Alba Rueda: “Es un desafío social y cultural pensar un Estado transfeminista”

Es subsecretaria de Políticas de Diversidad de la Nación. Por primera vez una persona trans ocupa un cargo jerárquico de esa magnitud dentro del Poder Ejecutivo. Alba Rueda es reconocida por su trayectoria dentro de los movimientos sociales, los transfeminismos y también su trabajo dentro del Estado. Es presidenta de Mujeres Trans Argentina, investigadora del Departamento de Género y Comunicaciones del Centro de la Cooperación Floreal Gorini. Fue, también, integrante del equipo del Observatorio de Género en la Justicia y de NotiTrans. Por estos días se mueve entre la gestión y el territorio para pensar y ejecutar políticas que mitiguen el impacto económico de la crisis sanitaria en la población travesti/trans, en particular. En esta entrevista con LATFEM conversamos sobre su rol como funcionaria, la agenda del Ministerio y los desafíos de los transfeminismos en el Estado.

La semana pasada estuvo en Complejo Penitenciario Federal IV de Mujeres repartiendo bolsones para las detenidas trans y travestis. Sin visitas, la comida del penal para las presas se vuelve insuficiente. Desde que empezó el aislamiento obligatorio Alba Rueda, subsecretaria de Políticas de Diversidad de la Nación, está monitoreando de cerca los posibles desalojos para intentar frenarlos y también confeccionando, junto con los movimientos sociales las listas de aquellas travestis y trans que pueden ser incluidas dentro de los programas sociales. Distintas rutas para aplacar el impacto económico que tiene la crisis sanitaria en las vidas de una población que ya era vulnerable antes del coronavirus. Después de varias semanas de recolección de información y registro artesanal entre el Ministerio de Desarrollo Social de la Nación, el Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad y el Instituto Nacional en Contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo (INADI), 3536 personas trans/travestis ingresaron de manera efectiva al programa Potenciar Trabajo. Dependiente de la Secretaría de Economía Social, el programa Potenciar Trabajo tiene como objetivo el acceso a la terminalidad educativa formal, certificación en oficios y estímulos a emprendimientos productivos. Antes de reunirse con sus compañeras del gabinete del Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad de la Nación para seguir planificando acciones en esa línea, Alba Rueda dialogó el miércoles con LATFEM sobre la agenda de su gestión como funcionaria, los desafíos y las tareas que la encuentran en penales, desalojos y en las calles durante la pandemia.

—Imagino que llegaste al Ministerio con una agenda que se vio interrumpida por esta crisis sanitaria global ¿Qué propuestas, programas e iniciativas tenías en mente antes de llegar al cargo como subsecretaria de Políticas de Diversidad de la Nación?

—Cuando llegamos a la función pública teníamos todo un proyecto, principalmente en diálogo con las organizaciones sociales. Pudimos armar todo un espectro de temas de agenda pendientes que estábamos luchando y militando. Yo vengo de las organizaciones sociales, vengo de los movimientos travestis, trans, así que estoy bien al tanto de cuáles eran esas demandas, tanto a nivel nacional, regional y provincial. Entonces teníamos muchas expectativas con esta gestión. Empezamos pensando en la implementación efectiva y real del cupo laboral travesti, trans. Trabajamos con el ingreso de compañeras y, además, se veía la voluntad política de poder llegar a cumplir con este objetivo de manera transversal. Es decir: varios ministerios incluso dijeron “Yo quiero una compañera trans, ¿ustedes conocen a alguien?”.  Después, teníamos como proyecto incorporar el reconocimiento de la figura del refugio político a las personas que son perseguidas por su identidad de género o su expresión de género.

—Muy interesante. Argentina tiene una tradición, después de la Ley de Identidad de Género en dar asilo a personas discriminadas y perseguidas por su identidad de género u orientación sexual ¿Cómo lo pensaban?

