El arranque marca el estilo de la tercera temporada de La casa de papel. Tokio decide terminar su confinamiento monogámico en una isla paradisíaca para irse de fiesta por el mundo, poniendo en riesgo a los suyos. Desde el inicio de la serie este personaje encarna el perfil de mujer inmanejable, apasionada, erotizada, y por lo tanto, artífice de su trágico destino. La historia de La costurerita que dio aquel mal paso, contaban los tangos cercanos a 1920 aludiendo a mujeres desafiantes de los mandatos sociales de su época. Moraleja o consejo: quedáte en el barrio. Lo único original en la continuación de La Casa de Papel fue utilizar la repercusión de la temporadas anteriores mezclando realidad con ficción. A través de este recurso aparece la referencia de las movilizaciones de los feminismos en Argentina.
“Esta máscara se ha convertido en un símbolo en todo el mundo de la resistencia”, dice el personaje del Profesor mientras se pone a proyectar una serie de imágenes entre las que aparece la de Batuka: “Esta es una manifestación contra la corrupción en Río de Janeiro. Buenos Aires, Argentina: varias manifestaciones por los derechos de las mujeres. Roma, Colombia, París…La cumbre del G20 en Hamburgo. Hasta se han cubierto gradas enteras de estadios: esto es Francia. Arabia Saudita. Lo que trato de decir es que hemos inspirado a mucha gente en su lucha”.
“¿Qué hacemos ahí?”, dijo La tingui cuando se enteró que el grupo de percusión que organiza junto a Noe Ledesma aparecía en la última temporada de la serie española. Trucaron una foto de Internet, agregaron la máscara de Dalí y el overol encabezando una actuación de Batuka frente al Congreso. La tingui sabía que tampoco se trataba de mera casualidad. Este grupo de batucada viene acompañando todas y cada una de las movilizaciones masivas de mujeres, lesbianas, travestis y trans que ocurren en las calles de la ciudad de Buenos Aires desde el año 2015. Batuka forma parte de la banda sonora del artivismo feminista en un conjunto cada vez más numeroso de prácticas musicales colectivas que ritualizan la organización de mujeres y disidencias a través de la percusión. Incluso se puede decir que la estampa de mujeres con tambores se está convirtiendo en uno de los símbolos culturales de estos tiempos.
Batuka forma parte de la banda sonora del artivismo feminista en un conjunto cada vez más numeroso de prácticas musicales colectivas que ritualizan la organización de mujeres y disidencias a través de la percusión. Incluso se puede decir que la estampa de mujeres con tambores se está convirtiendo en uno de los símbolos culturales de estos tiempos.
En Argentina los tambores tienen una significación política. Ezequiel Adamovsky y Esteban Buch sostienen que el bombo es uno de los emblemas más relevantes de la historia cultural del peronismo (1). Aunque la fotografía que ilustra la portada del libro que publicaron muestra al famoso bombisto peronista conocido como El Tula tocando junto a dos mujeres, los bombos están estrechamente ligados a la masculinidad popular. En las tradiciones musicales del país los instrumentos de percusión, membranófonos en especial, han estado muy inusualmente a cargo de mujeres, a excepción de los kultrunes mapuches interpretados por las machi, referentes espirituales de las comunidades. En los últimos años esto está cambiando. La imagen de Batuka emana esa potencia: desviar el devenir histórico, provocar un latido en el pavimento de la calles ocupadas.
El éxito que tuvo en nuestro país la serie española del asalto a la fábrica de moneda en el 2018 no es ajeno a los fracasos de la gestión de Cambiemos en el gobierno, mucho menos la repercusión de “Bella Ciao”. Sin embargo, en buena medida la serie fue leída a través del feminismo. De las variadas versiones de “Bella Ciao” que se recrearon en Argentina, una de las más resonantes fue “Ciencia Chau” realizada por investigadoras del CONICET en razón del ajuste flagrante dispuesto durante la presidencia de Mauricio Macri. La versión se iniciaba con la tremenda frase de la temporada anterior: “Comienza el Matriarcado”. La escena de Nairobi, el personaje que realiza la sobrina nieta de la cantante Carmen Flores, es quizás el mayor ícono feminista producido por la industria cultural hasta el este momento.
En estas trayectorias o circulaciones se hace evidente que la cultura popular y la cultura masiva se retroalimentan siempre que se generen condiciones de reciprocidad simbólica. La tercera temporada quiebra esa mutualidad cuando la trama de ficción empobrece a los personajes femeninos a un punto bastante opaco.
El desenlace de la heroína gitana, ocurre de la peor manera: hostigada psicológicamente, Nairobi es vulnerada a partir de sus faltas de madre de parte de una policía embarazada a punto de parir que ejerce la tortura mientras gesta vida. En Netflix el matriarcado dura lo prudente. Mientras tanto, los tambores se preparan para temblar en la Ciudad de La Plata en el Encuentro Plurinacional. Ojalá que venga Tokio.
(1) Adamovsky E. y E. Buch. 2016. La Marchita, el escudo y el bombo. Una historia cultural de los emblemas del peronismo, de Perón a Cristina Kirchner. Buenos Aires: Planeta.