Antigrita:“La lucha la están haciendo las que rascan con sus uñas los huesos de sus hijas e hijos”

Lo dijo Yesenia Zamudio, madre de una víctima de feminicidio, en la “Antigrita”, el contra-acto por el aniversario de la independencia mexicana. Las colectivas y víctimas de violencias machistas e institucionales ya llevan dos semanas de ocupación en la (ahora ex) Comisión Nacional por los Derechos Humanos de la Ciudad de México (CNDH).

“No hay instituciones que estén respaldando, resguardando o atendiendo a las que vivimos víctimas de la violencia”. Con estas palabras comenzó el acto desde el balcón de la ahora Casa Refugio Ni una Menos México, el pasado lunes, frente a varios centenares de mujeres y medios de comunicación que siguieron de cerca la “Antigrita”, el contra-acto por el aniversario de la independencia mexicana. “No hay una mujer en este país que no haya vivido algún tipo de violencia. Y desde esa lógica es que damos inicio a esta Antigrita, donde decimos que la patria no nos representa, queremos una matria que nos acompañe y nos abrace, una matria feminista”.

Cada 15 de septiembre México celebra su independencia y, en el Zócalo del centro de la Ciudad, el poder ejecutivo encabeza el acto oficial. El “grito”, que hace alusión al “Grito de Dolores” de 1810, es protagonizado por el presidente de turno, quien vitorea una serie de “vivas”, entre los cuales cada año suele haber alguna que otra novedad. Para este pandémico 2020, el presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) agregó tres inéditos: “¡Viva la grandeza cultural de México! ¡Viva el amor al prójimo!  ¡Viva la esperanza en el porvenir!”. Pero llamó la atención que dejó por fuera dos que había incluido en 2019: “Vivan las madres y padres de nuestra patria” y “Vivan los héroes anónimos”. 

“¿Dónde está el presidente?“, se preguntó entonces Mónica Esmeralda Caballero, una de las oradoras de la tarde. Y siguió: “Ese presidente que nos prometió tanto… ¿dónde está? ¡Tragando hermanas! ¿Y nosotras dónde estamos? ¡Luchando hermanas! Éstas somos las que vamos a Cambiar México y Latinoamérica”. Para ese entonces la sede de la ex CNDH estaba rodeada de banderas, cámaras y jóvenes que respondían al unísono “No estás sola” cada vez que alguien relataba alguna historia desde el improvisado escenario. Abajo, en la puerta del edificio, un stand ofrecía termos, tazas y algunas banderas pintadas con consignas feministas o impresiones de los cuadros de Madero o Hidalgo, referentes de la revolución y la historia mexicana, intervenidos con las pintadas de las ocupas y sus niñes. Cuando Érika Martínez, una de las caras visibles de la toma y madre de una niña que fue abusada cuando tenía 7 años, salió a saludar, no tardó en aclarar: “Les mando un mensaje de mi hija: dice que sus capuchas la representan”.  

Yesenia Zamudio, madre de Marichuy -asesinada en enero de 2016-, dejó en claro que el acto no era ni por las feministas ni por quienes estaban cubriendo la toma. “Si alguien no lo acaba de entender se lo voy a decir en la jeta”, abrió. “Esta lucha no es por ti ni para ti, es por todas y con todas. Y a la que no le guste que se largue, ya tenemos demasiadas víctimas”. Así, Zamudio pidió que las asistentes hicieran silencio, que no aplaudieran, que tan sólo escucharan a las víctimas contar sus historias. “Porque la lucha la están haciendo las madres, las de la sierra, las que rascan, las que están sacando con sus uñas los huesos de sus hijas y de sus hijos”, cerró.

Historias de todo el país

El reclamo colectivo de familiares de víctimas de violencias y desapariciones forzadas en México tiene una genealogía que se espeja en la historia de toda Latinoamérica: las madres que buscan, pelean, arrebatan y se autogestionan la justicia de los Estados que se la niegan. Es por eso que Yesenia afirma, inamovible: “Aquí van a vivir madres de víctimas que tienen niños huérfanos y que no tienen dónde vivir. Y que le hagan como les dé la gana, el Gobierno de la Ciudad de México y el federal. Si hablan de indemnizaciones, pues ahí que se quede, ya nos cobramos”. Y así lo demuestran las decenas de mujeres que pasaron por el balcón de la Antigrita contando sus historias y exigiendo las respuestas que el Gobierno omite. “Yo vengo a quemar ese cuadro, porque mi hijo vale más que ese pinche cuadro y no me han respondido”, gritó una de las integrantes del colectivo de “Padres y madres de víctimas de desaparición forzada”. 