—Esta idea de refugio político nos ayuda a pensar la realidad latinoamericana de las compañeras travestis que están viviendo situaciones de mucho hostigamiento y que migran a la Argentina. Siempre esa migración tiene que ver con múltiples factores, pero en el caso travesti y trans, claramente el factor de la desigualdad, la discriminación y realmente la búsqueda de horizontes de mayor libertad fue siempre un factor común. Entonces, era prioritario pensar en la incorporación de compañeras travestis y trans a la figura del refugio político, porque es un reconocimiento, también, a un recorrido de vida, de un comportamiento de las instituciones. Tiene toda una textura de derechos muy importante. Y…bueno… se cerraron las fronteras. Ahí vemos los matices de lo que implica también trabajar en el contexto de la pandemia o la cuarentena, con el distanciamiento social obligatorio y preventivo. Es todo un tema que modifica inevitablemente nuestras agendas. 

—Además de la novedad del Ministerio de Mujeres, Géneros y Diversidad para la historia política argentina, hay muchas más feministas en el Estado ahora. O al menos tienen una nueva visibilidad y el contexto es otro después de que los feminismos se construyeran como oposición al macrismo, por ejemplo. ¿Cuáles son las tensiones que aparecen y los desafíos que tienen los transfeminismos dentro del Estado?

—Hay dos situaciones. Una que yo entiendo que es más de los movimientos sociales. La comprendí y la comprendo desde hace mucho tiempo y es esto: al Estado hay que poder exigirle políticas públicas, hay que poder transformar sus instituciones. Hay una parte que tiene que ver con el reconocimiento de los derechos, con la protección, con la promoción de derechos. Esos son aspectos que hacen quizás al reformismo. Es, digamos, el Estado en términos de protección de derechos. Queremos que el Estado proteja a las personas travestis y trans y queremos que proteja a las personas más vulnerables: esa es nuestra perspectiva de lucha. Y después, obviamente, los movimientos sociales en todas partes del mundo tienen que ver con las resistencias, los reclamos y pararse muchas veces en frente y marcar las cosas que son insuficientes. Y está bien que así suceda. Soy una persona convencida de que está muy bien que existan no solamente las críticas, sino las posiciones políticas y la diversidad. Desde ese enfoque no me preocupan para nada las tensiones que puedan aparecer. 

Creo que es un desafío más, no te diría tanto del feminismo, sino de los transfeminismos, de los movimientos de la diversidad sexual o de disidencia en Argentina, que una funcionaria travesti y trans pueda también tener reconocimiento. Que pueda hacer un ejercicio genuino y real que no sea una pantalla. Que no sea una superficie. Que su opinión también tenga un carácter, digamos, de transformador de políticas públicas. Eso es un poco más complejo y creo que es una transformación cultural. No la voy a vivir yo. Sé que estamos haciendo un aporte a un movimiento que va creciendo, pero no creo que sea yo la persona que pueda tener un alcance genuino de lo que es la función pública en la clave de lo que implica la subjetividad social. Muchas personas consideran que las personas trans estamos para pintar un lugar. Y no, no funciona solamente así. Creo que es un desafío social y cultural pensar un Estado transfeminista y esto es parte de nuestros compromisos. Poder asentar algunas bases, poder tirar lineamientos, fijar posiciones y sostenerlas. Y hacerlo de cara a nuestras organizaciones. Creo que es el norte de nuestras luchas, así que en ese sentido la agenda es transparente y hay mucho acompañamiento. Pero también es cierto que hay muchas fronteras que son culturales y que inevitablemente no se resuelven con el primer paso, se resuelven con un andar más complejo.

—La crisis sanitaria, lamentablemente, aceleró desigualdades. ¿Cuál fue el impacto particular en la población travesti-trans?

—El aislamiento social obligatorio y preventivo cerró el uso del espacio público como un espacio de circulación. Y muchas compañeras travestis y trans en Argentina lo ocupan diariamente para poder subsistir, para poder generar un ingreso. Tiene que ver con la prostitución, tiene que ver con modos informales de vida y con trabajos que sostienen la vida de las compañeras, como las que trabajan en peluquerías que son espacios laborales que están hoy cerrados. Efectivamente este cierre del espacio público implica una afectación directa a su modo de subsistencia, a su economía, al techo. Vivimos toda una situación que se encadena respecto a si se cierra, por ejemplo, la esquina. Muchas personas están viviendo endeudadas, no tienen para comer. 

—Aumentaron los controles policiales, la presencia de las fuerzas de seguridad en las calles ¿hay persecusión a este colectivo en este contexto?

