“En la medida que los libros se mueven en una biblioteca, se mueven las ideas, se agitan. Y de esa manera también se forman las ideas nuevas, al ritmo de las circunstancias se reagrupan títulos, y los textos se ponen a hablar entre ellos. Si las revoluciones comienzan por las ideas, no hay que tener miedo a los cambios en el pensar, a las mareas fuertes que erosionan y llevan tierra de acá para allá rediseñando la mirada sobre el mundo en el que vivimos. Pienso esto por algo que sucede en la biblioteca del primer piso”, escribió Rosario Bléfari en Diario del dinero.
El sábado 30 de abril LatFem presentó la Biblioteca Ni Una Menos (BNUM), un proyecto que se teje en complicidad con Brandon y la Red de Bibliotecas Públicas de la Ciudad. La propuesta original fue renovar el catálogo de la Biblioteca de la Mujer Alfonsina Storni. Una de las preguntas que movilizó el proyecto fue: ¿cómo darle a esa biblioteca “de la mujer”, la impronta del feminismo contemporáneo? Frente a ese desafío, surgieron otros interrogantes: ¿qué libros son los libros del feminismo contemporáneo? ¿Cuánto de ese catálogo repone nuestro deseo y nuestro pensamiento político?
Atentas a la gran circulación de discursos sociales asociados a la perspectiva de género, para conformar el catálogo de más de 400 títulos de 100 editoriales distintas de la Argentina, el equipo de la BNUM integrado por Agustina Paz Frontera, Romina Zanellato y Ana Mazzoni buscó libros que reflexionen acerca de los afectos, debates y problemas que nutren a los feminismos. Libros de ensayo, narrativa, poesía, infantiles, juveniles y dramaturgia fueron seleccionados en función de su efecto de lectura feminista y no exclusivamente en función de la identidad sexogenérica de lxs autores. El equipo contó con un Consejos Asesor conformado por Malena Rey, Gabriela Borrelli y Lucía de Leone.
El catálogo está compuesto por libros representantes del “feminismo perfumado”, de las llamadas “grandes ligas”, como decía Alfonsina Storni, libros de poemas, de historietas, de no ficción, libros para público muy joven, para adolescentes, libros de chicas y señores trans, libros de gays y lesbianas, libros de editoriales casi efímeras, de las capitales y de ciudades pequeñas, libros que son fanzines, libros para usar en la escuela, para leer antes de dormir, para enojarse, para pensar, libros traducidos, libros que costaron muchísimos años de estudio para poder escribirlos, libros de autoría colectiva y best sellers. Lo que estos libros tienen en común es que fueron publicados en Argentina durante el siglo XXI y en su mayoría son de autores locales y contemporáneos, aunque hay excepciones de libros escritos en otros países o en otras épocas pero que hoy son leídos con fluidez por lxs feministas.
Otra particularidad que tiene esta Biblioteca Ni Una Menos es su espíritu nómada e itinerante porque antes de llegar y quedarse en la biblioteca Alfonsina Storni, recorrerá algunos barrios de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y realizará distintas actividades, entre ellas talleres, entrevistas abiertas y lecturas públicas.
Una fiesta en la biblioteca
La Casa de la Lectura, en el barrio de Almagro, fue el escenario de la inauguración de la biblioteca. Allí, Charo Márquez dictó el taller de lectura de Vivir una vida feminista (editado en Argentina por Caja Negra), de Sara Ahmed. Y luego, la poeta Diana Bellessi, la escritora Tamara Tenenbaum, la editora Malena Rey y la investigadora del CONICET Lucía de Leone compartieron un espacio de charla sobre el cruce entre feminismos y bibliotecas, coordinado por Agustina Paz Frontera.