Desde el Colectivo de familiares de desaparecidos del Estado de Guerrero, Ivonne Álvarez denunció: “Yo busco a mi hermano desde hace siete años, Juan Álvarez. Tengo que estar aquí, en manifestaciones, cerrando calles. Yo no tengo miedo, tengo que ser fuerte para encontrar a mi hermano. Es la promesa que le hice a mi madre, ya muerta”. Agustina, de la ciudad de Chilapa, en el mismo Estado, apenas pudo sintetizar: “No tenemos para comer, mi esposo fue asesinado”.

Son historias de soledad y frustración. Todas coinciden en algo: las fiscalías no dan respuestas, los agresores no son detenidos, los casos no se resuelven y lo único que reciben son oficios. Mientras tanto, y con más de 71 mil muertes por Covid, en México hay más de 60mil desaparecides. Además, se cometen al menos 10 feminicidios por día, la mitad de ellos vinculados al crimen organizado.

Karla García tomó el micrófono: no pertenece a ningún colectivo, pero decidió unirse para contar su historia. Lleva 5 demandas contra el papá de su hijo, incluida una por intento de feminicidio, pero él está libre y peleando por la tenencia del niño.

“Perdí a mi marido el 24 de abril de 2012 y la CNDH no ha hecho nada, si hubieran hecho su trabajo ya lo habría encontrado”, contó otra mujer, del colectivo Mujeres en búsqueda, que llegó junto a distintas entidades federativas como Texcoco, Hidalgo y el ya mencionado Guerrero.

Las denuncias siguieron desfilando por el micrófono: “Me siguen castigando: el juzgado 21 de lo familiar me está obligando a entregar a convivencia a mi hijo con un señor violento, agresor, con una persona que no está psicológicamente estable” dijo una mujer con voz entrecortada. Otra alegó: “Nos hace falta ese desaparecido, nos hace falte ese ser humano, porque tiene un nombre y tiene una madre que lo va a buscar hasta el infinito”. Y arremetió: “Vamos con toda esa fuerza, aunque la sociedad diga que estamos locas, que hacemos tonteras, nos vale madres: nosotras sabemos lo que es nuestro dolor y lo que hemos pasado. La unión va a hacer muchas cosas con este pinche gobierno”. 

“No somos cinco, no somos diez, pinche gobierno cuéntanos bien” o “Este 15 de septiembre no es de fiesta, es de lucha y de protesta” fueron algunos de los cánticos que se repitieron durante toda la tarde y noche en la puerta del edificio. Además, “No estás sola” y “Vivos se los llevaron, vivos los queremos” fue la respuesta que las más de 300 personas que se quedaron hasta casi la medianoche en las inmediaciones de esa institución gritaron una y otra vez frente a cada participación y denuncia.

“No somos ningunas improvisadas, señora Ibarra de Piedra. Somos mujeres que además hemos caminado las calles, que a fuerza de defender nuestros derechos nos hemos licenciado en derechos humanos. Entendemos perfectamente, la que no quiere entender es usted”, desafiaron desde Ni Una Menos, en un comunicado escrito durante esa misma tarde, como respuesta a las palabras de la presidenta de la Comisión, de la cual aún se exige su renuncia.

La Antigrita, que además contó con presentaciones de mujeres humoristas, el rap feminista de Masta Quba y hasta la quema de un muñeco de AMLO, cerró con la presentación de la cantautora Vivir Quintana, quien interpretó Canción sin miedo, un nuevo y potente himno para el movimiento feminista.

EL Frente Nacional Ni Una Menos (que aglutina a distintas organizaciones) enfatizó en la necesidad de que se escuche a las madres y reiteró que no se entregará el edificio. La toma cumple hoy dos semanas de ocupación.