia. El número de hinchadas que convocan para el próximo jueves sigue creciendo. “Ahora con lo de las hinchadas de fútbol hay algo que se está despertando, hasta las murgas se están organizando para ir”, dice Graciela.
“En los centros de jubilados se está armando algo en relación a la organización y a la concientización y eso puede arrastrar las luchas, lo que hay que intentar es no ir de manera fragmentada”, dice Lidia que va todos los miércoles y destaca lo que pasó con la hinchada de Chacarita. “Por ese lado puede llegar a aglutinar una resistencia un poco más organizada. Los viejos tenemos la experiencia de haber pasado por muchas fragmentaciones y está claro que tiene que ser una construcción bien de abajo.”

Somos más pueblo que la turbia federal
La cabecera de la marcha aglutinó a distintos sectores, sin escenario ni documento la propuesta fue transversalizar las luchas e ir en busca de una horizontalidad que dé cuenta de que nadie se salva solo. La Columna Mostri, un espacio callejero que surgió hace un año para esta misma marcha, entró a la Plaza con el canto: “Lo dijo Lohana y Norma Pla, somos más pueblo que la turbia federal”, haciendo referencia también al escenario de los miércoles en el Congreso.
Desde los partidos políticos a los sindicatos, las personas despedidas del Estado, estudiantes, organizaciones feministas y LGTBIQ+, trabajadorxs y despedidos del Hospital Bonaparte, la articulación de todas las luchas vuelve a cuajar, un mensaje que desde los feminismos populares se viene dando desde hace tiempo. Esta misma marcha es prueba de eso, se pasó de las flores y los piropos a un día de lucha, se llenó de contenido la herramienta del paro y hoy se reconoce el antifascismo como modo de luchar contra el avance de las ultraderechas a nivel local y mundial.
“¿Por qué no nos ponemos en bolas y nos atamos en la esquina del Congreso?”, fue una pregunta que le hizo la Negra a una compañera en el afán de buscar respuestas creativas a la crueldad del gobierno, a como hacer visibles que no da para más. Después se arrepintió argumentando que ya no está para andar mostrando el cuerpo. “A veces con mucho dolor me da la sensación que nuestra sociedad es más estética que ética.”
Decía Milei hace algunos años, cuando ni siquiera había llegado a la banca de diputados, que los liberales eran superiores estéticamente. La marcha de ayer no solo fue masiva, también puso en la calle la forma en la que los transfeminismos convocan y se encuentran, en la diversidad y el encanto de la celebración, en lo combativo y el acompañamiento, en el duelo y también en la alegría. Hay allí una estética de la revuelta, en personas habitando el espacio público masivamente, dejando obsoleto el protocolo de Bullrich y haciendo de la protesta social una herramienta vital contra la crueldad del gobierno.