“Las feministas fuimos construyendo de forma autogestiva nuestras propias bibliotecas en todos los tiempos, nos juntamos a leer, nos contrabandeamos textos, los guardamos para que no los secuestraran ni quemaran, hay una larga historia que vincula el intercambio de libros y textos con las feministas en especial y con cualquier movimiento contracultural en general”, dijo Agustina Paz Frontera, codirectora de LatFem y coordinadora de la Biblioteca Ni Una Menos a modo de presentación de la mesa, que generó reflexiones y debates a partir de distintas preguntas disparadoras.
Aquí compartimos fragmentos de esa charla, donde se movieron los libros y las ideas.
Agustina Paz Frontera: ¿Todavía tenemos que reclamar una biblioteca feminista? ¿Por qué?
Diana Bellessi: No lo hicimos antes, por eso tenemos que reclamarlo ahora. Y no lo hicimos antes porque tuvimos la dictadura militar. Cuando empieza la tercera ola de feminismo en el mundo, a nosotros nos toca la dictadura militar. Y porque después tuvimos el menemismo y después no sé por qué. Creo que porque dejó de ser algo de moda. Hasta aquí, que las nuevas chicas como ustedes lo tomaron.
Agustina Paz Frontera: ¿Cómo se conforma para vos una biblioteca feminista? ¿Qué convierte en feminista a un libro?
Diana Bellessi: Portar los conocimientos del discurso feminista de su hora, de su momento. Cada momento diferente, digamos, ¿no? Por eso te decía que cuando volví aquí, yo hablaba con las piedras, pero digamos, en los ‘80 empiezan a aparecer algunos libros, sobre todo algunas traducciones de Hélène Cixous, de Angela Carter. En los ‘90 enmudeció en harto grado, me parece el feminismo y las feministas, las dos cosas. Y después del 2001, 2002, bueno, más o menos, hasta llegar casi a nuestros días. Hasta hace cinco años atrás, cuando aparecieron los pañuelos verdes y se produjo una revolución en Argentina, pero con treinta años de atraso. Entonces todas esas chicas maravillosas no conocían ninguno de los libros que te menciono, ni de los múltiples otros. Por eso es tan necesario tener bibliotecas feministas.
Agustina Paz Frontera: Tamara, ¿qué derivas tiene para vos esta idea de una biblioteca feminista?
Tamara Tenenbaum: Pensaba un poco en lo que decía recién Diana sobre los libros que llegan y los que no, porque yo esos textos los conozco porque en algún momento me puse a leer pero no están de moda, nunca se pusieron de moda en esta época y para mí es importante que lo estén. Son textos que yo trato no sólo de citar, sino también de ver cómo hacer que lleguen a nuevas generaciones, porque muchas veces el feminismo de las chicas de ahora no habla en el lenguaje que hablaba Shulamith Firestone o muchas feministas con las que es importante conversar. Incluso si hay cosas que hoy suenan más o menos. Pienso que tener una biblioteca feminista es tener una excusa para para que esos libros circulen. Creo que en parte la necesitamos para generar espacios en los que haya conversaciones que hagan que una chica diga ah, bueno, voy a comprarme este libro. También porque pienso que hace mucha falta tener conciencia histórica, por lo que decía Diana de durante los ‘90, efectivamente, no había una conversación sobre feminismo dando vueltas en la Argentina. No en un sentido público, al menos.
Solo las lesbianas, como acotaba Diana. Y no todas teníamos una lesbiana en el cículo cercano.
Agustina Paz Frontera: Malena, ¿qué pasa con la institucionalización de la literatura feminista? ¿Existe un boom? ¿Acordamos con la idea de literatura “feminista”?
Malena Rey: A mí no me gusta mucho que usemos esa expresión porque implica como algo que explota y después se apaga, deja de tener efervescencia y me parece que los feminismos vienen demostrando que siguen estando o que llegan para quedarse.