Al dejarle a la policía la calle se pudo ver la discrecionalidad: en la Ciudad de Buenos Aires fue impresionante la discrecionalidad a quienes se les pide documento y a quienes no. El modo en el que se trata, el hostigamiento, la violencia. Esas cosas, lamentablemente, todavía las tenemos que vivir. Y es increíble, porque el contraste de otras épocas, o por lo menos la memoria de otra época donde la policía sí ocupaba la calle cotidianamente para nosotras, para mi generación, todavía está muy fresco. Reconocemos bien esas actitudes discrecionales y violentas cuando la policía sale a mirar la norma, pero en realidad está mirando el comportamiento social y actúa en función de esto. Entonces esto es un sistema en cadena que tiene que ver con la pobreza, que tiene que ver con la con los desalojos, con las amenazas de desalojos, que tiene que ver con la subsistencia de compañeras travestis y trans. Tiene que ver con la violencia institucional de todos esos aspectos. 

—¿Cómo están trabajando desde el Ministerio para mitigar estos impactos sobre la población travesti/trans?

Para nosotras la respuesta que tenemos que dar es integral y además involucra a todos los ministerios: el Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad no es el receptáculo de la diversidad, sino más bien es un espacio de trabajo para poder llevar adelante agendas transversales a todos los ministerios. Y en ese sentido, con el Ministerio de Desarrollo Social, junto con el INADI, generamos un determinado número de compañeras para que puedan ingresar a un programa social. Hoy se llama Potenciar Trabajo. Era el que se llamaba Hacemos futuro o el Salario social complementario. Es un programa con capacitación laboral y una terminalidad educativa. La mayoría de las compañeras no estaba en ningún programa social. O sea que también ahí se cae un mito sobre cómo subsisten las compañeras trans. En la gestión anterior se decía la travaplanera despectivamente pero también era una realidad inventada. Las personas trans no tienen actualmente un programa social que las contenga en su totalidad. Y este que dimos fue un primer paso enorme. Hoy es el segundo día donde las compañeras están yendo a los bancos a ver si tienen la cuenta y nos enfrentamos a eso, a un sistema que estudiamos que tiene un comportamiento muchas veces discrecional, también estereotipado. Entonces, cuando no coinciden en algunos datos, con la expectativa que se tiene, se generan dificultades. Estamos recorriendo en conjunto con las organizaciones sociales, que fueron las que principalmente aportaron a esa lista, pero creo que el paso muy positivo implica llegar a un grupo poblacional que tiene una emergencia económica urgente y que además tiene un efecto en cadena también muy marcado. 

—Sos una subsecretaria que está en el diseño de las políticas pero también en la ejecución, te vemos en el territorio repartiendo bolsones sin necesidad de hacer de eso una gacetilla de prensa. ¿Cómo es el trabajo entre la gestión y el territorio?

—Soy estatal hace 14 años. Trabajo ahora en el Ministerio pero trabajé en el Ministerio de Justicia, trabajé en el INADI y en la Secretaría de Derechos Humanos. También veo el comportamiento habitual de los funcionarios que no “bajan a territorio” y fueron siempre mis observaciones como trabajadora. Pero por ejemplo, las personas privadas de la libertad travestis y trans en la provincia de Buenos Aires reúnen casi el total de la población trans privadas de su libertad: el 80 por ciento está en la provincia de Buenos Aires, tanto en cárceles federales como provinciales. ¿Qué voy a hacer si no me interpela poder acercar módulos alimentarios? ¿si no me interpela acercar donaciones o poder hacer ese encuadre para que en este contexto, donde no hay visitas, donde las pibas no reciben alimento de afuera de sus compañeras, que también están oprimidas o están con la cuarentena y no pueden ingresar al penal para llevar las cosas este día? El Estado significa muchas veces poner esas herramientas a disposición, que cuando llegan es cuando se hace efectiva la política pública, entonces ese es el esfuerzo que hacemos. Sabemos que hay que estar y que es esa nuestra misión en los primeros pasos de la Subsecretaría de un Ministerio tan nuevo. Un Ministerio que tenía apenas dos meses cuando surgió la pandemia. Entonces es todo nuevo y hay que hacer un recorrido importante, pero para mí es un trabajo que conozco y que me encanta.