A una semana, el arma

¿Qué sabemos de la ruta del arma que usó Sabag Montiel para su intento de magnicidio? ¿En qué está hoy el Programa de Entrega Voluntaria de Armas de Fuego? Un arma causa alrededor de 7 muertes por día en la Argentina. Y aunque muchas víctimas de violencia armada saben de esto, aunque muchas mujeres sepan lo que significa el accionar de un arma -sea por disparo o por amenaza-, las armas heredadas, las armas guardadas, las armas “en desuso”, las armas “por las dudas”, las armas circulan en los ámbitos privados. Escribe Carola Cóncaro, integrante de la Red Argentina para el Desarme.

En primer lugar y de modo categórico, antes de reflexionar sobre cualquier aspecto de los eventos del 1 de septiembre del 2022, es necesario decir que repudio profundamente el intento de magnicidio de la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner en manos de Fernando Sabag Montiel. Dada la circulación masiva de discursos de odio y los vastos análisis sobre la veracidad de los hechos, resulta evidente la necesidad de sostener el repudio una y otra vez.

Dicho esto, me toca hacer una breve reflexión sobre el arma, una pistola Bersa calibre 32, modelo Lusber 84. Un arma argentina que se produjo entre 1973 y 1978, con un poco mas de 40 años de antigüedad. Trasciende ser un arma registrada a nombre de un vecino de Sabag Montiel, fallecido el año pasado. Arma que se desconoce si había sido denunciada como robada o extraviada. Tampoco se conoce si algún familiar o amigo del propietario sabía de su existencia. Tampoco se sabe cómo llegó esa arma a manos de Sabag Montiel.

Llamativamente se sabe muy poco de la ruta del arma hasta hoy, y no es poco habitual. ¿Fue el complejo juego del azar el que hizo de esa arma el medio de un potencial magnicidio? ¿Es ese complejo juego del azar diferente a cualquier otro hilo que defina la suerte de un disparo a mano armada? Preguntas para las cuales no tenemos respuestas aún, pero que sin lugar a dudas, me hace formular otra pregunta que creo pertinente: ¿es la ruta de esta arma un caso testigo de lo que son las condiciones materiales necesarias y suficientes para planificar, instigar o cometer un delito a mano armada?

No saber acerca de cómo llega esa arma a manos de Sabag Montiel supongo que es cuestión de tiempo. Lo cierto es que tener un arma en casa, sin prestarle demasiada atención —hasta que es accionada— es algo que pasa. Y aunque muchas víctimas de violencia armada saben de esto, aunque muchas mujeres sepan lo que significa el accionar de un arma —sea por disparo o por amenaza—, las armas heredadas, las armas guardadas, las armas “en desuso”, las armas “por las dudas”, las armas circulan en los ámbitos privados. Pasa. La Red Argentina para el Desarme viene denunciando hace mucho tiempo lo riesgoso de tener un arma en casa, no solo por las consecuencias de su uso sino, también, por las posibilidades de su desvío.

Las armas no nacen ilegales, se desvían hacia esa condición. Se fabrican legalmente, se venden legalmente, luego se pueden prestar, perder, pueden ser robadas, pueden ser abandonadas a su suerte. La responsabilidad del registro y control de la vida útil de un arma de fuego —significativamente larga— es del usuario y del Estado. ¿Pero qué pasa cuando “la existencia del arma de alguien” es condición determinante en manos de “otro alguien” para la comisión de un delito? ¿Qué delito? Un robo a mano armada, un secuestro extorsivo, una violación, un asesinato. Sí, delitos graves. Y también un magnicidio. El arma de fuego termina en manos de alguien porque también es puesta allí por otro, por acción criminal o por omisión negligente. Armas en circulación legal devenidas en “anónimas” por la ingenua indiferencia de una práctica o por el provecho de su beneficio para ocultar un rastro criminal, que terminan marcando el destino de una persona, de una familia, de un entorno y también de una sociedad.

Un arma causa alrededor de 7 muertes por día en Argentina. La sociedad ha entregado al Programa de Entrega Voluntaria de Armas de Fuego desde el 2007 al 2020 206.178 armas de fuego y el Estado ha destruído —entre armas entregadas e incautadas— un total de 440.000 armas en los últimos 20 años. Estoy convencida de que pensarnos como una sociedad de futuro y con futuro implica una actitud colectiva y permanente hacia el desarme.