Me cuesta un poco hablar de literatura feminista, diría que el feminismo es un tema que ahora está atravesando distintas agendas y distintos planes editoriales. Trabajo hace quince años en una editorial y entonces voy bastante a librerías y es muy notable cómo de ir a buscar el libro al fondo de la librería o a un lugar donde estaban los estudios culturales, la filosofía o los textos más académicos, de repente pasás a encontrarlos en una mesa adelante de todo, y tenés libros desde estudios de género, literatura escrita por mujeres, antologías. Me parece que se abrió muchísimo todo este abanico y creo que también lo que termina pasando es que se cruza el feminismo en todos los tipos de texto y genera que ya haya una conciencia en el mundo editorial de que ya no puede haber una antología toda de hombres, incluso a la hora de conformar un catálogo en el año. ¿Cuántas autoras hay y cuántos autores? Ya son preguntas que acompañan la labor editorial desde antes de que esos libros existan.
Hay muchos libros que sí salen por encargo, ahí sí funciona la idea de boom editorial como “este libro lo van a pedir, entonces hay que producir este tipo de material”, pero hay otros que no. Se tradujeron textos que estaban inéditos, se rescató un montón de ciencia ficción feminista que faltaba y que está buenísimo que hoy esté disponible.
Agustina Paz Frontera: Lucía, ¿todavía tenemos que seguir reclamando una biblioteca feminista?¿Qué elementos tendríamos que tener en cuenta para delinear este objeto tan específico tan específico?
Lucía de Leone: Ya se lo preguntaba hace poco Donna Haraway: ¿seguimos con el problema? Se lo preguntó también Griselda Pollock, una teórica del arte: ¿hay que hacer un museo feminista? Sí, todavía tenemos que hacerla. Esta biblioteca es feminista, transfeminista pública y popular, entonces tenemos que seguir haciéndonos esta pregunta de si es necesario o no, porque en ese mismo proceso está nuestro deseo, y el deseo es pura potencia y creatividad.
Además esta biblioteca nos hace pensar en qué distinta que es a las bibliotecas privadas, esas bibliotecas que son signos de culturas letradas, símbolo del conocimiento. Y pensaba también que esta biblioteca que hoy celebramos se llama Ni Una Menos, pero también se llama Alfonsina Storni, que es el nombre de la poeta que agarró toda una tradición masculina e hizo poesía de vanguardia, que fue madre soltera en el Buenos Aires de los ‘20 y los ‘30, como Salvadora Medina Onrubia, esas descentradas que vinieron a dar el mal paso en una Buenos Aires moderna, que también fue el nombre que se le dio al primer periódico feminista de la democracia con María Moreno. Planteo todo esto para proponer que sí, que sigamos pensando.
Agustina Paz Frontera: Lucía, ¿hacer una biblioteca de mujeres, lesbianas, travestis y trans, es lo mismo eso que hacer una biblioteca feminista? ¿Es la identidad de los autores la que va a definir el signo político?
Lucía de Leone: Un poco sí y un poco no, porque también tiene que ver con la irreverencia de hacer una biblioteca que no está asentada, que es móvil, que es itinerante, entonces se desplaza, migra. O sea, está el género de les autores pero también tiene otros ribetes que la hacen feminista: se mueve, va de acá para allá, llega a un público, le dice hola, va el libro a buscar al lector y eso a mí me parece que es un signo relevante. Es una biblioteca que festeja, es plural, es colectiva, abierta, inclusiva, es federal, está atenta a lo que pasa en las provincias, que son libros que casi no nos llegan si no es por estas estas iniciativas, llegan más, por ejemplo, los de México y Europa que los de Entre Ríos. Entonces esta biblioteca se ocupó de buscar esas editoriales independientes y de las provincias.
Muchas veces heredamos bibliotecas de nuestros padres, de nuestras familias, de las instituciones, de una maestra. Una maestra te puede heredar una biblioteca en un sentido más amplio que el objeto en sí, ¿no? Y ahí, entonces uno lee lo que tiene, se queda con lo puesto. Otras veces, como en este caso, salimos a conquistar las bibliotecas, las batallamos.
Agustina Paz Frontera: Diana, hace unos años vos afirmabas no estar de acuerdo con la idea de una poesía femenina. Nosotras trabajamos con el adjetivo feminista para describir libros y literatura. ¿Qué pensás de ese traslado de lo femenino a lo feminista?
Diana Bellessi: En mi momento estuve buscando esos rasgos, estuve muy interesada en ello, ahora estoy totalmente desinteresada porque creo que forma parte de la opresión y en cuanto la opresión se va desmadejando, va quedando claro que somos todos seres humanos. Por eso yo creo en las creadoras y creadores, como una especie humana que crea. El feminismo para mí, que es una de las grandes revoluciones del ser humano, creo que es una mirada hacia las cosas y no las cosas en sí. Ni siquiera la identidad de la autora, del autor o del autore. La literatura feminista es una manera de mirar las cosas. No importa qué mires, no importa si estás escribiendo un poema, un ensayo, una novela o una crónica. Es una manera de ver cómo se desestabiliza el mundo que conocemos como blanco y negro, como yin y yang, como masculino o femenino, con todos sus detalles que son infinitos. Desmantelar eso va a ser una tarea de muchos años. Pero no creo que haya ni poesía, ni narrativa, ni pintura ni música feminista. Porque todo eso siempre lo produce un sujeto o una sujeta.
Agustina Paz Frontera: Entonces, ¿hay autores feministas pero no obras feministas?
Diana Bellesi: ¡Qué lío! Eso creo, sí, que finalmente será eso, pero que todavía se ve lejos y que en el medio hacemos lo que podemos.
Agustina Paz Frontera: Tamara, para vos qué pasa con el adjetivo “feminista” aplicado a la literatura.
Tamara Tenenbaum: Comparto un poco la incomodidad de Diana con adjetivar la literatura en general. Es curioso porque hay adjetivos que son más llanos. Uno dice literatura argentina, alcanza con que el autor sea argentino, es un adjetivo cuyo referentes es claro. Lo que nos incomoda es que la palabra feminista, obviamente, es una palabra que tiene un carácter ético. Nosotros pensamos que ser machista está mal y que ser feminista está bien. Y creo que nos hace ruido hablar en términos éticos de la literatura, porque pensamos que la literatura está más allá del bien y del mal, de alguna manera. Lo que a mí me hace ruido es la idea de que una literatura feminista sería una literatura con moraleja, que le enseña a la gente a ser feminista, que le dice cómo debería ser el mundo.
Lo que sí me pasa es que por la negativa me doy mucha cuenta. Yo no sé si hay literatura feminista, sí sé cuando hay literatura machista, me doy cuenta muy rápido y me aburro y dejo el libro y sigo con mi vida. Cuando digo literatura machista en general estoy hablando de literatura mala y entonces ahí pienso: bueno, quizás existe la literatura feminista y hay algo que yo no estoy pudiendo armar.
Malena Rey: Para mí eso es como una operación de lectura más que de producción. Y como operación de lectura, como lectoras tenemos que tener a disposición herramientas para hacer este tipo de lecturas en ciertos textos que así lo reclaman. Pensaba que hay libros que específicamente están operando sobre la tradición de la literatura argentina de una manera feminista, y ahí sí tal vez podemos decir hay una literatura feminista por el tipo de operación. Las aventuras de la China Iron de Gabriela Cabezón Cámara toma al personaje de la China —que era la compañera de Martín Fierro y un personaje lateral de esa obra de José Hernández— como protagonista de una novela contemporánea en la que ella se va de viaje y se enamora de una mujer. Ponerle el mote de feminista a ciertas producciones culturales per sé, me hace ruido pero creo que si hacemos todas estas salvedades seguramente encontremos literatura que pueda ser llamada feminista y que nos sintamos cómodas llamándola así.
Agustina Paz Frontera: El feminismo (los feminismos) tomaron espacios y ganaron una visibilidad impensada en el siglo XX, como efecto de esta expansión es posible una biblioteca como esta, una biblioteca pública feminista. Ahora, Tamara, ¿qué sucede cuando el feminismo es abrazado por el Estado, cuando sus reclamos se institucionalizan?
Tamara Tenenbaum: La institucionalización siempre es algo que se realiza de manera conflictiva. Cualquier movimiento de liberación ingresa a las instituciones con un conflicto que no se resuelve, que permanece, y hay que sostener las discusiones, la incomodidad de pertenecer al Estado. Hay que saber que es un lugar incómodo y sostenerlo porque la alternativa es excluyente. ¿Cuál es la alternativa a que no exista una biblioteca pública feminista? La alternativa es que estemos nosotras en tetas tirando libros por la calle y no estamos haciendo eso. La alternativa es que esos libros no estén en la calle. Entonces hay que sostener la incomodidad de insertarse en el Estado para poder hacer que esos libros sean accesibles y que la educación sea accesible. Para mí en el presente, en el siglo XXI en América Latina, la posición anti institucionalista a rajatabla es una posición elitista.
Agustina Paz Frontera: ¿Y qué pasa cuando el término es utilizado por el mercado?
Tamara Tenenbaum: Es diferente y a la vez no. También hay que sostener la incomodidad de ocupar ciertos espacios. También eso es una posición a tomar. Uno puede decidir que el feminismo no ocupe ciertos espacios. Pero todas las editoriales de todos los libros que tenemos en esta biblioteca fueron publicados por editoriales que son casi siempre privadas. ¿Cuál sería la opción? El Estado y el mercado son dos lugares incómodos que hay que ocupar de forma conflictiva. Por supuesto que hay formas y formas de habitarlos. No es lo mismo ocupar un lugar en el mercado y pensar qué puertas abrís a otras personas y a otros colectivos. Pensar que el hecho de que yo sea mujer y me vaya bien, eso ya es feminista. Eso no es cierto. Hacer plata porque sí no es feminista. Lo que hay que pensar hoy es cómo ocupar esos lugares.
Malena Rey: En relación a lo institucional, me parece que esta es una biblioteca que además de todos los adjetivos que le pusimos es gratuita. Entonces, cualquiera va a poder acceder a todo ese material, sin tener ningún recurso o teniéndolos todos. Por otro lado, creo que el hecho de que hayan dicho que la Biblioteca Storni está detenida en el tiempo tiene que ver en parte con que no se activa ese material y creo que aprendimos que necesitamos generar actividades en relación a las lecturas, a los libros, aunque sea una fiesta. Y esa activación es parte del plan de esta biblioteca, ponerla en circulación y compartir esas lecturas. La idea no es que los libros queden en unos estantes o que alguien se los lleve a su casa y los devuelva, sino leerlos juntas.
Agustina Paz Frontera: Male, vos trabajás con niñes y sos parte del consejo asesor de esta Biblioteca. En la colección hay varios libros dedicados a las infancias. ¿Cómo incluimos este público y qué pasa con las resistencias y fantasmas que hay también en ciertos sectores a que las niñas, los niños lean sobre género?
Malena Rey: Son siempre fantasmas encarnados por adultos, por mediadores o mediadoras. Si trabajáramos de manera más directa con les niñes encontraríamos que su capacidad imaginativa y su falta de prejuicio está mucho más a la orden del día que todo el precepto que después se le va imponiendo al crecimiento de esos chicos. Para mí es muy amplio lo que está pasando ahora en la literatura infantil, es un sector que está creciendo cada año y cada vez hay propuestas más diversas. Los libros informativos, por ejemplo, crecieron muchísimo en calidad, son súper horizontales, transversales y muchos incluyen a los feminismos. Está también en nosotras como madres y como mediadoras, ayudar a formar el gusto lector de esos chicos y chicas.
Otro de los sectores que creció es el de libros para bebés. Sobre todo hay libros de poesía que ya toman a los bebés como público lector, como gente que manipula un objeto. Entonces, desde muy pequeñas estamos cerca de todo lo que un libro nos puede decir sobre el mundo. Y creo que la Educación Sexual Integral (ESI) en la literatura infantil está encontrando muy buenos interlocutores.
Agustina Paz Frontera: Desde hace unos años estamos habitando una suerte de revolución que tiene a los feminismos ahí en la vanguardia pero también hay otras fuerzas muy potentes que resisten nuestros avances. Lucía, ¿cómo lees que impacta, se representa y juega esta revolución en la literatura contemporanea?
Lucía de Leone: Pensaba en las metáforas que se usaron para esta revuelta como revolución o marea. Me parece súper literarios los nombres que se les dieron a estos fenómenos. O mismo, las formas en que se daban las reuniones feministas: asambleas, encuentros, vigilias, maratones de lectura y carpas. Entonces, gracias a los feminismos —entendidos siempre como estas manifestaciones contra el poder hegemónico—, se renovaron lugares, espacios y roles. Y aparece el grito como uno de los signos literarios y de revuelta de los feminismos, no por casualidad el poema de Susana Thenon “Por qué grita esa mujer” fue usado como himno de muchas de las marchas contra los femicidios y se produjeron muchas reversiones de este poema. Desde ahí puedo pensar la literatura en relación con estos avances de los feminismos que tienen del otro lado los avances de una ultra derecha.
Por otro lado, encontramos en la literatura muchas firmas femeninas. ¿Cómo se instalan estas escritoras en el tejido social? Interviniendo. Por ejemplo Claudia Piñeiro o Selva Almada en la lucha por el aborto. El predicamento de muchas escritoras en el extranjero, como Samanta Schweblin o Mariana Enríquez, que son traducidas. Y en el ámbito académico, los feminismos pasamos de tener seminarios sobre género a tener una cátedra de estudios feministas como tronco de la carrera de Letras. Es un paso enorme que un plan de estudios contemple a los estudios feministas como formación básica de cualquier estudiante.
En otro sentido, la literatura tiene la potencia y la fuerza de dar vuelta los archivos. Y, como recién citaba Malena, tal es el caso de la China Iron, porque ahí el feminismo viene también de parte de la escritora y no sólo como operación de lectura, porque lo que hace Gabriela Cabezón Cámara es contar la historia del poema nacional desde otro punto de vista, que es el de la mujer que en lugar de quedarse esperando al marido que se fue a la frontera, se va de joda con otra mujer a una pampa que ya no es más desértica sino que es fluvial. Entonces la literatura se ha hecho cargo y al mismo tiempo nació con estas revueltas.
La literatura hoy está plagada de temas feministas: femicidios, abortos, abusos. Hoy alguien diría que La intrusa de Borges es un femicidio pero se leyó como bravuconería varonil. No es que no hubiera femicidios en la literatura argentina, es que no los podíamos leer, no teníamos protocolos críticos, quizás herramientas, vocabulario específico. La crítica ve la precariedad en la que vivimos, en la que nos dejan las políticas neoliberales, en las que nos deja un mundo patriarcal. Pero a la vez está la revuelta constante. Entonces ahí está esa lucha. Y esa revuelta puede ser feliz también, puede ser alegre, puede estar llena de fiestas, como creo que nos ha enseñado la literatura.
Inmediatamente después de la charla en la Casa de la lectura tuvo lugar la celebración y la fiesta a la que hacían referencia tanto Lucía de Leone como Malena Rey. Casa Brandon recibió a la Biblioteca Ni Una Menos junto a las poetas Lara Segade, Lu Martínez, Caro Unrein, Sol Fantín y Natalia Romero, que leyeron obras propias y ajenas y a Paula Maffía, que le sumó sus canciones al convite de esa noche. Esta cronista ofició de animadora y dio la bienvenida con las palabras de Rosario Bléfari que dan inicio a esta nota: “En la medida que los libros se mueven en una biblioteca, se mueven las ideas, se agitan”.
Mirá el recorrido de la BNUM durante mayo, junio y julio y navegá el catálogo online en el micrositio de la Biblioteca Ni Una Menos. Es simple, te asociás a la Red de Bibliotecas y retirás tu libro en la biblioteca de tu barrio.